Aterrizamos un 16 de agosto de 2011 en Roma, aeropuerto de Fiumicino, tomamos el tren Leonardo Express, creo que nos costó unos 14 euros y tardó casi tres cuartos de hora en llegar. Nos alojamos en el Hotel Center 2, muy cerca de la estación de tren de Termini, un 3 estrellas que no era nada del otro mundo, habitaciones pobres y algo sucias (debajo de la cama había polvo acumulado) y el baño era muy antiguo. El desayuno era horroroso, pero estaba incluido y te mantenía unas horas sin hambre. Cuando llegamos nos cobraron unos 16 euros a cada uno por no se qué costes que no entraban en el viaje que ya teníamos pagado... Llegaríamos sobre las 10 de la mañana al hotel y aunque la entrada no era hasta las 11 nos dejaron entrar sin problemas.
El estar cerca de la estación nos sirvió para los días siguientes pues viajábamos con Trenitalia a Pompeya y Florencia y podíamos ir caminando a la estación sin problemas. Pero para ir al centro y disfrutar Roma, queda algo alejado, sobre todo cuando llega la noche y tus pies no pueden más. En nuestra próxima visita intentaremos elegir mejor.
La zona de Termini es la peor de Roma, pero no me sentí insegura en ningún momento. Creo que la gente exagera un poco respecto a esto. Eso si, siempre llevamos la cartera en buen sitio y con el ojo puesto en todas partes, pero nunca nos pasó nada ni nos sentimos observados o cosas así. Había pobreza y algunas veces te pedían o te intentaban vender cosas, pero no insistían, si les decías que no, se iban. También es un mito que los coches no te dejen cruzar las calles, primero, hay semáforos por todas partes y si pasas en verde no tienes problemas, y para cruzar por otros sitios tienes que tener el mismo cuidado que en cualquier ciudad, incluso alguna vez se pararon para dejarme cruzar en un cruce sin semáforo. Eso si, conducen a toda pastilla.
El primer día nos dedicamos a callejear un poco, mi primer monumento en Roma fue la Columna de Marco Aurelio. Se trata de una columna con un relieve en espiral, construida a semejanza de la Columna de Trajano. Se ubica en el sitio donde fue originalmente emplazada, en la Piazza Colonna frente al Palazzo Chigi. Esta columna ha servido de inspiración para posteriores estatuas del Renacimiento.

Tenía muchas ganas de ver la Fontana de Trevi...pero elegimos una hora mala...o tal vez, en agosto y durante el día, todas las horas sean malas... entre el calor que hacía y las miles de personas que había en la fuente, no la disfrutamos nada, ni siquiera tiramos la moneda y decidimos volver de noche...
Nos dirigimos al Panteón de Agripa, estaba a reventar de gente, pero lo disfrutamos igual, nada más entrar tu mirada, inevitablemente, se dirige a la impresionante cúpula, que está formada en el interior con cinco filas de casetones, que decrecen en tamaño hacia el centro, donde está perforada por un óculo. Dicha ventana circular permanece abierta, y por ella entra la luz, e incluso la lluvia; el pavimento del templo cuenta con desagües que la evacuan, buscamos los desagües entre los pies de los turistas y allí estaban! Para quien no lo sepa, en el Panteón se encuentran las tumbas de Victor Manuel II y la del propio Rafael (en la foto), me quedé un rato contemplándola y dándole las gracias a Rafael por haber creado tanta maravilla.
A la salida nos tomarnos un café en una de las terrazas que hay en la plaza della Rotonda, llamada así debido a la cúpula del Panteón que popularmente la llaman "La Rotonda". No recuerdo el precio, pero si que era carillo... eso si, lo disfrutamos muchísimo. Aquí aprendí a pedir mi tipo de café, el "Macchiato freddo", es un espresso con unas gotas de leche fría, si no quieres la leche fía, pide sólo "Macchiato", si te gusta el café más ligero, pero más abundante, pide un "caffe lungo", para los de gusto fuerte, sin duda el "café ristretto".
Seguimos callejeando y llegamos a Piazza Navona, donde nos encontramos con la Fuente de los cuatro ríos. Después de La Fontana, para mi, es la más bonita de Roma. Borromini perdió el encargo de crear esta fuente porque Bernini supo adular a la cuñada del Papa. Había una gran rivalidad entre ellos. Se dice que Bernini esculpió una de las estatuas con el brazo alzado para avisar del colapso inminente de San Agnese (fachada hecha por Borromini). Cosas de artistas...

Piazza Navona es sencillamente, espectacular, es una de las plazas más bellas del mundo y da al visitante la oportunidad de entender la complejidad de los 2.000 años de historia de Roma. La plaza, una composición barroca espectacular, respeta el contorno de un antiguo estadio romano, fijaos en su forma. Los edificios se construyeron sobre las gradas del Cirus Agonalis.
Y, por supuesto, no dejéis de visitar San Agnese. Se construyó en el lugar donde Inés, de 13 años, una doncella cristiana del siglo IV que no aceptó las proposiciones del hijo de un oficial romano, fue desnudada en público. Cuentan que el pelo de la chica creció tanto y tan rápido que cubrió su desnudez. Inés sufrió martirio y fue decapitada en 304 a.C.
Seguimos callejeando y llegamos al Trastévere, que es el barrio bohemio de la ciudad, donde hay un montón de restaurantes muy baratos y sus calles y tiendas son alucinantes. Más adelante os contaré más cosas sobre el Trastévere...

Y este fue mi primer encuentro con el Tíber... Desde su nacimiento, el Tíber fue el alma de Roma, y el hecho de que la ciudad le deba su propia existencia está descrito ya desde la primera escena de la leyenda de la fundación, con Rómulo y Remo en la canasta que, atascada debajo de una higuera, sorben el fluido azucarado que brota de los frutos, a la espera de una verdadera comida. Mi imaginación empezó a funcionar y, entre que era mi primer día en Roma y que lo que tenía bajo mis pies era el Tíber, hizo que en esos momentos fuera la mujer más feliz del mundo.
Callejeando por el Trastévere nos encontramos con Villa Farnesina. La villa es un perfecto ejemplo de las primeras obras renacentistas. Se compone de un bloque central del que arrancan dos alas menores a ambos lados, formando así una especie de U. Las fachadas son de color anaranjado, sencillas y armoniosas. En la fachada delantera se encuentra la logia de Cupido y Psique que da acceso al palacete que fue decorado por el mismísimo Rafael.
En el bello jardín de la villa se celebraban importantes fiestas con príncipes, poetas, artistas e incluso Papas. Cuenta la leyenda que el derroche de lujo y ostentación era tal que durante las fiestas, las vajillas que eran de oro y plata, en vez de lavarlas y recogerlas, eran tiradas al fondo del Tíber, el río romano que pasa a los pies de la villa.
Tuvimos muy mala suerte con esta villa, nunca la pudimos visitar porque siempre estaba cerrada... (volveremos)

Comimos algo ligero en el Trastévere (barato y rico) y regresamos al hotel porque al día siguiente nos íbamos a Pompeya y ya estábamos cansados.