Nos despertamos temprano, agggg, sigue lloviendo. Ese día queremos, parando de camino en Split, llegar hasta Ston para al día siguiente coger el barco hasta la isla de Korcula, y si da tiempo pasar hoy tarde en la playa. Como hacemos todo el recorrido por carretera nacional queremos salir cuanto antes para evitar el tráfico en la medida de lo posible. Durante un rato la lluvia se hace menos intensa y aprovechamos para desmontar la tienda, que evidentemente está empapada, así que una vez más no la podemos plegar y la llevamos extendida en el asiento de atrás. El día está oscurísimo, con el cielo cubierto de nubarrones y no tiene pinta de que vaya a salir el sol, al menos de momento.
Nos dirigimos a Split, la entrada a la ciudad es feísima, entre bloques y bloques de viviendas de hormigón levantados sin ningún orden ni gusto estético. Al menos está bien indicado y llegamos al centro sin problemas. Allí aparcamos en un párking que es una plaza cualquiera a la que han colocado unas balizas en uno de los laterales, y un señor que anda por allí te cobra en función del tiempo que pienses estar. Como llueve bastante, sólo le pedimos 2 horas (2€). Comenzamos la visita, lo primero que vemos es la estatua Gregorio Nin, que- ironías del destino – se supone que te da suerte si le frotas el dedo gordo del pie. La ciudad antigua de Split está construida dentro de las ruinas del palacio del emperador Diocleciano, sirviéndose de sus muros para edificar las casas. Así puedes encontrarte viviendas que abren sus huecos al exterior, ventanas y puertas, en las propias murallas del palacio, de hecho unas 3000 personas habitan en su interior.
Es una de las cosas más sorprendentes que he visto. Aunque es temprano y llueve sin parar, la ciudad está colapsada de turistas. Las calles son estrechas y cuesta caminar entre la multitud de gente.

Del antiguo palacio se conserva el peristilo que está tapado por un andamio. La catedral también está construida en el interior del palacio y alberga el mausoleo de Diocleciano. Subimos a la torre (1,35€), la vista desde lo alto es preciosa, aunque el día no acompaña precisamente.
Una de las cosas que más me gustó en Split es recorrer los sótanos del palacio, bajo las bóvedas de ladrillo. Al salir tenemos la inmensa suerte de escuchar a una Klapa, que es un grupo de hombres que cantan a capella canciones tradicionales croatas. Seguimos el paseo por el exterior del palacio, en la época de su construcción (S.IV dc) la muralla sur estaba construida sobre el agua, siendo allí el embarcadero de las naves imperiales. Hoy, la línea de costa ha avanzado bastante y se puede rodear el palacio caminando. A los pies de las murallas hay un mercado enorme en el que venden un poco de todo: flores, fruta, verdura, carne, vino, ropa, calzado, complementos y sobre todo, souvenirs. Es hora ya de ir a recoger el coche y dejamos Split con pena, porque es un lugar único del que no pudimos disfrutar como hubiéramos querido por 2 motivos: la lluvia y la masificación de turistas.


Nuestra ruta sigue por la carretera hacia Ston, atraviesa un montón de pueblos atestados de turistas, caravanas, remolques, bicicletas, motos... el tráfico es desesperantemente lento, a la altura de Omis estamos un buen rato parados y aunque el paisaje es incomparable, decidimos tomar la siguiente salida al autopista puesto que ya vamos un poco retrasados sobre el horario previsto.
Ahora ya dejó de llover y parece que el día va a despejar. El autopista A1 bordea la costa adriática de norte a sur, pero no llega al final del país, es decir a Dubrovnik, si no que en un punto en medio de la nada se acaba sin más y tienes que volver a circular por nacionales. Un poco después de ese punto en el que se acaba la autopista, la carretera desciende suavemente por el valle de una montaña y aquí sucedió lo inimaginable.
