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"Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme". Stendhal al salir de la Santa Cruz en Florencia.
Stendhal no llegó a visitar Florencia en plena ola de calor veraniego, seguro. Tampoco la visitó tirando de dos niños pequeños y con personal diverso del gremio de la construcción llamando a intespectivas horas vacacionales, más que seguro. De ser así, el famoso mal de Stendhal se acercaría mucho más a la simple lipotimia que a un desvanecimiento provocado por la visión de tanta belleza... claro que lo mismo era eso.
En fin, aquí va un recuerdo de un viaje tranquilo y previsible por la maravillosa Toscana. Termino con la sensación de que este ha sido un viaje bonito... y poco más; en esta ocasión no he conseguido hacer mío el lugar que he visitado. De cualquier modo hay que decir a favor de la Toscana que este verano no he estado para mucho misticismo viajero; ahora, eso sí, el viajito que no falte.
En fin, aquí va un recuerdo de un viaje tranquilo y previsible por la maravillosa Toscana. Termino con la sensación de que este ha sido un viaje bonito... y poco más; en esta ocasión no he conseguido hacer mío el lugar que he visitado. De cualquier modo hay que decir a favor de la Toscana que este verano no he estado para mucho misticismo viajero; ahora, eso sí, el viajito que no falte.
El medio de trasporte: a la Toscana con Grimaldi Lines.
Me encanta viajar conduciendo mi coche. Y ya había descubierto hacía tiempo la posibilidad de coger un ferry que ahorrara tiempo para llegar a Italia.
Grimaldi Lines es una compañía de ferrys. Hay que tener muy claro que no se trata de un minicrucero con animadores y demás; es un viaje en barco de unas diez u once horas de duración con el único objetivo de ir de un destino a otro.
Grimaldi Lines es una compañía de ferrys. Hay que tener muy claro que no se trata de un minicrucero con animadores y demás; es un viaje en barco de unas diez u once horas de duración con el único objetivo de ir de un destino a otro.
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Se puede salir desde Valencia o desde Barcelona. Desde Valencia hay pocos barcos a la semana y a horas tardías para ir con niños; desde Barcelona sale todos los días a las diez de la noche. Asimismo, se puede llegar a Civitavecchia, un poco más lejos de la Toscana, pero con mejores barcos: más modernos, grandes y con más cosas para los niños (entre ellas piscina); o a Livorno, mejor situado pero con barcos normalmente más pequeños.
Nosotros fuimos de Barcelona a Civitavecchia y volvimos de Livorno a Barcelona. Escogimos un camarote exterior (con literas y baño propio) y una ventanita que algo ayuda a no sentirse totalmente encerrado.
Nosotros fuimos de Barcelona a Civitavecchia y volvimos de Livorno a Barcelona. Escogimos un camarote exterior (con literas y baño propio) y una ventanita que algo ayuda a no sentirse totalmente encerrado.
Cómo comprar
Para viajar en estos ferrys lo primero es coger los billetes con bastante antelación para poder aprovechar la oferta en la que el coche va gratis. Con ello, la ida y vuelta en un camarote exterior para los cuatro y el coche la hicimos por 500 €. De haberlo cogido más tarde, el precio hubiera subido prácticamente 500 € más. Todo el proceso se hace vía internet de manera muy sencilla.
La salida desde Barcelona
En el momento de embarque es cuando viene lo bueno. En la ventanilla del puerto (desde la terminal de Transmediterránea-Acciona) hay que hacer el check-in para obtener los billetes. Mientras antes se llegue, mejor será el camarote.
¿Y luego? Se deja el coche en el aparcamiento interior del puerto y dos horas antes de que salga el barco todo se pone en marcha. Ante nuestra gran pregunta: ¿cómo sabremos cuándo tenemos que acercar el coche al barco? ¿una megafonía? ¿alguna señal visual en algún sitio? Nos responden con: no, no, un hombre dará una voz. Y totalmente literal, de pronto un hombre da una voz: ¡los de Civitavecchia por aquí!, y allí que fuimos todos organizándonos nosotros mismos en algo así como una fila, a esperar que nos dejaran entrar en las entrañas del barco.
