Salimos el lunes 31 de mayo del aeropuerto de Ezeiza (con frío!!) en el jumbo de Aerolíneas Argentinas, llegada puntual a martes Barajas a las 13.45 hs.

Más de 30 grados. Y a caminar desde la Terminal 1 hasta la Terminal 3, de donde sale el metro. Ya habíamos estado en Barajas en 2004 (estuvimos más de 1 mes por una capacitación laboral), pero han cambiado desde ese entonces el acceso. Como estuvimos dubitativos luego de tener los tickets del expendedor, se nos acercó una persona que hablándome en español latinoamericano nos tomó del hombro hacia el sitio de pase, e incluso colaboró en pasar las maletas al otro lado.
Con línea 1 llegamos al Hostal Eurosuites (que resulto magnífico, wifi, muy barato Eu.40 la noche, calle silenciosa, pero a 150 metros de Gran Vía, y a 250 de El Callao). Al pretender pagar….mi portadocumentos con las tarjetas se habían esfumado de mi bolsillo !!! El hotelero, que nos cuenta que es algo habitual que haya descuidistas en el metro, que muchas veces sus pasajeros le cuentan episodios similares.
Comunicación con Visa España, con Buenos Aires para que mis hijos reiteraran el bloqueo de la Visa crédito y la Visa débito (por puro desprolijo tenia la Amex suelta en un bolsillo y se salvó). Al rato siguiente me llaman de Visa España, que me están entregando la reposición al día siguiente, pero charlando el muchacho me recomienda que por las dudas la dirijan a mi próximo destino que era Florencia. Le doy la dirección del hotel italiano… y a rezar que llegase.
Lo más grave era la tarjeta de débito (esa no te la reponen en viaje), que es la que me permitía sacar el dinero depositado en mi cuenta bancaria. Estaba la tarjeta de mi esposa, pero ya sabemos aquello de la ley de Murphy y las bandas magnéticas….
A caminar por la “conocida” Madrid y a recordar el viaje anterior. Almorzamos a media tarde un antipasto y una minipaella de Puerta del Sol hacia Atocha, volver a maravillarnos al llegar de calle de Alcalá a la esquina con Paseo del Prado, Banco de España, Cibeles. La puerta de Alcalá repleta de flores, bordear el Retiro unas cuadras para llegar al Museo del Prado, callejear un poco más, Puerta del Sol, helado cerca del Callao, comprar unos auriculares en El Corte Inglés, y a descansar un poco.

Hacia tanto calor que salimos pasadas las 10 de la noche, derecho por Gran Vía hasta Plaza de España, Bailén, frente el Palacio, Teatro Real, Puerta del Sol y cuando nos dimos cuenta no había nada abierto para comer….salvo que fuese un sitio con show. Nunca habíamos ingresado en un negocio de Shawarma, pero debo decir que comimos razonablemente bien, y a un precio de regalo. Nuevo helado y a dormir.
El miércoles paseo por Madrid céntrico a recordar lugarcitos del viaje de 2004, solo eso. Sigue tan bonita como siempre, limpia y florida.
En realidad mucho no hicimos salvo intentar recomponer horarios (abrimos los ojos excesivamente temprano…..) ya que además teníamos el vuelo a ese jueves a Florencia a las 13.40 hs. La única compañía low cost que iba de Madrid directo a Florencia era Meridiana (Eu. 51 c/u). Todas las demás iban a Pisa. Larga cola en Barajas (conocimos la Terminal 4), y cuando arranca el vuelo nos dicen que por motivos operativos, se dirigía……a Pisa. Que naturalmente la compañía luego te trasladaba en bus a Florencia.