Como digo, íbamos conduciendo tranquilamente, a una velocidad más que moderada (55-60km/h) ya que las curvas y la poca visibilidad nos hacían ser prudentes, el piso, a pesar de que ese día había llovido mucho, ya estaba seco, cuando repentina e inexplicablemente se nos descontrola el coche y nos salimos de la carretera por mi lado, el del copiloto. Como digo, era una carretera muy estrecha, sin arcén, que bajaba por la ladera de la montaña, así que al salirnos nos golpeamos el morro del coche contra el muro, una vez, la fuerza del golpe nos hace girar sobre nosotros mismos y nos volvemos a golpear otra vez con la parte de adelante, de nuevo giramos y nos quedamos atravesados en medio de la carretera. Nos saltan 4 airbags, la luna delantera se parte en pedazos, la defensa cae al suelo. No me acuerdo muy bien de toda la secuencia, aunque el choque lo viví como a cámara lenta y muy rápido a la vez, es difícil de explicar. Samuel y yo nos miramos sin dar crédito y aunque no nos salen las palabras, lo primero que logramos articular es preguntarnos el uno al otro si estamos bien, por suerte no tenemos ni un rasguño, bueno, Samuel se quema un poco con el airbag en la muñeca y yo tengo un moratón en la pierna, pero no es nada comparado con lo que podía haber sido. Dado que el golpe fue por mi lado, mi puerta está bloqueada y tengo que salir por la del conductor. Nos echamos fuera del coche y en ese momento se nos cae el alma a los pies al ver el estado del coche: la defensa rota, la luna delantera resquebrajada, los faros en el suelo, el capó doblado como un acordeón, la matrícula salió volando hasta la cuneta, la puerta del copiloto doblada hacia adentro, humo que sale del motor sin parar y un líquido mana por debajo del coche suponemos que combustible o aceite...
Voy a intentar resumir lo que pasó desde ese momento porque todavía es angustioso para mí recordar aquella odisea. La situación en ese momento es: tenemos el coche estrellado en una curva, (coche que no era nuestro, si no de los padres de Samuel) en una carretera en medio de no sabemos donde, a 2500km de casa. Aquí tengo que elogiar la mente fría de Samuel en aquellos momentos para colocar los triángulos, después coger el teléfono, llamar al 112, a la policía de Croacia, al seguro y a sus padres y explicar la situación a todos ellos, en inglés cuando fue necesario. Yo no perdí los nervios en ningún momento, pero me quedé sin capacidad de reacción, ni lloraba, ni hablaba, ni nada, simplemente estaba allí pensando “esto no nos está pasando a nosotros, debo de estar teniendo una alucinación”.
Mucha gente paraba el coche y me preguntaban si estábamos heridos o si nos ayudaban con algo, como podía les decía que no, que todo OK, como comentaba no era capaz a articular una palabra, mucho menos en inglés o francés. Después de un buen rato (fue sumamente dificultoso explicar nuestra ubicación, no había pueblos en las cercanías, ni desvíos, ni carteles, solo montaña a nuestro alrededor) aparece un coche de la policía croata. Nos hacen las preguntas de rigor, nos solicitan toda nuestra documentación y la del coche, prueba de alcoholemia, etc. Después de un rato deciden que Samuel, el conductor, tiene que acompañarles a la comisaría a firmar la declaración y yo quedarme allí por si aparece la grúa. Intentan también arrancar el coche para retirarlo del medio de la calzada, pero no responde. No se cuanto tiempo estuve allí esperando hasta que Samuel regresó con los policías. Antes de irse, la policía croata aprovechó para dejarnos un regalito: 170€ de multa a pagar en efectivo y sobre la marcha por haber tenido un accidente en sus carreteras. Esperamos y esperamos y por fin aparece la grúa, nos remolca hasta un pueblo, Ploce, y allí tenemos que seguir esperando bastante rato a que aparezca otra grúa que viene desde Dubrovnik para llevarnos hasta allí. Durante esta espera me hago amiga de un gatín que andaba por allí, le dejo leche y algo de comida puesto que nuestras vacaciones se han terminado.
