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LA RUTA LYCIA

LA RUTA LYCIA ✏️ Diarios de Viajes de Turquia Turquia

DOMINGO 6 DE AGOSTO… … DIA 6º… … GOREME-KONYA. LOS DERVICHES. “hay un mar que no esta lejos de. Nosotros. Es invisible, pero no. está oculto. Está prohibido hablar. de él, pero al mismo tiempo es un. pecado y un indicio de ingratitud. no hacerlo...
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OJOS DE TURQUIA

Diario: OJOS DE TURQUIA

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DOMINGO 6 DE AGOSTO… … DIA 6º… … GOREME-KONYA
LOS DERVICHES
“hay un mar que no esta lejos de
Nosotros. Es invisible, pero no
está oculto. Está prohibido hablar
de él, pero al mismo tiempo es un
pecado y un indicio de ingratitud
no hacerlo”
Proverbio Sufi.

Durante el desayuno de hoy, se empezó a fraguar un pequeño y pacifico motín.
El plan del día era de hacer una nueva jornada de trekking y después irnos hacía Konya, pero intentando salir pronto para poder visitar el Museo de Mevlana, en Konya.
Y la mayoría preferían ir a ver el Museo al Aire Libre de Goreme, e intentar después visitar una ciudad subterránea que Helena nos había propuesto opcionalmente.
Los cuatro que ayer ya habíamos visto el Museo, no queríamos repetirlo, y si hacer la caminata.
Al principio a Helena no le gustó el cambio de planes, pues nos dijo que había que cumplir la ruta, etc. pero luego, como el clima de convivencia era bueno, supongo que vió que la solución no era mala.
Para Helena, este era su primer viaje con nuestra agencia y también el primero con españoles. Antes había trabajado sobre todo con australianos y haciendo otras rutas.
Fue su bautizo con nosotros, y algo de rodaje aún le faltaba. Pero con su sencillez y sobre todo con su sonrisa, nos tenía a todos en el bolsillo.
Y así lo hicimos. Nos subimos en el autobús todos, pero nos dejarían en dos grupos.
Encarna y yo, Mertxe, Marta y la familia Salomon nos fuimos a caminar por otro valle; el valle Avcilar o valle de los cazadores. El resto del grupo se fué al museo.
El autobús nos dejó al principio de la caminata, donde vimos varios almacenes frutales. Tuvimos que retroceder un poco, pues Ugur creía que se podía seguir por un camino, que estaba cortado por un barranco, y buscamos otro paso.
El paisaje de hoy, aún siendo bastante parecido al de los otros días, tenía varias cosas que lo hacían diferente. Sombras… muchas sombras que los árboles nos iban regalando, palomares de colores y un camino plano que hicieron que la hora y media escasa de la caminata se pasara muy rápido.
Y terminamos en el mismo lugar que habíamos terminado ayer. El bus nos recogió y nos llevó al hotel. Teníamos que esperar al resto del grupo.
Hubo un error en la hora de partir. Ugur les dijo al grupo del museo, una hora más tarde, de lo que Helena había previsto. Por lo cual a partir de ese momento, Helena nos comentó que siempre le hiciéramos caso a ella en temas horarios.
Ugur, el guía local, tenía 30 años. De ojos verdes, tenía una similitud con el actor de cine Ben Gazzara. Natural de Ankara, y con estudios de “lenguas” según él, le iba contando a Helena las cosas o lugares que veíamos, y Helena después nos lo traducía.
Yo me llevaba muy bien con él. Siempre le llamaba de todo menos por su nombre. Aunqué el que más le iba, era el de Martini Boy…. Un aire de ligón que era cierto.
Si me “enfadaba” con él, entonces le llamaba Petit Suisse Boy….
Entre Helena y Ugur, me enseñaron bastantes palabras en turco, que luego utilizaba bien para comunicarme, o bien para hacer broma con ellas…
Sobre las 12 del mediodia, llegó el resto del grupo. Pero hubo que hacer cambio de planes.
Entre recoger las maletas y todo, el tiempo iba pasando y si queríamos llegar a tiempo a Konya, la visita a la ciudad subterránea, debía de ser cancelada. Tampoco estaba en el planning del viaje, era algo opcional, pero hubiera estado bien el verla. Pero en fin, no se puede hacer todo.
Dejamos el SES hotel, la Capadocia y unas tierras que según las leyendas vieron nacer a San Jorge, el patrón de Cataluña.
San Jorge, era un agricultor y posterior caballero que nació en el siglo III en la Capadocia. La leyenda de San Jorge y el dragón….es otra historia. Los mareos y problemas intestinales, eran ya algo más habitual en el grupo. Ahora era el turno de Susana y Virginia.
Por delante más de 3 horas de autobús, y unos 226 kilómetros que en Turquía se hacen eternos.
Paramos a comer en un restaurante de carretera, que debía ser punto de paro de varios autocares. El lugar era un self service, lleno de gente y parecido a las áreas de descanso de cualquier autopista. El precio variaba según la comida.
De nuevo al autobús, y hacia Konya. En el autobús, casi siempre todos nos sentábamos en el mismo sitio en que nos sentamos el primer día. Al ser pocos, a veces podíamos ocupar dos plazas cada uno, e intentar dormir un poco.
Los libros y sobre todo los mp3, eran el instrumento más socorrido para pasar las horas de conducción.
Konya, llamada Iconium en tiempos de los romanos, es diferente. De más de 700.000 habitantes, tiene fama de ciudad conservadora. Y si he de ser sincero, el ambiente en las calles es diferente. La mayoría de mujeres llevaban el pañuelo en la cabeza, y por las calles, nosotros, nos sentíamos observados.
