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NAVEGACION E HISTORIA

NAVEGACION E HISTORIA ✏️ Diarios de Viajes de Turquia Turquia

UEVES 10 DE AGOSTO… … 10º DIA… … KAS-FETHIYE. QUE NOCHE LA DE AQUEL DIA!!! El desayuno de hoy, fué como un pequeño premio a la aventura de la noche anterior. Teníamos unas vistas preciosas del puerto, el pueblo, la isla griega de Meis y la montaña...
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Diario: OJOS DE TURQUIA

Puntos: 3.3 (3 Votos)  Etapas: 4  Localización:Turquia Turquia

UEVES 10 DE AGOSTO… … 10º DIA… … KAS-FETHIYE

QUE NOCHE LA DE AQUEL DIA!!!

El desayuno de hoy, fué como un pequeño premio a la aventura de la noche anterior.
Teníamos unas vistas preciosas del puerto, el pueblo, la isla griega de Meis y la montaña Yatan Adam. Además en el desayuno teníamos bollos y plumcake. Inmejorable.

Después del desayuno, recogimos maletas y fuimos en busca de nuestros compañeros para proseguir ruta, ahora hacía Patara.
Recorrimos una carretera, bordeando playas, acantilados y calas preciosas. Hoy íbamos a tener un día de playa y seguro que más de uno, se hubiese quedado en cualquiera de las calas que veíamos.

Antes del relax playero, íbamos a ver las ruinas de Patara.
Aparcamos en un descampado y caminamos unos metros para llegar al teatro. Decepción.
No pudimos entrar pues estaba en proceso de restauración. Aunqué si pudimos acercarnos a la puerta y desde allí observar algo el interior.
Una docena de personas, repartidas por todo el teatro, estaban trabajando en su interior.
En los alrededores, hay restos de una necrópolis, baños y templos. Todos en proceso de excavación, pues hay un proyecto de reconstruir las ruinas y crear una gran ciudad romana que atraiga al turismo.

De las ruinas, a la playa. El autobús nos dejó cerca de la arena.
La playa de Patara, es extensa, muy extensa. De fina arena blanca, y con pocos lugares con sombra para guarecerse de un sol abrasador que no daba descanso.

Nos cambiamos en unas cabañas de madera marrón y nos fuimos para tomar posesión de un trozo de arena. La mejor manera y casi la única de estar en la playa, era alquilando una sombrilla. La sombrilla y dos tumbonas, 10 liras.
Y ahora a vegetar, a no hacer nada. Un bañito, sol, sombra y dejar que el tiempo pase.
Si se quería caminar, se podía optar por hacer una larga travesía por todo lo largo de la playa, mojándose los pies, y bronceándose con el sol.

En el agua, una mujer, se bañaba vestida, con un vestido azul oscuro, parecido a un chador.
Dejamos pasar el tiempo bajo la sombrilla, oyendo el mar, hasta que cerca de las dos, nos acercamos al único bar de la playa para comer algo. Hamburguesas, kebaps, etc… un tentempié.

Dejamos “el stress” de la playa para dirigirnos a Fethiye.
Fethiye, la antigua Telmessos, es una turística ciudad de casi 50.000 habitantes, resguardada en una ancha bahía y que fué arrasada por completo por un terremoto en el 1958. A pesar de su turismo, y de ser el punto de partida de numerosas rutas marítimas por los alrededores, la ciudad es tranquila, acogedora, con un ambiente mezcla de bullicio y de tranquilidad.

En poco más de una hora, llegamos nuestro hotel. El Dedeoglu Otel, casi al final del paseo marítimo.
Esta vez no hubo problemas con las habitaciones y después de una reconfortante ducha, terminamos dando un paseo por el pueblo.
Desde la ventana de nuestra habitación, veíamos barcos de pasajeros que llegaban de Rodas, y que en la misma salida del barco, tenían que pasar el control de pasaportes correspondiente.

Empezamos a andar por Fethiye en compañía de Juanma. El buscaba una casa de cambio y nos acompañó unos metros. Encarna y yo paseamos primero por el puerto, observando las decenas de embarcaciones que se ofrecían para visitar “las 12 islas”. Este circuito era el más anunciado, por embarcaciones pequeñas para una decena de personas, hasta enormes barcazas donde cabían más de un centenar de pasajeros.

Después nos adentramos en el centro de la ciudad, parecido a un gran bazar, con tiendas de todo tipo que ocupaban parte de la acera con sus artículos en exposición. Caminando nos encontramos de nuevo a Juanma, y más tarde a Mertxe y Marta. Tiendas y más tiendas, que empezaban a llamar ahora ya si algo más nuestra atención, pues había que empezar a pensar en los regalos que íbamos a traer.
Encontramos el mercado del pueblo y nos adentramos en él. Las paradas de pescado estaban en el centro de una plaza, rodeada por varios restaurantes. Podías comprar el pescado en cualquiera de los puestos del mercado y después pedir que te lo hicieran en el restaurante que tú quisieras. Doradas, truchas, langostinos, pez espada, y muchos más estaban a la espera de quien lo quisiera comprar.
Al lado del mercado de pescado, estaba uno de frutas, verduras y frutos secos.

Regresamos al hotel, pues Helena nos había citado a todos a las 20 horas para ir a cenar y después… ya veríamos.

Quiso la casualidad, o más bien que Ugur lo tenía decidido, que volvimos al mercado donde minutos antes habíamos estado. Ugur nos llevó a un restaurante que estaba en una esquina, y donde a veces tenías dudas de que mesas correspondían a cada restaurante por lo juntas que estaban. Como éramos muchos, 18, nos tuvimos que sentar en dos mesas.
Pero lo peor, fué lo de siempre. La espera. Más de una hora para que nos sirvieran la comida. Y claro, con tanta espera, las cervezas volaban. Aunqué la dorada de después estaba deliciosa.
En los postres, Ugur, me invitó a Raki, el licor favorito de Turquía. El Raki es un aguardiente de uva, con sabor anisado, que los turcos mezclan con agua. Mitad y mitad.

Ugur me ofreció un buen vaso de Raki, mientras reía conmigo. –“you make me feel good”….”tu haces que me sienta bien”…siempre me repetía….
A la hora de pagar, el camarero se quería quedar con 5 liras de Marta, a modo de propina, pues nos decía que no tenía cambio…en la otra mesa les pidió la propina descaradamente. Nosotros no le dejamos ni media lira.

