Tras el viaje a realizar a la bella Italia y tras decidirme a escribir mi diario de viajes del mismo cuando regrese, me ha entrado el gusanillo y he dicho: ¿por qué no escribir el de los anteriores?. ¿Que hace 3 años que hice el viaje?, pues no pasa ná, por entonces no conocía el foro de los viajeros así que imagino que los foreros serán comprensibles y tolerantes conmigo

Mi primer viaje al extranjero, así que os podéis imaginar con qué ilusión y ganas preparé todo (Me faltó conocer la web de los viajeros, cachis). Elegí como destino París, la ciudad de la luz y del amor. No tenía demasiada experiencia en esto de preparar viajes vía internet, ya que era mi primera vez, de manera que no me compliqué mucho con el tema de los vuelos. Hice honor a la patria, y me pillé el vuelo con Iberia.
Salimos un martes dos de agosto, y regresamos el día 06 del mismo mes.
Partimos desde Sevilla, a las 9.00 horas, llegando allí a las 11.20, al aeropuerto de Orly. Tras bajar del avión, nos llevaron en un miniautobús a la zona de recogida de maletas. Allí esperando un ratito, con los ojos como peonzas mirando de un lado a otro para buscar mi dichosa maleta roja. La encuentro, ¡¡genial!!. Me entra el susto, ahora toca salir del aeropuerto que está en el sur de la ciudad, y recorrerme París bajo metro durante una trayecto aproximadamente de una hora...uffff...¿me perderé?. Es la primera vez que viajo en este medio. Tenía reservado en el albergue Le D’Artagnan. Precio módico de 20 euros por noche con desayuno incluido. El albergue estaba situado prácticamente en las afueras de París, en la zona noreste.
En el aeropuerto compré el billete de tren Orly-bus, que es el que me dijeron que me servía para llegar a mi albergue desde el aeropuerto y luego volver para largarme de Francia. Me costó 10 euros.
Salimos de comprar los tickets y cogimos una especie de metro subterráneo que nos dejaría en la estación de cercanías de Anthony, con el RER B. De allí, traslados varios en varias estaciones de metro, y tras un calor asfixiante, cargada con las maletas, y expectante por estar en París, conseguí llegar al albergue, coger la habitación y dejar las maletas. Ahora ya sí que sí, sólo tocaba patearme la ciudad y disfrutar.
Me había preparado mi planning para que mi estancia me cundiera lo máximo posible. Iba cargada con mi carpeta en la que figuraba el orden a seguir para hacer las visitas de rigor, los metros que tenía que coger, traslados, etc...
MARTES, 02 DE AGOSTO.
Tras dejar las maletas en la habitación, desde el albergue salimos disparadas a ver la Torre Eiffel. Metro y corriendo. Salimos de la estación, y cuando levanté la vista y la vi..ohhhhh...sí, estaba allí, en París. La zona de alrededor preciosa, Champ de Mars (cantidad de turistas descansando y franceses practicando deporte de pelota o directamente tirados a la bartola) y enfrente con los Jardines de Trocadero. Había una cola inmesa, y no estaba dispuesta a desperdiciar mi primera tarde en París para subir a la Torre Eiffel, así que decidimos aplazar la subida a la dichosa torre para el siguiente día a primera hora, no sin antes hacernos unas fotillos en la zona.

Desde allí, nos sumergimos de nuevo en el subterráneo para ir hacia el Arco del Triunfo. Como ya he dicho, era mi primera experiencia en el metro. No sé si en todas las ciudades con este medio sucede igual, pero me resulta curioso cómo en las estaciones más emblemáticas, se colocaban los músicos para tocar. También me gustó el hecho de que nada más salir del metro, te topabas con el monumento en cuestión, era como ver la luz al final del túnel

Salimos al a superficie y ohhhhh. Place de l'Etoile con ese pedazo arco, altísimo, 50 metros de altura. Una acostumbrada al arco de mi Córdoba, y cuando llego allí y veo el semejante...

Llegamos a taquilla, compramos entrada, y hala!, a subir escaleras de caracol para ponerme en forma. Paramos en el museo que hay en el propio arco (dedicado a la construcción del monumento y su historia) y nada, p'arriba y ver las vistas. Me causó un gran impresión ver lo cuadriculado que era todo, lo bien dividido que quedaba, doce avenidas que convergen en la propia plaza, la claridad con la que se veía París.

Era la ciudad más grande que mis ojos habían visto. Oh la la. Después de contemplar una vista preciosa, asombrada, ver la amplitud de la avenida de los Campos Elíseos, ver el tráfico tan bestial que por allí circulaba, toca bajar las escaleras de caracol y darse una vueltecita por los Campos Elíseos a ponernos los dientes largos con las tiendas. Madre del amor, lujo obsceno en toda regla. Andamos la avenida inmensa, viendo una puesta de sol maravillosa. El sol pasando el Arco....ohhhh...qué bello. Cual cateta irresponsable, me lancé en plan talibán a la carretera para sacar la foto desde el mejor ángulo posible. A mí se me olvidó que por ahí pasaban coches y esas cosas, así que sentí unas cuantas voces de mi cuñada diciéndome que corriera que el semáforo se había puesto en verde y que no quería verme a mí de color rojo en la carretera, así que nada, a correr para la acera!
Mi irresponsabilidad


Nos fuimos a cenar al Mc’Donalds (qué sería de más de uno sin estos establecimientos en el extranjero ) de los Campos Elíseos. Eran las 22:00, todo oscurito, así que era hora de coger el metro e irnos a nuestro albergue.