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Nos despertamos relativamente pronto para desayunar en la terraza del riad, hacer el check out y coger un taxi (60 dh) frente a la Koutubia hacia la estación de autobuses Supratours. Una vez allí, pagamos 5 dh por bulto, cualquiera que fuese su tamaño, lo metimos en el maletero del bus y tomamos asiento. Ademas de muy espacioso, era muy cómodo y con aire acondicionado potente. Salimos a las 10 en punto en dirección a Essaouira. Tardamos aproximadamente 2 horas y media con parada incluida a mitad de camino en un restaurante de carretera. Tuvimos la suerte de ver fugazmente un árbol de Argán cargado de cabras sobre sus ramas, tal y como habíamos visto en las fotos de todos aquellos comercios que vendían el famoso aceite. A las 12.30 llegamos a la estación de buses de Essaouira y de nuevo varios marroquíes vinieron en nuestra busca ofreciéndose a llevarnos las maletas al hotel. Gracias al GPS del iphone y con la ubicación que proporciona Booking llegamos sin problema al nuestro riad, situado en pleno corazón de la Medina de Essaouira, a mitad de la calle Istiklal, arteria central del mercado. Recuerdo que una vez lei en algún sitio que Essaouira se parecía mucho Sitges...discrepo totalmente, además de haber vivido 2 años en este increíble pueblo catalán a orillas del mediterráneo y referente mundial de la tolerancia y la desinhibición, lo único que guardan en común es el blanco y azul de sus casas. Nada mas. Con este no digo que sea mejor ni peor que Essaouira ni mucho menos, pero las diferencias son BASTANTE importantes. El barrio judío, el mercado, su medina Patrimonio de la Humanidad, su playa kilométrica destino mundial de kite-surfing recorrida por dromedarios, y su pasado como fortaleza atlántica marcan un poco la diferencia.
Habíamos llegado a una ciudad donde el acoso al turista no existía, donde podías campar a tus anchas sin que nadie te atosigase para venderte algo, un lugar de relax al pie del atlántico que nada tenía que ver con Marrakech (ojo, que Marrakech me encantó tanto como para volver la próxima Semana Santa) y mucho menos caluroso, ya que el clima estaba tan suavizado por el océano que apenas alcanzaba los 30 grados acompañado de un viento constante con lo que la sensación térmica era mucho menor.
Llegamos sin dificultad al Riad "CAVERNA DE ALI BABA", del mismo estilo que el de Marrakech pero ligeramente más encantador y barato (40 euros hab triple/con desayuno). Las habitaciones se disponían en torno a un patio central al mas puro estilo marroquí y contaba con una terraza en la parte superior donde se divisaba toda la medina. Tras el check in mientras nos recibían con un te a la menta, dejamos las maletas en la habitación que contaba con dos plantas, la superior donde estaba la cama de mis padres a la que accedías por una escalera de madera y la planta inferior donde había dos camas y el baño. Dejamos las cosas y salimos de cabeza a la Medina, recorrimos el mercado de la calle principal, cientos de puestos de comida, dulces y ropa a ambos lados de la calle, tiendas de artesanía, alfombras, babuchas, chilabas, sombreros, lamparas y absolutamente nadie nos llamaba para comprar.
Tras un largo rato recorriendo las estrechas calles de la Medina, paramos a comer en la terraza de un acogedor restaurante de la pequeña plaza de Chefchaoni justo detrás de las murallas en la entrada principal. Tras la comida, a base de ensaladas, nos fuimos a la enorme playa de Essaouira, salimos de la Medina, cruzamos la calle y entramos directamente en la kilométrica playa. El viento que hacia, y que hace habitualmente, han convertido a este pueblo marroquí en un destino turístico de surf y deportes acuático como kite-surfing, windsurf y demás variantes modernas. Tanto marroquíes como extranjeros cogen las olas mientras los turistas se bañan en el oleaje. No se como sera el resto del año, pero la arena estaba vaciaba de gente y toallas, nosotros lo intentamos pero fue imposible aguantar mas de media hora sin ser cubiertos por kilos de arena. En el tiempo que tardamos en extender la toalla mi padre se durmió profundamente y mi madre y yo mientras comentábamos el viaje, observábamos como se iba cubriendo de arena. Al cabo de un rato, despertamos a mi padre y recorrimos gran parte de la playa hasta llegar a las grandes dunas que se formaban lejos de la ciudad, dirección sur, como consecuencia del fuerte viento. Durante el paseo nos cruzamos con grupos de camellos que portaban turistas por la playa, extranjeros con sus equipos de kite-surfing entrando y saliendo del agua y marroquíes surferos tipo rasatafari como los que me encontré días mas tarde en las playas del sur de Lombok y me hizo comprender el estilo de vida que da el surf en aquellas playas que cuentan con la suerte de tener grandes olas y aguas cálidas.
