Bien temprano para aprovechar el abono del vaporetto. Dejamos las valijas listas en el lobby, y al embarcadero. Hicimos varias combinaciones posibles, para recorrer todo el Gran Canal en ambas direcciones. Hay una muy diferente, ya que saliendo de frente de la estación del tren (Estación Santa Lucia), hace la isla “por fuera” y pasa por la base naval y la terminal de Cruceros, que es impresionante ver todos esos monstruos juntos, ya que en Buenos Aires los vemos de a uno. Combinamos a la altura de Piazza San Marco con el que sale de Venecia para ir a la isla de Murano. Pasamos incluso por una isla chica en la cual está el cementerio…al que te llevan también por agua.

Murano es una isla también con canales, pero mucho menos fashion que Venecia. Suponíamos que era factible conocer los talleres de vidrio artesanal, pero cobraban carísima la entrada, están avivados. Los negocios venden artilugios increíbles realizados en vidrio de formas y colores maravillosos. El abono nos permitía ingresar al Museo del Vidrio, así que allí fuimos, pero luego de ver las tiendas con esas piezas únicas, no nos deslumbró especialmente. El calor seguía muy bravo, almorzamos en Murano, y tomamos el vaporetto de vuelta. Bajamos en un embarcadero medio alejado del centro, tomamos de vuelta otro barquito y llegamos a la zona del antiguo ghetto judío. Todo muy típico, sinagogas del Renacimiento, murales alegóricos de las deportaciones nazis y así. Ya enfilamos hacia el hotel a buscar las valijas, tomar el vaporetto hasta la estación del tren.
El tren hacia Munich era un servicio nocturno. Llegamos a eso de las 20, pero había tres vagones en el último anden con los rótulos del Deutsche Bahn (www.bahn.com), sin movimiento ni luces. Salía a las 22.50 hs (Eu 63 c/u). Cenamos en el bar de la Estación, que ya no deba comida y apenas había sándwiches. Ya faltando media hora, aparecen dos empleados alemanes, van prendiendo las luces, nos equivocamos de compartimiento, lo encontramos al final. Compartíamos con una parejita norteamericana que se trajeron su cena y botella de vino blanco (para asegurar el buen dormir), y una pareja de italianos insoportable. Ella quejándose al cielo por la falta de trabajo y que tenían que irse a Alemania, así TODO el viaje. Creo que pudimos dormir algunos ratitos. Hace el cruce de los Alpes, toca Austria y nos dejó en el amanecer de Munich (martes).
Desayunamos bastante bien en la moderna y limpia estación, y con nuestro mapa intentamos con éxito la combinación de dos líneas de metro hasta cerca de nuestro Hotel Am Sendlinger Tor (Eu 59.- por dia). Muy buena elección precio-prestaciones-ubicación.
Munich nos recibió con una llovizna persistente, el primer signo de mal clima desde el inicio. El hotel realmente bueno para su categoría y precio y ubicación a 8 cuadras de la Plaza del Ayuntamiento. Intentamos ver justamente a los muñecos mecánicos que dan la hora en el edificio, pero parece que los días de lluvia no salen. Estuvimos en un par de edificios e iglesias, pero la lluvia aumentaba. Compramos paraguas y nos metimos en una tienda departamental. En el último piso había un sitio de comidas al peso, donde concurría muchísima gente con aspecto de oficinas del Centro. Así que estuvimos recorriendo ese shopping mientras llovía.

El miércoles comenzó también con lluvia, así que estuvimos haciendo vida de hotel y TV un poco para reponernos. En el poco tiempo que paró dimos unas vueltas, pero de vuelta al hotel. Teníamos reserva de un auto en Avis para la tarde, por 5 días, total US$ 239 (para Alemania, también es un regalo). Iba a ser un Polo 2 puertas, y me dieron un Twingo 0 km.
El jueves también lloviznaba, pero arriba con el auto y las valijas hacia la Autopista. Si la cartelería en las autopistas españolas e italianas era buena, aquí, era todavía mejor. Aun en caminos vecinales tiene en abundancia. Hasta hay pedidos de disculpas, no por pozos, sino porque han realizado reparaciones (bacheos) no originales. Teníamos tickets por internet www.lisl.de/index.php?id=430, Eu. 11 c/u) para el complejo de Castillos que están en Füssen, a unos cien km de Munich y teníamos entrada para las 10.15 hs para el tour en español. Todo un sitio ultra turístico, lleno de buses de excursión. Se sube hasta mitad de camino (el palacio principal Neuschwanstein está en el tope de un cerro) en un carro o en un bus. Era tarde y más barato, así que un bus, a toda velocidad por el camino del precipicio. Luego la cosa es a patita. El castillo de una arquitectura monumental (el Castillo del Rey Loco le dicen).