En los autobuses, las mujeres deben ir separadas de los hombres, a no ser que se viaje con el marido.
Konya fué la capital de los Selyúcidas, los antepasados directos de los turcos. Al entrar en la ciudad, un pequeño autobús lleno de mujeres se paró a nuestro lado. Era curioso ver como nos miraban, y eso que en Konya, el Museo Mevlana atrae a bastante gente.
El autocar nos dió una pequeña vuelta por el centro del pueblo y después nos llevó directamente al museo, para que pudiéramos verlo sin prisas.
¿Quién era Mevlana? Celaleddin Rumi, nació en Afganistán en el 1207. Su familia escapó de la invasión mongol, mudándose a la Meca y al sultanato de Rum. Su padre era un destacado predicador y Mevlana se convirtió en un brillante estudioso de teología islámica. Estudió en Alepo y Damasco, hasta que regresó a Konya en 1240.
Mevlana, que significa nuestro guía, fundó la orden Sufí de los Derviches. Hay muchas historias sobre Mevlana, sus discípulos, celos, retiros, etc. pero con lo que me quedo, es con su manera de entender el camino a Dios. De acuerdo con Mevlana, el amor es lo único necesario para llegar a Dios. Está considerado como uno de los pensadores más importantes y respetados del mundo islámico.
Existen un montón de libros sobre su vida, sus supuestos milagros y sus poemas, pero eso, sería muy largo y pesado de explicar.
El museo de Mevlana, que es donde está su tumba, recibe cada año más de 1.5 millones de visitantes, la mayoría turcos, que se detienen a rezar delante de su tumba.
Al bajar del autobús para entrar en el museo, vimos una boda, donde los novios se dirigían también al museo.
Al entrar, lo que más me llamó la atención, fué su cúpula de color turquesa, también visible desde el exterior. En el patio había una fuente para las abluciones.
En la puerta de entrada, había una caja con plásticos para cubrirnos los zapatos.
Una masa humana nos empujaba hacia el interior, para detenerse en la tumba de Mevlana. Su hijo está enterrado a su lado. Las paredes estaban adornadas con pasajes del Coran, en tonos dorados, y los sarcófagos, recubiertos por unas mortajas de terciopelo bordadas en oro. Encima de las tumbas, el gorro Sufí característico.
En la nave contigua, varias tumbas de derviches eminentes, lujosamente adornadas, seguían dándole un ambiente especial.
Delante de la tumba principal, varios fieles intentaban hacerse un espacio y rezar, pero la gran cantidad de gente que había, lo hacía casi imposible.
Salimos de la sala de las tumbas, para entrar en otra más grande, donde estaban los objetos que pertenecieron a Mevlana, aparte de manuscritos, esterillas de oración e instrumentos musicales.
Mila, me llamó para enseñarme unos jarrones de cristal que la habían gustado.
Con Mila, he de reconocer que me equivoqué.
Al verla por primera vez, en la recepción del hotel en Estambul, pensaba que sería una de esas mujeres mayores, de porte estirado y que protestaría por todo, que no estaba en el viaje apropiado. Y metí la pata.
Mila, fué una ENCANTADORA compañera de viaje, con un fino humor, y una ironía que me encantaban. Su vitalidad, era envidiable y sobre todo sus poses fotográficas, con una mezcla de coquetería y sencillez. Tuvimos poca ocasión de tener conversaciones algo más serias con ella, y fué una lastima, porque me hubiera encantado charlar algo más con Mila. Una gran mujer.
El museo también tiene sus reliquias, como un cofre que supuestamente contiene pelos de la barba de Mahoma….
Recorrimos después más salas del museo, donde se exponían objetos de la vida cotidiana de los derviches, y la última, una sala donde estaban unas figuras de cera, representando una escena de los derviches, con sus barbas, atuendos, gorros y demás.
Terminamos de ver los objetos que se exponían en el museo, y el bus nos llevó a nuestro hotel, que estaba bastante cerca. Nos alojábamos en el Mevlana Sema Otel, en la Mevlana Caddesi 59.
Fuimos a las habitaciones a dejar las maletas, mientras Ugur, nos intentaba conseguir para esa noche una actuación de los derviches giróvagos.
Juntados todos en la recepción, nos comentaron que si, que previo pago de 20 euros o 40 liras por cabeza, podríamos ver una actuación de derviches auténticos. Hora de salida las 20.00 horas. Mientras, tiempo libre.
Encarna y yo nos fuimos a dar un paseo hasta el centro de la ciudad con Juanma, Marta, Virginia y Ruben.
Subimos por toda la calle Mevlana y llegamos a una especie de plaza, llena de terrazas y fuentes con agua. A los pies de las escaleras de la plaza, me compré un par de cinturones de piel, en un puesto ambulante. Los dos me costaron tan solo 5 liras…menos de 1 euro y medio cada uno.
Caminamos un poco por la plaza, cuando nos encontramos a Josep Mª y Elisabeth. Quedamos en encontrarnos más tarde sentados en alguna de las varias terrazas que había. Al final nosotros 6, nos sentamos en una muy grande, con pantalla de televisión que ofrecía video clips musicales. Aún siendo una terraza en la zona más céntrica de Konya, los refrescos, con pajita, tan solo nos costaron 2 liras por cabeza; 1 euro.
