Nuestro segundo día en Italia amaneció a las 5:30 de la mañana con unas cuantas nubes en el cielo. Después de ducharnos y adecentarnos, salimos para la estación, desayunamos en una cafetería junto a los andenes (muy barato para ser Italia, y ponían unos brioches de crema buenísimos), y nos subimos en el Frecchiabianca que nos llevaría hasta la estación de Verona Porta Nuova. Salió puntual y llegó exactamente una hora y media después. El día en Verona estaba igual de nublado que en Milán, aunque el Sol hacía tímidos intentos por salir...
La idea de visitar Verona me la disteis en esta página, en los foros, y la verdad es que no nos arrepentimos lo más mínimo. La forma más práctica de ahorrar en Verona es con la Verona Card, que permite ver casi todos los monumentos e iglesias de la ciudad, y cuyo precio depende del tiempo que vayamos a utilizarla. Hay otra tarjeta que permite ver por 6 euros las cuatro iglesias más importantes de la ciudad (San Zeno, Santa Anastasia, San Fermo y el Duomo, cuya entrada individual es de 2,5 euros), iglesias que están incluídas en la Verona Card... Se admite el carné de estudiantes tanto en el precio de la Verona Card como en las entradas individuales.
Nada más llegar, cogimos un bus urbano que nos llevó hasta la Piazza Bra (los billetes se compran en máquinas en el propio autobús, que solo aceptan monedas... así que nosotros solo pudimos comprar un billete...). La Piazza Bra es el centro neurálgico de Verona, un gran espacio enmarcado por varios edificios neoclásicos, una hilera de casas de colores de estilo veneciano, y por la archifamosa Arena de Verona. En el centro hay un pequeño parque.
Nuestra primera idea era ir a San Zeno, el monumento más alejado. Para ello nos encaminamos al Castelvecchio (una fortaleza medieval del siglo XIV junto al Adigio que hoy es el Museo Cívico, y que nosotros no vimos), y cruzamos el bello puente Scaligero.
Tras un paseo, llegamos a la plaza de San Zeno y la basílica románica que le da nombre. Construída en el siglo XII, es la iglesia románica más importante del norte de italia. Posee frescos de los siglos XII y XIV, y tiene un pequeño claustro muy agradable. Muy recomendable.
Visto san Zeno, iniciamos el regreso por la otra orilla del río y nos dispusimos a entrar en la Arena. La Arena, del siglo I, es uno de los anfiteatros más grandes que se conservan. Ha sido restaurado, de forma que hoy se utiliza como la ópera de Verona durante el verano, y así fue como nosotros nos la encontramos, con gradas y un gran escenario en el que estaban montando los decorados de la representación de esa noche. Muy interesante.
Después de la Arena, tomamos la Via Mazzini (calle comercial) hacia la Piazza della Erbe, quizás la plaza más agradable de la ciudad. En ella hay varios palacios y la torre de Lamberti, el edificio más alto de Verona a la que se puede subir (nosotros no lo hicimos). A lo largo de toda la plaza hay un mercadillo permanente de souvenirs y alimentación.
Antes de llegar a la plaza tomamos la Via Cappello hacia la archifamosa Casa de Julieta, una casa del siglo XIII que según la tradición perteneció a los Capuletti. Para llegar a la casa hay que entrar por un pasaje lleno de pintadas y chicles pegados con pintadas de corazones y nombres de parejitas... En el patio de la casa, se encuentra una estatua de Julieta a la que la gente le toca un pecho, y también hay un balcón, que para los turistas es el de “¡Oh! Romeo, ¡¿donde estás que no te veo?!”, aunque en realidad se añadió a la casa en el siglo XX. La casa se puede visitar.
Vista la casa, y aprovechando que había salido el sol, fuimos hasta el Duomo, la catedral, de sobrio exterior románico – gótico, pero de un bellísimo interior, en el que las capillas están decoradas con ricos frescos. También se puede ver el baptisterio paleocristiano y las ruinas de la basílica romana.
Después de esto, nos fuimos a comer, y lo hicimos en un restaurante situado en una pequeña calle que une el Corso Santa Anastasia con la Piazza dei Segnori. No se comía mal y no era demasiado caro... Después de comer vimos la Piazza dei Segnori, con varios palacios medievales (aquí siempre ha estado el poder de la ciudad), una estatua de Dante, y las Arcas Scaligeras, tumbas de los gobernantes de la ciudad más importantes.
Después, nos dirigimos hacia Santa Anastasia, un gran templo gótico que en su interior acoge a los famosos jorobados de Verona, sosteniendo las pilas de agua bendita, y el fresco de Pisanello “San Jorge y la princesa de Trebisonda”. Muy recomendable.
Salimos de Santa Anastasia y nos encaminamos a las ruinas del teatro romano, al otro lado del río para lo que hay que atravesar el Ponte Pietra, también romano. Al igual que la Arena, el teatro también se usa actualmente (aunque está en mucho peor estado). La entrada también permite ver el pequeño museo arqueológico, situado en un monasterio que literalmente cuelga sobre el teatro. Las vistas sobre Verona son inmejorables.
Aquí nos empezó a llover, menos mal que nos cogió a cubierto... Salimos del teatro, que era lo último que queríamos ver, y nos dimos cuenta de que aun nos quedaba mucho tiempo..., por lo que nos dirigimos hacia la iglesia de San Fermo, pero por el camino cayó un tormentazo y una tromba de agua que tuvimos que refugiarnos en un café (un cappucchino muy bueno y muy caro)... Por suerte no duró mucho, y después salió el sol, que ya nos acompañó hasta que nos fuimos. Llegamos a San Fermo justo antes de que cerrara. Son en realidad dos iglesias, una superior del siglo XIV y otra inferior, románica. Interesante.
El resto del tiempo, lo dedicamos a pasear, comer helados, hacer fotos y esperar a que llegara la hora de coger el tren.
Cenamos en la estación antes de cogerlo, y al llegar directos al hotel que al día siguiente había que madrugar más aun...
La idea de visitar Verona me la disteis en esta página, en los foros, y la verdad es que no nos arrepentimos lo más mínimo. La forma más práctica de ahorrar en Verona es con la Verona Card, que permite ver casi todos los monumentos e iglesias de la ciudad, y cuyo precio depende del tiempo que vayamos a utilizarla. Hay otra tarjeta que permite ver por 6 euros las cuatro iglesias más importantes de la ciudad (San Zeno, Santa Anastasia, San Fermo y el Duomo, cuya entrada individual es de 2,5 euros), iglesias que están incluídas en la Verona Card... Se admite el carné de estudiantes tanto en el precio de la Verona Card como en las entradas individuales.
Nada más llegar, cogimos un bus urbano que nos llevó hasta la Piazza Bra (los billetes se compran en máquinas en el propio autobús, que solo aceptan monedas... así que nosotros solo pudimos comprar un billete...). La Piazza Bra es el centro neurálgico de Verona, un gran espacio enmarcado por varios edificios neoclásicos, una hilera de casas de colores de estilo veneciano, y por la archifamosa Arena de Verona. En el centro hay un pequeño parque.

