Llegada y el Sur ✏️ Diarios de Viajes de Jordania

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14/3/23

El vuelo sale de Barcelona sobre las 4 de la tarde, así que para este viaje no toca madrugar tanto como habitualmente. Sobre el mediodía salimos de casa y llegamos al aeropuerto con tiempo para comer unos bocadillos traídos de casa antes de embarcar (para evitar el primer sablazo con la comida del aeropuerto).
Dejamos el coche como es costumbre en el aparcamiento de larga estancia y cogemos el shuttle que nos dirige hacia la Terminal 1. Rutinas aparte de control de Seguridad y demás, embarcamos puntuales y nos vamos poniendo en modo vacaciones durante las 4 horas y media que dura el vuelo. Bajamos del avión en el aeropuerto de Amman pasadas las 10 de la noche y empezamos a buscar a nuestro chófer, con el que nos comunicamos mediante whatsapp a través de la wifi del aeropuerto. Cargamos maletas en el coche y en plena oscuridad, salimos hacia Madaba. Por suerte, el coche de Hossam lleva un aparato que nos permite conectarnos a su wifi, para poder tener datos, internet...
La comunicación con Hossam es complicada por su bajo nivel de inglés (aunque suficiente para entendernos, normalmente); pero se compensa con buena voluntad por ambas partes. La carretera no es precisamente una autopista, puesto que alguno de los baches parece sacado de una película apocalíptica, pero finalmente llegamos a Madaba en poco más de media hora. Antes de llegar al hotel, nos detenemos en un Kebab a comprar algo para cenar y una botella de agua para pasar la noche.
Por cierto, los avisos de averías del coche de Hossam están casi todos encendidos, aunque no parece preocuparle en absoluto. A mí el que me preocupa más es el de neumáticos con baja presión, ya veremos como va el tema. Nos despedimos de él cuando nos deja en la Puerta del hotel, quedando para la mañana siguiente, no muy temprano siguiendo los consejos de Hossam, que dice que tenemos tiempo de sobra para lo que hay previsto.
Nos inscribimos en el hotel BLACK IRIS, nos explican dónde está el comedor (en el edificio adjunto) y los horarios de desayuno, y nos dan nuestra habitación, con 3 camas individuales, sin televisor, pero con un tamaño adecuado y un baño amplio.

15/3/23

Una noche de descanso reparador nos lleva a despertarnos en un día gris y lluvioso. Mientras desayunamos, recibo un mensaje de Hossam en que nos dice que llega un poco tarde, puesto que está en el mecánico cambiando una rueda pinchada (lo sabía!). Unos minutos más tarde de la hora acordada, llega y nos disponemos a empezar el verdadero viaje. Cargamos las maletas en el coche y ponemos rumbo al centro de Madaba para ir a la casa de cambio de Alawneh a cambiar euros por JOD y poder pagarle la mitad de lo acordado. El resto acordamos de pagarlo el último día. Sin más demora, ponemos rumbo al sur para llegar al cabo de un rato al Castillo de Karak, situado en una colina y con la entrada rodeada de restaurantes y tiendas de souvenirs (archiqoo.com/ ...castle.php).
Sigue lloviendo y hay bastante niebla, con lo que nos apresuramos a meternos en el interior (la entrada queda incluida en el Jordan Pass), para resguardarnos de la lluvia y el helado viento.

El Castillo es bastante grande, pero está en un estado lamentable de conservación. Los cruzados en su época lo llamaban el Crack de Moab. Hay algunas salas medio derruidas en las que la corriente de aire es poco más que insoportable, y como a causa de la niebla no podemos disfrutar de las vistas de los alrededores, en poco más de una hora, damos por concluida la visita, medio congelados y con la ropa algo mojada.