Después de cenar, caminamos hacía la parte más turística de Fethiye, hacia el centro.
Y entramos en un pub, el Car Cemetery Bar. Virginia, Ruben y Mertxe se quedaron sentadas en la terraza del bar. Susana y Paz se fueron hacia el hotel.

Y bueno, como contar lo que reímos esa noche. Lógico era que Silvia bailara. Pero lo que nadie sabía es que a mi, bailar me encanta, me apasiona. Y dejar que la música entre en mis oídos, y que mi cuerpo se mueva como le plazca, es un placer para mi. Uno de mis mayores placeres.
Debo reconocer que hice una entrada “algo espectacular” en el bar, quedándome en medio de una pista vacía, bailando y girando en plan Michael Jackson…y a partir de ahí…el delirio colectivo… todos a la pista.
Todos, poco a poco, unos más lanzados que otros, empezamos a bailar, intentando seguir a la reina de pista que como no, era Silvia.
Amparo estaba hecha también una bailarina, e incluso Birginia, algo más tímida, en lo referente al baile, termino danzando.
-“mi padre nunca baila, es un caso perdido”, nos dijo Silvia….claro que a veces los pies se mueven proporcionalmente a la cantidad de cervezas ingeridas.

Y poco a poco Josep, dejó su porte seria, para desmadrarse como el que más. Empezó a hacer la “conga” por el local, metiéndose por todas partes, imitando a un cantante roquero, y cantando y chillando como el que más.
Incluso el serio de Zafer, nuestro chofer, se incorporó al baile. Fenomenal.
Yo hacía días que no bailaba tanto. Menos mal que los mojitos calmaban la sed y el sudor…menudo santo…y yo que no tengo costumbre de celebrarlo.
Creó que bailé con casi todas, y ninguno del grupo se libró de que en algún momento lo arrastrara a la pista de baile. Que noche!!!....

Cerca de las 2, Encarna y yo decidimos ir a pasear un poco por el puerto, intentando ver la lluvia de estrellas de la noche de San Lorenzo, las Perseidas. Y de paso relajarnos un poco con una caminata a la luz de la luna.

Los bares al lado del puerto empezaban a cerrar, y las tenues luces del paseo, se veían superadas por la intensidad de una luna llena radiante. Caminando llegamos a una plaza, presidida por una estatua de Ataturk. El padre de la Turquía moderna, aparecía por todas partes.

El paseo terminó en el hotel, con la sensación de cansancio en mis pies.

Mañana podría descansar en una jornada de barco y relax.

Pero eso sería mañana.

VIERNES 11 DE AGOSTO… … 11º DIA… … FETHIYE

LOS BAÑOS DE CLEOPATRA

Nada de resaca. Quizás un poco de dolor de pies, pero nada más. Dormir, y sobre todo haber sido inmensamente feliz en la noche anterior, hicieron que cualquier atisbo de dolor de cabeza o de cansancio, se fueran como por arte de magia.

En la hora prevista, y con el retraso habitual, cogimos el autobús con destino a Goçek. Y allí nos esperaba una goleta.
No comprendía que habiendo tantos barcos en Fethiye, nos tuviésemos que ir a otro puerto para embarcarnos en una goleta, pero Helena me aclaró que por la ruta que íbamos a hacer, partir de Goçek, era mucho mejor que hacerlo desde Fethiye.

De Goçek poco que contar, pues apenas lo vimos. Tan solo fué nuestro punto de partida.

Nuestra goleta, se llamaba Adora, y era unos 5 o 6 metros más larga que la anterior.
Al entrar en ella, vimos que no estábamos solos, pues dos parejas, amigas del dueño de la embarcación, estaban sentadas en un lateral. Eso no nos gustó demasiado, pues creíamos que la goleta sería para nosotros solos.

En la parte de atrás, había una mesa con sus sillas correspondientes, y una especie de gran sofá de madera con cojines aterciopelados de azul. Era el lugar perfecto para tumbarse a dormir, pues un toldo se encargaba de facilitar sombra.
En medio, el puente de mando, y debajo de él, una escalera que bajaba a los dos camarotes con su baño que tenía la goleta. Además estaba también la cocina. En la parte delantera, una mesa de madera, rodeada por otro sofá similar al de la parte de arriba, y delante de todo, numerosas colchonetas azules y cojines gigantescos para tumbarse a filosofar sobre lo humano y lo divino. Una gozada.

Primero nos dirigimos a una cala que nos decepcionó. Sucia, llena de manchas de aceite en el agua, pensamos que vaya sitio para detenerse y bañarse. Pero no.
Nos acercamos a otra goleta, y en ella “desembarcamos” a los cuatro “polizones” de nuestro barco. Ahora estaba mejor.
Después de allí, nos dirigimos a una cala preciosa, increíblemente limpia y con unas pequeñas ruinas en la orilla, a la cual se podía llegar nadando desde el barco.
Empezamos a tirarnos, a jugar en el agua con unos tubos de corcho a modo de flotador. Ruben y Virginia, hacían snoorkel, Juanma se alternaba las gafas de agua con Encarna y Josep, seguía descansando en una esquina del barco, leyendo…el esfuerzo de la noche anterior le pasaba factura….

Josep, tenía la habilidad de estar como desaparecido, y en un momento puntual, empezar a ironizar sobre las fotos y sus componentes. A veces su presencia en una foto, la dignificaba, pero solo a veces…
La sensación de navegar con las velas, dejando que el poco aire que sople te lleve, es sensacional. Navegación a vela en una goleta por el sur de Turquía, por el egeo. Mágico


Después de jugar un buen rato en el agua, o de tomar el sol en la cubierta, cambiamos de cala.
Cambiábamos el paisaje, pero los decorados seguían siendo preciosos.
Aguas de tonalidades verdes mezcladas con la vegetación de las montañas.
Comimos en el barco. La comida sin ser tan espléndida como en el otro barco, no estuvo mal, y después de comer, a otra cala… la tercera.