Nuestra primera idea era ir a San Zeno, el monumento más alejado. Para ello nos encaminamos al Castelvecchio (una fortaleza medieval del siglo XIV junto al Adigio que hoy es el Museo Cívico, y que nosotros no vimos), y cruzamos el bello puente Scaligero.

Tras un paseo, llegamos a la plaza de San Zeno y la basílica románica que le da nombre. Construída en el siglo XII, es la iglesia románica más importante del norte de italia. Posee frescos de los siglos XII y XIV, y tiene un pequeño claustro muy agradable. Muy recomendable.

Visto san Zeno, iniciamos el regreso por la otra orilla del río y nos dispusimos a entrar en la Arena. La Arena, del siglo I, es uno de los anfiteatros más grandes que se conservan. Ha sido restaurado, de forma que hoy se utiliza como la ópera de Verona durante el verano, y así fue como nosotros nos la encontramos, con gradas y un gran escenario en el que estaban montando los decorados de la representación de esa noche. Muy interesante.

Después de la Arena, tomamos la Via Mazzini (calle comercial) hacia la Piazza della Erbe, quizás la plaza más agradable de la ciudad. En ella hay varios palacios y la torre de Lamberti, el edificio más alto de Verona a la que se puede subir (nosotros no lo hicimos). A lo largo de toda la plaza hay un mercadillo permanente de souvenirs y alimentación.

Antes de llegar a la plaza tomamos la Via Cappello hacia la archifamosa Casa de Julieta, una casa del siglo XIII que según la tradición perteneció a los Capuletti. Para llegar a la casa hay que entrar por un pasaje lleno de pintadas y chicles pegados con pintadas de corazones y nombres de parejitas... En el patio de la casa, se encuentra una estatua de Julieta a la que la gente le toca un pecho, y también hay un balcón, que para los turistas es el de “¡Oh! Romeo, ¡¿donde estás que no te veo?!”, aunque en realidad se añadió a la casa en el siglo XX. La casa se puede visitar.

Vista la casa, y aprovechando que había salido el sol, fuimos hasta el Duomo, la catedral, de sobrio exterior románico – gótico, pero de un bellísimo interior, en el que las capillas están decoradas con ricos frescos. También se puede ver el baptisterio paleocristiano y las ruinas de la basílica romana.

Después de esto, nos fuimos a comer, y lo hicimos en un restaurante situado en una pequeña calle que une el Corso Santa Anastasia con la Piazza dei Segnori. No se comía mal y no era demasiado caro... Después de comer vimos la Piazza dei Segnori, con varios palacios medievales (aquí siempre ha estado el poder de la ciudad), una estatua de Dante, y las Arcas Scaligeras, tumbas de los gobernantes de la ciudad más importantes.

Después, nos dirigimos hacia Santa Anastasia, un gran templo gótico que en su interior acoge a los famosos jorobados de Verona, sosteniendo las pilas de agua bendita, y el fresco de Pisanello “San Jorge y la princesa de Trebisonda”. Muy recomendable.

Salimos de Santa Anastasia y nos encaminamos a las ruinas del teatro romano, al otro lado del río para lo que hay que atravesar el Ponte Pietra, también romano. Al igual que la Arena, el teatro también se usa actualmente (aunque está en mucho peor estado). La entrada también permite ver el pequeño museo arqueológico, situado en un monasterio que literalmente cuelga sobre el teatro. Las vistas sobre Verona son inmejorables.

Aquí nos empezó a llover, menos mal que nos cogió a cubierto... Salimos del teatro, que era lo último que queríamos ver, y nos dimos cuenta de que aun nos quedaba mucho tiempo..., por lo que nos dirigimos hacia la iglesia de San Fermo, pero por el camino cayó un tormentazo y una tromba de agua que tuvimos que refugiarnos en un café (un cappucchino muy bueno y muy caro)... Por suerte no duró mucho, y después salió el sol, que ya nos acompañó hasta que nos fuimos. Llegamos a San Fermo justo antes de que cerrara. Son en realidad dos iglesias, una superior del siglo XIV y otra inferior, románica. Interesante.

El resto del tiempo, lo dedicamos a pasear, comer helados, hacer fotos y esperar a que llegara la hora de coger el tren.

Cenamos en la estación antes de cogerlo, y al llegar directos al hotel que al día siguiente había que madrugar más aun...