Hossam nos espera en un restaurante que hay al cruzar la calle, parece que ya se ha instalado allí y nos hace señas para que nos unamos a él para comer, pero nos parece mejor opción el que se encuentra justo al salir del Castillo, y entramos en este, dejando a Hossam saludando al aire y seguramente habiendo perdido alguna comisión.
El restaurante en el que nos hemos metido es minúsculo, apenas caben 10 personas, pero por muy poco dinero comemos aceptablemente. Por suerte, no tenemos muchos miramientos ninguno de los 3 a la hora de escoger dónde comer. Cuando el hambre aprieta...

Volvemos al coche para seguir al sur; próxima parada: Shobak Castle (www.touristjordan.com/ ...ak-castle/). Antes, parada “obligatoria” en la carretera para que Hossam se tome un café mientras nosotros deambulamos por la inmensa tienda de souvenirs, de la que salimos con un par de pañuelos palestinos que nos servirán más adelante para no tragar arena en el desierto. Al salir, vemos como Hossam recoge su comisión por la venta, y seguimos nuestro camino.


Tanto el Castillo de Shobak (incluido en Jordan Pass), como el anterior formaban parte del entramado de fortalezas destinadas a proteger el camino entre Siria y Egipto. Así mismo, fueron constantemente atacados, defendidos, asediados...por los mamelucos, ejército de Saladino, cruzados, templarios... No me extraña que estén hechos polvo...
El Castillo de Shobak es más pequeño que el de Karak, y también me dio la impresión de estar en peor estado si cabe. La subida desde el aparcamiento es muy empinada, y mientras ascendíamos, pudimos ver cómo algunos turistas utilizaban carritos de golf para hacer el recorrido. Como ya he dicho, este Castillo es más pequeño y está en peor estado que el anterior, pero por lo menos ha parado de llover y se ha levantado la niebla, con lo que podemos disfrutar del paisaje que nos rodea, de aridez total, dicho sea de paso. Alguna construcción rudimentaria de piedra en alguna colina que debe servir de refugio para pastores, algún camino sin asfaltar a lo lejos, algún rebaño suelto luchando por conseguir un brote comestible...


Un poco desilusionados con las dos primeras visitas, seguimos rumbo sur y al cabo de poco rato llegamos a Little Petra, dónde Hossam aparca el coche y nos indica el camino a seguir (como si no fuera obvio), y que estemos el rato que queramos, que él nos espera. La entrada es gratuita. En el aparcamiento, aparte de una docena de coches y varios perros sueltos, un par de niños con un rebaño de cabras y alguna tienda rudimentaria de recuerdos. Nos adentramos en el desfiladero y a los pocos metros vemos las primeras cuevas excavadas en la roca, con los pórticos típicos que seguro habéis visto en miles de fotos (universes.art/ ...ttle-petra). El color de la roca nos recuerda mucho al de los parques de Utah y Arizona que tanto nos gustan. Nuestro humor empieza a mejorar coincidiendo con la aparición del sol, que intensifica los colores de la roca en las paredes.

El desfiladero no es muy largo, apenas llegará a medio kilómetro, pero es fácil pasarse horas admirando el paisaje y explorando las diferentes cuevas que vamos hallando, algunas completamente vacías, y otras con restos de haber sido ocupadas recientemente para pasar la noche por alguno de los beduinos que habitan en estas montañas, y que intentan ganarse algún dinero vendiendo baratijas a los turistas. Al final del desfiladero, encontramos una serie de tenderetes a cada lado del camino que forman un pasillo-trampa antes de llegar a un ascenso por unas escaleras talladas en roca, al final de las cuales encontramos más tenderetes e incluso una especie de “bar” en el que un beduino tiene unos sofás y cojines para que la gente descanse, admire el paisaje desde lo alto y disfrute de un té recién hecho. Cuando llegamos está ocupado por un par de jóvenes turistas, pero al cabo de poco se marchan, cediéndonos su lugar.





