Hoy era nuestro último día de tour. Después de desayunar y de despedirnos de los kazajos dándoles mil gracias, cogimos la furgoneta para ir al impresionante monumento a Genghis Khan.
La estatua es gigantesca, mide 40m y es la estatua ecuestre más grande del mundo. Se erige en mitad de la nada desde principios de los 90 y se ve desde muy lejos porque está hecha de chapas metálicas y brilla con el sol. En este caso sí que tuvimos que pagar la entrada para subir con un ascensor a la cabeza del caballo desde la que se ve la inmensa estepa. Por unos 2€, en la planta baja te visten con ropas tradicionales mongolas para hacerte fotos; es divertido. También hay un museo con objetos antiguos, abalorios, puntas de flecha, y mapas mostrando la enormidad de lo que llegó a ser el Imperio Mongol.
Después de la visita nos dirigimos a la zona protegida de Gorkhi-Terelj; cobran por entrar pero eso lo pagó la guía porque estaba incluído en el tour. El paisaje cambia radicalmente: de pronto hay montañas y bosques; parece (salvando muchísimo las distancias, claro) los Alpes de Mongolia. Lo primero que hicimos fue parar para comprar algunos “húshur” (las empanadillas de carne de cabra); estos nos costaron menos de 0’50€ cada uno; suelen rondar por ese precio: una empanadilla es 1€ como muy, muy caro.
La siguiente parada fue para ver la “Roca Tortuga”, que en las fotos que habíamos visto nos parecía muy pequeña. Había bastante gente por allí haciéndose fotos y pasando un “día de campo” familiar, puesto que esta zona está relativamente cerca de Ulan-Bator. En los alrededores había cintas azules atadas a los árboles, como muestra de que es una roca sagrada.
Después el conductor nos llevó a la “Cueva de los Lamas”, una cueva donde al parecer estuvieron escondidos 100 lamas durante la invasión soviética de los años 40. Hay que trepar un poco por las rocas para entrar a la pequeña cueva y hacer cola, porque cuando fuimos había muchísima gente (todos mongoles y chinos).
Y allí concluyó nuestro tour. Cogimos la furgo por última vez rumbo a Ulan-Bator, al hostel.
Cuando llegamos, no nos lo podíamos creer: ¡una cama!



Después de descansar un rato, fuimos a dar una vuelta por Ulan-Bator (“UB”, como se abrevia). Hacía bastante calor. Dimos una vuelta por la plaza Sukbatar, que estaba llena de gente haciéndose fotos, puestecitos de bebida... muy buen ambiente.
Por la noche nos dimos un pequeño homenaje y fuimos a cenar al restaurante “Veranda”, recomendado en ambas guías, y que está al lado del templo del “Chojin Lama”. Había un 90% de turistas; lo bonito es sentarte en la terraza, pero no había sitio; aún así, dentro está también abierto y es como si estuvieras en la terraza, y se podía fumar y todo.No recuerdo bien cuánto nos costó, creo que fueron unos 40 o 50€ los dos, y tomamos varias cervezas, ensalada, un plato de entrantes y dos platos principales de carne y luego un postre y cafés. Estaba todo muy rico y el servicio es muy atento.
Aquella noche dormimos a pierna suelta, la sensación de meterte de nuevo en una cama, con las sábanas limpias, y tú misma limpia... no tiene precio.
