Comenzamos la subida por unos senderos llenos de vegetación y no paramos de hacer fotos a paisaje que queda a nuestros pies, hasta que nos damos cuenta que siempre es el mismo porque casi subimos en línea recta. Poco a poco el camino se hace más duro y el cansancio comienza a notarse.
La mochila pesa como si llevásemos equipo para rodar una película. Por un momento piensas, “quien me mandaría meterme en esta aventura”. Te acuerdas del que te vendió el trípode y te dijo que cuanto más robusto mucho mejor, te preguntas si realmente era necesario haber cogido tres objetivos, luego te preguntas si no era suficiente con una batería cargada al 100% y al final te arrepientes hasta de haber cogido tantas tarjetas de memoria.
Ya llegando a la cumbre tras 2 horas de subida en las que salvamos 950 mts. de altura, todo cambia de repente. Una densa niebla cubre la cima, el viento sopla bastante fuerte; hay que abrigarse a toda prisa. Nos ponemos los cascos y el guía nos indica donde debemos situarnos y no movernos mucho porque estamos en el mismo borde del cráter.
No vemos nada por la niebla y cuando ya empezamos a dudar si realmente allí hay algo un rugido que hace que las piernas te flojeen y no sólo por el cansancio. Este aviso nos indica que de nuevo estamos frente a una de las mayores fuerzas de la naturaleza. Conforme se va ocultando el sol, por el efecto térmico la niebla/humo va desapareciendo y se empieza a perfilar el cráter a tan solo unos 50 o 100 mts. a nuestros pies, es un poco difícil de calcular, pero en cualquier caso muy muy cerca.
Una explosión acompañada de un rugido, humo y lava que sale proyectada hacia el cielo nos hace dar un paso hacia atrás y soltar un guauuuuuu!!!. Pero esto puede ser es real?
Foto, foto y más fotos, con una regularidad más o menos periódica Stromboli va ofreciéndonos todo un espectáculo. Y como esta experiencia es algo que no se puede describir no contaremos nada más para que cada uno lo descubra y viva en primera persona y le sorprenda como lo hace todo el que va por primera vez, y creo que también el que repite.
Hay que hacer mención a la bajada desde la cumbre hasta el mar. Un sendero de arena negra en el que te deslizas sin saber muy bien si estás andando o sólo manteniendo el equilibrio mientras la lava te lleva por su recorrido natural. Una oscuridad en la que entiendes porque necesitas un frontal y unas buenas botas. Una verdadera gozada que finalmente acaba por dejarte muerto si no lo estabas ya.
Algo repuestos y después de una buena ducha, bajamos hasta el pueblo para comentar la experiencia alrededor de unas pizzas tan exquisitas que saben a gloria. Totalmente destrozados volvemos a nuestro “Giardino Segreto” y nos damos cuenta que desde esta zona tenemos una visión de la cumbre de Stromboli fantástica y que aquello sigue en erupción.
Hay quien decide irse con Morfeo y otros pensamos que mejor pasar la noche con Vulcano, que no se puede desaprovechar este momento, así que a montar los trípodes de nuevo y a disparar fotografías. Esto parece un estudio de fotografía con todos los elementos a nuestra disposición, estrellas, luna, humo, erupciones periódicas…. Nos retiramos cuando ya no distinguimos si es la luz de la luna o está amaneciendo.
A la mañana siguiente recorremos un poco la isla para, como no, fotografiar las playas de arena negra. Una vez de nuevo en el barco, ya más relajados, recordamos todas las experiencias vividas, una ensoñación en la que no nos enteramos del camino del vuelta y que cuando al final te despiertas en casa dudas si ha sido un maravilloso sueño o lo has vivido de verdad.
(las fotos están en mi galería hasta que sepa cómo pegarlas aquí)
La mochila pesa como si llevásemos equipo para rodar una película. Por un momento piensas, “quien me mandaría meterme en esta aventura”. Te acuerdas del que te vendió el trípode y te dijo que cuanto más robusto mucho mejor, te preguntas si realmente era necesario haber cogido tres objetivos, luego te preguntas si no era suficiente con una batería cargada al 100% y al final te arrepientes hasta de haber cogido tantas tarjetas de memoria.
Ya llegando a la cumbre tras 2 horas de subida en las que salvamos 950 mts. de altura, todo cambia de repente. Una densa niebla cubre la cima, el viento sopla bastante fuerte; hay que abrigarse a toda prisa. Nos ponemos los cascos y el guía nos indica donde debemos situarnos y no movernos mucho porque estamos en el mismo borde del cráter.
No vemos nada por la niebla y cuando ya empezamos a dudar si realmente allí hay algo un rugido que hace que las piernas te flojeen y no sólo por el cansancio. Este aviso nos indica que de nuevo estamos frente a una de las mayores fuerzas de la naturaleza. Conforme se va ocultando el sol, por el efecto térmico la niebla/humo va desapareciendo y se empieza a perfilar el cráter a tan solo unos 50 o 100 mts. a nuestros pies, es un poco difícil de calcular, pero en cualquier caso muy muy cerca.
Una explosión acompañada de un rugido, humo y lava que sale proyectada hacia el cielo nos hace dar un paso hacia atrás y soltar un guauuuuuu!!!. Pero esto puede ser es real?
Foto, foto y más fotos, con una regularidad más o menos periódica Stromboli va ofreciéndonos todo un espectáculo. Y como esta experiencia es algo que no se puede describir no contaremos nada más para que cada uno lo descubra y viva en primera persona y le sorprenda como lo hace todo el que va por primera vez, y creo que también el que repite.
Hay que hacer mención a la bajada desde la cumbre hasta el mar. Un sendero de arena negra en el que te deslizas sin saber muy bien si estás andando o sólo manteniendo el equilibrio mientras la lava te lleva por su recorrido natural. Una oscuridad en la que entiendes porque necesitas un frontal y unas buenas botas. Una verdadera gozada que finalmente acaba por dejarte muerto si no lo estabas ya.
Algo repuestos y después de una buena ducha, bajamos hasta el pueblo para comentar la experiencia alrededor de unas pizzas tan exquisitas que saben a gloria. Totalmente destrozados volvemos a nuestro “Giardino Segreto” y nos damos cuenta que desde esta zona tenemos una visión de la cumbre de Stromboli fantástica y que aquello sigue en erupción.
Hay quien decide irse con Morfeo y otros pensamos que mejor pasar la noche con Vulcano, que no se puede desaprovechar este momento, así que a montar los trípodes de nuevo y a disparar fotografías. Esto parece un estudio de fotografía con todos los elementos a nuestra disposición, estrellas, luna, humo, erupciones periódicas…. Nos retiramos cuando ya no distinguimos si es la luz de la luna o está amaneciendo.
A la mañana siguiente recorremos un poco la isla para, como no, fotografiar las playas de arena negra. Una vez de nuevo en el barco, ya más relajados, recordamos todas las experiencias vividas, una ensoñación en la que no nos enteramos del camino del vuelta y que cuando al final te despiertas en casa dudas si ha sido un maravilloso sueño o lo has vivido de verdad.
(las fotos están en mi galería hasta que sepa cómo pegarlas aquí)