En esta, teníamos unas ruinas en el agua, a las que se podía acceder nadando desde el barco. Lo malo es que estaba abarrotado de turistas de otras embarcaciones.
Silvia y yo, nos entretuvimos en lanzarnos al agua, haciendo volteretas y sacándonos fotos el uno al otro. Cualquier cosa valía para no hacer nada. Aunqué tumbarse en la proa del barco, sobre una colchoneta y con una cerveza en la mano, era casi imprescindible.
Y de allí, a los baños de Cleopatra.
Otra cala tan preciosa como las anteriores nos esperaba. Según la leyenda, en esta cala solía venir Cleopatra a bañarse. De ahí su nombre claro. Y lógicamente, ¿Cómo no íbamos a remojarnos nosotros en un sitio tan legendario como este. En la orilla, había un pequeño bar y restos de algunas construcciones. En la antigüedad fué un pueblo importante. Si se quería, podíamos nadar hasta la orilla, jugueteando con los pequeños peces que nadaban a nuestro lado.
Creo que me gustó más el primer día de barco, que el segundo. Aparte de por la amabilidad del personal, quizás el barco era más coquetón, y creo que la mayoría opinamos lo mismo.
Regresamos a Fethiye y después de una ducha, salimos a pasear de nuevo por la ciudad. Encontramos una tienda de discos y compramos el que tanto nos había gustado el otro día, el del grupo M F O. y también uno de música de danza del vientre.
Paseamos de nuevo por las mismas calles que ayer, y al final optamos por sentarnos a cenar en la terraza del Bizim Restaurant, un local algo más alejado del centro. El camarero era enormemente amable. Y el local parecía un restaurante más para los del país que no para los extranjeros.
La casualidad hizo que mientras estábamos esperando los platos, aparecieran por la misma calle, la familia Salomon y Amparo, y se sentaron juntamente en la mesa que había detrás nuestro. Y no nos vieron. Hasta que me giré hacía ellos y les hice alguna broma sobre el lugar.
Y por si queríamos pasar desapercibidos, Virginia y Ruben, también pasaron por allí. Pero no se quedaron.

Después de la cena, los volvimos a encontrar por el centro del pueblo, y nos fuimos con ellos y Mertxe a pasear todos juntos y tomarnos un helado por las calles de Fethiye.

Se hacía tarde, y queríamos comprar un par de cosas que habiamos visto, por lo cual nos despedimos de los tres, y nos fuimos hacia el centro del bazar de Fethiye.
Esta visto que no puede uno ir de incógnito, pues al regresar al hotel, nos encontramos con Paz y Susana, que venían de pasear y se iban a tomar un té.

Éramos un grupo, pero con la suficiente autonomía para irse cada uno por su cuenta, o bien en grupo más reducido, en “petit comité”…

La sensación de que los días finales del viaje se acercaban, empezó a rondarnos por la cabeza. Mañana teníamos un día de visitas interesantes.
Pero eso sería mañana.
SABADO 12 DE AGOSTO… … 12º DIA… … FETHIYE-SELÇUK

MILETO, APOLO, EL CHOFER Y EL CD…

Tras un día, de relax, volvía la pesadez de un viaje eterno en autobús. Preparar de nuevo maletas, desayunar y encontrarnos todos en la entrada del hotel, para irnos hacía Didime.

La puntualidad, volvía a ser como siempre una batalla perdida. Y menos mal que siempre nos lo tomamos de buen rollo, por que de lo contrario…

Por el camino, paramos en una gasolinera a repostar y la mayoría aprovechamos para ir al baño o comprar agua.
Ugur me llamó y me enseñó varios CDS de música turca, de varios autores…bien, me compraré uno pensé… ¿pero cuál? Ugur me recomendó uno, el de una cantante llamada Candam Ençetin. Por 12 liras, menos de 6 euros, tenía un CD de música turca moderna… o eso pensaba yo.

En el autobús, como la mayoría sabían que había comprado un CD, pues me animaron a que lo pusiera…y se puso.

Resulta que esta cantante es una muy famosa artista turca, pero esta vez había grabado un CD de música tradicional, una especie de recopilatoria de canciones antiguas turcas.

Zafer, el conductor, lloraba de risa. Con un pañuelo se secaba las lágrimas que la risa le provocaba, mientras yo con cara de tonto, pensaba que vaya música más rara para ser pop. Pero el cachondeo mayor vino, con una letra que repetía constantemente “sanay, sananay, sanay”…una especie de la la la, turco…
Ugur también se reía, y el resto del autocar ya empezaba a preguntar que demonios pasaba.
Ugur me pidió perdón, que se había equivocado, y que no sabía que ese disco fuera así.
Bueno, teníamos un CD de música tradicional en vez de pop. No pasaba nada. Pero a Ugur lo estrangularía….

Con el cachondeo pertinente, el viaje se hizo más corto, y cerca de las 12.45 llegamos a Dídime. Íbamos a ver el templo de Apolo, o lo que quedaba de él.

Apolo, Dios del sol, y del exterminio, hijo de Zeus y hermano gemelo de Artemisa, la diosa de las montañas y los bosques. Podía sanar enfermedades y ocasionar muertes repentinas. Apolo.
Ninguna colonia griega se fundaba sin consultar a Apolo.

La ciudad de Dídime, no es una ciudad propiamente dicha. Tan solo unas cuantas tiendas y algún restaurante a pie de carretera, custodiando la joya más valiosa del lugar.
El templo.

El templo de Apolo jamás llegó a ser terminado. A pesar de ello los sacerdotes y su oráculo siguieron ejerciendo hasta que la llegada del cristianismo prohibió las prácticas paganas.

Lo que queda del templo hoy, tan sólo son las ruinas de un templo que se creó a finales del siglo IV a.c. y que fué construido para reemplazar al original destruido por los persas.
La perspectiva del templo desde la carretera es preciosa, magnifica. En tiempos tuvo más de 120 columnas de mármol, y en su interior se encontraba el oráculo.

Entré en el templo con una mezcla de sorpresa y de fascinación. Siempre me han atraído todas las construcciones antiguas, y estar paseando por una de las más grandes construcciones de la antigüedad me causaba respeto y admiración a la vez.

Accedimos al templo subiendo unos peldaños, que nos condujeron a un patio de más de 100 metros de largo lleno de columnas, de restos de ellas, donde el color blanco de la antigüedad, se ha transformado en un blanco sucio, salpicado de diferentes tonalidades de gris, de negro. Toqué las columnas, quise llegar a sentir toda la fuerza del lugar, y seguía estando como en otro mundo.
Atravesamos el patio de columnas para cruzar por una puerta, que a través de un pasillo nos llevaba a una gran sala interior, donde se ubicaba al oráculo.

