Salí de Venecia a las 6 de la mañana y cerca de las 8 ya estaba llegando a Milán. Era mi último destino en Italia antes de salir a Bélgica a visitar a mi amiga Adriana.
A esta altura del viaje, con tantas ciudades recorridas, tantos km caminados y lugares conocidos, estaba agotado y con ganas de volar a Bélgica para unos días de descanso.
Como dije, llegué a la estación de trenes a las 8 y caminé las 3 cuadras hasta el hotel para alojarme. Dejé mis valijas en el hotel y salí a recorrer la ciudad. Esperaba encontrarme con una ciudad antigua y llena de historia, pero me llevé un chasco. Tenía muchas expectativas, pero la primera impresión no fue del todo alentadora.
Fui a un Mc Donalds frente a la estación a comer algo y averiguar la forma de llegar al Duomo.
Tomé el subte desde la estación y recorrí este buen trecho hasta la Piazza. Hay una parada ahí, así que uno sale de la boca del metro y lo primero que se ve es la maravillosa iglesia. Para mi suerte, hace poco había sido restaurada y solo la fachada principal estaba cubierta por un cartel.
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Recorrí la Piazza primero, miré los edificios y recién entonces ingresé en el edificio a ver su interior.
La Piazza es un lugar de encuentro y a esa hora del día, cerca del mediodía estaba rebosante de personas.
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Me llevó poco tiempo recorrer este edificio maravilloso, del mas puro gótico. Estaba cansado de ver tantas iglesias. Estaba cansado de todo.
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Salí a la Piazza y a la derecha, me encontré con la Galería Vittorio Emanuelle. Es un edificio con dos arcadas de vidrio que se cruzan y forman un complejo de locales y bares bajo techo de lo mas interesante.
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Cruzando esta arcada desde la plaza, salimos a la Piazza della Scala, donde se encuentra obviamente la Scalla de Milán, uno de los teatros líricos mas importantes del mundo.
Por fuera el edificio es simple, muy lejano a la Ópera de París o el Colón de Buenos Aires. Averigüé para poder entrar y eso hice. La entrada permite el acceso al museo del teatro y un recorrido breve sin guía por el edificio.
El museo es bastante común, con algunos objetos personales de artistas que actuaron ahí.
Luego de visitar el museo, recorrí el teatro que es muy simple en verdad. Es simple por fuera y por dentro pero de todos modos tuve un premio. Al asomarme a uno de los palcos, pude ver la sala y a la orquesta en pleno ensayo. Eso me emocionó tremendamente.
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Terminado mi recorrido por la Opera, volví a la Piazza a recorrerla nuevamente. Honestamente esta parte de la ciudad me encantó y quería volver a recorrerla.
Concluido el recorrido, salí a caminar sin rumbo fijo a ver que me ofrecía la ciudad.
Honestamente no encontré nada que me atrajera mucho. Milán me despertó sentimientos encontrados. Por un lado, me encantó el centro histórico que es pequeño, por el otro, el resto de la ciudad me decepcionó. Vi mucha edificación contemporánea, casi nada antiguo. Pareciera como si hubieran arrasado gran parte de su historia y eso no me gustó.
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Temprano volví al hotel sin ganas de seguir paseando, Solo quería descansar, comer algo y dormir para salir temprano al día siguiente a tomar mi vuelo a Bruselas.
Esta parte del viaje la relataré en mi próximo diario, que se llamará “Bruselas y Brujas en 6 días.”