Esta mañana me ha dado mucha pena de no entrar en Bourges. Me atrae mucho esa ciudad de la alquimia, de Jacques Coeur, corazón de Francia y uno de los más claros exponentes del gótico puro francés; pero éste no es el momento de Bourges. Nos espera Valencay. Este ejemplar del Renacimiento francés se encuentra apartado del centro del valle del Loira.

Uploaded with ImageShack.us

Uploaded with ImageShack.us El espíritu de Talleyrand se percibe por todos los rincones de este castillo.
Una grata impresión me produce ver la habitación de Germaine de Stäel; siento un gran aprecio por esta señora , impulsora del conocimiento de la literatura alemana en Francia. Gran conocedora de Weimar y sus célebres personajes. Por aquí también pasó George Sand, para la cual Valençay era un lugar incomparable. Pero entre los moradores de este castillo hay también un personaje siniestro : Fernando VII , primero el Deseado, luego el Traidor. Este inculto y analfabeto pasó varios años entre los libros de Talleyrand, de los cuales no tocó ni uno. Dejemos este episodio tan oscuro. Los alrededores de Valençay son acordes con la belleza del monumento. Hay ciervos, pavos reales, cabras montesas, jardín inglés . Más tarde entre bosquecillos y pequeñas aldeas llegamos a Chaumont sur Loire.

Uploaded with ImageShack.us Vuelvo a recordar las estancias que recorrimos hace dos años. Aquí también hay personajes que dejaron su huella: Catalina de Medicis, Diana de Poitiers, la misma Madame de Stäel que también pasó por aquí,, el astrólogo de Catalina de Medicis. Este castillo se ha ido renovando manteniendo su silueta medieval, y ofrece una estampa de otra época con su jardín inglés enfrente.
La orilla del Loira nos hace compañia desde Chaumont sur Loire hasta Amboise. Allí vuelvo también a rememorar los episodios de hace dos años. La recoleta capilla gótica de San Huberto, donde se encuentra enterrado Leonardo da Vinci, la espléndida vista sobre el Loira.

Uploaded with ImageShack.us Al terminar, mis acompañantes van de compras y yo me dirigo a la gran librería de Amboise donde adquiero las obras de Nerval y de Musset que hacía tiempo que quería tener. Luego visito L´Occitane donde siempre encuentro algo que es de mi agrado.
Llegamos a Le Manoir du Parc. Odile nos esperaba hacía rato. Frederic está tan robusto y saludable como siempre, en cambio su señora está aún más delgada y decrépita.
Esta mujer, muy simpática y amable por otra parte, no hubiera nunca inspirado la advocación de la Venus de las grandes nalgas de Rimbaud, ni hubiera servido de modelo a Rubens, ni a Quillard ni a Boucher.
Yo por mi parte, después de plasmar estas reflexiones me sumo en las quimeras de Nerval hasta que llegue la madrugada.