Charlamos, reímos y comentamos varias cosas del viaje, mientras la hora de regresar al hotel se acercaba. Juanma y Marta se adelantaron y las dos parejas nos quedamos dando una vuelta más por la plaza.
Virginia y Ruben, eran una tranquila pareja. Profesores los dos, eran algo más callados o discretos, según como se mire, contrapunto total a mi. Sin embargo, cuando hablabas con ellos, te sentías a gusto, relajado, y podías aprovechar para oír los acertados comentarios de Ruben sobre cualquier cosa.
Llegamos al hotel y nos fuimos todos excepto Ruben y Virginia, hacía la actuación de los derviches, aunque antes tuvimos que buscar a Marta…había desaparecido en busca de un helado y nadie la había visto salir del hotel….apareció.
Llegamos al local donde se tenía que producir la actuación. Helena nos advirtió que no hiciéramos fotos, pues al final de la actuación, tendríamos unos minutos para fotos y para preguntar lo que quisiéramos.
Entramos en una sala cuadrada, y nos sentamos todos en unas sillas preparadas para la ocasión. En medio de la sala, había 3 lugares con algo de cal, o yeso, para que los danzantes no resbalasen.
Primero entraron los músicos, que se pusieron en un rincón de la sala; el Hafiz, que es la persona que ha memorizado el Coran, y ejerce como maestro de ceremonias, canta una oración a Mevlana, y recita una Sura, un capítulo del Coran.
Al cabo de unos minutos de cánticos y música, entraron tres derviches. Vestían unas túnicas negras, un sombrero alto y alargado, y botines de color negro. Saludaron al Hafiz y se sentaron en tres sillas al frente de la sala, mientras los músicos seguían tocando.
Los derviches estaban sentados inmóviles, con los ojos cerrados. Cuando los cánticos terminaron los tres danzantes se levantaron y se quitaron las túnicas negras. Su indumentaria era ahora de un blanco radiante, y dieron una pequeña vuelta al centro de la sala mientras se iban situando cada uno en un extremo del local, justamente encima de los restos de polvo blanco. Lentamente, los derviches empezaron a girar sobre si mismos.
Giraban, y giraban sin parar. Los brazos tenían una posición extendida, con una palma mirando al suelo, y la otra al techo…
De los tres danzantes, a mi modo de ver, uno era más “profesional” que otro, e incluso había uno, con la cabeza completamente ladeada y apoyada en un brazo, como si realmente hubiese alcanzado la unión con Dios.
El objetivo del baile, es a través de los giros, desprenderse de su vida en la tierra, para renacer en mística unión con Dios. Al alzar su brazo derecho, reciben la bendición del cielo, comunicada a la tierra a través del brazo izquierdo.
Y los derviches seguían girando…decenas de vueltas. En un momento pararon de girar, terminaron la primera de las tres partes en las que se dividían los giros. Cada parte se llama Selam. Realizaron unos pasos por la sala, volviendo a su posición inicial que se habían ido permutando durante los giros, y volvieron a emprender de nuevo otra tanda de giros. Se volvieron a parar. Caminaron unos segundos y vuelta a girar.
La tercera vez de los giros, me entretuve en contar las vueltas de un danzante: 129 vueltas.
Y era la más corta de la sesión de giros….Impresionante.
Cada uno tendrá su opinión sobre ello, pero para mi, fue algo único de ver. Increíble.
Los derviches se sentaron en las sillas, y después de unos momentos de música, abandonaron la sala, seguidos de los músicos.
El Hafiz, los llamó para que les pudiésemos hacer unas fotos, y los derviches realizaron unos pocos giros; los suficientes para que pudiésemos inmortalizarlos en nuestras cámaras de fotos.
Después de que se retirasen todos, el Hafiz se ofreció a contestarnos las preguntas que quisiéramos.
Hubo varias preguntas interesantes, pero quizás Mila, hizo la más interesante. ¿Por qué siendo una ceremonia mística y religiosa, no se hace tan sólo en las ceremonias Sufis, y por el contrario se hace a turistas como nosotros y previo pago de un dinero?
El Hafiz comentó que ellos quieren transmitir su filosofía a todas las personas y que el dinero que recogen es para sufragarse ellos mismos.
También nos comentó que los derviches hacen una vida muy normal, que algunos están casados y que no viven en comunidad, si no lo desean.
Sobre los Sufis, sobre los derviches, podríamos hablar largo y tendido. Pero creo que lo mejor es descubrirlo cada uno. Mirar, y después opinar.
Pagamos y después tocaba decidir a donde íbamos a cenar. Helena nos comentó que en el mismo local que estábamos, pero en la parte de arriba, nos preparaban un menú con muy buen precio.
A Encarna y a mi, nos apetecía caminar algo, más que comer, y quizás más tarde probar alguna cosa. Por lo cual juntamente con Paz, Susana, Mertxe y Mila, nos fuimos los 6 a caminar por las calles de Konya.
Pasando por delante de una mezquita, vi a un chico que no paraba de mirar a mis compañeras de viaje. Les advertí de que vigilasen sus bolsos, cuando él chico empezó primero discretamente a seguirnos.
