De nuevo volvimos a hacer la excursión por nuestra cuenta ya que habíamos estado anteriormente en Tunez y ya habíamos visitado las ruinas de Cartago, el Museo del Bardo y el pueblecito de Sidi Bou Said.
Aquí hago un inciso para los cruceristas. Podéis realizar por vuestra cuenta cualquier excursión, es cuestión de tratarlo con el taxista, que os cobrará un precio u otro según vuestro destino y también según el tiempo que esté con vosotros. Incluso podéis compartir taxi con otros que vayan a realizar la misma excursión, hay taxis de 2, 4 y más plazas, cuantas más plazas más barato, pero puede suceder que ya no queden de la capacidad que uno busca
Bueno, a lo nuestro. Bajamos del barco y allí estaban los taxistas esperándonos ansiosos para ver si pescaban algún incauto al que desplumar
Elegimos un viaje hasta el centro de Tunez para visitar el zoco y la medina.
Nuestro primer encontronazo con el taxista: pretende dejarnos en el quinto cuerno y que nos acerquemos andando, porque el zoco está al final de la calle; bueno sí, al final estará el zoco, pero tu me acercas hasta allí, o por lo menos hasta donde pueda llegar el taxi.
Ya estamos aquí, en el zoco de Túnez y aquí tenéis la puerta de entrada.
Dentro es como todos los zocos que he visitado: calles estrechísimas, la mayor parte techadas, un enorme colorido y un verdadero laberinto. (Ese de la foto, el de la coleta es mi hijo mayor)
Pateando y pateando nos salimos del zoco y entramos en la Medina. Íbamos sin mapa de ningún tipo y nuestros pasos eran erráticos, guiados sólo por la atracción que sentíamos hacia alguna calle o la repulsión hacia otras.
Así llegamos junto a esta mezquita en cuyos alrededores tuvimos un encuentro “curioso”: El mayor de nuestros hijos fuma y, para ahorrar, usa tabaco de liar y se paseaba por el lugar fumando un pitillo, cuando le abordaron unos jóvenes tunecinos pidiéndole que les diera un porro. Les explicó que no era “maría”, que era tabaco, pero ellos erre que erre que les diera uno, mi hijo se lo dio y entonces uno de ellos le dice al otro “oye que es verdad, que es tabaco” y se fueron pidiendo disculpas. En realidad eran policías que estaban intentando pillar in fraganti a algún consumidos de hachis. Mi hijo se quedó de piedra, pues yo ya le había advertido de que no se le ocurriera comprar “maría” por los riesgos y él se había reído de mí, creía que era una exagerada, pero me hizo caso, menos mal, menudo problemón si no lo hubiera hecho
Para calmar un poco los nervios nos metimos en un café que tenía una terraza en altura. Fue todo un acierto pues era un café para los propios tunecinos, no para el turismo y nos sentimos, por instantes, inmersos en su ambiente. El café estaba lleno de gente joven, mujeres solas incluso y nos sirvieron unos tés excelentes y baratísimo. Y luego a patear de nuevo por esas calle de Dios. ¡uy, perdón, de Alá!
En un momento dado yo sentí que nos habíamos perdido porque estábamos dando vueltas en círculo. Tengo memoria fotográfica y se cuando he pasado por un lugar y puedo juraros que pasamos varias veces por la misma calle y yo ya empecé a ponerme de los nervios.
Conscientes del problema decidimos probar yendo por las calles que habíamos desechado por ser demasiado sucias y así conseguimos volver a lugar conocido. ¡qué alivio entrar de nuevo en el bullicio del zoco!
Agotados por la caminata buscamos un lugar para comer y después de la buena experiencia con el café elegimos un restaurante no turístico. Aquí tuvimos nuestros problemas con el idioma pues no sabían inglés, tampoco francés y el árabe de mi hijo pequeño es árabe clásico y difiere bastante del que hablan en Tunez; al final, unos chicos jóvenes que comían al lado resolvieron el problema pues hablaban un inglés perfecto y nos sirvieron de intérpretes, pura amabilidad
Con la tripa llena retomamos con fuerzas renovadas nuestro paseo por el Zoco. No se si os habréis dado cuenta de que no cuento nada sobre compras. La verdad es que estoy ya tan harta de los vendedores y su acoso qua ya ni me paro a mirar porque te avasallan
Después de esto se me acabaron las ganas de seguir por el zoco y nos volvimos al taxi para regresar a nuestro barco.
Creo recordar que esta noche fue la CENA DE GALA
Mi hijo pequeño tiene el don del “savoir faire” y se vino provisto de americana y corbata y el otro se presentó al evento con su camiseta negra de calaveras. Ambos con sus pelos largos, pero oye, es lo que hay.
Las niñas de los institutos se vistieron “para matar” con unos escotazos, unas minifaldas, unos taconazos de infarto, os las podéis imaginar con sus 15, 16 y 17 añitos, unos tipazos de impresión y esas vestimentas, era para no dejar de mirarlas. ¡qué envidia me dieron!.En fin corramos un tupido velo
Al terminar la cena los padres nos fuimos a la cama y los hijos continuaron la fiesta por su cuenta. Esta vez se fueron los dos.