Al oráculo se le preguntaba sobre cualquier cosa, y las respuestas podían venir en forma de mensajes que los sacerdotes debían de interpretar. Si las predicciones eran ciertas, el oráculo había acertado. Si fallaban, las interpretaciones estaban mal hechas.
En el lugar donde se ubicaba el oráculo, hubo una gran fuente y estanque, que era aprovechado para las artes adivinatorias.

¿Podíamos hacer alguna pregunta en el día de hoy al oráculo?... seguramente no, aunqué interiormente todos nos preguntamos algo… o no.
El lugar no estaba excesivamente masificado y quizás el grupo más numeroso era el nuestro, desperdigados por toda la extensión del templo.
Desde donde estábamos, la vista de la entrada, era preciosa. Con unas escaleras que en su parte superior, estaban rodeadas de columnas, de los restos de las columnas del templo y sobre todo, de majestuosidad.
Me encantaba lo que estaba viendo. Y como siempre, mi imaginación empezó a desbocarse, situándome yo mismo entre los sacerdotes del templo, entre el oráculo, y entre los cientos de personas que preguntaban sobre su futuro. El futuro.

Caminamos un poco más por los restos del templo, jugando con las columnas, y tocando aquellas piedras que llevaban cientos de años en aquel lugar. Caminamos por un lateral del templo de Apolo, en su superficie, y observamos unos trabajos de reconstrucción y de conservación. Los operarios nos miraron y sonrieron.

En nuestra salida, nos detuvimos en una fotogénica piedra, con la cabeza de Medusa, el monstruo que tenía serpientes en vez de cabellos y que dejaba petrificado de horror a quién la mirase. Al menos, observar esta Medusa, no me convertiría en piedra, ni me dejaría para siempre a los pies de una escalera, tan solo acariciado por las ramas de los arboles.

Ugur, había reservado mesa en uno de los restaurantes que había frente al templo. De nuevo, como éramos muchos, nos repartimos en dos mesas. Mertxe, que no tenía hambre, se compro fruta y no comió con nosotros. Unos gatos se empeñaron en acercarse y jugar con nosotros, haciendo más llevadera la espera, ya habitual, de la comida. Las conversaciones sobre las parejas, las maneras de conocerse y sobre el amor, terminaron de adornar la comida.

Después de comer, y con los ecos del cachondeo musical de la mañana, nos fuimos hacia Mileto.

Creo que la mayoría conocíamos Mileto por el astrónomo y matemático Tales. Personalmente, no sabia que había una importante ciudad detrás del nombre del celebre filósofo.

Mileto, fue una de las ciudades más antiguas que se conocen, perdida sus orígenes en el tiempo. Se sabe que en el siglo XVI a.c., ya existía un pequeño emplazamiento en el lugar aunque su fundación “oficial” data del siglo V a.c. Fue un lugar estratégico, con un gran puerto, un enorme centro comercial y gubernamental. Al estar en la desembocadura del rió Meandro, los sedimentos del río fueron anegando el puerto, perdiendo la ciudad su mayor bien. Sin un puerto, Mileto, fue cayendo en el olvido.
Posteriores guerras y conquistas, como la de Darío I, fueron el causante de su abandono.
Los persas destruyeron la ciudad en el 495 a.C.

Lo primero que vimos al llegar, fue el muy bien conservado teatro, con una capacidad para 15.000 personas. En este teatro, la altura de sus gradas era debida a que en la antigüedad se celebraban luchas de gladiadores y animales. Y los espectadores debían de estar algo protegidos de la sangre,… y de los animales.

Helena y Ugur nos hicieron las explicaciones pertinentes, para después cada uno explorar el lugar como quisiera.
Subiendo a lo alto del teatro, había un camino que llevaba al ágora, y a las termas. Para llegar a ellas debíamos de cruzar un campo lleno de hierbas, rocas y algún árbol.
Un lugareño, un chico joven, se empeñó en acompañarnos y hacernos de improvisado guía. Después nos ofrecía romero, a cambio de algún donativo. Y ese era su medio de vida. Asombroso.
La parte más bonita de las termas, es su entrada, con 6 columnas, la mayoría en pie, y que ahora nos servían de foto. Paseamos por las termas, nos acaloramos con el sol y regresamos al teatro.
Josep seguía sentado, en una piedra, esperando el mejor momento para hacer una foto. Todo era cuestión de paciencia.

Con Encarna y Marta, recorrimos las galerías superiores del teatro, donde vimos a unas personas vestidas con trajes de época; y es que estaban rodando un documental para un canal de historia. Intentamos cotillear sin molestar pero no era posible.
Una de las cosas que me sorprendía de Marta, era que a veces, mientras Ugur o Helena nos daba una explicación, ella tenía su Mp3 puesto, escuchando música, ajena a lo que se contaba… Marta era así. Especial, pero única y genial a la vez.

Cuando por fin nos juntamos todos en los tenderetes de la entrada del teatro, nos subimos al bus y a Selçuk.

Tras casi dos horas de bus, llegamos a nuestro destino. Aunque Zafer, como no, se equivocó un par de veces de camino. En el trayecto pasamos por el desvio que llevaba a Priene. Y Priene era una visita para mañana…Podíamos haber parado hoy.

Durante el trayecto, nos enteremos de que un autocar de españoles, había sufrido un accidente en Turquía. La noticia la habían dado por televisión en España, y la hija de Mertxe llamó a su madre para preguntar y comprobar que nosotros estábamos bien.

Selçuk es una ciudad de unos 20.000 habitantes que vive de Efeso. Las ruinas más famosas y bien conservadas del Mediterráneo Oriental, están a tan solo 3 kilómetros del pueblo.

Nuestro hotel era el Otel Cenka, bien situado en una gran avenida, y con unas habitaciones bastante confortables.

El grupo quiso ir hacia el centro del pueblo para visitar el mercado local, excepto Virginia, Ruben, Encarna y yo, que preferimos descansar un poco y salir más tarde.
Antes de subir a las habitaciones, cambiamos dinero en el hotel. La recepcionista me quería aplicar un cambio menor, pero como Josep había cambiado antes y sabía que le habían dado, pues protesté. La chica fué a consultarlo y me aplicó el mismo cambio que a Josep. Vaya picaresca.

