El día de regreso a La Habana nos costó mucho dejar la playa y los despertares tropicales con los trinos más variados de los pájaros. Volvimos al aeropuerto y cuando llegamos al control, nos encontramos con una Cubana, pasándonos en detector y al mismo tiempo cantando y bailando salsa, porque según nos dijo, sus hijos estaban sanos, tenía para vivir y además nosotros no teníamos la culpa de que hubiera que hacer controles y revisar los equipajes. Claro, todos terminamos pidiéndole fotos y muertos de risa, qué gente, envidiable tomarse así la vida.
El aeropuerto Baracoa, es todo un espectáculo, donde se recoge el equipaje, una tabla, los pilares al descubierto y la puerta, una reja de patio de colegio…estamos en Cuba.
Regresamos al hotel, por las oscuras calles de La Habana
Pedimos el piso 22 desde el que se divisaban unas vistas espectaculares, además de un concierto de Buena fe. Nos cambiamos de ropa y nos fuimos a disfrutar del hotel ,con lo cual pudimos ir dando un paseo.
El club de Jazz se llamaba La zorra y el cuervo y la entrada costaba 10 CUC con dos consumiciones por persona. Los músicos sorprendentes, y el ambiente estupendo. Disfruté muchísimo de la buena música cubana.


Por la mañana madrugamos y volvimos a desayunar con la pianista amenizándonos el momento. Estuvimos viendo todas las fotos que están por el hotel de la revolución que desde allí llevaron a cabo Fidel, Ernesto Guevara,etc.
Antes de empezar nuestro recorrido por la ciudad, nos fuimos a un mercadillo muy barato a la vuelta del hotel, donde vendían la típica artesanía. Y al arrimarnos a un puesto una chiquita muy joven nos preguntó que si sabíamos algo de lo del fin del mundo, que estaba muy preocupada y como ellos no tenían acceso a la información no sabia si el 22 de diciembre se acababa el mundo, que había escuchado a los turistas y que tenía mucho miedo.
Volvimos a La Habana Vieja, pero esta vez a nuestro aire montados en un coco taxi, es muy divertido ir metido en ese cacharro amarillo sorteando coches de colores de los años 50.


Empezamos por la plaza de Armas, comprando libros antiguos, algunos primeras ediciones como uno de Alejo Carpentier, que más tarde visitamos su casa museo. También compramos un album de la revolución, con cromos que entraban en los botes de mermelada y que completaban los cubanos para después sacar unos cup.
Vimos la calle del tacón, se llama así porque los adoquines eran de madera, para que no hicieran ruido los carruajes, todavía se conservan unos pocos.
Paseamos por todas las calles, saboreando cada momento, mezclándonos con sus

colores, sus olores y sobre todo con esas personas que parece que te conocen desde siempre cuando les dices que eres español, siempre tienen algún familiar que era español y que tímidamente te cuentan un vago recuerdo que les contaron sobre esa España que aunque ellos no conocen, saben por referencias de sus familiares

Después de nuestro paseo por La Habana, nos fuimos a la fortaleza llamada la Cesta, desde la que todas las noches a las nueve de la noche lanzan un cañonazo, simulando la época en que sufrían los ataques de los piratas y avisaban de que estaban preparados para el ataque con todas sus armas y sus hombres dispuestos.
Cuando termino, cogimos un taxi de los retro en rojo y por dentro con tapicería blanca y luces azules, no había visto nunca un tuneado tan espectacular.
Llegamos al hotel y nos fuimos a la emblemática heladería Coppelia, donde los cubanos hacen colas interminables, simplemente para comerse un helado, nosotros no tuvimos tanta paciencia y nos fuimos a tomar un refresco a la vuelta de Coppelia, donde tomamos lo que había, un refresco de limón y un Tucola que así se llama allí a la coca-cola.

De vuelta al hotel a esperar a que pasaran a recogernos para llevarnos al aeropuerto y recogiendo gente por los hoteles, viendo las ultimas calles de La Habana, anocheciendo, viendo la oscuridad de sus calles, pero también la alegría de sus gentes, nos despedimos de todo aquello que quedo para siempre grabado en nosotros y que de vez en cuando te trasladas a ese mundo y piensas, si ellos pueden vivir de esa manera porque nosotros no podemos conformarnos, cuando no sale todo a la perfección.