Aceptamos un té calentito, hecho en un fuego que tiene pinta de estar ardiendo todo el día (con lo difícil que debe ser encontrar leña por aquí). Charlamos un ratito con el beduino y nos convence de que le dejemos pintar los ojos de Ada con Kohl, tinte hecho a base de minerales molidos, usado ampliamente en todo Oriente próximo y Norte de África.
Con infinito cuidado y paciencia, nos deja a la criatura transformada en autóctona, mientras nosotros compartimos sofá con un par de gatos escuálidos (y probablemente llenos de pulgas). Acabada la sesión de maquillaje, le damos unos JOD al beduino en agradecimiento por el té, la pintura y un obsequio que le ha hecho a Ada (el recipiente del Kohl) y nos despedimos de él. Al iniciar el regreso, el pasillo-trampa está colapsado por los integrantes de algún autobús turístico llegado mientras estábamos en la parte de arriba. Unas cuantas fotos más y llegamos de nuevo al aparcamiento, dónde Ester se mira unos pantalones bajo la atenta mirada del beduino de turno (no será la última vez que lo veamos).


Al final no los compra y nos montamos en el coche para recorrer los pocos kilómetros que nos separan de Wadi Musa, la ciudad a las puertas de Petra, una de las maravillas del mundo. Paramos en una pizzería en la calle principal que baja hasta la entrada a Petra, Hossam deja el móvil en una tienda para que se lo reparen mientras cenamos. Al acabar, Hossam recoge el móvil (parece que las tiendas no cierran nunca), y nos disponemos a ir ya a nuestro alojamiento. Las direcciones y GPS no parecen tener demasiado sentido, así que Hossam tiene que establecer contacto telefónico con Mohamed, nuestro anfitrión para las 3 noches siguientes, para poder llevarnos a su casa, situada en la ladera de una colina, en una zona aparentemente residencial que, sin ser lujosa, era bastante más moderna y amplia que lo que íbamos viendo por el camino. Creo que nos hubiera sido imposible llegar conduciendo nosotros ni andando.


Finalmente llegamos y nos instalamos en nuestra habitación: de nuevo con 3 camas individuales, y en la que vamos a tener que poner mantas extra por el frío que hace. En la habitación también tenemos un baño con plato de ducha y retrete. La comunicación con Mohamed es casi imposible y al final tenemos que recorrer al traductor de Google para poder decirle que si nos puede prestar algún calefactor. Entendemos que debido al peligro de incendio no va a ser posible, pero nos ofrece más ropa de cama, que aceptamos encantados. Como no vamos a necesitar los Servicios de Hossam en los días que estamos aquí, él regresa a Amman, prometiendo volver el día acordado para seguir la ruta establecida. Muy amablemente, nos presta el aparato de Wifi portátil del coche, para que no quedemos sin cobertura, y podamos conectarnos para llamar a Mohammed o a los taxis que usaremos.

16/3/23

Nos levantamos pronto, puesto que tenemos la que seguramente es la visita más importante para cualquiera que visite Jordania: Petra. Tras la ducha de rigor y habiendo entrado un poco en calor, nos disponemos a saborear el desayuno que nos ha preparado la chica al cargo de la cocina en casa de Mohammed; una chica etíope que no habla ni inglés y con la que es imposible tener un mínimo de charla, así que vamos comiendo las delicias que nos ha preparado mientras preparamos un poco el día y nos ponemos al corriente con las redes sociales, aprovechando el wifi. El desayuno consiste en pan de pita, verduras, huevos duros, salsa de yogur, café, frutas... Muy completo, la verdad. Nos ayuda a tomar fuerzas para lo que va a ser sin duda el mejor día en Jordania.


Como en principio no teníamos que usar los Servicios de Hossam, ha aprovechado para regresar a Amman, prometiendo recogernos para la siguiente etapa en nuestro viaje. Él mismo contacto ayer noche con un taxi local que nos recoge en casa de Mohammed y nos deja en la Puerta del centro de visitantes de Petra, dándonos su número para que le contactemos a la hora que queramos para regresar. La plaza enfrente del centro de visitantes, obviamente está a reventar de taxis, autobuses y sus correspondientes hordas de turistas.


