El desierto de Wadi Rum
Nos costó algo más de dos horas llegar al magnífico complejo del centro de visitantes donde se sacan las entradas para el desierto de Wadi Rum, son muchos los que intentan persuadirte para que hagas con ellos la excursión por el desierto, pero nosotros ya la teníamos reservada con Attalla, de Bedouin Lifestyle.
El chico que nos vendió las entradas en el centro de visitantes nos hizo el favor de llamar a Attalla, y nos indico que un coche nos esperaría a la entrada del pueblito de Rum, para guiarnos hasta el punto de encuentro.
Continuamos hasta el pueblo y como nos habían indicado, un coche nos esperaba para indicarnos el camino. En la sede de la agencia nos ofrecieron un té mientras nos explicaban en que iba a consistir nuestra ruta de 5 horas por el desierto.
Dejamos las mochilas grandes en la casa que usan como centro de operaciones en Rum y cogimos lo básico para pasar una noche en un campamento beduino en mitad del desierto de Lawrence de Arabia.
Antes de nada, un pequeño fragmento escrito por el famoso T.E. Lawrence (Lawerence de Arabia) en su libro “Los Siete Pilares de la Sabiduría”:
Continuamos hasta el pueblo y como nos habían indicado, un coche nos esperaba para indicarnos el camino. En la sede de la agencia nos ofrecieron un té mientras nos explicaban en que iba a consistir nuestra ruta de 5 horas por el desierto.
Dejamos las mochilas grandes en la casa que usan como centro de operaciones en Rum y cogimos lo básico para pasar una noche en un campamento beduino en mitad del desierto de Lawrence de Arabia.
Antes de nada, un pequeño fragmento escrito por el famoso T.E. Lawrence (Lawerence de Arabia) en su libro “Los Siete Pilares de la Sabiduría”:
“Los riscos terminaban en cúpulas, de un rojo menos ardiente que el resto de la montaña, más bien grises y apagadas. Estas cúpulas dotaban a este irresistible lugar de un acabado arquitectónico bizantino: esta senda procesional superaba cualquier cosa imaginada. Nuestra pequeña caravana se empequeñecía cada vez más y quedaba envuelta en un silencio mortal, temerosa y avergonzada de ostentar su pequeñez en presencia de tan majestuosas montañas”
Nuestro guía beduino se llamaba Ali, y estaba bastante afectado por la noche de juerga que habían pasado en Aqaba, como el mismo reconoció. Por suerte también nos acompañaba Petra, que se porto genial con nosotros, nos contó muchas cosas sobre el desierto el pueblo beduino y su estilo de vida actual. Petra es alemana, pero había estado viviendo en Madrid, así que hablaba algo de español.
Nuestra primera parada fue en el manantial de Lawrence. Para llegar hasta el manantial hay que subir durante 20-30 minutos por una pedrera descompuesta aunque sin posibilidad de pérdida.
Desde arriba tuvimos la primera gran vista del Wadi Rum.
Nuestra primera parada fue en el manantial de Lawrence. Para llegar hasta el manantial hay que subir durante 20-30 minutos por una pedrera descompuesta aunque sin posibilidad de pérdida.
Desde arriba tuvimos la primera gran vista del Wadi Rum.
La segunda parada fue junto a una enorme duna de arena roja en la que pudimos hacer snow con una tabla que llevaban en el jeep y que nadie había estrenado todavía.
Aprovechamos para comer allí mismo el picnic que nos habían preparado. Allí comprobamos que el animal más voraz del desierto es sin duda la mosca…fue muy incomodo comer rodeado de ellas.
Aprovechamos para comer allí mismo el picnic que nos habían preparado. Allí comprobamos que el animal más voraz del desierto es sin duda la mosca…fue muy incomodo comer rodeado de ellas.
Rodamos un rato más por los preciosos paisajes del Wadi Rum hasta llegar a “La casa de Lawrence”, unas pequeñas ruinas sobre las que se alza una roca con magníficas vistas.
