La mañana la dedicamos a visitar El Castillo de Wawel.
Una vez en el castillo, hay que hacer unas inmensas colas para poder sacar las entradas, por lo que es recomendable llegar temprano, los museos los dejamos para el día siguiente ya que ese día nos entró pánico, había tanta gente que no apetecía moverse demasiado.

Nos centramos en la visita a La Catedral y subimos a la torre para tocar la campana del Rey Segismundo, una de las campanas más grandes de Polonia, envuelta por otra de tantas leyendas.

En la parte de los jardines hay una torre que se puede subir y desde la que se pueden contemplar unas vistas excelentes de la ciudad.

Este día comimos en un restaurante en el castillo y volvimos a tomar una cerveza en otro barco al lado del Vístula, buenas vistas y un calor sofocante.
Por la tarde seguimos descubriendo Cracovia a nuestro aire, es una ciudad que invita a pasear por sus callejuelas.