Una hora después de la obligada ducha y el completo pero repetitivo desayuno con café laxante del hotel, paramos un taxi en la esquina para irnos a la Feira de Ladra, mercado de pulgas abierto los martes y sábados, de esos dónde puedes encontrar a la venta en una manta, la dentadura postiza del vendedor o el orinal de sus abuelos, y que toma su nombre del origen del mercado, lugar de venta del botín obtenido por los ladrones durante su jornada laboral.
A pesar de que se afirma que siguen pudiéndose “encontrar” objetos robados, móviles, relojes, etc, en la actualidad como la mayoría de este tipo de mercados, Rastro, Encantes, etc, es un mercadillo kitsch al aire libre (aunque hay puestos cubiertos) de cachivaches, objetos inverosímiles, ropas, artesanía, música, antiguedades, ferretería, y cualquier cosa inimaginable, útil o inservible.
El rastro, se desparrama a la sombra de la Iglesia de Sâo Vicente, en el barrio de las ropas tendidas de la Alfama, y a las puertas de la cual nos deja el taxista tras pagarle 5$ por la carrera.
El mercadillo no tiene desperdicio, y sin duda, el garbeo contemplando los objetos de todo tipo, condición y mano, expuestos por los feriantes, resulta lo bastante entretenido como para que se pueda pasar un buen rato “descubriendo” cosas sorprendentes o alucinógenas, o simplemente deambulando y respirando el ambiente.
Abordamos el famoso, turístico y ya símbolo lisboeta, tranvía eléctrico 28 que remonta todos los desniveles de la zona, para llegar hasta la Pza Dom Pedro IV, más conocida com Pza. Rossio (su nombre medieval), agitada, animada y céntrica plaza de la Baixa, a la que nosotros nos dirigimos con la intención de ir a la estación de trenes que lleva su nombre...
... para coger ferrocarril a Sintra, y ya conociendo que salen con suficiente frecuencia como para no preocuparse de la hora, que el trayecto es de unos 50 minutos, y que el coste del billete es de 3’5$. Link red de trenes Lisboa: www.cp.pt
El paisaje del 90% del viaje es un panorama de cinturón obrero de urbe, con mamotretos de viviendas colmenas y zonas industriales, salpicado de vez en cuando de descampados. Solo las dos últimas paradas ya pertenecientes al municipio de Sintra cambian el aspecto de las vistas del gris al verde. Al llegar al final de trayecto, lo primero visible son casas señoriales y una carretera hacia las montañas coronadas por un castillo amurallado.
En ella paramos en la terraza de un bar para la cerveza de rigor y la captura del movimiento; vehículos pequeños y grandes que paran antes de emprender camino, gente que se detiene a tomar café o a comprar un paquete de los correspondientes pastelitos del lugar, en esta ocasión queijadas de Sintra hechas a base de coco, excursionistas que se preparan para iniciar caminata hacia la sierra...
En Sintra se respira más poderío, gentes elegantes y de buen nivel económico que habitan las "chozas" del lugar, herederos de las mansiones medievales, o artistas, artesanos y comerciantes bienestantes que viven tranquilamente del turismo de esta zona.
Nos unimos a la corriente dirigiéndonos hacia el centro histórico identificado por dos chimeneas que destacan en el perfil del pueblo. El recorrido está jalonado por diversas esculturas increiblemente inmaculadas de vandalismo, hasta que se llega a las cuatro calles del pueblo, desde donde emprendemos excursión hacia el Castelo dos Mouros y el Castelo da pena, con intención de paseo y no de culminación.
Eso hace que después de una ascensión considerable por la montaña, decidamos regresar por donde hemos venido, sin haber alcanzado las fortalezas. En el pueblo, nos metemos en un bareto de menú a comernos dos frangos asados (pollo a la brasa) con ensalada, guarnición y una jarra de vino por 6'5&.
Sin más, cogemos el tren de regreso a Lisboa, pateamos por el centro, reponemos fuerzas con una ginginha en un garito centenario al costado de la Pza. Rossio, continuamos camino en paralelo hasta enlazar con la Avda. da Libertade, y llegamos al hotel para asumir que el viaje se acaba.
Al dia siguiente, solo check out sin incidencias, Aerobús al aeropuerto en apenas media hora, y puntualidad en el despegue a las 12'00 h. Llegamos a Bcn de vuelta a las 14'30 horas (1 hora más), después de 1 ½ de vuelo de somnolencia y recuerdos frescos.