Después de una pequeña siesta, avisamos a Ruben y Virginia. Mientras los esperábamos, Ugur nos presentó a un guía de Ambar, que hacía las visitas en francés y que el año pasado conoció en un viaje a una chica de Barcelona y en Septiembre se iba a Catalunya, para casarse con ella. Los guías, siempre ligan.
Cuando llegaron, nos fuimos los cuatro calle arriba, intentando visitar algo de la ciudad. Pasamos por el mercado del pueblo, donde la mayoría de los puestos ya estaban cerrando. Y la casualidad que a veces existe, nos llevó a una plaza, donde estaba todo el resto del grupo, sentados en la terraza de un bar.
Nos juntamos con ellos, tomando una cerveza primero, y al final como estábamos a gusto, optamos por quedarnos a cenar también.

Pero hoy era uno de esos días que estás algo más cansado de lo normal, por lo cual, después de cenar, los cuatro nos fuimos por donde habiamos venido.

Mañana me esperaba un lugar que despertaba en mi fascinación. Quizás seria exagerado, quizás no seria para tanto, quizás me llevaría una desilusión, pero una de las joyas del viaje, era la ciudad de Efeso. Y mañana caminaría por sus calles.

Pero eso sería mañana
DOMINGO 13 DE AGOSTO… … 13º DIA… … SELÇUK
EFESO….1ª DESPEDIDA

No era un domingo de agosto cualquiera. Sin saberlo, hoy sería uno de los días más completos de todo el viaje. Un día especial que empezó con un regalo.

Mientras estábamos desayunando en el hotel, se acercó Ugur y me regaló un CD. Desde el mismo día en que por error me recomendó una cantante, Ugur me decía que me compensaría, que me traería otro disco de música turca actual. Y lo cumplió.
Me regaló un disco de Golshen, una especie de Shakira turca muy popular por estas tierras.
Me emocioné. No tenía porque regalarme nada, pero Ugur, se sentía culpable de haberme hecho comprar un disco que no tenía nada que ver con lo que yo buscaba.
Precioso detalle.

Esta vez fuimos todos puntuales pues se trataba de llegar pronto a Efeso, y poder visitarla anticipándonos a todos los grupos de turistas que hay en esta ciudad.

Efeso. Cuenta una leyenda, que Androclo, hijo del rey Codro de Atenas, consultó a un oráculo sobre donde debía fundar una ciudad. El oráculo respondió, que en el lugar donde indicasen el pez y el jabalí.

Androclo se sentó con unos pescadores a los pies de la colina Pion, lugar donde hoy se ubica el teatro. Mientras cocinaban unos peces para el almuerzo uno de ellos saltó del fuego haciendo que unas brasas cercanas se incendiaran. Un jabalí que estaba escondido huyó asustado. En este lugar se construyó el templo de Artemisa.
La ciudad de Efeso, fué una gran ciudad comercial y centro de culto a la diosa de la fertilidad Cibeles. El pueblo Jonio convirtió a Cibeles en Artemisa, la diosa virgen de la caza y la luna. Cuando los romanos tomaron Efeso, Artemisa pasó a ser Diana, y la ciudad fué nombrada capital provincial romana, coincidiendo con la época de mayor esplendor de la ciudad.
Alejandro Magno llegó a la ciudad en el 334 a. C. y tras su muerte, Efeso y toda la zona, quedaron bajo control de Lisímaco, uno de sus generales. Efeso llegó a tener más de 250.000 habitantes, pasando a ser la capital de Asia Menor. El templo de Artemisa fué nombrado como una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Efeso, ciudad bíblica. San Juan Evangelista, escogió esta ciudad para escribir su evangelio, mientras que como había prometido a Jesús, cuidaría de la Virgen Maria hasta que murió. Una de las siete iglesias del Apocalipsis, fué construida aquí. San Pablo acudió varias veces a la ciudad, para combatir el culto a la diosa Diana.
Cuando el río que desembocaba en Efeso, se fué cegando, y con él, el puerto, la ciudad empezó a perder su importancia. El emperador Adriano intentó desviar el río, pero al no conseguirlo la decadencia de la ciudad estaba cantada.
La historia e importancia de la ciudad, no cayó en el olvido, y en el 431 se celebró el Tercer Concilio Ecuménico.

Antes, de entrar en la ciudad, Helena nos advirtió de que no hablásemos demasiado, pues Ugur era guía inglés, y solo podía hacer de guía para personas de habla inglesa.

Varios detalles históricos de Efeso, nos los contó Helena, traduciendo las explicaciones de Ugur, mientras las hojas de un árbol nos servían de cobijo frente al sol.
Aunque era pronto, varios grupos de turistas empezaron ya a dejarse ver por la ciudad. Nuestra primera parada, el Bouleterion: Un pequeño parlamento utilizado por el Consejo de la ciudad.
Visto de lejos, parecía un teatro. Y también como teatro se utilizaba, aunqué no era su principal utilización. Entramos en él, sorteando la gran cantidad de columnas que rivalizaban en donde depositar uno la mirada. Para algunos piedras, para otros tan sólo algo bonito. Pero para mí, un lugar con cientos de años de historia, donde cada rincón podía darme para un sin fin de leyendas.

Dejamos el Bouleterion, el llamado Efeso superior, para llegar a la puerta de Hércules, al inicio de la Vía de los Curetes.
La puerta, flanqueada por dos columnas, con relieves de Hércules en ellas, es el aperitivo de lo que venía a continuación.
Aunqué los ciudadanos romanos o jonios habían sido sustituidos por turistas, la calle principal de Efeso mostraba un esplendor histórico impresionante. Mirases donde mirases, los ojos se convertían en una cámara fotográfica instantánea y no tenía capacidad de albergar en mi retina tantas y tantas imágenes.
Descendiendo por la Vía de los Curetes, a mano derecha llegamos a la fuente de Trajano. Tan solo una parte de su estatua queda en pie.

Y con la biblioteca de Celso en la mira, nos detuvimos primero en el Templo de Adriano, con las casas adosadas a nuestra izquierda, y que dejamos para visitar más adelante.
El templo, o lo que queda de él, tenía el encanto de aquellas cosas que sin ser espectaculares, gozan de un atractivo especial. Columnas y capiteles coronados por enormes piedras talladas en relieve, con sus colores originales mezclados con el color del paso del tiempo…sensacional.

