![]() ![]() Jordania al runrún de los Toyotas Coasters ✏️ Blogs de Jordania
En este diario narro mi viaje por tierras jordanas utilizando en la medida de lo posible el transporte público. Dejando algunos itinerarios, precios y datos que pueden tener(creo) alguna utilidad para otros futuros viajeros.Autor: Agus1973 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (8 Votos) Índice del Diario: Jordania al runrún de los Toyotas Coasters
01: ENTRANTE JORDANO
02: PLANEAMMÁN
03: LAS MARAVILLAS DE AMMÁN
04: LA MÁGICA VARA DE MOISES (MUSA)
05: EN LAS INEXPUGNABLES RUINAS ROQUEÑAS DE LA PETRA NABATEA
06: LOS DEVENIRES AZOROSOS DE UN MAGNÍFICO DÍA EN PETRA
07: EN EL PLANETA ROJO, AQUÍ, EN LA TIERRA
08: AKABA NO ES CIUDAD PARA TALASOFOBOS
09: TRAS LAS HUELLAS DE LAS CRUZADAS EN ORIENTE PRÓXIMO
10: LA “PSICOFONÍA” DE LAS INMEMORIALES CATACUMBAS DE MADABA
11: JERASH, EN EL EPICENTRO DE LA LOCURA
12: INTENTO FALLIDO DE VISITAR LA ESTACIÓN DE TREN DE AMMÁN
13: AS-SALT, THE BEST BEAUTIFUL TOWN
14: ESA ENORME EXTENSIÓN LACUSTRE MAL LLAMADA MAR MUERTO
15: LA COLECCIÓN DE SU MAJESTAD
16: UN EXTRAÑO DÍA PARA DESPEDIRSE DE JORDANIA
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Un inusual tórrido día, en las postrimerías de otoño, después de mirar durante varias semanas posibles destinos, me decidí por adquirir un billete electrónico para Ammán con la nueva ruta directa que se estrenaría con la compañía Vueling, desde Barcelona, en unas semanas. Normalmente no solían bajar de los 300 euros en su página, ida y vuelta; sin embargo, aquel día apareció una oferta irresistible por 153 euros y, además, podría facturar una maleta que no superase los 20 kl. Así que no mareé más la perdiz y lo compré sin tener más conocimientos del país que la tal Petra, bueno, no voy a ser tan exagerado, también el Mar Muerto y Wadi Rum me sonaban bastante. Sí, la Petra de Indiana Jones, el grial, su tesoro; o el tesoro de los Beduinos, que agujerearon a balazos la famosa fachada en la piedra de la ciudad rosada esperando conseguir que una cascada de piedras preciosas inundara sus cuerpos a pie de monumento. Sin embargo, estos, otros y, por supuestos, los romanos eran tan solo invitados ilustres de los verdaderos protagonistas de esta historia, quienes construyeron una inmortal ciudad en un lugar inconcebible para la mayoría de seres humanos, que perviviría a sus creadores para la jocundidad de los hombres del futuro: Los Nabateos. Y como no podía dejar todo a la ventura y a la protección de los dioses nabateos ni tan siquiera implorar su clemencia ante los betilos de Petra cuando ya hacía tiempo que se habían jubilado, volví a recurrir a la protección pragmática de una aseguradora, volviendo a confiar en IATI (66,25 euros). Jordania era una fuente inagotable de información donde los herederos del nuevo mundo virtual que habían visitado aquel pequeño país, muchos de ellos, habían dejado sus huellas y pistas para que el recorrido fuera más sencillo; en aquel nuevo mundo conocido como Internet. ¡Y qué agradecido uno debe de estar de ello! Solo había que rastrear en Los Viajeros para entender que este no era un país insólito para el turismo. Un alud de datos que alteraban el orden natural de las cosas. ¿Por dónde empezaba? Me sentía abrumado, como aquel niño agasajado por decenas de regalos en el día de los Reyes y no sabía con cuál jugar. ¡Céntrate, cálmate! Me repetía en los primeros minutos de navegación. Y me venía al rescate el estribillo de Luis Fonsi con su archiconocida canción: Despacito... Al final, más calmado e informado con el paso de los días y haber adquirido información relevante, después de vencidos todos los días de actividad laboral, empezaba, por fin, el periodo más dichoso para un trabajador: las vacaciones. Y por fin se acababa el entrante jordano. ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() Etapas 1 a 3, total 16
Martes, 17 de enero de 2023
