CARTAGENA DE INDIAS
Y para nosotros éste fue el final del viaje organizado. Al día siguiente tomábamos el avión rumbo a Cartagena de Indias para continuar con un ritmo mucho más relajado. Y el cambio se notó. En Cartagena se respira un ambiente muy diferente al de Guatemala. Cartagena es caribeña, exuberante de colores, de arquitectura colonial, pero no recatada como la de Antigua, aquí los colores son vivos, casas volcadas hacia el exterior, con largos corredores de madera torneada, macetas con buganvillas multicolores, patios con columnas, fuentes y palmeras, antiguos claustros de casonas o monasterios, muchos convertidos ahora en hoteles. Cartagena es Caribe y se nota en el bullicio de sus calles, la viveza y el gracejo de su gente. Hay que callejear y callejear porque, dentro del recinto amurallado, no te cansas de ver calles, plazas, iglesias, palacios, rincones, comercios de artesanía, vendedores callejeros, mujeres de tez oscura (las “palanqueras”) vendiendo frutas tropicales vestidas con faldas de volantes y blusas que reproducían los colores de la bandera colombiana. Pero también otras mujeres de tez más clara y formas exageradamente generosas enfundadas en pantalones y camisetas de lycra, unas cuantas tallas por debajo de lo razonable para sus carnes. Y, como no, calor húmedo, música salsa, animación, ganas de vivir…
Nosotros habíamos reservado habitación en el Hotel Casa del Curato (en donde nos quedamos tres noches), de precio razonable, porque los hoteles intramuros son bastante caros. Era una antigua casona colonial coqueta y muy bien situada. Sin embargo, aunque nuestra habitación era estupenda (la suite) la mayoría de las habitaciones daban al patio y parecían muy oscuras. Habíamos dudado entre este hotel y otro en la zona de la playa donde están la mayoría de las cadenas hoteleras. Afortunadamente reservamos en el Curato porque la zona de la playa (Bocagrande), a unos kilómetros de la muralla, no nos gustó nada. La playa más bien fea, toldos de plástico azul sobre unas tumbonas bastante cutres, nada que apeteciese quedarse allí. Y para pequeños presupuestos se puede buscar en la zona de Getsemaní, extramuros, pero contigua a la muralla. Es un barrio mucho más modesto, pero por donde se puede dar un paseo y comer en un sitio con muy buena cocina: La Cocina de Socorro. Allí tomamos un mero con arroz de coco y patacones (una variedad de plátanos aplastados y fritos) francamente bueno y a precio razonable, aunque no barato. Y para una celebración especial el restaurante del Hotel Santa Clara, al lado de nuestro hotel y enfrente de la casa de García Márquez, tiene una cocina de estilo francés francamente buena en un marco incomparable.