Tenía sacada entrada por internet (www.vivaticket.it) para visitar la Última Cena (Cenacolo Vinciano, Eu.8 c/u), a las 8:15 en la Iglesia Santa María de Grazia. Tomamos el tram y el metro. Pero terminamos a la corrida por uno que nos explicó mal (o yo le entendí al revés). Nos acreditamos y empezamos a pasar puertas blindadas en secuencia. No se permitía sacar fotos (afuera tenían el negocio armado obviamente), estuvimos 7-8 minutos y yo con una guardia pegada mirando fijo a mi cámara. No puedo decir que nos hayamos emocionado particularmente; posiblemente el ambiente de asepsia, guardias y cristal templado mengue un poco el clima.
Y llegamos a la piazza del Duomo. Esta sí que es grande. El típico mármol blanco veteado. La piazza en si es grande, con monumento ecuestre del rey Vittorio Emanuele. En medio de la piazza sale la propia Galería Vittorio Emanuele: Gucci, Armani, Bulgary, etc., etc. En la otra punta de la Gallería, piazza della Scala, con monumento a Colón y el Teatro alla Scala.

Repleto de vías de tram, modernísimos algunos, pero mezclados con otros de 1930, una red impresionante de transporte (los tipos planificaban). Todo el centro pleno de negocios de moda, vidrieras, y….altísimos precios, en miles de euros la mayoría. Sacamos fotos de los cartelitos de las vidrieras porque son de no creer. Todo el Centro de Milán está muy bueno.

Al día siguiente, desayuno en el hotel y el Fiat rumbo al Lago di Como. Lago alpino, camino en balcón sobre el lago, de esos en los que se persiguen dos autos en las películas de espías. Paseamos todo el día por una y otra orilla. Almorzamos en una terracita que se proyectaba con el agua debajo, sándwiches y la famosa birra Moretti.

Naturalmente sigo cabezadura y me niego a tomar la Autostrada para ver más pueblitos. Las rutas de vuelta a Milán repletas, vueltas, cambios, de golpe me doy cuenta que volvimos a Como, hasta que enganchamos una avenida grande y llegamos a Milán. Pero Milán es enorme. Estábamos lejísimo del centro. Preguntábamos y no entendíamos. Llegamos a la conclusión que el mapa estaba bien, pero los nombres de calles y las coordenadas estaban equivocados. Fueron más de 2 horas dando vueltas y sin saber dónde quedaba el centro de la Ciudad. El hotel no estaba en el Centro, pero suponíamos que desde allí íbamos a llegar. En un momento, de golpe, me doy cuenta que estábamos frente a La Scala. Sabíamos que el tram nro. 38 llegaba a nuestro hotel. Así que a esperarlo y a seguirlo. Un papelón, pero ya se hacía de noche.
La mañana siguiente (miércoles) volvimos en el tram a la piazza del Duomo, oímos casi entera la misa en la capilla anexa, y almorzamos pasta en una avenida peatonal que sale en diagonal del centro hacia el Palacio de los Sforza.
El Palazzo enorme, muy conservado, con salas de diferentes temáticas: instrumentos antiguos, edad de piedra, bronce y hierro, museo egipcio, museo grecorromano, muebles y porcelana renacentista, armería, jardines (hasta había una expo transitoria de guerreros chinos de terracota gigante). Nos cruzamos en la boletería con un grupo de jardín de infantes o primeros grados con sus maestras. Así claro que se absorbe la cultura y la historia…..

Entre el calor y la caminata……….cenamos cerca del Hotel y a dormir. Pagamos la cuenta para desayunar y salir temprano. Esta vez con menor dificultad, tomamos la Autostrada a Bérgamo, Brescia y hasta el Lago di Garda. Muy diferente al lago di Como. Aunque también de origen alpino, es mucho más abierto, y las alturas están más distantes. El núcleo central en la península de Sirimione. Aspecto de balneario, con avenidas costaneras amplias y con palmeras, mucho más familiar.

Un almuerzo de sándwiches con los pies en el agua y una palmera como sombra. Mucho pato por todos lados en el agua y afuera también. Cisnes también. Llegamos a Verona. Muy directo, rodeando las murallas a un edificio bien moderno configurado como appart hotel. Un apartamento bien grande, y a precio excelente (Residence Viale Venezia). Mucho estudiante, así que tenían una sala especial con mesas y wifi. Además de todo los aparatos, vajilla, balcón, tenía una gran lavarropas. Eso ya lo sabíamos, así que apenas abrieron los negocios por la tarde, derecho al súper. A comprar algunas provisiones ya que teníamos cocina completa….y detergente en polvo para la ropa.
A esta altura del viaje ya nos habíamos dado cuenta de la enorme cantidad de ropa que inútilmente llevábamos (era plenísimo verano), y los regalitos y libros turísticos que se agregaban al peso.
Cenamos comida casera (“filetes de bovino mediano”) y vino, pero esta vez con precio de súper.
Por la mañana, (viernes) ya conseguimos una caja, armamos un paquete, fuimos al Correo, y despachamos 23 (veintitrés) kilos hacia Buenos Aires. Qué locura. Y menos mal, esperen leer que pasó en Venecia. Les cuento que el paquete llegó a Buenos Aires intacto.
El Panda estacionado en el edificio, y tomamos un bus rumbo al casco histórico. Bajamos frente al anfiteatro (l’Arena), tomamos el helado reglamentario, vimos algunos mimos, y a rumbear hacia la casa di Giulietta. También por la peatonal cantidad de vidrieras de ropa, diseño y muchos euros. Llegamos a una piazza llena de tiendas, compramos algunos recuerdos, e incluso algunos con cristal de Murano (que se hubiesen comprado más barato en Venecia). Lleno de letreros que marcan el camino a la casa di Giulietta, montón de papelitos insertos en los muros con promesas de amor. Renata en la clásica foto de tocarle el pecho derecho a la estatua de Julieta (pecho que brilla de tanto tocarlo), foto al balcón, vuelta al appart a seguir lavando y secando ropa para dejar este tema bien al día.