En primer lugar entramos al museo, pero la verdad es que apenas contiene nada interesante, aparte de unas cuantas fotos antiguas y grabados que relatan un poco el pasado de Petra. Después del museo, evidentemente hay que pasar por una zona de tiendas de souvenirs antes de emprender el camino hacia el desfiladero. Compramos las entradas para el espectáculo nocturno llamado “Petra by night”, que tendrá lugar hoy mismo al anochecer, y empezamos el paseo que nos llevará a la entrada de “El Siq”, nombre árabe para el cañón de 1.5 kms que precede a la entrada al “Tesoro de Petra”. No hace falta comentar que este desfiladero se hizo popular en una de las películas de Indiana Jones, aunque probablemente por aquél entonces no estaba tan lleno de gente. Al principio se puede avanzar admirando las altísimas paredes de este cañón, pero a medida que te acercas al final, tienes que ir esquivando gente que va, gente que viene, beduinos que se ofrecen como guías, coches eléctricos para gente a la que no le gusta andar, carruajes... Un auténtico caos.




Para no ser menos que cualquier otro turista, a los pocos metros de la apertura a la plaza del Tesoro, nos aborda un beduino muy simpático ofreciéndonos sus servicios como guía. De momento no nos interesa, pero le prometemos que después le buscaremos para que nos lleve a sus “sitios secretos”. Cuando parece que nos hemos librado de beduinos varios, nos disponemos a entrar en la plaza del Tesoro. Poco antes de llegar, ya nos quedamos boquiabiertos de vislumbrar levemente lo que nos espera más adelante. El cañón está en la sombra, pero la plaza se encuentra a pleno sol, así que la imagen es brutal: qué maravilla... Si no fuera por los centenares de turistas, camellos y beduinos dando voces y corriendo arriba y abajo para sacar la mejor foto. Cómo todos los demás, sacamos muchas fotos, hacemos muchas poses y somos abordados por otros beduinos que nos prometen vistas mejores desde las alturas. Cómo hemos perdido de vista al chico con el que nos habíamos apalabrado, aceptamos (no sin regatear), la nueva oferta y el Chico nos conduce al principio de una pequeña ascensión por la roca que nos ofrece unas vistas desde una terraza natural bastante mejores, aunque el sitio y el camino también están abarrotados. Para nuestra sorpresa, una vez hemos pagado al beduino, nos deja al principio y se va a captar más víctimas: parece ser que la visita no es con acompañante...
En la terraza, hay cola de gente esperando para sacar la foto, y los beduinos ofrecen té a los que esperan, aunque parece que no a todos. Nosotros estamos entre los afortunados y aceptamos encantados de compartir un rato con ellos mientras esperamos. Nos sentamos en la roca desnuda junto a la improvisada “cocina” dónde calientan el té durante todo el día y empezamos a charlar con uno de ellos, llamado Awad, que dice recordarnos de ayer en Little Petra. Habla un perfecto inglés y es fácil comunicarse con él. Quedamos para que nos guíe mañana por el camino que va desde Little Petra hasta el Monasterio (en Petra), pasando por los acantilados de la parte posterior.
Al cabo de unos minutos se acerca el beduino con el que nos comprometimos en el cañón, un poco enfadado porque hemos faltado a nuestra palabra. Se sienta con nosotros, y también en un buen inglés, se presenta como Haroun y nos ofrece una nueva excursión a un sitio aún más elevado y que llega mucho más allá del Tesoro. Tras negociar el precio con él y sacarnos las fotos de rigor en la terraza, nos disponemos a una nueva aventura.