Pero de discreto, pasó a descarado. Se ponía a nuestro lado, y se paraba si nos parábamos. Cruzamos una calle, y nos siguió. Cruzamos otra, e igual. Nos encaramos con él y le dijimos que no nos siguiera. Pero nada. Parecía algo ido, o retrasado.
Seguimos caminando y él seguía acompañándonos. Varias veces Mila o Paz, le dijeron que nos dejara y nada. Al final juntamente con Paz, nos plantamos delante de él y casi le obligamos que no nos siguiera, le chillamos un poco y pareció surtir efecto, pues cambió de acera y ya no lo volvimos a ver más.
Seguramente no hubiese pasado nada, y aquel chico tenía una inteligencia poco brillante, pero no había que tentar demasiado a la suerte.
Caminando, caminando, llegamos a la calle del hotel, y nos sentamos en un bar turco, poco turístico, a comer un kebab a dos euros cada uno.
Después entramos en un supermercado a comprar agua y a cotillear los precios y los artículos que había. Nos sorprendió el precio del aceite.
Konya, nos mandaba al hotel. Y en una ciudad tan conservadora como esta, la mejor opción era irnos a la habitación a dormir. Claro, que no siempre somos conservadores.
LUNES 7 DE AGOSTO… … 7º DIA… … KONYA-ANTALYA
LAS PRIMERAS PIEDRAS… LOS PRIMEROS PEDROLOS
El hotel de Konya, estaba en plena fase de remodelación. La entrada era algo caótica, pero lo mejor de todo era su terraza, donde desayunamos con unas vistas de toda la ciudad. Las terrazas de varios edificios, estaban cubiertas de alfombras extendidas, supongo que terminándose de secar, porque como almacén sería algo cutre.
El día amanecía como todos los días con un sol radiante. Las nubes turcas no las vimos en ninguno de los 17 días que estuvimos de viaje.
Nos subimos en el autobús para dirigirnos al teatro de Aspendos. Dejábamos atrás la parte de trekking y la de misticismo, para llegar a la parte histórica del viaje.
Pocos minutos después de salir de Konya, el aire acondicionado del autobús se estropeó. Nuestro chofer, mientras conducía iba hablando por el móvil, supongo que con algún servicio técnico para solucionarlo.
Al final, paramos en un bar de carretera, mientras él intentaba arreglarlo.
La manera de conducir de Zafer, era, digamos peculiar. Sin cinturón de seguridad, retrocediendo marcha atrás en la autopista cuando se había pasado una salida, cruzando varios semáforos en rojo, hablando por el móvil al conducir….etc...etc... Eso si, la velocidad máxima la respetaba.
No se podía arreglar el aire. Levantamos una trampilla superior del autobús para que entrara algo más de aire, pero aún así, teníamos un Hamam particular para todos nosotros.
Ruben se encontraba fatal, y encima sin aire acondicionado. Como las distancias también eran largas, antes de entrar en el teatro de Aspendos, decidimos comer primero y visitar el teatro después. Ugur fué de nuevo el encargado de buscar un sitio para comer, aunque como siempre no comimos demasiado rápido. Nos sentamos en un restaurante al lado del río Koprulu, donde las doradas eran pescadas ahí mismo. Una alemana nos atendió, mientras a ratos jugaba con su hija rubia platino. El lugar era precioso.
Sobre las dos y media, llegábamos al anfiteatro romano de Aspendos.
Aspendos fué un importante enclave económico y cultural, e incluso en el sigo V a.c. acuñaba su propia moneda de plata. El teatro tiene una capacidad para 15.000 personas y es el mejor conservado de toda Europa. Construido a mediados del siglo II d.c. aún a día de hoy se realizan conciertos y festivales de música.
Al entrar en el teatro, un cartel anunciaba para esa misma noche, música de opera….
El teatro de Aspendos me impresionó. Perfectamente conservado y con una sonoridad increíble. Nos sentamos en lo más alto de las gradas, mientras Ugur y Helena nos contaron la historia del teatro. Yo enseguida me puse a recorrer las galerías superiores, buscando una imagen que pudiera atrapar todo el teatro.
La sonoridad era formidable; no me extrañó que se realizaran conciertos aquí. Aspendos es el segundo teatro con la mejor sonoridad del mundo.
Bajamos al escenario, entramos por sus galerías interiores, e incluso vimos las cajas con los instrumentos de los músicos.
Desde el escenario, los sonidos se multiplicaban por mil… fenomenal
Silvia y yo, nos pusimos a bailar y cantar en el escenario. Silvia tenía unos ojos claros preciosos, que juntamente con su desarrollado buen físico, para nada hacían suponer la edad que tenía. Incluso era más alta que algunos de nosotros. Si tenía que buscar a alguien que me siguiera en un juego o una broma, esta era ella. Dotada de una vitalidad desbordante, propia de sus quince años, en temas de baile o canto, Silvia, era la reina.
Después de hacer un rato el payaso, salimos del teatro para visitar la ciudad de Perge.
Le dije a Helena que como se podría hacer para venir por la noche a ver el espectáculo de música….pero enseguida vi que no era viable. Costaría más el taxi que la propia entrada, y como a nadie más le apetecía tampoco ir, pues se quedó la propuesta en el tintero.
En pocos minutos llegamos a las ruinas de la ciudad de Perge. La ciudad fué fundada por los colonos que regresaron de Troya y fué conquistada por Alejandro Magno en el 333 a.c. Toda esta zona era llamada en la antigüedad Panfilia.