Llegué al final de la Vía.
Los Curetos eran los sacerdotes encargados de llevar leña al fuego sagrado del ayuntamiento de la ciudad, el Pritaneo, situado al lado del Bouleterion. Estaba en la arteria principal de la ciudad.

Nos detuvimos en un lugar, que según Helena, era el sitio donde más reuniones se hacían. El lugar de más alterne social.
Las letrinas.
Y no era broma. Lugar reservado sólo para hombres, y que aparte de su función primordial, servía de lugar de encuentro.

Y saliendo de las letrinas… la biblioteca de Celso.
Cientos de veces habían visto la imagen de la fachada en fotos, pero aún así, debo reconocer que me quedé perplejo. Me apoyé en un trozo de pared frente a la fachada, dejando que el tiempo pasara, e intentando que esta imagen se grabara para siempre en mi cerebro. No tendría palabras para describir lo que sentí. Y mucho más cuando me acerqué a ella, pasé por debajo de sus arcos, y contemplé como estaba hecha.
Aunqué la parte de atrás revelaba que había sido reconstruida, yo seguía emocionado.
Se que no todo el mundo opinará igual, pero para mí, era uno de los edificios antiguos mejor conservados de toda la historia.
La fachada está adornada por estatuas que representan las Virtudes: Arete (Bondad), Ennoia (Pensamiento), Episteme (Conocimiento) y Sofía (Sabiduría).

Celso Polemeno, fué el gobernador romano de Asia Menor a principios del siglo II. Según una inscripción en la escalinata, su hijo Tiberio Julio, erigió esta biblioteca en honor a su padre.
Contenía 12.000 pergaminos perfectamente ordenados, y protegidos de la humedad por un grueso muro.
Me hice varias fotos, intentando en cada una de ellas, captar algún detalle que no hubiese captado en la anterior, miré y remiré por todas partes, y tan solo cuando creí que no me había dejado ni un detalle por observar, seguí la ruta. Dejé la biblioteca por la Vía Sacra o Vía de marmol, que nos condujo hacía el Ágora. Toda la calle está flaqueada por restos de columnas, capiteles e historia, al cobijo de una pequeña ladera a mano derecha.

El gran espacio abierto del Ágora y corazón de la vida comercial era una explanada de más de 500 metros cuadrados, donde los árboles habían empezado a reconquistar el espacio de las tiendas de la antigüedad.

Volvimos hacía atrás, para visitar las casas adosadas.
Había que pagar una entrada aparte de 10 liras, unos 5 euros, pero merece la pena.
Es una oportunidad única de apreciar con que lujo vivían los patricios romanos. En algunas casas, las paredes están cubiertas por frescos y sus suelos por elaborados mosaicos. Lo que está claro es que en toda la humanidad, los que vivían bien, vivían muy bien.

Estas excavaciones, están protegidas por un gigantesco invernadero, con varios niveles de construcción y para verlo todo, se deben de subir escaleras, ganando altura, de la misma manera que las casas ganaban terreno a la montaña. Aun está en fase de excavación y seguramente más y mejores restos se encontraran.
Salimos de las casas, y bajamos por un lateral de la montaña para volver a salir a la biblioteca. Entramos de nuevo por su fachada, observándola por última vez y después salimos por la puerta de Augusto, a la izquierda, que conducía al Ágora.

Caminamos una vez más por la Vía Sacra, para acércanos al teatro, al Gran Teatro de Efeso. Reconstruido por los romanos, tenía capacidad para albergar más de 25.000 personas. Hoy en día se sigue utilizando para representaciones.

Dejamos el teatro para dirigirnos por la calle del puerto hacía la salida. Una ultima foto del teatro, y empezar a recordar que había tenido la oportunidad de pasear por la historia.

Helena ya nos estaba esperando. Éramos los últimos en llegar. El resto del grupo, estaba sentado en un bar. El lugar estaba lleno de tiendas de recuerdos, de dependientes que te reclamaban para que visitaras su tienda… y de nuevo Silvia triunfó. Varios chicos de las tiendas le regalaron un imperdible con el ojo de Saladino…”-eres un ángel”, le dijeron.

Después de Efeso, hicimos la tontería del día y quizás también de todo el viaje.
Un trayecto de hora y media para ir a ver las ruinas de Priene.
Si no hubiésemos visto Efeso, casi nos habrían gustado las ruinas. O si las hubiésemos visto en el día de ayer, cuando pasamos cerca de ellas. Pero hacer casi 3 horas de autobús, para ver lo que vimos, no valía la pena para nada. Podíamos haber empleado el tiempo en visitar más cosas de Selçuk, como por ejemplo su museo, que valía la pena de ver. En el museo de Selçuk está la estatua de la diosa Artemisa, con sus mil pechos…

Aun así, de Priene, hay algo que contar.

Priene fué abandonada a raíz de una epidemia de paludismo en el siglo XII. Anteriormente fué una de las ciudades más importantes de la Liga de las ciudades Jonicas, y fué utilizada sobre todo para realizar congresos y festivales.

Para llegar a las ruinas de la ciudad, había que hacer una pequeña caminata por un camino de arena y piedras. Virginia llegó hasta arriba, pero luego se fué hacia el autobús.
Las ruinas de Priene eran una decepción, y más después de haber visto Efeso. Tan sólo el templo de Atenea, con sus cinco columnas en pié, con el telón rocoso del monte Mykale detrás, es lo mejor del lugar.
Un lugar que Encarna y yo descubrimos fué el teatro, con unos asientos delicadamente tallados que se reservaban para las autoridades. El lugar tenia algo más de encanto por que la vegetación jugaba a esconder los restos de la historia del lugar.

Caminamos un poco más por Priene, pero sin mucho interés, y pensando que efectivamente, de no haberlo visto, no nos hubiésemos perdido nada.
Al llegar al bus, bebimos agua de un manantial. –“¿es buena?”…-“bueno, ellos la beben”… y bebimos.

Subimos al autobús, pero no estábamos todos. Ruben y Juanma no estaban. Nadie los había visto hacia tiempo y Ugur, Josep y Helena fueron a buscarlos. No estaban perdidos. Tan sólo el tiempo había transcurrido más despacio para ellos.