Entretanto el seguro desde España está haciendo gestiones para localizarnos un hotel para pasar la noche y un vuelo a España para el día siguiente, tarea nada sencilla teniendo en cuenta que es julio, fin de semana y comienzo de las vacaciones de agosto. Aprovecho para dar las gracias a la aseguradora Lagun Aro y a todo su personal por su profesionalidad, sus atenciones para con nosotros y por su diligente e impecable gestión. No así a la compañía XXX con la que llevábamos suscrito un seguro personal de accidentes y se desentendió de todo, habíamos pagado 82€ y no nos cubrió absolutamente nada, una vergüenza. Ya es de noche cuando llegamos al hotel que nos han reservado, el Hotel Adria, muy nuevo y moderno, pero la verdad es que todo nos da igual en ese momento. El conductor de la grúa nos explica (menos mal que en Croacia todo el mundo sin importar la edad habla inglés fluido) que al día siguiente un taxi vendrá a recogernos para llevarnos al aeropuerto y él se lleva el coche (con todas nuestras cosas dentro a excepción de las maletas) a su taller a esperar a que un perito lo evalúe y ver si se puede reparar o no, pero esto no será como pronto hasta dentro de 3 días ya que está el fin de semana por el medio y hoy es demasiado tarde para localizar a nadie.
Una vez en la habitación nos duchamos y nos metemos en la cama. No pegamos ojo porque todavía estamos en estado shock y hay imágenes que no podemos quitarnos de la cabeza
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Nos dirigimos a Split, la entrada a la ciudad es feísima, entre bloques y bloques de viviendas de hormigón levantados sin ningún orden ni gusto estético. Al menos está bien indicado y llegamos al centro sin problemas. Allí aparcamos en un párking que es una plaza cualquiera a la que han colocado unas balizas en uno de los laterales, y un señor que anda por allí te cobra en función del tiempo que pienses estar. Como llueve bastante, sólo le pedimos 2 horas (2€). Comenzamos la visita, lo primero que vemos es la estatua Gregorio Nin, que- ironías del destino – se supone que te da suerte si le frotas el dedo gordo del pie. La ciudad antigua de Split está construida dentro de las ruinas del palacio del emperador Diocleciano, sirviéndose de sus muros para edificar las casas. Así puedes encontrarte viviendas que abren sus huecos al exterior, ventanas y puertas, en las propias murallas del palacio, de hecho unas 3000 personas habitan en su interior.
Del antiguo palacio se conserva el peristilo que está tapado por un andamio. La catedral también está construida en el interior del palacio y alberga el mausoleo de Diocleciano. Subimos a la torre (1,35€), la vista desde lo alto es preciosa, aunque el día no acompaña precisamente.
Como digo, íbamos conduciendo tranquilamente, a una velocidad más que moderada (55-60km/h) ya que las curvas y la poca visibilidad nos hacían ser prudentes, el piso, a pesar de que ese día había llovido mucho, ya estaba seco, cuando repentina e inexplicablemente se nos descontrola el coche y nos salimos de la carretera por mi lado, el del copiloto. Como digo, era una carretera muy estrecha, sin arcén, que bajaba por la ladera de la montaña, así que al salirnos nos golpeamos el morro del coche contra el muro, una vez, la fuerza del golpe nos hace girar sobre nosotros mismos y nos volvemos a golpear otra vez con la parte de adelante, de nuevo giramos y nos quedamos atravesados en medio de la carretera. Nos saltan 4 airbags, la luna delantera se parte en pedazos, la defensa cae al suelo. No me acuerdo muy bien de toda la secuencia, aunque el choque lo viví como a cámara lenta y muy rápido a la vez, es difícil de explicar. Samuel y yo nos miramos sin dar crédito y aunque no nos salen las palabras, lo primero que logramos articular es preguntarnos el uno al otro si estamos bien, por suerte no tenemos ni un rasguño, bueno, Samuel se quema un poco con el airbag en la muñeca y yo tengo un moratón en la pierna, pero no es nada comparado con lo que podía haber sido. Dado que el golpe fue por mi lado, mi puerta está bloqueada y tengo que salir por la del conductor. Nos echamos fuera del coche y en ese momento se nos cae el alma a los pies al ver el estado del coche: la defensa rota, la luna delantera resquebrajada, los faros en el suelo, el capó doblado como un acordeón, la matrícula salió volando hasta la cuneta, la puerta del copiloto doblada hacia adentro, humo que sale del motor sin parar y un líquido mana por debajo del coche suponemos que combustible o aceite...