Entramos en las ruinas de Perge; las primeras piedras, los primeros “pedrolos” como los llamaba Marta, se nos mostraban.
Entramos a la ciudad, o a las ruinas de la ciudad cruzando la Puerta Romana, y dirigiéndonos primero a su Ágora, la zona comercial de la ciudad.
Ugur y Helena nos contaron la historia de Perge, de sus ruinas y de sus “pedrolos”.
El calor, de nuevo era incesante. Y la mayor preocupación que teníamos era la de poder hacer una buena foto, sin que se notara la gran cantidad de turistas que circulaban por los alrededores.
Cruzamos la Puerta Helenística, para seguir caminando por la calle principal, llena de columnas, de restos de un esplendor ya lejano, pero que a mis ojos me parecía precioso.
Me imaginaba las calles llenas de romanos, de persas, de panfilios o de cualquier pueblo antiguo, comprando o vendiendo en su Ágora, cerca del mar…
Al final de la calle principal, están las termas y como cerrando la ciudad, la tumba de Plancia Magna, benefactora de la ciudad.
Por detrás de la tumba, desfilaban unas vacas.
Por las escaleras alrededor de la tumba, varios turistas se encaramaban a los restos de la estatua para hacerse una foto con ella. Y por detrás, las vacas paseando.
Helena nos indicó que si queríamos, podíamos visitar las ruinas del estadio de Perge. Del estadio, poca cosa quedaba; aparte de un acceso difícil lleno de vegetación y piedras mal puestas. Pero para complementar la visita, no estuvo mal.
Dejamos Perge, con un buen sabor; los primeros “pedrolos”, me habían gustado, y sabía que a partir de ahora, la historia, sería mi compañera de viaje.
Perge está a 15 kilómetros de Antalya, y en unos 20 minutos llegamos a una de las ciudades más grandes de Turquía. De más de 500.000 habitantes, Antalya es una ciudad moderna, prospera, con una creciente actividad turística que la han convertido en la ciudad de más auge de todo el mediterráneo turco.
El nombre de la ciudad se lo dió su fundador, el rey de Pérgamo, Atalo II, que la bautizó con el nombre de Attaleia.
Como buena ciudad antigua, su pasado está lleno de batallas, conquistas, refundaciones, cambios de nombre, y sobre todo de restos de todos los pueblos que pasaron por aquí.
Uno de los lugares mejor conservados es el barrio de Kaleiçi, la ciudad antigua. Su nombre significa “dentro del castillo” y dentro de este barrio teníamos nuestro hotel.
Nuestro autobús no pudo dejarnos en la misma puerta del hotel, como era su costumbre, porque la estrechez de las calles se lo impedía. Helena nos advirtió de que podíamos perdernos por el barrio, pues era bastante fácil confundirse de calles. La verdad es que no nos lo pareció tanto.
Con las maletas a cuestas durante unas decenas de metros, llegamos al Urdu Otel. Y sorpresa!!!!...nuestro hotel tenía piscina.
Dejamos las maletas y como la noche se acercaba, la mayoría nos dimos un baño, en un agua bastante caliente, pero que nos supo a gloria.
Eso son vacaciones.
A cambiarse e irnos hacia el centro del pueblo para cenar.
Virginia y Ruben se quedaron en el hotel. Más tarde les trajimos algo del restaurante, pues el estómago de Ruben, no paraba de darle guerra.
Llegamos al paseo marítimo de Antalya, el puerto, donde decenas de barcos, de goletas, se ofrecían para hacer viajes por la costa. Ugur reconoció a un amigo suyo y este nos invitó a subir a su goleta. Era un prolegómeno de los días de barco que vendrían. El ver reflejarse la luna, en las aguas del mar, una belleza.
El paseo marítimo estaba super animado. A ratos podías pensar que estabas en cualquier localidad turística de la Costa Brava.
Ugur nos llevó a un restaurante que nos dijo que él conocía. El Mermerli restaurant. Aunqué antes de llegar, nos entretuvimos jugando con un gatito, intentando adivinar si estaba solo, o su madre andaba por los alrededores.
La localización del restaurante, excelente. Encima de una pequeña roca, las vistas sobre el puerto eran inmejorables. Y cenar, mientras las olas van rompiendo en la playa, una delicia. Además Encarna y yo tuvimos la suerte de sentarnos al lado mismo de la pared con las mejores vistas. Romántico.
El camarero nos trajo una muestra de los platos que nos podía ofrecer. Nos enseñó los pescados, y los diferentes tipos de carne que tenía. La cena fué de las más bonitas, que tuvimos en todo el viaje. La ubicación era excelente.
Después de cenar nos repartimos un poco. Al principio íbamos a dar una vuelta, pero terminamos casi todos en la puerta del hotel. Encarna y yo decidimos ir a ver la Puerta de Adriano, que estaba muy cerca. Esta puerta fué construida para conmemorar la visita del emperador Adriano, en el año 130. Bien iluminada, con unas escaleras para cruzarla, era como una salida del casco antiguo, para llegar a una de las calles principales de Antalya.
Lo más difícil de todo, era conseguir una foto sin que ningún turista apareciese de pronto. Juanma se fué a visitar la Torre del Reloj y nosotros nos volvimos hacía el hotel.
Hoy era uno de esos días en que te encuentras mas cansado de lo normal, y lo que más me apetecía era dormir.
A partir de mañana, la Ruta Lycia, tomaba fuerza en nuestras visitas.
Aunqué eso sería mañana.

