La Praça de Almeida Garret es el centro neurálgico del centro de Oporto, siendo un importante nudo de comunicaciones. Realmente, no es una plaza, sino una calle ancha con mucho tráfico.
En ella se alza uno de los edificos modernistas más importantes de la ciudad, la Estación ferroviaria de Sao Bento, construida a principios del XX sobre el convento del mismo nombre. Esta estación es famosa por la colección de 20000 azulejos que decoran su entrada y que representan algunos momentos de la historia de Portugal y de la evolución de los transportes. La zona de andenes aun conserva la marquesina de principios del siglo.
La plaza se transforma en la Avenida de Don Alfonso de camino al río, una gran calle que va a para al Puente de Luiz I. Antes de llegar al puente tendremos que desviarnos a la derecha, hacia el Terreiro da Sé, una de las plazas más elevadas de la ciudad y punto de orígen de la misma. En este lugar se alza la Sé, catedral de Oporto.
La Sé fue comenzada en el siglo XII en estilo románico y fue terminada en el XIII en estilo gótico, aunque sufrió muchas modificaciones a lo largo del tiempo, de forma que posee numerosos añadidos barrocos, como la portada, el remate de las torres y el nártex en uno de los laterales, todo ello obra de Nasoni. Su interior, como iglesia románica, es muy oscuro y sobrio, excepto en la cabecera, todo un derroche de oros barrocos.
La entrada es gratuita, pero sí hay que pagar para ver el claustro y la casa do cabildo (2 euros). El claustro es un claro ejemplo de claustro gótico, construido en el siglo XIV, al que se le añadió decoración de azulejos en el siglo XVIII. Desde el claustro se puede acceder a la casa do cabildo, que acoge el tesoro de la catedral, con un par de importantes piezas de orfebrería.
Frente a la catedral se alza un pelourinho manuelino con cuatro garfios, en los que se ajusticiaba a los criminales para dar ejemplo público. El Palacio Episcopal, junto a la catedral, es una inmensa mole barroca construida por Nasoni, que supuso todo un ejemplo para posteriores palacios barrocos, entre ellos el que hoy acoge el Museo Guerra Junqueiro, construido por el propio Nasoni. Este museo que yo no he visto, acoge la colección privada de este poeta portugués, tal y como él la dejó (escayolas, platerias, belenes, lozas, azulejos…). Desde el Terreiro da Sé se tienen unas impresionantes vistas del casco antiguo y de la Igreja dos Grilos, barroca, que yo no he visto.
Desde aquí tenemos dos posibilidades para bajar a la Ribeira, a través del Funicular dos Guindais, o andando. El funicular se encuentra en la Rua de Augusto Rosa, muy cerca de la catedral. El camino hasta él nos permitirá visitar la Igreja de Santa Clara, un bello y teatral templo barroco que engaña por su sobrio exterior. Yo solo la he visto por fotos, porque nunca la he encontrado abierta… También podremos ver una parte muy bien conservada de las Murallas Fernandinas, del siglo XIV. El funicular nos deja a los pies del Puente de Luiz I, y por el camino nos deja unas impresionantes vistas del mismo.
Si bajamos andando tendremos que afrontar un paseo por estrechas callejuelas, escaleras y casas semiderruidas que puede llegar a agobiar porque no se le ve fin, y no se sabe muy bien a donde se va a ir a parar… eso sí, el paseo permite apreciar en directo la esencia de Oporto. Mucho más asequible es la bajada por la Rua Mouzinho da Silveira, que parte de la Praça de Almeida Garret en dirección a la Praça do Infante.
En ella se alza uno de los edificos modernistas más importantes de la ciudad, la Estación ferroviaria de Sao Bento, construida a principios del XX sobre el convento del mismo nombre. Esta estación es famosa por la colección de 20000 azulejos que decoran su entrada y que representan algunos momentos de la historia de Portugal y de la evolución de los transportes. La zona de andenes aun conserva la marquesina de principios del siglo.
La plaza se transforma en la Avenida de Don Alfonso de camino al río, una gran calle que va a para al Puente de Luiz I. Antes de llegar al puente tendremos que desviarnos a la derecha, hacia el Terreiro da Sé, una de las plazas más elevadas de la ciudad y punto de orígen de la misma. En este lugar se alza la Sé, catedral de Oporto.
La Sé fue comenzada en el siglo XII en estilo románico y fue terminada en el XIII en estilo gótico, aunque sufrió muchas modificaciones a lo largo del tiempo, de forma que posee numerosos añadidos barrocos, como la portada, el remate de las torres y el nártex en uno de los laterales, todo ello obra de Nasoni. Su interior, como iglesia románica, es muy oscuro y sobrio, excepto en la cabecera, todo un derroche de oros barrocos.
La entrada es gratuita, pero sí hay que pagar para ver el claustro y la casa do cabildo (2 euros). El claustro es un claro ejemplo de claustro gótico, construido en el siglo XIV, al que se le añadió decoración de azulejos en el siglo XVIII. Desde el claustro se puede acceder a la casa do cabildo, que acoge el tesoro de la catedral, con un par de importantes piezas de orfebrería.
Frente a la catedral se alza un pelourinho manuelino con cuatro garfios, en los que se ajusticiaba a los criminales para dar ejemplo público. El Palacio Episcopal, junto a la catedral, es una inmensa mole barroca construida por Nasoni, que supuso todo un ejemplo para posteriores palacios barrocos, entre ellos el que hoy acoge el Museo Guerra Junqueiro, construido por el propio Nasoni. Este museo que yo no he visto, acoge la colección privada de este poeta portugués, tal y como él la dejó (escayolas, platerias, belenes, lozas, azulejos…). Desde el Terreiro da Sé se tienen unas impresionantes vistas del casco antiguo y de la Igreja dos Grilos, barroca, que yo no he visto.
Desde aquí tenemos dos posibilidades para bajar a la Ribeira, a través del Funicular dos Guindais, o andando. El funicular se encuentra en la Rua de Augusto Rosa, muy cerca de la catedral. El camino hasta él nos permitirá visitar la Igreja de Santa Clara, un bello y teatral templo barroco que engaña por su sobrio exterior. Yo solo la he visto por fotos, porque nunca la he encontrado abierta… También podremos ver una parte muy bien conservada de las Murallas Fernandinas, del siglo XIV. El funicular nos deja a los pies del Puente de Luiz I, y por el camino nos deja unas impresionantes vistas del mismo.
Si bajamos andando tendremos que afrontar un paseo por estrechas callejuelas, escaleras y casas semiderruidas que puede llegar a agobiar porque no se le ve fin, y no se sabe muy bien a donde se va a ir a parar… eso sí, el paseo permite apreciar en directo la esencia de Oporto. Mucho más asequible es la bajada por la Rua Mouzinho da Silveira, que parte de la Praça de Almeida Garret en dirección a la Praça do Infante.