Escuché a la azafata de tierra decirle al conductor de la jardinera que acababa de acceder el último pasajero de los cuarenta y cinco que subirían a bordo para realizar el trayecto desde Barcelona a Ammán. Y siendo tan pocos, un extranjero se encaró indignado con una azafata porque no quería ponerse la mascarilla de uso obligatorio en los transportes públicos españoles hasta el día 8 de febrero de 2023. El comandante había pedido la presencia de una patrulla de la Guardia Civil. Resolviéndose antes de que aparecieran con el viraje, en el último momento, del pasajero, que acepto por temor a quedarse en tierra. Por primera vez en mi vida me colocaron en la hilera de asientos colocados al lado de las puertas de emergencias. Solo faltaba que siendo tan pocos tocaran utilizarlas, viendo cómo se estaban desarrollando los preámbulos antes de airear nuestra aeronave. Sin embargo, ni las meigas aparecieron, aunque haya una expresión que diga que haberlas, las hay, ni aconteció nada de reseñar en el vuelo. Fue un viaje muy tranquilo y cómodo, donde tenía los tres asientos para estirarme a placer. A la hora establecida (22:10h) aterrábamos en el flamante y nuevo Aeropuerto internacional de la Reina Alia, ubicado a 32km del sur de Ammán y 22 km de Madaba (la ciudad de los mosaicos), cuya arquitectura era un guiño a las jaimas beduinas. Su techo de cuadriculas abombadas recordaban claramente a esas carpas. La tramitación del visado con el Jordán Pas adquirido por internet resultó un mero trámite burocrático (Jordán Explorer 104,76 euros, incluía dos días consecutivos para visitar Petra y la VISA turística, además de 40 atracciones más, entre ellas, los restos arqueológicos de Jerash). Antes de estampar el sello en mi pasaporte cambié cien euros a perjuicio de saber que el cambio era abusivo, pero necesitaba el dinero para pagar el taxi y el hotel, pues la costumbre era pagar casi siempre por adelantado los alojamientos y los establecimientos de categorías inferiores no solían utilizar datafonos. En la sala de llegadas estaban ubicados los brillantes y negros mostradores de las principales operadoras telefónicas del país. Justo al salir de la sala de recogida de equipajes, más arrinconados, pero visibles, las oficinas de vehículos de alquiler. Compré una tarjeta de prepago con la compañía Zain, la más recomendada en foros, por 29J para un mes, abono que realicé con mi tarjeta Visa. Menos mal, que perdí unos diez minutos en el hall de Llegadas y eso me ahorro tener que volver al aeropuerto con los nervios a flor de piel, me había dejado el pasaporte en el mostrador de Zain. El amable chico me lo acercó cuando todavía seguía feliz en los mundos de yupi sin haberme percatado de mi descuido. Aunque había barajado la posibilidad de ir con el autobús de línea y luego coger un taxi para llegar a mi hotel, al final, por las horas que eran deseché la idea y me rasqué el bolsillo para coger un taxi a Ammán por 22, 50 J. ![]() Los precios prefijados, a Ammán y otros destinos del país, estaban establecidos en un cartel de la oficina exterior de taxis, a unos metros estaba la caseta de la de la compañía de autobús Sariyah Shuttle que tenía varias paradas, pero ninguna en el centro, acabando su trayecto en la estación del norte, ubicado a seis kilómetros del centro (Jebel Ammán). ![]() A medianoche accedía a las calzadas casi desocupadas de motores de combustión y aceras con pocos transeúntes del extrarradio de la capital, pocos se movían en coche en aquellas horas, ni tan siquiera el centro era una eclosión de vida a pesar que no estaba del todo adormecida. El taxista ascendió por una ladera del centro para dar más rodeo, porque le dio la gana, no hacía falta, un conato de estafa, forzando una simpatía que rayaba lo ridículo, quien acabo pidiendo 27 J por la carrera, alegando que había tenido que recorrer varios kilómetros más, no obstante, sin tráfico y con el navegador de Google Map resultó más absurdo. Poco convincente solo tuve que ponerme algo serio para que reculara como un perrito ante un león. Al final, le di una propina que no se merecía, acabe apiadándome de su precaria actuación. El Hotel Hamourah estaba ubicado en una calle con una acusada pendiente que moría cerca del teatro romano. Su fachada se constituía por deprimentes paneles de cristales de varias medidas. Accedí a su interior, el conserje, un hombre mayor, me pidió mi pasaporte: ¡Uff! Afortunadamente no me fui sin mi documento del aeropuerto, pues me hubiera tocado hacer dos viajes más, subiendo la broma a unos 60J en taxis. La habitación sencilla y con aire acondicionado hubiera aprobado si no fuera por la ventanita del aseo que se quedaba la hoja abierta, sin poderse cerrar ni ajustar. Pagué 26,5J por dos noches. ![]() ![]() Con las tripas removiéndose con punzadas hirientes descendí a la calle Hashemi, otrora un río, flanqueada por el lado contrario de los restos romanos y por el lado que me encontraba de bares con no muy buena reputación, según Lonely Planet, donde sacié en uno de ellos mi apetito con una pizza Shawarma