Pasamos la mañana en el tren, tranquilamente, desayunamos nuestra comida y bajamos en alguna parada un poco larga a comprar unos noodles, ya que este tren no tenía vagón restaurante y no llevábamos comida, pensando gastar nuestros últimos rublos allí.
Al final, desde que paramos en la última estación rusa hasta que arrancamos de nuevo en la primera estación mongola pasaron la friolera de 7 horas!!!




(las horas que pongo aquí son aproximadas)
13’30h: paramos en una estación en mitad de la nada, Naushki. Nos dejaron bajar del tren durante 2h. Aprovechamos para ir al servicio de la estación (limpio, pero con tazas turcas, y hay que pagar para usarlo) y dar una vuelta por un sucio parque que hay justo enfrente. En la estación también hay una tiendecita. Hacía muchísimo calor y no sabíamos por qué teníamos que estar 2 horas ahí.
15’30h: subimos al tren y nos dicen que todo el mundo a su compartimento. Habían desenganchado la máquina y en las vías sólo había 3 vagones, llenos de turistas. Estuvimos allí dentro ¡¡¡3 horas!!!, con un calor sofocante, asomándonos como podíamos a las ventanillas del pasillo que se abrían… en ese espacio de tiempo vinieron a por los pasaportes, revisaron los compartimentos (no te abren el equipaje, simplemente miran debajo de los asientos y en el hueco que hay encima del pasillo para guardar maletas), pasaron un perrito antidrogas, nos devolvieron los pasaportes (después de casi 2 horas en su poder) y nos dejaron bajar 10 minutos que aprovechamos para ir al baño de nuevo. Todo el vagón se puso a aplaudir y a gritar cuando por fin nos pusimos en marcha.




18’30: el tren arranca y entramos en Mongolia. El paisje cambia radicalmente y los bosques dejan paso a la estepa. Vemos la primera yurta y todos nos volvemos locos haciéndole fotos por la ventanilla del tren.
El papeleo mongol fue parecido, pero mucho más ligero, tardaron aproximandamente 1 hora, y ya habían pasado 7 desde que paramos en la frontera rusa. Estábamos en Sukbatar. Subieron algunos mongoles al tren para cambiarnos dinero. El cambio es malo, pero como no teníamos tugriks, así que cambiamos algunos rublos.
Nos dejaron bajar a la estación y aprovechamos para comprar algo de beber en una tienda fuera. La primera impresión de Mongolia fue el bullicio de la gente, que algunos nos miraban con curiosidad, el caótico tráfico y, sin embargo, una zona en la estación, junto a los servicios, con un cartel de “smoking area”, lo cual, sin embargo, parece bastante avanzado.
Ya era última hora de la tarde cuando el tren partió rumbo a Ulan-Bator, a donde llegaríamos por la mañana temprano. ¡Menuda experiencia la de las fronteras! Creo que es para vivirlo al menos una vez en la vida…¡pero sólo una!