Antes de emprender el nuevo ascenso, nos tomamos un tentempié en el chiringuito montado frente al Tesoro, que consiste en unas cuantas mesas desparramadas y una minúscula cocina en la que sirven algunos bocadillos, snacks y refrescos. Haroun nos acompaña todo el rato y se muestra extremadamente simpático y atento con todos nosotros. Al acabar de comer, emprendemos el ascenso por un lateral de la plaza del Tesoro, a medio camino entre escalada libre y un paseo por la montaña. Tras un buen rato subiendo, esquivando rocas y yendo a lado y lado, al final llegamos a una improvisada tienda con unos cuantos cojines, una “cocina” y algo de sombra, situada en otra terraza natural que queda varios metros por encima de la parte más alta del Tesoro, con lo que las vistas son inmejorables, aunque hay que tener mucho cuidado y sobre todo no tener vértigo (Ada sufre bastante en lugares elevados, pero logró comportarse como una campeona). El sitio está transitado, puesto que bastantes turistas aceptan la invitación y el movimiento de gente es continuo, aunque sin llegar a ser agobiante.
Hacemos montones de fotos, tomamos más té y nos relajamos con las vistas y la compañía de Haroun y su colega Ibrahim, al que todos llaman Laha. Va pasando el rato, pero estamos tan relajados y a gusto que no nos importa, aunque si tenemos que hacer el resto de la excursión, tal vez deberíamos ponernos en marcha. Haroun nos dice que tenemos tiempo de sobra, y se lo coge con calma. El flujo de gente va disminuyendo a medida que pasa el rato, y le insistimos a Haroun que deberíamos partir, pues queremos ver el espectáculo “Petra by night”, para lo que debemos salir del recinto, cenar y volver a entrar. En este momento, Haroun nos hace una nueva oferta, consistente en quedarnos a cenar con él y Laha en la tienda, y podremos ver el espectáculo desde las alturas, cuando regresemos de la excursión prometida. Tras las deliberaciones y aunque temiendo por tener que bajar a oscuras por el camino que hemos subido, aceptamos la oferta. Al cabo de unos minutos, cuando ya hace un buen rato que no suben turistas, Haroun nos dice que nos pongamos en marcha para ir a ver el sitio de Sacrificios, desde donde veremos la puesta de sol y una panorámica del valle de Petra.



El camino para llegar allí aún es más complicado que el anterior y bastante largo: no nos cruzamos absolutamente con nadie en todo el camino, hasta llegar al Lugar de Sacrificios. Aquí hay gente, pero de ninguna manera es una multitud, apenas docena y media de turistas. Otro chiringuito montado aquí en el que venden souvenirs y zumos de fruta, con el beduino encargado que es el vivo retrato del Capitán Jack Sparrow. Nos ofrece unos zumos y unas chocolatinas sin querer cobrarnos nada, y nos sentamos todos a observar las vistas del valle desde las alturas en silencio. La puesta de sol es algo de otro mundo en este lugar, y nos divertimos con nuestros nuevos amigos, sacándoles fotos que después les mandaremos.




Tras la puesta de sol y con apenas nada de luz natural, nos ponemos en marcha para regresar a la tienda de Laha, a la que llevamos sanos y salvos (parece un milagro), bajo una absoluta oscuridad. La temperatura ha bajado bastante, pero por suerte llevamos abrigo y podemos sentarnos cerca del fuego en el que Laha está cocinando el plató típico de la zona: Arroz con cordero hervido y pan de pita. Todo exquisitamente servido con las manos y comido sin platos, cubiertos ni servilletas (escrupulosos abstenerse).
De vez en cuando nos asomamos al abismo bajo nosotros para ver cómo se va llenando de gente la plaza del Tesoro y cómo adornan todo con miles de velas que le dan aún más encanto al lugar. Desde el chiringuito en que nos encontramos tan a gusto, apenas hacemos caso al espectáculo, aunque escuchamos música y aplausos. Sinceramente, creo que no vale la pena pagar la entrada extra para ver este espectáculo: es mucho mejor hacer lo que nosotros, pasando un día genial con los beduinos y poder ver el espectáculo desde arriba.
Cuando el “Petra by night” llega a su fin y la gente empieza a desfilar, le pedimos a Haroun y Laha que nos acompañen hasta abajo para poder regresar a casa de Mohammed. A pesar de su reticencia a que les pagáramos nada más de lo acordado inicialmente por la excursión, creemos que el trato y la cena bien valen que les paguemos un extra, y así lo hacemos.


