BERGEN ✏️ Diarios de Viajes de Noruega

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Y otro día más con solete y buen tiempo. Tanta suerte no podía ser verdad. Este es otro día para dormir hasta más tarde si estás cansado del día anterior, salvo que quieras subir al monte Ulriken con el teleférico. Yo es algo que me planteé, pero al final, creo que con la subida en funicular al monte Fløyen es más que suficiente para ver una panorámica de Bergen en toda su plenitud (desde el mirador se pueden ver los teleféricos que suben al Ulriken y, por si tenéis curiosidad, podéis comparar ambas panorámicas buscando fotos en el google imágenes).

Nosotros quedamos con el grupete de parejas que habíamos conocido en el Empress para ver la ciudad por nuestra cuenta. Dedicamos la primera mitad de la mañana a pasear por el barrio hanseático. Es muy recomendable callejear lo máximo posible por entre las casas, ya que las partes traseras y laterales son también dignas de ver. La segunda mitad la empleamos para subir en el funicular al monte Fløyen, donde fundimos otros dos o tres carretes de fotos y optamos por hacer el descenso dando un agradable paseo, con el objetivo de que nos entrara un poco de hambre.

Hambre que saciaríamos en el famoso mercado de pescado. Como me figuro que sabréis, los empleados de los puestos son casi todos españoles, así que no tendréis problemas en preguntar precios y pedir degustaciones. Nosotros teníamos la idea de comer allí y fuimos de puesto en puesto recopilando ofertas de mariscadas y nos quedamos con una que salió bastante barata (unos 36 euros por cabeza con una cerveza incluida) y que nos incluía un manjar del que no se habla tanto como el salmón salvaje, la ballena o las gambas: el cangrejo real. El salmón y la ballena estaban riquísimos para mi gusto, pero el cangrejo era una delicatessen sublime (unos cardan la lana y otros se llevan la fama). Nos pusimos morados con dos bandejas de más de medio metro de diámetro llenas de gambas, mejillones, cigalas, cangrejo, salmón a la parrila y una especie de pastelitos/bollos de pescado: esa parrillada en España te sale por un riñón. Nosotros aprovechamos y compramos en uno de los puestos autorizados un tubo de paté de caviar y unas latas de paté de cangrejo real para la familia que estaban sabrosísimos. Os recomiendo que preguntéis por los puestos y que pidáis ofertas: me dio la impresión de que los empleados tienen un margen de precios con el que jugar, así que podéis negociar sacar una mariscada a un precio ventajoso como fue nuestro caso, sobre todo si sois un grupo numeroso (nosotros éramos ocho).

Después de la mariscada, decidimos dar un paseo para hacer la digestión y yo de paso me compré un vaso de cerezas (unos cien gramos) por el que me metieron un sablazo de cuatro euros, pero eran ecológicas y estaban de muerte. Tras visitar la catedral y las calles más céntricas, regresamos al barco: no era cuestión de cansarse más que al día siguiente nos esperaba el Púlpito.

Momento vestuario: camiseta de manga larga, vaqueros y zapatillas de deporte.

Por la tarde, la rutina habitual: ducha, coger víveres y agua para la excursión del día siguiente, cena en el buffet viendo salir el barco y un cóctel en el Rendez-Vous. Esa noche nos fuimos a acostar antes de lo normal ya que al día siguiente había que levantarse temprano.

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