De Greymouth a Motueka pasando por Westport hay unos 330 km y en teoría se recorren en 4 horas y media, así que podíamos tomarnos el día con calma y hacer un par de paradas interesantes en el camino.

La primera parada fue Punakaiki, un pequeño pueblo en la propia carretera famoso por sus Pancake Rocks, es decir, sus rocas de crêpes. El origen de esta formación tan característica no está muy claro, pero se cree que son capas alternas de sedimentos marinos creadas por muy altas presiones. Lo ideal es ir a verlas con marea alta (y si está soplando el viento del oeste, mejor), porque así se puede disfrutar de los blowholes, pero como no siempre se puede planificar todo tan al detalle, nosotros las vimos sin marea alta. Aun así merece la pena la visita y son casi igual de espectaculares.
El acceso es muy sencillo desde la propia carretera, es un camino asfaltado que se recorre en unos 20 minutos, y vas viendo las rocas desde distintos sitios. Hay paneles explicativos donde se puede leer más sobre el supuesto origen de las rocas. La entrada es gratuita, como casi todas las atracciones turísticas en NZ, pero hay varios sitios donde se pueden dejar donativos para la conservación y mantenimiento de la zona.
Terminamos el recorrido de las Pancake Rocks, dimos una vuelta por la tienda de souvenirs y nos pusimos en marcha hacia el siguiente destino: el cabo Foulwind, en Westport, y su colonia de focas. Por el camino se atraviesan zonas de cría de pingüinos, y aunque parezca increíble, la carretera pasa tan cerca de la costa que todos los años hay varios atropellos.
La siguiente parada era el cabo Foulwind para acercarnos a ver su famosa colonia de focas en Tauranga Bay. El acceso también es sencillo, se aparca sin problemas en un parking junto a la playa y desde ahí sale un camino asfaltado que va ascendiendo por las rocas para poder ver las focas desde arriba. Se recorre rápido, pero merece la pena, se ven muchas focas (también había muchas crías).
La playa donde habíamos aparcado estaba en marea baja y pudimos acercarnos andando a ver algunas de las focas que había en las rocas, aunque hay que tener cuidado para no emocionarse con las fotos y acercarse demasiado! Luego, en el parking, vimos un grupo de wekas intentando pillar comida de los turistas. Es una especie endémica de NZ y se les suele llamar “las gallinas maoríes” con un cierto tono despectivo, diría yo, pero es que es verdad que parecen gallinas!
En esta zona también vimos muchos árboles rātā, endémicos de NZ y con una flor roja muy característica. Es uno de los árboles más conocidos de NZ pero está muy amenazado por los possums, que se consideran una plaga no sólo por cómo afectan a las poblaciones de aves (pingüinos, por ejemplo) sino también por su efecto en la vegetación. En Hawaii ya habíamos visto un árbol muy parecido, el ōhiʻa lehua (que tiene hasta leyenda propia), y es que son de la misma familia.
La otra “atracción” del cabo Foulwind es el faro, pero con las focas nos pareció que ya lo teníamos amortizado y decidimos saltárnoslo. Aprovechamos que Westport en un pueblo bastante grande para acercarnos a un supermercado en condiciones y hacer algo de compra para los siguientes días, y seguimos camino. Desde ahí hasta Motueka no teníamos nada más planificado, excepto la ruta: atravesaríamos la garganta del río Buller. La verdad, no está mal, es un paisaje bonito, pero yo esperaba algo más espectacular. Hay zonas de la carretera que son muy reviradas y a mí personalmente se me hizo un poco eterno.
Llegamos a Motueka bastante tarde, y como ya os comenté en la primera etapa el camping fue un poco decepcionante, así que empezamos a pensar ya en la excursión del día siguiente en Abel Tasman… si el tiempo lo permitía!