El ferry es enorme, con no sé cuántos pisos de parking y, aunque se esté un rato allí, es muy entretenido ir viendo cómo entran los camiones, los autobuses, los enormes contenedores... y luego toca el turno de los coches. A la ida, sólo nos pidieron nuestros billetes chequeados (cuidado, hubo quien tuvo que darse la vuelta porque sólo llevaba lo que sale de internet) ¡y nada más! ni DNI, ni revisión del maletero.
Se deja el coche en los pisos superiores (bajo techo), lo que obliga a subir una rampa ¡y vaya rampa! ¡qué miedo! nadie se atrevía a subirla hasta que el anterior había llegado a arriba. Aparcamos y allí nos recibe el personal del ferry para llevarnos hasta el camarote. Resulta un poco cursi después de todo el descontrol anterior, pero bueno. Nos llama bastante la atención que casi todos los trabajadores del barco fuesen asiáticos, con un cierto toque siniestro. ¡Cuidado! hay que tener la precaución de llevar alguna mochila con lo que se va a necesitar porque luego no permiten bajar al coche.
El camarote resulta muy agradable, con un buen armario, espejo, hasta mesa con sillitas. Tiene aire acondicionado y el baño completo. Tipo habitación de hotel en pequeñito y con literas. A los niños les encanta.
¿Y luego? Se deja el coche en el aparcamiento interior del puerto y dos horas antes de que salga el barco todo se pone en marcha. Ante nuestra gran pregunta: ¿cómo sabremos cuándo tenemos que acercar el coche al barco? ¿una megafonía? ¿alguna señal visual en algún sitio? Nos responden con: no, no, un hombre dará una voz. Y totalmente literal, de pronto un hombre da una voz: ¡los de Civitavecchia por aquí!, y allí que fuimos todos organizándonos nosotros mismos en algo así como una fila, a esperar que nos dejaran entrar en las entrañas del barco.
El ferry es enorme, con no sé cuántos pisos de parking y, aunque se esté un rato allí, es muy entretenido ir viendo cómo entran los camiones, los autobuses, los enormes contenedores... y luego toca el turno de los coches. A la ida, sólo nos pidieron nuestros billetes chequeados (cuidado, hubo quien tuvo que darse la vuelta porque sólo llevaba lo que sale de internet) ¡y nada más! ni DNI, ni revisión del maletero.
Se deja el coche en los pisos superiores (bajo techo), lo que obliga a subir una rampa ¡y vaya rampa! ¡qué miedo! nadie se atrevía a subirla hasta que el anterior había llegado a arriba. Aparcamos y allí nos recibe el personal del ferry para llevarnos hasta el camarote. Resulta un poco cursi después de todo el descontrol anterior, pero bueno. Nos llama bastante la atención que casi todos los trabajadores del barco fuesen asiáticos, con un cierto toque siniestro. ¡Cuidado! hay que tener la precaución de llevar alguna mochila con lo que se va a necesitar porque luego no permiten bajar al coche.
El camarote resulta muy agradable, con un buen armario, espejo, hasta mesa con sillitas. Tiene aire acondicionado y el baño completo. Tipo habitación de hotel en pequeñito y con literas. A los niños les encanta.
Qué se hace en el barco
Nos vamos a cotillear el barco. Falta aún media hora para la salida oficial (más una hora de retraso), pero ya está todo en marcha: el restaurante, el bar, la terraza de la piscina, por lo que no se hace pesado.
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Son preciosas las vistas al anochecer del puerto de Barcelona, con todas las lucecitas del barco encendidas y un ambiente festivo, como de verbena de barrio. Y viendo entrar camiones y más camiones y maniobrar las extrañas máquinas del puerto. Muy entretenido.
Estamos con pena de tenernos que ir al camarote a cenar, cuando vemos que todo el mundo allí se aposenta en los veladores de cubierta y saca sus fiambreras, sus tortillas, sus neveras... vamos ni en Matalascañas debajo de las sombrillas. Pues nada, nosotros no vamos a ser menos, así que nos subimos nuestra comida y nos tomamos un pedazo de cena frente al puerto. Por bonito que sea este barco, es un ferry, así que nivel fashion: cero.