El descenso es peligroso y en la más absoluta oscuridad, pero nos indican perfectamente dónde poner manos y pies en cada momento, y nos alumbran con la linterna portátil que colgaba del techo del chiringuito. Llegamos a la plaza, sacamos unas cuantas fotos más y nos despedimos de Haroun, no sin antes haber intercambiado números de teléfono y cuentas de Instagram.
El camino por El Siq de regreso se hace pesado, puesto que llevamos unos cuantos kilómetros en las piernas (y no precisamente de paseo), pero no vamos solos, sino que por todo el camino vamos acompañados de rezagados visitantes que han presenciado Petra by night.
Al llegar al centro de visitantes, enviamos un mensaje al taxista para que nos regrese a casa de Mohammed, y al cabo de pocos minutos estamos ya montados en el taxi, subiendo las colinas de la Ciudad de Wadi Musa. La habitación está congelada, pero estamos tan cansados que nos echamos las mantas extra encima y quedamos dormidos en pocos minutos.



17/3/23

Ya descansados del ajetreo de ayer, reponemos fuerzas de nuevo con el desayuno preparado en casa de Mohammed, dispuestos a acabar de ver Petra, pero entrando esta vez por “la Puerta de atrás”. Como os comentaba, quedamos con Awad en la entrada de Little Petra para que nos acompañe por el camino que va por las montañas y valles de la parte trasera de Petra, llegando a la parte superior: el Monasterio.
El mismo taxista que nos llevo ayer nos recoge en casa de Mohammed y nos conduce hasta la entrada de Little Petra, dónde vemos ya a Awad esperándonos. Nos pide que compremos los tiquets del transporte que nos lleva en la parte trasera de un camión a menos de una docena de personas durante unos pocos kilómetros por caminos de tierra, entre baches y rebaños de cabras, hasta llegar a un pequeño aparcamiento en el que bajamos y el camión emprende el regreso. Nosotros empezamos a caminar, charlando con Awad y disfrutando de este camino alternativo, que por cierto está lleno de escaleras. El ascenso es gradual, pero alternando con tramos llanos en los que de vez en cuando encontramos algún tenderete en el que nos intentan vender algún que otro souvenir o botellas de agua.


Por suerte, el camino no es muy largo y queda bastante a la sombra de las colinas a esta hora de la mañana. En poco más de hora y media, llegamos a la entrada de Petra por el Monasterio, que es lo primero que vemos al llegar al punto más alto del camino: desde aquí hasta el Tesoro no hay más subida, más bien al contrario. Aún así, nos entretenemos un rato en el Monasterio y alrededores para sacar unas fotos. Justo enfrente del templo, hay un pequeño restaurante con terraza para servir algo que comer y refrescos a los turistas que, sin importar por qué camino hayan llegado hasta allí, seguro que están cansados y sedientos.
Charlamos un rato con Awad y nos movemos por los alrededores del Monasterio buscando distintos puntos para sacar fotos, hasta que llega la hora de emprender el descenso, descubriendo sitios de Petra en los que obviamente no habíamos estado aún, puesto que ayer no nos movimos de la zona del Tesoro. El primer tramo de descenso es casi enteramente por unas escaleras estrechas en las que hay tiendas de souvenirs a ambos lados. Escaleras que se comparten entre turistas que suben, turistas que bajan, beduinos que venden, y turistas que prefieren arriesgarse a subir (o bajar) montados a lomos de burros. Un autentico caos... Acabadas las escaleras, hay un camino lateral que lleva hasta el Templo del León, antes de llegar al Valle.