Bajamos, café caliente (aquí arriba en la montaña ya estaba medio fresquito), y hacia el lago Constanza, puerta de la Selva Negra.
Al lago Constanza se llega a la altura de Friedrichshafen. De allí bordeando el lago (allí se le llama Bodensee), hasta el municipio de Uberlingen, donde habíamos contactado para alojarnos en una casa de familia (Eu. 36 la habitación con desayuno) en un barrio clase media llamado Nassdorf. Frau Gorelnik nos recibió con mucha simpatía, no nos entendíamos ni medio, pero todo salió bien. Intentamos ir a comer algo a Uberlingen, pero eran cerca de las 18.30, estaba lluvioso, así que terminamos en una estación de servicio donde nos armaron unos sándwiches en mezcla de alemán, inglés y señas.
Día viernes, doña Gorelnik nos arma una mesa en la habitación y nos llenó de comida. Cerramos la valija, nos disponemos a cargar el auto, y tímidamente atrás de Frau Gorelnik, aparece Herr Gorelnik. Nosotros que pensábamos que el alojamiento lo explotaba esa señora con pinta de viuda y lo tenía semiescondido al buen hombre. Nuevamente lloviznoso. La verdad es que hasta que salimos de la zona de Selva Negra, siempre arrancaba con algo de lluvia para luego salir el sol. Tanta lluvia y tanto pino hace que mientras levanta el sol, se ve (realmente se lo ve) como se van formando las nubes y ascienden al cielo).
Haré una lista de localidades por las que pasamos, es imposible detenerse en explicar cada una, a cuál más pintoresca, como salidas de cuento. Internet está llena de foros donde se puede leer las maravillas de cada una. Nosotros hicimos una ruta que es al revés de la mayoría que se halla en internet, pero las localidades son obviamente las mismas. En total fueron unos 500 km, pero con idas y vueltas, ingresos y egresos de pueblitos, valles, etc. Toda la ruta la armé sin demasiado problema con los mapas de Michelin. En la lista hay pueblitos minúsculos, pero que como hay mucho camino vecinal, son imprescindibles hallarlos en el mapa y así armar la ruta por las zonas menos transitadas y con mayor encanto. Difícil perderse con la cartelería alemana.

Uberlingen – Stocach – Muhlhausen – Geisingen – Donaueshingen – Titsee/Neustadt – Feldberg – Todtnau – Münstertal - Aftersteg – Unterbirken – Freiburg – Gundelfingel – Suggental – Waldkirch – Neuhauser – Unterglottertal – Sankt Peter – St. Märgen (stop) – Hinterstrass - Altglashütte – Neukirch – Furtwangen – Schönwald – Triberg – Schonach – Hinterprechtal – Steingrün – Hornberg – Gutach – Turm – Kinzigtal – Schiltach – Alpirsbach – Lorssburg – Freundstadt – Zwieselberg (stop) – Kniebis – Wernest – Allerheilingen - Oppenau – Lautenbach – Oberkirch – Willstätt
Para mencionar las paradas en St. Märgen, en una Gästehaus (casa de huéspedes), que fue parte del convento de la Iglesia benedictina (medieval reconstruida), muy recargada de adornos, la mayoría con alegorías con patos (¡!), con cena en el único restaurant del pueblo (ay, para entender el menú….), desayuno importante y la señora que nos armó unas viandas para la ruta. La parada en Zwieselberg, zona rural pura, en otra Gästehaus pero que cuando entramos nos hallamos con un apartamento completísimo, TV gigante, cocina fantástica. Salimos para la cercana Freundstadt, entramos a un súper, y pudimos comprar comida y cocinar un exquisito pescado del Ártico (ni idea el nombre) con verduras frescas…y vinito a precio de súper. Desayuno contundente otra vez, y la consabida vianda con los sobrantes para la ruta. En ambas casas de huéspedes, unos Eu 50, aproximadamente la habitación doble (doppelzimmer).
Tres o cuatro perlitas solamente. La Selva Negra en su conjunto es indescriptible. En Triberg, el famoso cucú más grande del mundo, en el profundo valle de Münstertal un monasterio increíble, en Allerheiligen ruinas de un convento medieval, el museo alemán del reloj (y de mecanismos de relojería, cajas de música gigantes, pianolas) en Furtwangen, el ayuntamiento, plaza central y museo de la farmacia en Schiltach. Difícil destacar una u otra belleza en toda la ruta de la Selva Negra. Im-per-dible. Siempre alguna lloviznita temprana, y luego pleno sol. Vacas con cencerros, ovejitas, cascadas, pinos y más pinos.
Se termina saliendo de la montaña y rumbeamos para la frontera con Francia, hacia Estrasburgo. Se cruza un puente, ni siquiera hay banderas de uno u otro lado. No se enojen los franceses, pero nos dimos cuenta que salimos de Alemania porque el pasto estaba mal cortado, había alguna que otra basura tirada, y porque con la señalización francesa terminé en una autovía hacia Paris. Logramos salir, y llegar al centro de Estrasburgo. Teníamos reserva en un hotel justo frente a la famosa Catedral (Hotel Cathedrale, Eu.65 la doble interna). El sitio explotaba de alemanes en domingo, gastando euros del lado francés. Hotel más que razonable, wifi en el lobby. Un asesinato el precio del parking en el núcleo céntrico. Del otro lado del canal (8 cuadras del Hotel), el parking Austerlitz, a Eu 9 las 24 horas.

Recorrimos el hermoso barrio Petit France, que tiene mucho parecido con las construcciones de los pueblitos alemanes, un canal principal con sus barcos de paseo (www.Batorama.fr), sol, calor y alemanes. Hay mucho souvenir con cigüeñas. Pero todo carísimo, preparado para atender alemanes en domingo y billetera gorda.