La salida es maravillosa, con los miles de reflejos de los edificios en el mar.
Y al camarote a dormir. Todo vibra con los motores, pero estamos tan cansados que dormimos del tirón.
Estamos con pena de tenernos que ir al camarote a cenar, cuando vemos que todo el mundo allí se aposenta en los veladores de cubierta y saca sus fiambreras, sus tortillas, sus neveras... vamos ni en Matalascañas debajo de las sombrillas. Pues nada, nosotros no vamos a ser menos, así que nos subimos nuestra comida y nos tomamos un pedazo de cena frente al puerto. Por bonito que sea este barco, es un ferry, así que nivel fashion: cero.
La salida es maravillosa, con los miles de reflejos de los edificios en el mar.
Y al camarote a dormir. Todo vibra con los motores, pero estamos tan cansados que dormimos del tirón.
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Por la mañana, paseamos por el barco, que es realmente grande. Es curioso ver a la gente: equipos de algún deporte que no es fútbol, grupos de monjas para Roma, bastantes familias, algunos mochileros y, sobre todo, muchos italianos. Los italianos básicamente fuman, juegan a las cartas y lucen palmito por cubierta. Nuestros niños se lo pasan bomba chapoteando en la piscina de agua salada ¡qué novedad! Hay muchas hamacas para tomar el sol, que cada uno lleva y pone donde mejor le parece.
Pasamos entre Córcega y Cerdeña. Se ven las islas muy rocosas y algunos barquitos de vela a lo lejos. La blanca estela que va dejando el barco en el profundo azul del mar, forma una veraniega imagen.
Pasamos entre Córcega y Cerdeña. Se ven las islas muy rocosas y algunos barquitos de vela a lo lejos. La blanca estela que va dejando el barco en el profundo azul del mar, forma una veraniega imagen.
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La comida la hicimos en el self-service. Hay que decir que no merece la pena. No se come mal, pero tampoco bien. Es como comer en el self-service del Carrefour, pero el doble de caro (los platos son de 6 a 8 € cada uno). Hay un restaurante de lujo pero desde luego no vimos entrar a nadie en él (platos entre 12 y 15 €). En los bares, el trozo de pizza margarita (no muy grande), unos 4 € y una hamburguesa con patatas fritas y refresco (que nos pareció que era lo que tenía mejor pinta) unos 8 €.
Unas dos horas antes de llegar, hay que abandonar el camarote. Se pasa el tiempo en cubierta o en la discoteca (donde ponen música en directo, algo así como el grupo Dominó que está en todas las fiestas de pueblo). Aunque pueda parecer mucho rato, no se hace largo para nada.
Unas dos horas antes de llegar, hay que abandonar el camarote. Se pasa el tiempo en cubierta o en la discoteca (donde ponen música en directo, algo así como el grupo Dominó que está en todas las fiestas de pueblo). Aunque pueda parecer mucho rato, no se hace largo para nada.
Cómo salir del barco
Si la entrada al barco es buena, la salida es espectacular. ¿Por dónde se llega al coche? Por aquí, por allí, no sé, van diciendo los camareros, más siniestros hoy que ayer.
Supongo que avisarán por megafonía, pero el momento de ir a por el coche es cuando se empieza a ver movimiento entre los italianos. Seguir a uno de ellos y montarse en el coche, es lo mejor para coger sitio. Y ¿luego? de pronto se abre la pared, digo, la rampa, y todos los coches intentan bajar los primeros. Los italianos gritan y gritan por la ventanilla, uno que se cuela, el otro que se queda atravesado y ni p´atrás ni p´alante, en fin sálvese quien pueda total. Volvemos a hacer lo mismo, nos colocamos detrás del italiano más gritón, y a los pocos minutos estamos bajando y salimos.
Desde el puerto, dirección Grosseto y luego Viterbo y más tarde Siena, y al poco ya se está en la Toscana.