Dos horas después, volvíamos de regreso a la Medina, pasando antes por la estación de supratours para coger el bus que nos llevaría de vuelta a Marrakech al día siguiente. Con los billetes en la mano (100 dh/billete para las 17:00 h) volvimos al riad a coger ropa de abrigo, pues el viento llegaba un momento que terminaba por congelarte y salimos a conocer las murallas de la antigua fortaleza que se encontraban en la cara de la Medina que daba al Atlántico. Atravesamos todas las callejuelas y estrechos pasadizos llenos de tiendas y artesanía y llegamos a una de las entradas. El viento era tan fuerte que casi no pude fijar el objetivo de la cámara ni mantener el pulso para poder hacer una foto decente, además el oleaje cada vez mas embravecido amenazaba con traspasar las murallas sembradas de cañones, levantadas por los portugueses a principios del s.XVI. No creo haber vivido un viaje con tanta disparidad en el paisaje, dos días antes estábamos a casi 50 grados en pleno desierto del Sahara, horas después en la garganta de Todrá donde la lluvia nos daba la bienvenida y ahora a pie del Atlántico donde el viento, el cuelo y el oleaje diese la impresión de que estuviéramos en el cabo Finisterre. Volvimos a resguardarnos en la callejuelas de la Medina y a buscar un sitio para cenar. Después de buscar un rato largo, encontramos un restaurante con terraza en una pequeña que según el mapa se llama Chrib Atay, plagada de buenos y baratos restaurantes para cenar con una oferta gastronómica de lo mas variada. Al acabar seguimos callejeando sin rumbo por la Medina de Essaouira, una ciudad que desde mi punta de vista me proporcionaba una increíble paz y tranquilidad y que ha acogido a una gran cantidad de culturas no solo ahora si no desde siempre. Muchas civilizaciones han pasado por aquí, lo cual se respira en todos sus rincones, murallas y plazas donde se vive con enorme tranquilidad gracias a la gentileza de sus lugareños y fue, durante nuestra visita a Marruecos, el remanso de paz que ponía la guinda a nuestra primera aventura africana.
Al día siguiente nos levantamos temprano, sobre las 7.45 de la mañana, nos duchamos y bajamos a desayunar. El desayuno fue increíble, tostadas, crepes, te a la menta, pastas, zumo de naranja natural...en cuanto acabamos, subimos a la habitación a terminar de hacer la maleta y dejarlas en recepción tras hacer el check out. En cuanto estuvimos listos, salimos a recorrer la Medina. Primero fuimos a ver la fortaleza de los portugueses con sus cañones y murallas que protegían la ciudad frente al ataque marítimo. Después seguimos bordeando sus muros hasta que llegamos al puerto. Vaya puerto, los marroquíes que trabajaban allí arriaban con sus propias manos los barcos y los introducían en tierra firme por unos raíles. Millones de gaviotas sobrevolaban el puerto...imagino que así debían ser los puertos europeos de principios del siglo XX, sin maquinas ni elevadores, solo la fuerza bruta de los trabajadores, decenas de barcos pesqueros trabajados en madera que salían a faenar día a día para llevar el marisco que se vendía baratísimo en los puestos del puerto a los turistas. Después, mi padre se fue a las dunas del final de la playa mientras mi madre y yo nos fuimos a recorrer las estrechas callejuelas del barrio judío. Pusimos rumbo a la Mellah, nuevamente el barrio mas desfavorecido de la ciudad. Atravesamos la calle del mercado y nos adentramos en el antiguo barrio judío casi deshabitado. Casas destruidas, callejones oscuros y sin asfaltar, gente de mal vivir que nos miraba de reojo. Salimos rápido de allí, no porque fuera peligroso ni mucho menos pero allí había ya poco que ver. Nos metimos en otra zona del barrio menos abandonada y pudimos comprobar con nuestros ojos las antiguas puertas totalmente decoradas con símbolos judíos y estrellas de David. Estuvimos casi dos horas recorriendo las antiguas juderías de Essaouira, en aquellos callejones encantadores que hoy albergan tiendas de todo tipo y gremios de lo mas variopinto. Volvimos a la calle principal a ultimar las compras. ¿Y que se puede comprar aquí? pues de todo, mi madre y yo en concreto, compramos 5 cuadros pintados a mano de diferentes paisajes marroquíes tipo medinas, desierto, puertos, el Sáhara por 20 dh la unidad, tengo que decir que son increíblemente bonitos desde mi punto de vista y el precio no llega a dos euros...un manta tejida a mano por 100 dh, 1 kilo de dulces árabes que vendían en cada esquina por 30 dh el medio kilo y el resto de compras las reservamos para Marrakech en nuestra última noche. Como habíamos quedado con mi padre a la entrada de la Medina, compramos unos kebabs en un puesto de la calle, bebida y fuimos a buscar a mi padre que venia de las dunas. Comimos frente a la playa y seguimos paseando por el interior de la Medina, paramos después a tomar un te a la menta en uno de esos hoteles ajardinados que hay en los intramuros de la Medina y como se acercaba la hora de coger el bus volvimos al hotel para recoger las maletas e ir tranquilamente caminando a la estación de autobuses.
