La alta carretera panorámica de la Selva Negra transcurre entre Freudenstatd y Baden-Baden, por la B500.
Saliendo de Baiersbronn en dirección a Mitteltal y Obertal, al llegar a Ruhestein cogimos las indicaciones de la B500. Las señalizaciones de la carretera panorámica son muy claras y aparecen en unos letreros marrones con letras blancas (Schwarzwaldhochstrasse).
El Mummelsee, un pequeño lago de forma circular, situado a los pies del Hornisgrinde. Aparcamos gratuitamente delante de la tienda de recuerdos (es preciosa, la más bonita que vimos) y la panadería “Dieterte’s Schwarwaldorf”, que hace un pan buenísimo al horno de leña, justo al lado de esta "mole" de nieve.
Saliendo de Baiersbronn en dirección a Mitteltal y Obertal, al llegar a Ruhestein cogimos las indicaciones de la B500. Las señalizaciones de la carretera panorámica son muy claras y aparecen en unos letreros marrones con letras blancas (Schwarzwaldhochstrasse).
El Mummelsee, un pequeño lago de forma circular, situado a los pies del Hornisgrinde. Aparcamos gratuitamente delante de la tienda de recuerdos (es preciosa, la más bonita que vimos) y la panadería “Dieterte’s Schwarwaldorf”, que hace un pan buenísimo al horno de leña, justo al lado de esta "mole" de nieve.
Entramos al lago pasando a la derecha de la "bolita" de nieve, junto al puesto de información turística; estaba completamente helado y solitario. Dicen que sus oscuras aguas no permiten la vida a los peces debido a la falta de oxígeno.
Siguiendo en la carretera en sentido a Baden-Baden, a la derecha está la entrada a las cataratas de Geroldsau. Dejamos el coche en un parking exterior y echamos a andar. Una vez pasamos una casa a mano izquierda, empieza el camino de un km y medio. Hay que seguir las indicaciones “Panoramaweg”. Nosotros hicimos el sendero “Rundweg wäserfall” en unos 30 minutos en cada sentido.
El paseo no es nada peligroso, y se hace siguiendo el curso del agua.
Después de un rato de camino y tras dejar atrás varios saltos de agua de menor tamaño ... se llega al salto de agua principal.
Otro modo de llegar a la catarata es seguir con el coche por la Geroldsauer Strasse y, a continuación, por la Wässerfallstrasse, pero vale mucho la pena el recorrido que hicimos.
Llegamos a Baden-Baden a mediodía. Yo sabía a qué íbamos, mi marido, no. Dejamos el coche en un parking cubierto y bajamos hasta el centro. Empezamos, ¡qué casualidad!, justamente por las termas Friedrischbad (www.carasana.de). Ya se ha hablado maravillas de ellas, pero vuelvo a repetir que son fantásticas.
Llegamos a Baden-Baden a mediodía. Yo sabía a qué íbamos, mi marido, no. Dejamos el coche en un parking cubierto y bajamos hasta el centro. Empezamos, ¡qué casualidad!, justamente por las termas Friedrischbad (www.carasana.de). Ya se ha hablado maravillas de ellas, pero vuelvo a repetir que son fantásticas.
El pase por 3 horas nos costó 21€. Al ser viernes, era día de baño mixto (hombres y mujeres juntos), y como siempre nudista. Sin dar mucho crédito, mi marido me siguió escaleras arriba diciéndome que estaba loca. Al pagar la entrada nos dieron una pulsera que sirve para las taquillas (por aproximación). No entender alemán y no haber estado nunca en un sitio así, nudista, nos causaba un poco de vergüenza, pero los prejuicios los llevábamos nosotros. Un amable señor vestido de blanco nos explicó en inglés que allí no había toallas y que entráramos al vestuario a desvestirnos. Son una especie de probadores individuales a los que se entra por una puerta y se sale por otra que da a las taquillas. Aquí ya empezamos a ver gente desnuda. "¡Ay, madre, ¿dónde nos hemos metido?" En las taquillas hay una sábana, pero la gente no se tapaba con ella para entrar a las termas, sino que las llevaban en el hombro o en la mano. Después de desvestirnos cada uno en su “probador” y de echar a suertes a ver quién salía primero, nos dirigimos hacia las termas, donde estaba otra vez el agradable señor de blanco, nuestro ángel de la guarda, diría yo, que se pone a explicarnos el funcionamiento de las instalaciones. Allí, los dos en bolas y el señor preguntándonos que de dónde veníamos, que “si de Barcelona”, “no de Canarias”… y habla que te habla y nosotros con la sabanita en la mano. Conclusión: la vergüenza era solo nuestra. Allí nadie nos miró una sola vez; al contrario, cada uno iba a lo suyo, a disfrutar del relax termal.