A la mañana del sábado, desayuno casero, y carretera a fondo para devolver el auto en el aeropuerto de Treviso (la tarifa buena era por promo de Ryanair así que era solo entre aeropuertos), y vencía 12.45 hs. Gansos también había (yo) que nuevamente supuse un camino más corto fuera de la Autostrada, me pasé en un cruce, y casi hay que pagar recargo al devolver el auto.
Otra vez el parking lejos de la Terminal, aquí no había minibús (grazie Posta Italiana que te quedaste con 23 kg). De la terminal salía un bus que hacía el transfer hacia Venecia. La terminal es una gran plaza nada más, frente a la Estación de trenes, y al Gran Canal. Teníamos un mapa para llegar al Albergo y arrancamos. 80 metros de isla, puente, 80 metros de isla, puente, y así una y otra vez. El puente más o menos alto, así que yo subía a la mitad y dejaba una maleta. Bajaba a buscar la otra, mientras Renata subía los bolsos y esperaba del otro lado del puente. Yo volvía a buscar la maleta que quedaba arriba en el medio. Todo esto por miedo a los ladrones. Así estuvimos no-se-cuántos puentes por 2 horas. Habíamos quedado con el dueño del hotel en encontrarnos en la Iglesia Santa María dei Ferrari (la 2da en tamaño luego de San Marco). Aparece el tipo, y confiesa que lo que tiene es una sola habitación y que no anda el agua, que ya arregló con un colega cercano para alojarnos. Vamos allí, resultó que era un hotel de verdad (Hotel Iris, Eu. 60 la doble). Pero 2do piso, escalera, no había aire acondicionado y el tv no andaba. Wifi mas o menos, en el lobby. El desayuno muy bueno.
Tiramos todo en la habitación e intentamos llegar a alguna zona céntrica porque comenzaba el Mundial de fútbol y arrancaba el partido de Argentina con Nigeria. Luego de mucho trajinar, llegamos a mitad del 1° tiempo a bar temático de deportes. Había una docena de argentos, así que al menos hubo “ambiente”. Como ganamos, me puse gorro, bandera y corneta, me felicitaban por la calle, así que me olvidé del alpinismo de los puentes que habíamos sufrido.

A callejear, muy a la adivinanza porque tiene una forma muy extraña, ninguna calle es más recta que por 100 ó 200 metros, y por más que haya un mapa, todo es difícil. Terminamos llegando al hotel de alguna manera. Cenamos en algún puestito, estábamos destrozados de cansancio. Igualmente convencí al chico que estaba de conserje para “tomar prestado” un TV de una habitación vacía, así que algo del partido de esa noche alcanzamos a ver.

Para el domingo había sacado el abono San Marcos Plus (siempre por Ticket Italia) para ver varios museos rodeando la Plaza San Marcos. La plaza en si es una gloria. Llegamos por la orilla opuesta del Gran Canal, cruzamos en una góndola pública (Eu 1,50), entramos en una iglesia protestante inglesa con un oficiante congolés, y cola mediante adentro de la Basílica de San Marcos.

Fue el único sitio de todo el viaje donde hemos visto obligar a colocarse una especie de capita a las “mujeres impúdicas” (con ropa para más de 30°C, simplemente). Luego muy interesante el museo del Palazzo del Doge (el duque), todo renacentista, pinturas, utensilios, ropajes, sala de coronación, las mazamorras, el ingreso al puente de los suspiros (de los condenados), y desde las ventanas la vista más amplia de la desembocadura del Gran Canal. Maravilloso todo eso. Recorrida por toda la costanera, compra de las reglamentarias remeras rayadas de gondolero, caminar, restaurant, más caminar y hotel.

Es evidente que Venecia es la meca del weekend de muchos europeos. Explotaba de gente y eso más su belleza, el pleno sol y hasta un concurso de coros regionales con grupos ensayando por toda la ciudad todo el día, han marcado este punto como una de la perlas de nuestro viaje.
Descubrimos que el inesperado hotel quedaba a 400 metros de una parada del vaporetto (San Tomá), asís que definimos no repetir la arrastrada de valijas y tomamos esa tarde un abono de 24 horas (Eu 16). Suponíamos que íbamos a aprovechar incluso un paseo nocturno del vaporetto (recomendado en muchos foros), pero no dábamos más, así que a la cama.