que en sus ingredientes incluía algo de carne. No entendieron la palabra: “vegetable”. Por unos 5J. Y mientras volvía al hotel miré fijamente al imponente teatro, incrustado en la ladera, que desprendía una atmosfera mágica e ilusoria con los halos de luz de las farolas iluminándolo exiguamente ante mi primer contacto visual. En tales circunstancias de ensoñación cruzo por mi lado, a paso ligero, un joven español que había viajado en el mismo avión, con su inseparable sombrero de cowboy y el móvil pegado en la oreja hablando de sus primeras impresiones en Jordania. Ya no volvieron a cruzarse nuestros caminos más. Y me deslicé y enrollé como una serpiente entre las sabanas de mi cama para entrar en calor, la noche era fría, y aunque había climatizador nunca me gustó utilizarlo cuando duermo, quedándome dormido casi al instante, aletargado en la ciudad que se fundó entre siete colinas, como Roma; una ciudad que recuperó su esplendor olvidado por generaciones gracias a que fue la candidata triunfadora para erigirse en la capital del nuevo estado en 1946. Etapas 1 a 3, total 16
![]() LAS MARAVILLAS DE AMMÁNMi primer día en la capital ammaní donde visité a pie los monumentos más relevantes de la ciudad.
Miércoles, 18 de enero de 2023
Me proponía a realizar, en aquel primer amanecer frío, el circuito a pie propuesto por la guía Lonely Planet, asignándole el título en el reglón correspondiente de este capítulo: ¨Las Maravillas de Ammán”. No superaba los diez kilómetros. La ciudadela se situaba en la loma de la colina más alta de la capital, Jebel al-Qala´a, y mi alojamiento estaba en su falda, en la vertiente al otro lado del teatro romano. Así que no tenía más remedio que enfilar la pendiente. Por la mitad, paré en el mirador con una marquesina de madera para tener una perspectiva más amplia de la estructura bilenaria, desde aquel lugar, ciertamente, lucía mucho mejor sus encantos. Desde allí, podía seguir la calle sinuosa o acortar por unas escaleras que rozaban la verticalidad, opte por la primera. ¿Frio? Si lo hacía, cuando llegué a la Ciudadela mi cuerpo ya me pedía desprenderme de alguna capa protectora. Asimismo, el día soleado presagiaba una jornada de temperaturas agradables, excelentes para pasear. Con una buena panorámica de la ciudad, sonreí con mi ocurrencia: “las fachadas necesitaban urgentemente a un dentista para sacarles el sarro”. Todas las fachadas tenían los mismos colores “enfermizos” con diferentes tonalidades, de cumplimiento obligatorio, no podían tener otros colores. Excepto, el pequeño skyline, que intentaba, con poco éxito de momento, recrear la espectacularidad y pomposidad de otras ciudades árabes con un barrio de rascacielos. ![]() El acceso al recinto estaba incluido con el Jordán Pas. En una amalgama de civilizaciones, destacaba el templo romano dedicado a Hércules, con imponentes columnas y capiteles supervivientes al tiempo atestiguaban su pasado glorioso, y la mezquita Omeya, con sus laberínticas estancias y la cúpula que, como rezaba un cartel en su interior, fue reconstruida con la colaboración de un equipo de arqueólogos españoles. Y en un jardín, enfrente del pequeño museo, casi imperceptible, reposaba una mano empuñada y desmembrada que una vez perteneció a una inmensa estatua del dios romano. En la pequeña explanada de la salida, del grupo de taxistas que charlaban apaciblemente se me acercaron varios para ofrecer sus servicios, nunca hostigaban, tan solo, educadamente, se ofrecían aceptando con la misma consideración la negativa como si hubiera sido una respuesta afirmativa. Eso no significaba que algunos intentaran cobrarte de más cuando requerías de ellos, ya se sabe en la viña del señor hay de todo. ![]() ![]() ![]() ![]() La entrada del teatro la presidía una plaza rectangular, con el nombre de la dinastía árabe que reina actualmente en Jordania, en uno de sus lados, se encontraba, insignificante ante la magnificencia del primero, el pequeño teatro de Odeón con un aforo de 500 personas, aunque me pareció una exageración al verlo desde el espacio donde en una época lejana actuaban los actores, pero si varias fuentes lo corroboran debió ser cierto. ¿Quién soy yo para contradecir a expertos? Luego, entré al gran teatro, bien conservado, pero no a los niveles del de Mérida. No había mucha gente. En los laterales abovedados y espaciosos aprovecharon para construir dos pequeños museos de temática ajena a la época romana: curiosidades de la vida tradicional de los beduinos (Museo Folclórico y Museo de tradiciones populares). No lo consideré el lugar más propicio, crear un baturrillo de historia. ![]() La foto de arriba no corresponde con el título. Es el Odeón. Dirigí, después de visitar el teatro, mis pasos a Nymphaeum (Ninfeo) ,remontando un pequeño tramo lo que un tiempo atrás fue el lecho de un río y ahora era una avenida amplia y concurrida de vehículos en ese momento del día. Según las crónicas, la principal fuente pública de Philadelfia, el nombre con el cual se conoció en el periodo griego y romano la actual Ammán. Continuaba cerrado al público, aun así, se podía tener una buenísima perspectiva de los restos de la fontana. Aledaño a esos restos arqueológicos se encontraba el zoco de verduras y frutas, donde me sumergí entre comerciantes y el bullicio que generaban los potenciales consumidores, entre callejuelas estrechas y otras más amplias, sucesivamente, entré al del pescado y, más adelante, a otra sección u otro gremio... No tenía el glamur de otros zocos musulmanes, pero tampoco te atosigaban los vendedores. Eran calles ordinarias sin techos abovedados ni arcos ojivales ni tan siquiera techadas. Más tarde, en los alrededores, me encontré con la fachada polvorienta de la mezquita Al-Hussein, deslucida por las reformas que se estaban realizando en su patio central y la runa, maquinaria y vallas de la obra en su plazoleta exterior. Me atreví a mirar por una puerta lateral que quedaba libre de todo aquel material de construcción y un musulmán me invito a acceder. Al final del pasillo protegido por plásticos de protección estaba la sala de rezo, que tampoco se libraba de la suciedad y el ruido. Obviamente, no me lleve una buena impresión, porque estuve en el momento menos justo para realizar una visita. Más adelante, me encontré con un cajero de Arab Bank, pensando en lo que había leído en un foro que no cobraban comisión con la tarjeta de prepago BNEXT, me llevé una sorpresa cuando me advertía que, si quería retirar 300J me cobrarían 4J de comisión. Con resignación, saqué el dinero. Según otros, el Bank Kuwait no cobraba, pero ya no llegué a probarlo, ya no volví a sacar dinero de un cajero, con los euros que llevaba en efectivo y algún pago con tarjeta me acabé apañando. A pesar de que al mediodía el termómetro registraba 15º el sol tenía un empuje mayor que en España, nadie diría que la temperatura era tan baja, la sensación era de 10º más. Solo en las umbrosas áreas volvía a recobrar el equilibrio la temperatura real con la percepción personal. Y entre esas sensaciones térmicas me movía por las calles de la capital buscando un establecimiento para comer. El reloj marcaba las cuatro de la tarde cuando entré al restaurante Hashem, ubicado en una de las calles con más comercios y concurridas del centro, King Faisal, y que era celebre entre los locales y los turistas, y mucha culpa de la fama entre la comunidad extranjera la debía tener la recomendación de Lonely Planet. Comí el humus con delectación; si no era el más rico, uno de lo más deliciosos que he probado en mi vida, acompañado de falafel, una ensalada árabe y un té. No llego a los 2J. Como todas las mesas estaban ocupadas me sentaron con un simpático jordano, en su misma mesa. Y, en un momento dado, vimos a un fotógrafo de un periódico local haciendo fotos para un reportaje del establecimiento. no se lo ocurrió otra al dicharachero compañero de mesa que azuzarlo para que me hiciera una foto, con la poca gracia que me hace a mí que me hagan una foto, poco agraciado y nada fotogénico, pero como buen convidado tuve que luchar contra mis propias debilidades y sentirme halagado y agradecido, así que pose con la mejor sonrisa posible. Las últimas horas en Ammán, después de visitar sus maravillas, su comida y una siesta, las dediqué a disfrutar de la genuina atmosfera que se respiraba, bulliciosa, pero con rostros sosegados. En una de las paradas que hice, en una moderna cafetería, Astrolabe, me cobraron por un café 2,75J. Estaba claro que Jordania era un país de dos velocidades, donde podías encontrar precios superiores a España, pero también, si te movías por los locales de la clase media/baja del país mucho más barato. En algunos sitios me tome tés o cafés, por ejemplo, por 0,25 o 0,50 J. Y ya, en la oscura noche, con una bóveda celeste sin brillo, me fui a descansar. Dispuesto a cambiar de escenario, de localidad, antes del amanecer. Etapas 1 a 3, total 16
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