MARTES 8 DE AGOSTO… … 8º DIA… … ANTALYA-ÇIRALI

EL FUEGO DE LA MONTAÑA

Sin darnos cuenta, el día de hoy marcaba la mitad del viaje. Cuantas cosas hechas y cuantas por hacer. Para empezar, desayunamos al lado de la piscina del hotel, el típico desayuno de pan, pepino, tomate y aceitunas.
Cogimos las maletas y fuimos a buscar el autobús para dirigirnos hacia Termessos.
Por el camino paramos en una gasolinera, a rellenar el depósito. La gasolina en Turquía, es más cara que aquí. Un litro de super vale un poco más de 1.50 euros.
Aprovechamos para comprar agua y proseguimos el viaje.
Tuve un pequeño susto. Encontré a faltar mi cartera, y no sabia si estaba en el bolsillo de un pantalón, dentro de mi maleta, o bien me lo había dejado en el hotel.
Paramos un momento, Zafer me abrió el maletero y comprobé que tan solo era un susto. O un descuido por mi parte. Con la cartera recuperada, ahora ya si, directos a Termessos.
Las ruinas de la ciudad de Termessos están a tan solo 35 kilómetros de Antalya. Por su situación, y por la belleza de sus ruinas, la hacen una ciudad que merece ser vista.
Los Termesios, eran un pueblo muy belicoso, que vivían en su inexpugnable ciudad fortificada. Alejandro Magno no la pudo conquistar, y tan solo sitiándola, logró un acuerdo de unión con sus habitantes. Esta resistencia le dió una gran fama. Y a raíz de esta importancia, el municipio tuvo el derecho a tener sus propias leyes.
Los Termesios, eran un pueblo Panfilio… sobre los Panfilios, bromeamos alguna vez, llamando “Pánfilo” a algún personaje publico.
Termessos es seguramente la ciudad turca en ruinas, con un emplazamiento más espectacular.
Llegamos a la entrada, o mejor dicho al aparcamiento, y desde él hay una caminata de unos 20 minutos en cuesta, para llegar a lo alto de la ciudad.
La espesa vegetación que había en la cuesta, hacían que el calor no fuera tan agobiante; además una fina neblina se empeñaba en disimular el sol. Y justamente hoy que debía de subir por un camino de cabras, yo me había puesto un mal calzado.
Llegamos a las primeras ruinas, el gimnasio. Lo que Alejandro Magno no pudo conquistar, los terremotos que asolaron la zona, se encargaron de destruir.
El teatro de Termessos, me encantó. Cierto que eran unas ruinas, unas piedras, y que no se podía comparar con el que vimos ayer en Aspendos. Me volví a imaginar una función teatral, cuatro mil ojos viendo una actuación, con la montaña Gulluk de fondo; la neblina cubriría el escenario y las luces de las antorchas no bastarían para iluminar el escenario… tendría que ser un lujo, escuchar o ver una representación teatral en este lugar. Pero eso, era solo un sueño.
Seguimos visitando la ciudad, su Ágora, el Heroon, y los depósitos de agua y aceite, con unas rejas protectoras, que cualquiera puede levantar.
Termessos, tenía su atractivo; su ubicación era su mayor encanto.
Descendimos por otro lado, mientras íbamos contemplando las primeras tumbas Lycias. Tumbas con forma de casco de barco invertido, que Helena nos dijo que podrían ser de algún marinero. Costaba imaginarse a marineros en lo alto de aquellas montañas….
Tumbas, sarcófagos destrozados por los terremotos y los saqueadores de tumbas. En la pared de la montaña, tallada en la misma roca, una impresionante tumba, protegida por las cabezas de medusa….relieves grabados en la roca, elegantes relieves, pues estábamos viendo la tumba de Alcetas, uno de los generales que sucedió a Alejandro Magno.
Seguimos descendiendo en dirección al aparcamiento, y al llegar al final del camino, dejamos Termessos por el Templo de Adriano-Artemisa. Aunqué del templo, tan solo queda los restos de una puerta.
Aproveché que la mayoría quisieron ir al baño, para empezar a pedir los emails de todos. Tenia algunos ya, pero no quería llegar al último día y pasarme un buen rato tomando emails sin parar. Con la cantidad de tiempo que habría tenido antes….
De Termessos, nos fuimos hacia Çyrali. Cambiamos el interior, por la playa, aunque para llegar a ella, tuvimos que hacer una carretera llena de curvas, de paisajes de gran belleza, con los arboles llegando casi al mar. Dejamos la carretera principal para coger un desvio, con una carretera sin asfaltar que nos llevaba a nuestro destino.
El autobús nos dejó en nuestro hotel, el Otel Khimaira, que según su publicidad también era camping. Delante del edificio donde estaban las habitaciones, había un gran jardín, no muy bien cuidado, donde las gallinas y los gatos correteaban libremente.
Dejamos las maletas, y de nuevo al bus. Esta vez Helena nos propuso que comiéramos algo por el camino. En una especie de cruce de caminos, que es donde nos dejo el bus, había una tienda donde vendían de todo, y en el exterior, un puesto callejero donde te hacían zumos de naranja al momento. Había que aprovechar el día, por lo cual un zumo, un bocata, galletas y a caminar hacia Olympos.
Estábamos dentro del Parque Natural Costero de los Montes Bey. Tras una corta caminata de 1 kilómetro, llegamos a la playa. La primera playa con arena que veíamos en Turquía. Daban ganas de pegarse un baño ahora mismo, pero lo del baño tendría que esperar. Nos fuimos directos hacia las ruinas de Olympos.
La situación de esta playa y ruinas es curiosa. Olympos está al otro extremo de un camino que lleva a la playa; las ruinas de la antigua Olympos están en medio del camino. Y para ir a las ruinas hay que pagar entrada…. Lo cual significa que la entrada de 5 liras, sirve también para ir a la playa. Ignoro si los que duermen en el pueblo de Olympos, tienen algún vale o bono, porque si no….Helena nos comentó que este dinero sirve, teóricamente para la conservación de las ruinas de Olympos.
Olympos fué una de las ciudades más importantes de la federación Lycia. Sus habitantes adoraban al dios del fuego, Vulcano, sobretodo teniendo tan cerca el misterioso fuego de la Quimera. Los piratas tuvieron en Olympos una importante base hasta el 78 a.c.
De la antigua Olympos, apenas queda nada en pie. Unos pocos restos esparcidos entre parras silvestres, higueras y pinos. Hay un pequeño riachuelo que recorre el lugar, pero que ahora en verano, es más un arroyo que no un río. Tan solo restos de las paredes de lo que algún día fué el templo de Olympos, merece la pena de ser visto, y no es que quede mucho.