Avioncito algo vetusto, pero con las azafatas hablando en italiano, otro clima ya teníamos.
Aeropuerto minúsculo el de Pisa, todo bien a la italiana (semi desorganizado); aparece el bus que nos dice que pasa por la ciudad de Florencia pero que no para sino hasta el aeropuerto. Nos pareció de burros hacer eso, desistimos del bus, y aprovechamos que el tren (tenitalia.it) tiene una parada DENTRO del aeropuerto. Tickets directos entonces hasta Firenze Centrale. Tardó en venir. Pero las paradas por los pueblitos, los cultivos, la ropa tendida en ventanas, etc. nos introdujo a la bellísima Toscana.
Fin de recorrido, a buscar el Hotel, que en teoría estaba a 3 cuadras del tren. Esto es el casco antiguo de la ciudad, todo empedrado…y se rompe una rueda de la maleta. Nos quedaban más de 2 cuadras. La numeración de las puertas…es una lotería. Llegamos a la teórica puerta. Era un albergo en 2do piso. Busco el letrero, toco timbre, subo al 2do y encuentro albañiles. Me explican que hay otro hotel con casi el mismo nombre, a mitad de cuadra.
De vuelta arrastrando la valija sin rueda, llegamos a la puerta. Había letrero (Hotel Nella, Eu.38 la doble) y subo. Me recibe un Sr. con atuendo árabe y gran sonrisa: ¿signore Fridman?. Nos ayuda con una de las valijas que quedaron abajo (son viviendas de 1700 como mínimo, los pisos tienen doble altura, con razón vivían menos estas gentes). Nos indica la habitación, algo chica, muy sencilla, pero abrir la ventana y mirar los techos de Florencia, pleno casco histórico). Voy a la conserjería, también está su esposa con atuendo similar y que encontramos sobre el escritorio? Un hermoso sobre de Federal Express con sello de Visa. Denunciado en Buenos Aires, gestionado en Madrid, emitido en Alemania y entregado en Florencia. Gracias Visa.
Ya era un poco tarde, pero a la calle; estábamos a unas 6-7 cuadras del Duomo, así que fuimos por la peatonal y nos caímos nomás de espaldas. Era justo el día de Corpus Christi, así que tuvimos la suerte de hallar la puerta principal de la catedral abierta, luces a pleno, y los carabineros cuidando la entrada que hizo delante nuestro el Obispo y comitiva. Pequeña recorrida por la zona y a revisar la oferta gastronómica. La inmensa mayoría de restaurantes por ese punto céntrico tenían armadas unas mesas sobre la calle. Todos tienen el menú con precios a la vista. Nuestro presupuesto (en pesos argentinos) nos hacia prudentes con los menús (en Euros). Finalmente un restaurant muy bonito. Nuestra mala costumbre de tomar un vinito (y pese que a lo largo del viaje nos volcamos muchas veces por cerveza), nos desbarrancaba el presupuesto siempre. Yo me di el gusto de un rissotto italiano legítimo y mi esposa unas costillitas de cerdo. Buscamos un cibercafé (al albergo no le había llegado la tecnología) y vía skype y msn contacto con nuestros hijos en Buenos Aires.

Bastante temprano por la mañana (para eso el jet lag nos ayudaba) del jueves, a recorrer todo de vuelta con luz. Nos habían recomendado no subir a la cúpula del Duomo, sino al Campanille del Giotto (pegadito a la Catedral). Hay que tener físico…son ciento y pico de metros para arriba, escalerita angosta. Hay como 10 pisos con su plataforma central y bancos, pero como en cada parada es más bonita la vista, se sigue subiendo. Los techos florentinos, el rio Arno, la campiña cercana, iglesias, gente muy chiquitita, y en línea recta en altura, la pasarela de visita de la cúpula del Duomo, llena de visitantes.

Bajamos, entramos al Duomo, bonito aunque no esplendoroso (la maravilla es por fuera, con ese mármol blanco con vetas grises, verdes y azules que hay por todo el norte italiano). Fuimos hacia la Estación del Tren, ya que suponíamos conseguir un negocio para comprar valija nueva por allí. Previamente un stop en un barcito mediano, par unas porciones de pizza al taglio (al corte) que nos cortaban del mostrador directamente de unas pizzas cuadradas enormes. Terminamos comprándole a una china en la calle, regateamos por supuesto y nos llevamos una con cuatro ruedas de cada lado. Un momentito al hotel (estaba todo cerca por fortunas) y a caminar hacia el otro lado de la Ciudad.

Pasamos el Arno por un puente que estaba un poco retirado del famosísimo Ponte Vecchio, fuimos hasta la Iglesia della Santa Croce, esquivando motos y scooters estacionados por todos lados tomamos un par de cafecitos en un bar muy viejo regenteado por dos hermanas (viudas o solteronas) que nos apuraban porque eran las 17.00 y estaban cerrando. Encontramos en una esquina una fuente rara con un tipo que sacaba el chorro por la boca, ya disfrutar el cruce del Ponte Vecchio. Nunca vimos tanta joyería junta: oro y más oro, todo en negocitos pegados uno al lado de otro sobre el propio puente. De allí a la zona de la Gallería della Academia y los Uffizi; con el tiempo y euros disponibles ni uno ni otro. Pero hay todo un espacio al aire libre (Piazza della Signoria), con reproducciones tamaño real del David y otras impresionantes. También allí hay espectáculos al aire libre con mimos y juglares varios, se junta mucha gente.
Mirando vidrieras (hubo muchas tiendas que luego en Milano no fueron superadas), incluso una tienda Ferrari, nos fuimos demorando y cansando. Terminamos en el hotel con unas cervezas y unos sándwiches.
Viernes. Mañana corta, exterior de la Iglesia de San Lorenzo y del mercado Nuovo, y una recorrida por la maravilla de mármol cercana a la estación del tren que es la Iglesia de Santa María Novella.