Después de pasar por unas duchas enormes, entramos a la zona de sauna (la sábana es para ponerla encima de las camas de madera y no quemarse); hay dos habitaciones y la temperatura sube de una (54º) a otra (68º). Creo que casi me dormí, reconfortada por el calorcito que hacía allí frente al frío que habíamos pasado. A continuación vienen las salas de vapores termales, a distinta temperatura también. Aquí nos dan una especie de toalla para sentarnos encima de los bancos de piedra que hay. Por último, las piscinas, también con distintas temperaturas, desde 36º a 18º. Y todo ello en un entorno encantador, rodeado de esculturas y una decoración que recuerda a las romanas.
Al final del recorrido, el ángel blanco vuelve a darnos una sábana blanca, esta vez para secarnos. Hay una sala (a vista de todo el mundo) para ponerte crema si quieres y si no, pasas directamente a la sala de relajación, una habitación con luz muy tenue y camas dispuestas en redondo. Te acuestas y otro ángel viene a taparte, con mucho cariño y dedicación y doblarte encima la sábana y una manta. Te deja totalmente envuelto, inmovilizado, mientras pregunta “¿Guten?”. Perdimos la noción del tiempo y nos dormimos, hasta que los ronquidos de un señor de al lado nos despertaron.
Finalizado el momento acuático de relax, salimos a conocer un poco la ciudad.
Paseamos por los alrededores de las termas (debajo de cuyo edificio se encuentran unas ruinas romanas de 2000 años de antigüedad) por Klosterpark y la Römerplatz. Al fondo están las otras termas de la ciudad, las nuevas (Caracalla).
Después de pasar por unas duchas enormes, entramos a la zona de sauna (la sábana es para ponerla encima de las camas de madera y no quemarse); hay dos habitaciones y la temperatura sube de una (54º) a otra (68º). Creo que casi me dormí, reconfortada por el calorcito que hacía allí frente al frío que habíamos pasado. A continuación vienen las salas de vapores termales, a distinta temperatura también. Aquí nos dan una especie de toalla para sentarnos encima de los bancos de piedra que hay. Por último, las piscinas, también con distintas temperaturas, desde 36º a 18º. Y todo ello en un entorno encantador, rodeado de esculturas y una decoración que recuerda a las romanas.
Al final del recorrido, el ángel blanco vuelve a darnos una sábana blanca, esta vez para secarnos. Hay una sala (a vista de todo el mundo) para ponerte crema si quieres y si no, pasas directamente a la sala de relajación, una habitación con luz muy tenue y camas dispuestas en redondo. Te acuestas y otro ángel viene a taparte, con mucho cariño y dedicación y doblarte encima la sábana y una manta. Te deja totalmente envuelto, inmovilizado, mientras pregunta “¿Guten?”. Perdimos la noción del tiempo y nos dormimos, hasta que los ronquidos de un señor de al lado nos despertaron.
Finalizado el momento acuático de relax, salimos a conocer un poco la ciudad.
Paseamos por los alrededores de las termas (debajo de cuyo edificio se encuentran unas ruinas romanas de 2000 años de antigüedad) por Klosterpark y la Römerplatz. Al fondo están las otras termas de la ciudad, las nuevas (Caracalla).
Cerca está también el Neues Schloβ, la antigua residencia de los condes de Baden.Pasando el Ayuntamiento, comimos en el Nordsee de Gernsbacher Straße 1, unos filetes de salmón y gambas, por unos 20€.
Llegamos hasta el Kurhaus, el antiguo balneario que es en la actualidad el casino de la ciudad, por un paseo lleno de tiendas, supusimos, caras.
Llegamos hasta el Kurhaus, el antiguo balneario que es en la actualidad el casino de la ciudad, por un paseo lleno de tiendas, supusimos, caras.
Se dice que el casino es el más bonito del mundo.
Siguiendo hacia la derecha está el edificio llamado Trinkhalle, un corredor decorado con frescos.
Cruzando la Goetheplatz, llegamos al Theater que, se dice, imita a la Ópera de París, y un poco más adelante, a la Iglesia evangélica.
Estábamos derrotados, seguramente por la experiencia en las termas. Tras un pequeño paseo por la avenida Lichtentaler Allee, los jardines de estilo inglés a orillas del río Oos, volvimos a por el coche y vuelta a casita.