A medio camino, paramos a comer en uno de los pocos restaurantes dentro de Petra, que por cierto, está abarrotado, cómo no. Logramos acceder a una de las mesas en la terraza, y comemos los 4 un correcto menú con refrescos, contemplando cantidad de gente cómo si estuviéramos en las Ramblas de Barcelona. Pagamos la cuenta de los 4, y le pagamos a Awad, puesto que aquí se separan nuestros caminos, él vuelve a Little Petra y nosotros seguimos hacia el Tesoro, siguiendo valle abajo, parando en diversas ruinas, unas excavadas en la roca y otras erigidas a lado y lado del camino (el Gran Templo, la Iglesia Bizantina, las Tumbas Reales, el Teatro...). No pueden faltar las tiendas de souvenirs, los camellos arriba y abajo y las hordas de turistas.
A media tarde estamos realmente cansados (la paliza de ayer y la no menos paliza de hoy pasan factura), pero finalmente hemos llegado casi al Tesoro, deteniéndonos justo antes a tomar un refresco en otro de los chiringuitos con terraza. El sol empieza ya a esconderse tras las montañas y el aire es fresco, así que acabamos de llegar a la plaza del Tesoro, a ver si encontramos a Haroun para saludarlo y despedirnos de él, puesto que mañana dejamos la zona. No logramos dar con él, a pesar de preguntar a varios beduinos si saben dónde podemos encontrarle, así que un poco decepcionados, emprendemos el camino de regreso por el Siq, hasta llegar a la entrada principal de Petra, ya con el sol bajísimo.

Llamamos al taxi que nos lleva a casa de Mohammed, que nos tiene preparada una sorpresa: nos lleva a un punto a las afueras de la Ciudad a ver la puesta de sol. Allí nos esperan unos amigos suyos que han preparado té (por suerte, puesto que el aire es extremadamente frío). Al llegar a su casa de nuevo, nos tienen a punto una cena tradicional en su nuevo comedor con vistas a la Ciudad. La verdad es que la cantidad de comida preparada es exagerada, pero está todo delicioso. Cuando estamos llenos a más no poder, aún podrían comer 12 o 13 personas más de lo que ha sobrado. Nos tumbamos un rato a intentar charlar con Mohammed, pero se hace muy difícil por la falta de un idioma común en que comunicarnos, así que nos limitamos a mirar fotos del otro en Facebook...
Al cabo de poco, le damos las gracias, le pagamos lo que falta (la cena no estaba incluida) y nos retiramos a dormir. Mañana por la mañana, tiene que venir Hossam a recogernos para llevarnos a Wadi Rum.

18/3/23

A la mañana siguiente y con todo a punto para nuestra noche en el desierto, desayunamos una vez más en casa de Mohammed, y nos despedimos de la chica etíope que nos ha preparado los desayunos, de Mohammed y de sus hijos, que deambulan incesantemente por la casa.
Hossam nos espera ya con el motor en marcha para recorrer los 100 kms que nos separan del desierto de Wadi Rum. Por el camino, como no, paramos en una tienda-café a ver si Hossam logra unos JOD extra de comisiones por compra, pero no caemos más en la trampa, y nos limitamos a observar las vistas del valle de Petra desde la lejanía. La ruta entre Wadi Musa (Petra) y Wadi Rum es bastante aburrida, y la hora y pico de trayecto se nos hace eterna. Finalmente llegamos al Village, dónde se entregan los permisos, abarrotada de autobuses y vehículos privados varios. Hossam se encarga de la gestión del pago y permisos para pernoctar en el desierto, y acaba de acercarnos hasta el punto de encuentro del campamento en el que pasaremos la noche. Allí se encuentra el chófer de la camioneta que nos llevará en la excursión de hoy, durante todo el día en el desierto. Vamos a ir acompañados de una pareja joven italiana, que ya hace rato que esperan. El punto de encuentro también coincide con la primera visita a realizar, Lawrence Spring, una fuente natural de agua que se encuentra en una ladera. Al llegar tarde, no podemos subir a verla de cerca, puesto que debemos partir en seguida para seguir con el tour. Con los 5 pasajeros montados en la parte descubierta trasera de la PickUp, cubiertos con pañuelos para el sol y para la arena, nos ponemos en marcha por las naranjas arenas de Wadi Rum.