Continuamos hasta un gran arco natural de roca, Ali nos invito a subir y la verdad es que dudamos bastante, había que pasar un corto tramo bastante aéreo y con una caída considerable, al final, Petra nos convenció.
[align=justify]Por último estuvimos en otra formación rocosa con un arco, esta vez algo más pequeño, que llevaba hasta un balcón natural sobre el desierto, ya estaba bajando el sol.
Antes de llegar al campamento paramos en una garganta entre las rocas en la que habían crecido arboles, en su interior había tallas en la piedra de animales, pies…
El campamento era sencillo pero estaba muy bien, usamos los sacos que traíamos desde España, aunque podríamos no haberlo hecho.
Una vez cambiados, subimos a la duna que hay justo al lado del campamento para ver uno de los atardeceres que se quedan para siempre en la retina, merece la pena ver el juego de rojos en la arena del desierto, con el sol despareciendo entre las grandes rocas negras de Wadi Rum.
Una vez cambiados, subimos a la duna que hay justo al lado del campamento para ver uno de los atardeceres que se quedan para siempre en la retina, merece la pena ver el juego de rojos en la arena del desierto, con el sol despareciendo entre las grandes rocas negras de Wadi Rum.
Tuvimos la suerte de estar los cuatro solos encima de aquella duna, rodeados por el ensordecer silencio reinante en el desierto. Mágico.
Después de anochecer nos fuimos a la tienda central, donde los chicos del campamento estaban preparando la típica cena beduina a base de arroz, pan frito y cordero con verduras, preparado en un hoyo con brasas cubierto de arena (estilo beduino). Fue una de las mejores cenas del viaje, el pollo estaba riquísimo y el pan frito también, aunque comer sentado en el suelo era un pelín incómodo.
Pasamos un buen rato escuchando a los músicos, charlando con un chico mejicano afincado en Londres, una pareja de canadienses, y Petra, una alemana que había vivido en Madrid y que ahora pasaba sus días trabajando con Attalla en Jordania.
Dormimos de maravilla rodeados de silencio y en total oscuridad…
Por la mañana, tras desayunar, nos subimos a nuestros camellos en dirección a Rum, íbamos los cuatro solos con nuestro guía, y el trayecto duro unas dos horas, era muy temprano así que no hacía demasiado calor.
Dormimos de maravilla rodeados de silencio y en total oscuridad…
Por la mañana, tras desayunar, nos subimos a nuestros camellos en dirección a Rum, íbamos los cuatro solos con nuestro guía, y el trayecto duro unas dos horas, era muy temprano así que no hacía demasiado calor.
La experiencia fue interesante pero el camello no ha conseguido entrar, ni por mucho en la lista de mis medios de transporte favoritos. El balanceo natural que tienen, la altura y las sillas de madera no son muy cómodas para largos paseos…
¡Aún así, merece la pena ver el desierto a lomos de un camello!
Dejamos los camellos junto a la casa de Attalla y cuando fuimos a guardar nuestras mochilas al coche comprobamos que una de las ruedas estaba pinchada ¡hay que ver qué suerte estamos teniendo con los coches!
Se lo dijimos a Attalla y se ofreció a ayudarnos, se lo llevo a un amigo y en 20 minutos estaba de regreso con la rueda hinchada, según nos dijo la habían revisado y no estaba pinchada, solo se había deshinchado.
Saldamos cuentas con Attalla y partimos de nuevo, esta vez hacia la calurosa Aqaba…
¡Aún así, merece la pena ver el desierto a lomos de un camello!
Dejamos los camellos junto a la casa de Attalla y cuando fuimos a guardar nuestras mochilas al coche comprobamos que una de las ruedas estaba pinchada ¡hay que ver qué suerte estamos teniendo con los coches!
Se lo dijimos a Attalla y se ofreció a ayudarnos, se lo llevo a un amigo y en 20 minutos estaba de regreso con la rueda hinchada, según nos dijo la habían revisado y no estaba pinchada, solo se había deshinchado.
Saldamos cuentas con Attalla y partimos de nuevo, esta vez hacia la calurosa Aqaba…