Supongo que avisarán por megafonía, pero el momento de ir a por el coche es cuando se empieza a ver movimiento entre los italianos. Seguir a uno de ellos y montarse en el coche, es lo mejor para coger sitio. Y ¿luego? de pronto se abre la pared, digo, la rampa, y todos los coches intentan bajar los primeros. Los italianos gritan y gritan por la ventanilla, uno que se cuela, el otro que se queda atravesado y ni p´atrás ni p´alante, en fin sálvese quien pueda total. Volvemos a hacer lo mismo, nos colocamos detrás del italiano más gritón, y a los pocos minutos estamos bajando y salimos.
Desde el puerto, dirección Grosseto y luego Viterbo y más tarde Siena, y al poco ya se está en la Toscana.
De vuelta a Barcelona
Como ya dije, la vuelta la hicimos desde Livorno.
El puerto de Livorno está en mitad de la nada, pero de la nada, nada. La taquilla del muelle es una casetilla y el tiempo de espera se hace en un barecillo de camioneros que hay un lado. Por cierto, aviso para navegantes, avituallaros de bocadillos en ese bar, están de muerte y a buen precio.
Se entretiene bien el tiempo viendo a la gente que hace kite-surf en la playa de al lado.
El puerto de Livorno está en mitad de la nada, pero de la nada, nada. La taquilla del muelle es una casetilla y el tiempo de espera se hace en un barecillo de camioneros que hay un lado. Por cierto, aviso para navegantes, avituallaros de bocadillos en ese bar, están de muerte y a buen precio.
Se entretiene bien el tiempo viendo a la gente que hace kite-surf en la playa de al lado.
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Livorno está en plena Toscana por lo que es logísticamente mejor que Civitavecchia, pero el barco es más pequeño y está peor acondicionado (al menos el que nos tocó a nosotros). Tiene una terraza mínima, lo justito para asomarse, y de hecho pasajeros turistas íbamos muy pocos. Allí la gente saca las neveras en el mismo restaurante, sin que haga falta consumir.
Nos tocó tormenta, el barco iba como el del capitán Pescanova, lo que hizo que pasáramos algo así como tres horas tendidos en las camas sin movernos, incluidos los niños.
Nos tocó tormenta, el barco iba como el del capitán Pescanova, lo que hizo que pasáramos algo así como tres horas tendidos en las camas sin movernos, incluidos los niños.
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La salida de este barco es menos caótica (porque somos menos, no porque Grimaldi organice algo), pero el coche queda lleno de salitre porque viaja en cubierta.
Aunque el barco no tiene tanto que ver, se pasa también rápido el tiempo a la vuelta revisando las fotos.
En suma, ir a Italia en barco es una experiencia más que recomendable: te permite llevar tu propio coche y para los niños es divertidísimo. La verdad es que ha sido de lo más divertido y emocionante del viaje.
Aunque el barco no tiene tanto que ver, se pasa también rápido el tiempo a la vuelta revisando las fotos.
En suma, ir a Italia en barco es una experiencia más que recomendable: te permite llevar tu propio coche y para los niños es divertidísimo. La verdad es que ha sido de lo más divertido y emocionante del viaje.
El alojamiento: agriturismos por un tubo.
La Toscana es un puro agriturismo. De hecho, yo creo que los cipreses (que tampoco hay tantos) los han ido plantando los de los distintos alojamientos.
De cualquier forma, para conseguir un buen precio es necesario reservarlo con antelación porque suelen ser tan bonitos como caros.
Yo los fui buscando por internet (hay muchas páginas) y la verdad es que me costó trabajo porque me empeñé en que fuesen con piscina, bonitos y a buen precio. Os comento los dos que cogimos:
De cualquier forma, para conseguir un buen precio es necesario reservarlo con antelación porque suelen ser tan bonitos como caros.
Yo los fui buscando por internet (hay muchas páginas) y la verdad es que me costó trabajo porque me empeñé en que fuesen con piscina, bonitos y a buen precio. Os comento los dos que cogimos:
En el sur de la Toscana, cogimos un agriturismo en un pequeño pueblecito cerca de Siena, en pleno Chianti.