Lo peor, es la cantidad de gente que transita por este lugar, dando la impresión de ser una avenida principal en una tarde de sábado. Recorriendo el lugar, encontramos un río algo más grande, con restos de construcciones, donde el agua clara y transparente, invitaban a mojarse los pies.
Salimos de las ruinas, del río y nos fuimos hacia el pueblo de Olympos. Helena al fin, iba a reencontrarse con su amor, y todos teníamos un poco de curiosidad por conocer a su chico. Numerosos albergues y pensiones, mezclados con alguna tienda y bar, se apiñaban en un lado del camino. Por el otro lado, un río y las montañas.
A mitad del pueblo, un chico se acercó a Helena… ¿sería él?...y lo era, pues Helena enseguida nos lo presentó. Confieso que me decepcionó la frialdad del reencuentro.
Un par de besos en las mejillas, y vale. Luego Helena nos confesó que en Turquía, las demostraciones de cariño en público no están muy bien vistas.
Ali, juntamente con Helena, nos llevó a la pensión donde él trabajaba, la Orange Pensión y nos invitaron a sentarnos en una especie de salones para grupos, al aire libre y con un montón de cojines rodeando una pequeña mesa. Todo en madera. Nos ofrecieron un té y Ali se quedó un rato con nosotros. Bromeamos algo con Helena y nos fuimos hacía la playa. Quizás querían estar un rato a solas….
Enfrente de donde estábamos sentados, una chica ofrecía los servicios de rafting. Era la sustituta de Helena.
Recorrimos el camino andando y sin darnos cuenta nos distanciamos del resto del grupo. Al llegar a la playa, buscamos un lugar donde aún diese el sol, aunque la playa era de rocas y nos bañamos. Estábamos rodeados de turcos y de turistas alemanes. El agua estaba deliciosa, y el paisaje increíble. Una montaña terminaba en el mar; su vegetación compuesta de cientos de verdes distintos se reflejaba en las aguas y algún resto de antiguas construcciones asomaba entre los arboles. El sol se iba ocultando en la montaña, y la hora de reagruparnos en el punto de encuentro acordado se acercaba.
De nuevo todos juntos, y al hotel. Volvimos de nuevo a parar en el puesto ambulante que unas horas antes nos había vendido zumos y decidimos ir caminando hacia el hotel. Además no estaba demasiado lejos, en unos 10 minutos, ya estábamos en las habitaciones.
Ducha, tiempo libre (poco) y de nuevo al autobús. La noche prometía. Iríamos a cenar a Çirali y después visitaríamos la Quimera.
Ugur nos llevó a un restaurante donde según él nos harían un precio especial. El lugar era precioso. Al lado del mar, oyendo el murmullo de las olas en la orilla, con la luna en pleno esplendor iluminando las aguas, poca luz en la mesa, y de nuevo una happy Hour con las cervezas… Birginia y yo, habiamos bautizado las largas esperas en los restaurantes con el nombre de Happy Hour….siempre nos tomábamos dos o tres cervezas en las cenas.
Después de la cena, a la Quimera. El autobús nos dejó en el parking. Era de noche, la mejor hora para ver “el fuego de la montaña”. En la entrada hay una taquilla. Helena nos contó que “los taquilleros” tenían un permiso del gobierno turco, para cobrar entrada; a cambio ellos se cuidaban del lugar, de que los accesos estuvieran bien, etc.
La Quimera…
Quimera hija de Tifón, nieto de Gea… Gea, la tierra, tuvo varios hijos, entre ellos el monstruoso Tifón, su más joven hijo.
Quimera tenía cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón. Era tan fea y monstruosa, que campaba por las regiones de Turquía, asustando a las personas y devorando rebaños enteros de animales. Expulsaba fuego por la boca y se convirtió en el monstruo más aterrador de la zona. Quimera vivía en Patara.
Zeus, cansado de sus atrocidades, la convirtió en fuego, enterrándola viva en la montaña.
El rey Yobates de Lycia, pidió ayuda al héroe local y preferido de los dioses Belerofonte. Este se enfrenta a Quimera, a lomos de su caballo alado Pegaso. Belerofonte derrota a Quimera lanzándole plomo fundido en la boca del monstruo.
Pero según cuenta la leyenda, Quimera sigue viviendo en el monte Olympos…
La explicación más racional, nos cuenta que de dentro de la montaña emanan gases que arden al contacto con el aire; no se conoce su composición, aunque se supone que tiene algo de metano. Las llamas se apagan cuando se cubren, o con una fuerte lluvia, pero vuelven a prender cuando se destapan o deja de llover. En la antigüedad, las llamas alcanzaban tanta altura y eran tan intensas, que los marineros que navegaban por las costas, las hacían servir para orientarse.
Empezamos a subir por la pista, por unas escaleras con indicaciones cada 100 metros. Las linternas eran imprescindibles para sortear los escalones pues el camino carece de cualquier tipo de iluminación. Cerca de la cima, encontramos una especie de “pino de los deseos”, pues según otra tradición, cuando una chica buscaba novio, colgaba un pequeño lazo en las ramas de los arboles que estaban al lado del camino. Una larga capa de lazos blancos, rompía la oscuridad de la noche. Muchos deseos, o muchas peticiones sentimentales esperaban en el camino de Quimera.
Y tras unos 20 minutos de subida, llegamos a la cima.
Da igual que sea una leyenda, unos gases o una mezcla de las dos cosas. El lugar era mágico.
Una decena de fuegos, de pequeñas hogueras, ardían ante nuestros ojos. Nos sentamos en el suelo caliente, para escuchar las explicaciones de Helena. De fondo la luna llena terminaba de adornar el lugar. Había mas grupos de personas, y poco a poco, tras las fotos de rigor, todos nos fuimos separando del grupo, buscando nuestro propio lugar mágico.
La magia de un lugar, está siempre en los ojos con que uno lo mire. Un silencio, la luz de un fuego eterno en una montaña, una luna casi llena iluminando nuestras caras…y a mi lado, el mejor fuego posible; el fuego de la mirada de Encarna. Magia.
Todo tiene un principio y todo un final. Helena nos hacía regresar y dejar la inspiración para otro momento. Descendimos y llegamos de nuevo al parquing. Estuvimos tentados de sentarnos a tomar una cerveza, pero al final optamos por regresar al hotel.
De camino al hotel, mi mente empezó a pensar, en la Quimera, en un fuego eterno… en un amor eterno….frases que revoloteaban en mi mente…
“si eres capaz de sentir mi mano, cuando no estoy a tu lado
no te extrañe que salga fuego de una montaña…
si eres capaz de notar mi voz, cuando no estoy cerca,
no te extrañe que un fuego sea perpetuo…
Si eres capaz de sentir lo mismo que siento yo por ti,
No te extrañe que de una montaña queme un fuego sin fin…