Eran ya las dos de la tarde, y había hambre. Y esperar a cerca de las cuatro para comer en Selçuk, resultaba demasiado. Por lo que optamos por comer en un pequeño restaurante cerca de Priene. Una locura.
Hacer 18 gozlemes para todos, se convirtió en una pesadilla. Hubo quién no comió, pues tras más de hora y media de espera, el hambre ya había desaparecido.
Y eso que la camarera nos dijo que lo harían rápido. Pero lo cierto es que en la cocina tan solo había una señora, y los gozlemes no se hacían solos. Increíble.

Con una sensación de haber perdido el tiempo, y de haber comido mal, llegamos a Selçuk. Algunos quisimos ir a visitar la Basílica de San Juan y el autobús nos dejó en la misma puerta. Entrada 5 liras.
Según cuenta la leyenda, San Juan se instaló en Efeso en la última etapa de su vida y escribió su evangelio en la colina de Ayasuluk.
La creencia popular decía que sus restos estaban sepultados en una tumba en esta colina, por lo que el emperador Justiniano, en el siglo VI, erigió la Basílica de San Juan, en la cima de la colina. Los terremotos y el robo de materiales para hacer otras construcciones, convirtieron el lugar en un montón de escombros, hasta que hace un siglo más o menos, se empezó a restaurar.

La entrada de lo que es la Basílica, es parecida a la entrada de un castillo, con dos torres custodiando su entrada. Dentro de la Basílica, lo mejor son las vistas de los alrededores. Al fondo, en el lugar más alto de la colina, hay una ciudadela que está cerrada al publico porqué parte de su muralla se derrumbó y no ofrece garantías de seguridad.

Caminando por el interior de la Basílica, encontramos cuatro columnas, rodeando una pequeña tarima de mármol. En medio de ella, una inscripción: ST JEAN IN MEZARI. THE TOMB OF ST JOHN.
Cada uno puede pensar lo que quiera.

El resto de la Basílica no ofrece gran cosa. Una sala con preciosas pinturas en sus paredes, permanecía cerrada por unas rejas.

Un chico se acercó a Susana queriéndole vender monedas antiguas. Avisé a Susana de que no le hiciera caso, pues eran un timo. Había leído que algunas personas venden monedas como si fueran antiguas, y tan sólo son monedas que después de pasar por el intestino de una vaca u oveja, adquieren un tono viejo bastante convincente.
Con Susana y Paz, habiamos acordado de coger un taxi los cuatro y acercarnos a ver la casa de la Virgen Maria, el lugar donde según la tradición había vivido.

Y como nadie más quería venir, salimos de la Basílica, y caminamos unos minutos hasta llegar a la estación de autobuses y taxis, la Otogar.

Entramos en la estación y un chico que era como un recepcionista, nos indicó el taxi que debíamos coger. El taxista nos enseñó un papel con las tarifas “oficiales”. Ir a la Casa, esperarnos media hora y traernos de vuelta, 50 liras. Pero entre cuatro no era tan caro. Ok.

El trayecto de Selçuk a Meryemana es de unos 7 kilómetros, por una carretera con curvas, pero que nuestro taxista hacía rectas. Ni líneas continuas, ni intermitentes, ni mucho menos cinturón…. Menudo taxista.

La entrada al recinto, 11 liras por cabeza. Unos 5 euros
El taxi nos dejó en una especie de parking, poco concurrido, pues eran las 18.30 horas y tan solo faltaba media hora para el cierre.
Hay una oficina de correos, casa de cambio, restaurante y tiendas, pero todo ello, con muy poca gente en esas horas.
Caminamos por un camino con arboles y con carteles en varios idiomas sobre el lugar y la leyenda. Las acacias nos indicaban el camino. Y de pronto, la pequeñísima ermita de la Virgen apareció ante nosotros.
La ermita no debe de tener más de 5 metros de largo. Dos bancos a cada lado, frente un pequeño altar, debajo del cual se cree que están los restos de la Virgen Maria.
Seis frailes italianos estaban rezando el rosario; uno de ellos nos vió llegar y nos invitó a pasar. Nos sentamos un rato, observando el lugar, el pequeño y acogedor lugar, totalmente alejado de las iglesias ostentosas y recargadas. Unas flores y unas pocas velas encendidas eran toda la ornamentación del lugar. Sencillez

En el lado derecho del altar, hay una pequeña puerta, que da a una minúscula habitación y que a su vez comunica con el exterior. Fotos de la Virgen, velas y silencio son la decoración de esta pequeña estancia.
Para los musulmanes, la Virgen Maria es también motivo de devoción. Para ellos, la Virgen es la madre del profeta Jesús.

La historia de esta casa o iglesia es confusa y algo curiosa.
Esta documentado y probado que la Virgen Maria vivió en Efeso, los últimos años de su vida.
En el siglo XIX, una monja alemana afirma que la Virgen se le apareció y le comunicó el lugar donde estaban sus restos. Esta monja, jamás había estado en Efeso.
Unos sacerdotes y arqueólogos, siguiendo sus indicaciones, descubrieron los cimientos de una antigua casa en una de las laderas de los montes que rodean Efeso. Las pruebas de Carbono 14 confirmaron la hipótesis de que la Virgen Maria había vivido allí, y a raíz de eso, se construyó esta pequeña ermita.
En 1967, Pablo VI, autentificó el lugar y este pasó a ser un lugar de peregrinaje.
A partir de aquí, todo es cuestión de Fe.

Cada 15 de Agosto, o sea, dos días después de nuestra visita, se realiza una gran misa en el exterior de la iglesia, con cientos de personas acudiendo a ella.

Salimos los cuatro de la iglesia y siguiendo el camino de arena que hay delante de la estancia, bajamos unas escaleras, que nos conducían a una fuente de agua. La fuente de agua de la Virgen Maria; Meryemana Kaynak Suyu Icilir.

¿Podíamos beber agua de una fuente?, Era agua de la Virgen… ¿podría hacernos daño? Encarna y yo la probamos, y no tuvimos ningún problema.

Al lado de la fuente, hay una pared con una reja que esta cubierta de trozos de tela, o de papel. Los turcos, y los turistas, atan tiras de papel, plástico o trapo, con un deseo escrito en él. Una sola palabra escribí como deseo. Paz. Una utopía.

El taxi nos estaba esperando, y aunqué tardamos más de 30 minutos, no nos puso ninguna pega, e incluso nos hizo una foto a los cuatro. La bajada en taxi, como la subida. Sin normas de circulación.