Salida del hotel, y a tomar el tren hasta la estación Aeroporto di Pisa (ruta que ya habíamos hecho para llegar). Allí había reservado un Fiat Panda x Hertz. Ojo que el alquiler de autos dista casi 1 km de la Terminal. Hay unos minbuses gratuitos. Alquilé (como todo para todo el viaje, siempre con la máxima antelación posible) una semana por 107 euros, precio ridículo.
Habíamos tomado un B&B en las afueras de Pisa (Welcome B&B, a Eu.31 la doble). La dueña se disculpó y nos llevó en persona a un hotel algo antiguo pero extra grande y limpio, también con desayuno y ya bastante céntrico (la habitación tenía 5 ó 6 camas, pintada a la cal en celeste y blanco….sabrían que venían argentinos). Un rato con el auto, nos pararon los carabineros por venir por zona exclusiva de buses, como me hice el turista que no entendía nada, terminaron por largarnos aunque muy amenazantes. Cenamos del otro lado del rio Arno, aunque un poco alejados de la movida principal ya que se hacía peatonal. Pizza regionale al pomodoro. Unas vueltas viendo a los jóvenes junto al rio y a la cama.
Sábado. Sabiendo que era difícil y caro el estacionamiento en la zona turística, dejamos el auto frente al hotel y tomamos un bus hasta el Campo dei Miracoli, donde está la torre inclinada, el duomo, baptisterio y el cementerio monumentale. Miles de personas. Compramos un abono para entrar en todos los sitios. Un calor!!!!!! A sacar las consabidas fotos “sosteniendo” la torre. Los carabineros que corren a la gente que se saca fotos sobre el pasto, tocan silbato, pero al rato se llena de vuelta. Es la rutina que practican.

A la torre se sube por grupos muy pequeños, y las colas larguísimas, así que pasamos por fuera (que es lo lindo). El Duomo muy impresionante, pero mucho más el baptisterio (no dejen de verlo de arriba) que incluso periódicamente arranca el audio de un coro y se aprecia la acústica. Nos escabullimos (supongo que ilegalmente) dentro de la casa del arzobispo, pero que tenía unos jardines traseros con una sombra increíble y bastante menos grados. Salimos con el bus hacia el hotel, ya casi oscureciendo.
Domingo. Desayuno y a la ruta. La primera parada en Lucca, ciudad pequeña y amurallada, muy cercana. Difícil de ingresar con el auto, es medio laberíntica y para no quedar demasiado lejos de la piazza centrale dimos varias vueltas y con miedo a la grúa. Allí nos encontramos con una exposición con una docena y media de Ferraris, era para lagrimear ver todas juntas. Y también el choque de todas las construcciones de la plaza oval del siglo 17 con los autos modernos abajo.

A mí se me ocurrió no usar la Autostrada, así que luego de pasar La Spezia, pretendí ir todo por la el “camino viejo” y ver pueblitos. Señores de las pampas argentinas, aquí no hay pampas. Subidas, bajadas, curvas, subidas, bajadas curvas; gracias a la dirección hidráulica y que como todos los Fiat, el Panda doblaba bárbaro. Mucha moto a gran velocidad por la sierra. Cada tanto una vuelta y aparecía alguna bahía, barquitos, casitas, el mar hacia el precipicio.

Cero estaciones de servicio, cero bares. Harto, finalmente logro tomar la Autostrada. Velocidad, túneles, velocidad, túneles. Llegando a Génova, empezaron los embotellamientos, algunos daban para ponerse a charlar con los vecinos. Venía ya comenzando a oscurecer. Embocamos finalmente la salida a la Autostrada Génova-Milano, y resultó que por fin dimos con la pampa italiana, todo bastante derechito y plano. Con un par de preguntas y el plano previo, y siendo Milano una ciudad enorme, llegamos bastante bien al Hotel Bogart (Eu.50 por noche). Lo elegimos por precio, la promesa de servicio adecuado y porque tenía cochera. Íbamos a pasar 4 noches en Milán, así que había que pensar en el costo del parking. Acertamos. Buena habitación, buen desayuno, no andaba el wifi, pero había una PC para los huéspedes. Cenamos cerca y a dormir.