Hoy terminamos nuestro viaje recorriendo la segunda parte de la Schwarzwaldhochstrasse. Llegamos a la Marktplatz de Freudenstadt a través de la salida del aparcamiento subterráneo que hay debajo. Esta ciudad está en el centro de la Selva y su plaza es famosa por ser la mayor de Alemania (219 x 216 metros) y por tener gran cantidad de fuentes.
La fuimos bordeando, viendo cómo iban abriendo las tiendas y cafés; en la esquina con Murgtalstraβe, bajamos la calle y llegamos a un mirador que hay hacia el valle de Christophstal, con la casa que parece un palacio, “Bärenschlössle”.
La iglesia está construida en forma de ángulo:
Después de un chocolate calentito en una pastelería, bajamos a por el coche.
Las ruinas y cataratas de Allerheiligen se encuentran en Oppenau. En dirección Freudenstatd-Baden-Baden hay que desviarse a partir de Ruhestein por la K5370 para encontrarlas.
El aparcamiento es gratuito y ya desde aquí se ven los restos de la abadía (klosterruine) del S. XII.
Al parecer se convirtió en centro de peregrinación en el siglo siguiente.
Todavía había restos de la nevada, aunque hacía muy buena temperatura.
Dejando atrás el Klosterhof-Allerheiligen, un restaurante y casa de huéspedes, cuya terraza estaba ya a reventar (eran las 10.30 aproximadamente), empezamos el camino hacia las caídas de agua, que según las indicaciones se encuentran a 0.80 km, no sin antes entrar al baño que está enfrente del gasthof. ¡No tiene pérdida!
Hay unas fuentes dispuestas en bajada. El camino hacia las cataratas solo lo dificultan algunos árboles atravesados en el camino.
Hay varias pequeñas caídas de agua durante el camino, algunas cuestas y varias escaleras de entre 50-80 escalones que se bajan cómodamente (¡y después hay que subir!). Pero vale la pena la recompensa:
A la vuelta estábamos sofocados, pues el calor apretaba, así que nos sentamos en la terraza del restaurante que vimos a la ida y nos tomamos dos cervezas Rothaus, una marca típica de la Alta Selva Negra que se ve en muchas vallas publicitarias.
Después de reponernos, nos marchamos en dirección Gengenbach (siguendo las indicaciones Gengenbach Sud, que llevan al centro histórico). Es otro de los pueblos que más nos gustaron. Aparcamos fuera del centro, en la Brückenhäuserstraβe en la zona de los parquímetros (gratis al ser domingo) y entramos -¡cuidado con el tren!- atravesando esta “puerta”, la Kinzigtortum y recorrimos la calle principal hasta llegar al riachuelo, que bordea el centro.
Las casitas aquí también tienen sus entramados de madera, e incluso, árboles en la fachada.
Eran casi las 4, así que buscamos un sitio para comer. En la zona de la oficina de información, entrando por un callejón de la Hauptstraβe encontramos el restaurante Winzerstüble, donde nos tomamos nuestra última sopa de gulasch y unos Kleines Schnitzel (de pequeños solo tenían el nombre) con ensalada, refrescos y dos cafés por 32€.
En Oberkirch encontramos las mismas construcciones típicas de la zona, reconvertidas en comercios. Las ruinas del castillo Schauenburg es una de las visitas más famosas de la ciudad.
Dejamos el coche en un aparcamiento gratuito y subimos a la colina por una cuesta, hasta llegar a las ruinas.
El acceso es libre y se puede pasear por dentro. Desde arriba se ve Oberkirch y las plantaciones de viñedos.
Volvimos a Klosterreichenbach a preparar la maleta, pues al día siguiente teníamos la vuelta a casa.
Aquí acaba nuestra aventura por esta magnífica zona repleta de valles y cumbres, luces y sombras, nieve y sol… la Selva Negra, que tiñe de color los sentidos.
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