Voy a intentar resumir lo que pasó desde ese momento porque todavía es angustioso para mí recordar aquella odisea. La situación en ese momento es: tenemos el coche estrellado en una curva, (coche que no era nuestro, si no de los padres de Samuel) en una carretera en medio de no sabemos donde, a 2500km de casa. Aquí tengo que elogiar la mente fría de Samuel en aquellos momentos para colocar los triángulos, después coger el teléfono, llamar al 112, a la policía de Croacia, al seguro y a sus padres y explicar la situación a todos ellos, en inglés cuando fue necesario. Yo no perdí los nervios en ningún momento, pero me quedé sin capacidad de reacción, ni lloraba, ni hablaba, ni nada, simplemente estaba allí pensando “esto no nos está pasando a nosotros, debo de estar teniendo una alucinación”.
Mucha gente paraba el coche y me preguntaban si estábamos heridos o si nos ayudaban con algo, como podía les decía que no, que todo OK, como comentaba no era capaz a articular una palabra, mucho menos en inglés o francés. Después de un buen rato (fue sumamente dificultoso explicar nuestra ubicación, no había pueblos en las cercanías, ni desvíos, ni carteles, solo montaña a nuestro alrededor) aparece un coche de la policía croata. Nos hacen las preguntas de rigor, nos solicitan toda nuestra documentación y la del coche, prueba de alcoholemia, etc. Después de un rato deciden que Samuel, el conductor, tiene que acompañarles a la comisaría a firmar la declaración y yo quedarme allí por si aparece la grúa. Intentan también arrancar el coche para retirarlo del medio de la calzada, pero no responde. No se cuanto tiempo estuve allí esperando hasta que Samuel regresó con los policías. Antes de irse, la policía croata aprovechó para dejarnos un regalito: 170€ de multa a pagar en efectivo y sobre la marcha por haber tenido un accidente en sus carreteras. Esperamos y esperamos y por fin aparece la grúa, nos remolca hasta un pueblo, Ploce, y allí tenemos que seguir esperando bastante rato a que aparezca otra grúa que viene desde Dubrovnik para llevarnos hasta allí. Durante esta espera me hago amiga de un gatín que andaba por allí, le dejo leche y algo de comida puesto que nuestras vacaciones se han terminado.
Entretanto el seguro desde España está haciendo gestiones para localizarnos un hotel para pasar la noche y un vuelo a España para el día siguiente, tarea nada sencilla teniendo en cuenta que es julio, fin de semana y comienzo de las vacaciones de agosto. Aprovecho para dar las gracias a la aseguradora Lagun Aro y a todo su personal por su profesionalidad, sus atenciones para con nosotros y por su diligente e impecable gestión. No así a la compañía XXX con la que llevábamos suscrito un seguro personal de accidentes y se desentendió de todo, habíamos pagado 82€ y no nos cubrió absolutamente nada, una vergüenza. Ya es de noche cuando llegamos al hotel que nos han reservado, el Hotel Adria, muy nuevo y moderno, pero la verdad es que todo nos da igual en ese momento. El conductor de la grúa nos explica (menos mal que en Croacia todo el mundo sin importar la edad habla inglés fluido) que al día siguiente un taxi vendrá a recogernos para llevarnos al aeropuerto y él se lleva el coche (con todas nuestras cosas dentro a excepción de las maletas) a su taller a esperar a que un perito lo evalúe y ver si se puede reparar o no, pero esto no será como pronto hasta dentro de 3 días ya que está el fin de semana por el medio y hoy es demasiado tarde para localizar a nadie.
Una vez en la habitación nos duchamos y nos metemos en la cama. No pegamos ojo porque todavía estamos en estado shock y hay imágenes que no podemos quitarnos de la cabeza