El paisaje es extraterrestre, si no fuera por el tránsito de furgonetas por todas partes. No en vano, este escenario ha servido para filmar numerosas películas localizadas en Marte u otros planetas fuera del sistema solar. La siguiente parada es para subir a lo alto de una gigantesca duna de finísima arena de color anaranjado intenso. La labor de alcanzar la cima es muy ardua, y la alcanzamos agotados y por supuesto con el Calzado lleno de arena. Se puede ir descalzo, en esta época del año la arena no quema, pero se pega mucho a la piel y es muy difícil conseguir eliminarla toda. Las vistas alrededor de la duna merecen mucho el esfuerzo, aunque el tiempo disponible es más bien escaso. Las siguientes paradas en el tour son:

• Khazali Canyon, completamente abarrotado de gente y con varios charcos de agua a sortear. En este cañón se encuentran varios petroglifos de los antiguos moradores del desierto. Debido a la aglomeración de gente y al riesgo de quedar con los pies mojados, no llegamos hasta el fondo del cañón, y nos limitamos a la primera mitad.
• Red Arch, un arco de arenisca al que se puede acceder a su parte superior, y que nos hace recordar con añoranza nuestro admirado Arches NP, en Utah.
Tras estas visitas, el guía busca un rincón apropiado en el que no moleste demasiado el viento (muy intenso durante toda la mañana), para montar el improvisado picnic, y ponerse a cocinar un par de sencillos platos con un hornillo de gas. El menú consiste en el habitual pan de pita con estofado de verduras, atún, hummus... Nada del otro mundo, pero el entorno compensa la falta de originalidad. Tras recoger todos los restos de nuestra presencia, seguimos con el tour:
• Lawrence’s House, ruinas de la casa de piedra en la que vivió Lawrence (de Arabia) durante su estancia en Jordania.
• Mushroom Rock, roca gigantesca que el viento y la arena han moldeado como una seta enorme.
• Abu Khushaiba Canyon. El chófer nos deja en un lado de este cañón que se atraviesa andando (y escalando en alguna ocasión), para salir al otro lado, dónde nos espera la furgoneta.
• Um Fruth Arch. Otro arco formado por la erosión del viento y la arena. Aquí las colas para acceder a la parte superior del arco son muy largas y el camino de acceso arriba nada fácil, aunque millares de personas accediendo a él han formado una especie de escalones en la arenisca.




Tras un día lleno de viento y arena, finalmente llegamos al campamento, en el que nos asignan una tienda con 3 camas individuales y cuarto de baño privado. Nos muestran el comedor comunitario en el que se servirá la cena una vez haya anochecido, y nos dejan un rato a nuestro antojo para poder disfrutar de una de las mejores puestas de sol que he visto nunca, en pleno desierto y con las siluetas de las montañas de Wadi Rum a contraluz. En el desierto, cuando se esconde el sol, las temperaturas bajan rápidamente, y volvemos a la tienda a entrar un poco en calor hasta la hora de la cena.
Una vez todo el mundo ha cogido mesa, nos presentan el buffet libre de unos pocos platos, y nos invitan a ver cómo se desentierra el plato principal de la noche, cocinado a la brasa, enterrado en la arena del desierto.
Después de cenar, y en completa oscuridad, sería una oportunidad perfecta para observar la Vía Láctea, pero el helado viento que no cesa hace que nos queramos meter pronto en la cama. Mañana, tras el desayuno, tenemos una pequeña excursión en camello antes de partir rumbo al Norte.

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