Es una casa de dos apartamentos, pero sólo estuvimos nosotros por lo que disfrutamos en exclusiva de todo el espacio: piscina y buen jardín. Muy bonita, con cocina completa. La dueña muy, muy agradable.
Muy recomendable.
Es una casa de dos apartamentos, pero sólo estuvimos nosotros por lo que disfrutamos en exclusiva de todo el espacio: piscina y buen jardín. Muy bonita, con cocina completa. La dueña muy, muy agradable.
Muy recomendable.
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En el norte de la Toscana, cogimos este.
Se supone que está en Pistoia, pero queda muy a las afueras de una pedanía de Pistoia. La carretera, de montaña, bastante mala. De cualquier modo, a nosotros nos mereció la pena. En plena naturaleza, entre montañas. Para los niños fue la mejor, tenía hasta casita de juegos en un árbol y mil detalles. Y al atardecer, las luces de la ciudad a los pies.
Se supone que está en Pistoia, pero queda muy a las afueras de una pedanía de Pistoia. La carretera, de montaña, bastante mala. De cualquier modo, a nosotros nos mereció la pena. En plena naturaleza, entre montañas. Para los niños fue la mejor, tenía hasta casita de juegos en un árbol y mil detalles. Y al atardecer, las luces de la ciudad a los pies.
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Comida en la Toscana
Aquí no esperéis que os recomiende restaurantes ni nada de eso. Italia es muy cara, y los menús turísticos me parecen abusivos, a ver, tengo esa manía.
Destaco por supuesto, los gelattos, puestos con gula y deliciosos se tomen donde se tomen. Bueno, y tambien me gustó un pequeño restaurante en Florencia “Pizza Dolce”, en la vía dei Servi, 22, muy cerca de la catedral. Tiene ensaladas, pizzas y platos de pasta muy ricos y a buen precio (por unos 25 € comimos bien los cuatro, sin postre claro).
Destaco por supuesto, los gelattos, puestos con gula y deliciosos se tomen donde se tomen. Bueno, y tambien me gustó un pequeño restaurante en Florencia “Pizza Dolce”, en la vía dei Servi, 22, muy cerca de la catedral. Tiene ensaladas, pizzas y platos de pasta muy ricos y a buen precio (por unos 25 € comimos bien los cuatro, sin postre claro).
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Carreteras italianas
Las carreteras italianas no se caracterizan precisamente por ser buenas: son estrechas, la red no es demasiado amplia (lo que obliga a hacer kilómetros para llegar de un sitio a otro) y los italianos no conducen bien. Lo único bueno es que los peajes no son caros, algo es algo.
La gasolina es más cara que en España, y los precios de unas gasolineras a otras varían más que aquí.
Todos los pueblos y ciudades históricas tienen el tráfico limitado, hay que aparcar a las afueras. El precio del parking y la fama del pueblo o ciudad es algo de una proporcionalidad matemática. Así, pagamos 0,50 € la hora de parking en Vinci y 2,50 € en San Gimignano. El rollo, además del precio, es que son parking de pago previo, así que hay tres opciones: o hacer extraños cálculos de cuánto tiempo te vas a quedar en una ciudad que no sabes bien qué te ofrece, o pagar de más todo el rato, o tener la paciencia de volver a reponer el dinero desde donde estés cuando llegue la hora. Un auténtico fastidio.
La gasolina es más cara que en España, y los precios de unas gasolineras a otras varían más que aquí.
Todos los pueblos y ciudades históricas tienen el tráfico limitado, hay que aparcar a las afueras. El precio del parking y la fama del pueblo o ciudad es algo de una proporcionalidad matemática. Así, pagamos 0,50 € la hora de parking en Vinci y 2,50 € en San Gimignano. El rollo, además del precio, es que son parking de pago previo, así que hay tres opciones: o hacer extraños cálculos de cuánto tiempo te vas a quedar en una ciudad que no sabes bien qué te ofrece, o pagar de más todo el rato, o tener la paciencia de volver a reponer el dinero desde donde estés cuando llegue la hora. Un auténtico fastidio.
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