Después de nuestra excursión, cansados pero contentos, llegamos al hotel. Por el camino nos encontramos a parte del grupo, que nos dijeron que para esa noche, se había organizado una cena como despedida de Ugur y Zafer, y que habían acordado darles algo de propina a los dos. 20 liras a Ugur y 10 a Zafer, por cabeza. Aunqué si alguno no estaba de acuerdo, lo podía comunicar al grupo.

El tema de la propinas. Siempre recurrente. Hay quien lo encuentra acertado, hay quien no, y hay quien lo considera un gasto previsible en un viaje. Lo cierto es que de las 20 y 10 liras que nos dijeron primero, se pasó a 10 y 5. La mitad.

Noche de cena, de fiesta, de despedida… A la hora acordada nos reunimos todos en la recepción del hotel.
Helena nos llevó a un restaurante por el centro de la ciudad donde teóricamente Ugur había reservado mesa. El Edjer Restaurant.
Al ser numerosos, nos repartimos en dos mesas. En la nuestra estábamos Marta, Mila, Birginia, Encarna, Mertxe, Ruben, Virginia y yo. En la otra el resto del grupo, excepto Susana, que no se encontraba bien y no vino. Ugur y Zafer también vinieron más tarde.

Tener al lado a Birginia, es una garantía de risa segura. Bien con el tema de la “happy hour”, bien con cualquier otra chorrada, siempre nos estábamos riendo de todo, y como la cena tardaba como siempre, las cervezas hicieron su efecto.
Hicimos la recolecta de dinero para Ugur y Zafer, y además les dimos un regalo.
A Ugur una botella de Raki, y a Zafer un llavero con el ojo de Saladino. Aunqué estoy seguro que lo que más les gustó fué el sobre económico.

Después de la cena, Ugur nos llevó a un local, el café Mosaik, para bailar, beber un té, fumar en Narguile, beber Raki, o lo que fuera…
Nos sentamos todos en unos cojines alrededor de dos pipas de Narguile, mientras el DJ, empezó a ponernos música latina.
Poco a poco, con Silvia a la cabeza empezamos a bailar en una pequeña pista al lado de la barra.
Nos pusimos gorros turcos, adornos, monedas, y bailamos, reímos, y… ligamos.

Varios clientes jóvenes del local se pusieron a bailar o hablar, preferentemente con el público femenino, lógicamente.

Birginia me pidió varias veces que le hiciera una foto con Ugur… el ambiente se estaba caldeando.
Cuando ví a Birginia bailando, hice una de las tonterías que más dieron de reír. Vi a Ugur que entraba por una puerta, que yo creí que era un almacén u otra sala.
Supongo que el Nargile, las cervezas, o ese carácter impetuoso que a veces tengo, hicieron que llamara a Ugur rápidamente y no se me ocurrió otra cosa que abrir una puerta que era un baño. Y dentro de él, había una japonesa que puso cara de susto cuando me vió.
Risa general sobre mí. Y lo que es peor. No tenía excusa.
Pero al final conseguí la foto.

Poco a poco nos fuimos marchando del local, y Encarna y yo notamos que aunqué no molestásemos, quizás sería mejor que también nos fuésemos. A veces hay que saber retirarse a tiempo, y dejar que la noche sea para otras personas.

Llegamos al hotel, y nos encontramos con Josep. Había estado hablando con unos chicos que siguieron a su hija y amablemente les dijo que no era para ellos, que tan solo tenía quince años. Hablamos un poco sobre la cena y la fiesta, y a dormir.

Quizás bailé algo menos que la otra fiesta, pero me reí bastante más. Una noche para recordar…aunque siempre habrá quien la recordará diferente a mí.

Mañana, rumbo a Estambul. Adiós la ruta Lycia, las piedras y las calas.
Hola ciudad, caos y alboroto.

Pero eso sería mañana.



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Fecha: Dom Abr 07, 2024 01:10 pm    Título: Re: Viajar a Turquía por libre

"firulo" Escribió:
Es solo para museos?

Hola! por lo que leí sirve también para sitios arqueológicos y sus museos.
ASS66
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Fecha: Dom Abr 14, 2024 05:12 pm    Título: Re: Viajar a Turquía por libre

Yo lo estoy organizando con milcolinas, Se encargan de todo
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07-03-2015
Mensajes: 21

Fecha: Mar Abr 16, 2024 06:59 am    Título: Re: Viajar a Turquía por libre

Hola a todos. Acabo de regresar de Turquía.
He recorrido por libre toda la Capadocia, Konya, Denizli, Antalya y la costa hasta Estambul.
Unos 2.500 km. En coche de alquiler.
Puedo intentar resolver dudas si alguno de vosotros se está planteando un viaje parecido.
Saludos.
Sandra_2000
Sandra_2000
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New Traveller
16-04-2024
Mensajes: 1

Fecha: Mar Abr 16, 2024 10:15 am    Título: Re: Viajar a Turquía por libre

Buenas!! estoy buscando información porque quiero viajar con mi pareja en junio 2 semanas a Turquía. ¿me podrías explicar un poco que tal tu viaje?
Con qué compañía volaste y qué tal el vuelo, seguridad en el país, moneda.... Que tal las carreteras para alquilar coche, y que compañía de coche nos recomiendas... Si hace falta visado o con el pasaporte y dni español ya vale
Buff... Son tantas dudas y curiosidades las que tengo jajajj Muchas gracias!!
Senseifer
Senseifer
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07-03-2015
Mensajes: 21

Fecha: Mar Abr 16, 2024 03:18 pm    Título: Re: Viajar a Turquía por libre

Hola. Hemos viajado con Pegasus desde Madrid a Estambul. Es una low cost y, por tanto, las plazas son bastante estrechas. Pero no hemos tenido ningún problema. Han sido puntuales. A la ida enlazamos, con la misma compañía, hasta Kayseri. Dejamos un espacio de unas 3 horas entre un vuelo y otro porque teníamos que recoger el equipaje, volver a facturarlo y pasar el control de pasaportes que es largo y muy pesado. Hay muchísima cola. Contratamos el coche con Cizgi Rent a Car a través de Carjet. Lo recogimos en Kayseri. Por 6 días hemos pagado unos 420 Euros (300 Euros del alquiler...  Leer más ...
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