La verdad que Essaouira nos encantó, nada tiene que ver con el resto de Marruecos o al menos del que habíamos visto. Sin el calor agobiante, pudimos disfrutar de un pequeño pueblo pesquero, antigua fortaleza medieval donde muchos personajes famosos eligieron como lugar de retiro. La calma y la tranquilidad hacen de este pueblo un sitio perfecto para relajarse a orillas del Atlántico. Y la playa, parecida a las de Tarifa o incluso la mítica playa de Kuta en Bali, pero mucho mas auténtica, el viento, los camellos, las dunas...nos despedimos de Essaouira y pusimos rumbo a Marrakech en el bus de las 17.00 de la tarde. 3 horas después llegábamos a la estación de de Marrakech, tomamos un taxi a la plaza Djemma, volvíamos de nuevo a la locura, lo cual tenia para mi un encanto incomparable. Gracias al GPS encontramos fácilmente el riad que habíamos reservado para la última noche, L´Arabesque (suite Bahía con salón privado y salida directa al patio, desayuno incluido, 70 euros la noche). Nos recibieron con un te a la menta que tomamos tranquilamente en el patio interior con hilo musical y una fuente de nenúfares. Deshicimos las maletas y salimos a recorrer la plaza por última vez y a cenar en uno de los puestos centrales.
Estaba en la calle El Kennaria, asi que tomando la dirección a la plaza llegamos en 5 min mas o menos, dimos una vuelta a la Djemma, escuchamos a los cuentacuentos o lo que fuese que estuviesen contando, pero muchos marroquíes se arremolinaban en torno a ellos. Acróbatas que saltaban frente a los restaurantes vestidos súper horteras, aguadores, encantadores de serpientes y amaestradores de monos y unos tipejos muy simpáticos que se te acercaban tocando unas castañuelas de metal mientras hacían círculos sobre sus cabezas con la borla que cuelga del gorro árabe, cuyo nombre creo que es fez y mostraban una sonrisa totalmente desdentada. Tenías que caminar deprisa para librarte de ellos y contener la risa para no ofender, pues el espectáculo en si era bastante bizarro. Fuimos por última vez a la mezquita Koutubia donde miles de fieles se postraban en sus alrededores en una de las últimas noches del Ramadán. Con las mismas volvimos a los puestos centrales y otra vez una horda de chavales prácticamente nos arrastraban a sus chiringuitos para cenar dominando un casi perfecto castellano. Al final creo que cenamos en el 125, tenia bastante buena pinta, nos invitaban al te y estaba regentado por una mujer con sombrero de cowboy y a diferencia de Turquía, pocas mujeres habíamos visto en la escena pública de Marruecos, de hecho Rachida había sido la primera. Mi padre y yo compartimos pinchos de carne variada (70 dh) mi madre una ensalada (13 dh) y además nos pusieron abundante pan y esa salsa de tomate especiada y picante para acompañar, agua y te a la menta. En cuanto acabamos nos hicimos una foto con ella en su puesto de comida, junto a la comida y los fogones. Muy buen gente, como toda la que habíamos conocido a lo largo de nuestro viaje por Marruecos.
Seguimos paseando por la plaza dispuestos a comprar aquellos artículos de artesanía que vendían en cada esquina como esos cuencos donde ponían la mantequilla y la mermelada y apenas costaban 10 dh. En cuanto acabamos cerca de las 23 de la noche volvimos caminando al hotel junto con cientos de fieles que volvían de la oración en la Koutubia. Paseamos por última vez por aquellas calles sin asfaltar, llenas de vida, de comercios y oficios, algunos ya inexistentes en Europa pero muy arraigados aun en nuestro país vecino. La verdad es que pese a la gran diferencia cultural, religiosa y en según que casos atrasada, Marruecos nos había encantado, tanto la gentileza de sus gentes como la belleza de sus paisajes. Además ofrece un exotismo natural y autentico a menos de dos horas en avión desde cualquier ciudad de España. Sin duda, volveríamos a menudo, habíamos decidido que Marruecos sería nuestro país oficial para recorrerlo entero. El desierto, el Atlas, el Anti Atlas, los oasis, las kasbahs, los palmerales, Essouira, Marrakech y por supuesto las Medinas de sus ciudades...aun nos quedaba mucho por conocer en nuestros próximos viajes a Marruecos.
Al día siguiente, nos levantamos tranquilamente dado que teníamos el avión a las 12 del mediodía, así que desayunamos en el patio del riad, hicimos las maletas y nos fuimos hacia la plaza para coger un taxi frente a la mezquita. Como el billete de autobús costaba 30 dh por persona fijamos el precio del taxi en 100 dh por los tres hasta el aeropuerto y como al taxista le pareció bien salimos con calma hacia el aeropuerto de Menara que apenas dista unos 5 km del centro de la ciudad. Llegamos, facturamos las maletas, pasamos el control de inmigración, nos preguntaron si llevábamos euros a lo que respondimos que no y cogimos el vuelo rumbo a Barcelona...Se había acabado nuestro viaje por Marruecos. Mis padres esa misma noche cogían el vuelo a Astúrias y yo en menos de 24 horas emprendería mi viaje a Indonesia, 26 días por el cinturón de fuego...pero eso compañeros es otro diario!!
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Marruecos: Itinerario 4-5 días