Si ese fuego es eterno, mi amor no se helara jamás.”

El día tocaba a su fin, y la noche no había hecho más que empezar.
Mañana, sería el turno de La Ruta Lycia, pero eso sería mañana.
MIERCOLES 9 DE AGOSTO… … 9º DIA… … ÇIRALI-KAS

LA RUTA LYCIA.

El pueblo licio, fué aliado de los troyanos en la guerra de Troya. Se afincaron en el litoral sur de Anatolia, hacía el siglo XIII a.c. Su capital estaba en Xanthos.
Era un pueblo básicamente de marineros, organizados en torno a una confederación de ciudades-estado llamada Liga Lycia. Incluso llegaron a tener una lengua propia, hasta que fué sustituida por el griego.

Lycia, cayó bajo los dominios Persas, pero siguió conservando una cierta autonomía, manteniendo su estructura confederal hasta los tiempos de Augusto. Posteriormente fué anexionada a Panfilia.
Región bella y misteriosa, cuna de leyendas, volcada al mar por el empuje de sus montañas, con acantilados boscosos contra los que chocan las olas del Mediterráneo, intercaladas por hermosas playas de arena blanca o de pequeñas rocas.
La federación Lycia, estaba compuesta de 23 ciudades, gobernada por un consejo de duración anual, y que cada año era formando con los votos de las ciudades-estado.
Cada ciudad, tenía un número distinto de votos, dependiendo de su importancia política y financiera.

Hoy de nuevo tuvimos el placer de desayunar al aire libre. El restaurante del hotel, estaba bajo una especie de carpa, con los gatos alrededor reclamando un poco de comida.

Salimos relativamente pronto, a nuestra hora de siempre: entre las 8.30 y las 9, y nos fuimos hacia Myra, una de las ciudades más importantes de la confederación Lycia.

La ciudad de Myra, tenía mucho que enseñarnos. Lo primero que hicimos al llegar a Demre, la ciudad moderna de Myra, es dar una vuelta por el pueblo con el autobús. En Demre vimos en el centro del pueblo una estatua que para nada pensábamos que podría estar allí: Papa Noel…

San Nicolás, nació en Patara, en la segunda mitad del siglo III. Fué obispo de la ciudad de Myra, y su fama milagrosa empezó el día que para salvar a tres vírgenes de caer en la prostitución, les lanzó por la chimenea de su casa tres bolsas llenas de oro. De ahí lo de Santa Claus y la chimenea.
San Nicolás, murió un 6 de diciembre. Su popularidad se difundió tanto en Europa del Este como en la Occidental,
En el siglo XIX la fiesta siguió siendo una fiesta hogareña, en la que San Nicolás podía llegar a hacerse presente. En un principio, el día de San Nicolás en el que se recibían los regalos se celebró el 6 de diciembre. Tras la Reforma, los protestantes alemanes dieron más importancia al Christkindl (Niño Jesús) como donante de regalos el día de su fiesta, el 25 de diciembre.
Como la tradición de Nicolás prevalecía, se incorporó a la Navidad. En 1969, el papa Pablo VI suprimió la festividad de San Nicolás del calendario católico como la de otros personajes legendarios, cuyas vidas estaban poco documentadas. Irónicamente, el término Christkindl ha evolucionado hasta convertirse en Riss Kringle, otro apodo de Papá Noel.
Dicha costumbre fue popularizada en los Estados Unidos por los protestantes holandeses de Nueva Amsterdam, que convirtieron al santo en un mago nórdico. Su nombre fue abreviado, no solo a San Nic, sino también a Sint Klaes o Santa Claus. La mitra de obispo fue remplazada por el hoy famoso gorro rojo, su cruz pectoral desapareció por completo. Se mudó de Turquía al Polo Norte, de donde viene cada año, con sus renos y regalos… pero eso, es otra historia.

La ciudad antigua de Myra, está a unos dos kilómetros de la ciudad nueva, de Demre. Al llegar con el autobús, una autentica manada de turistas y autobuses hacían presagiar que aquello, estaría hasta los topes… y así fué. Manadas de turistas de todas las nacionalidades se apiñaban en la entrada, siguiendo a sus guías respectivos. Rusos, muchos rusos encontramos. Tiene su explicación. San Nicolás es patrón de Rusia.

Ugur nos sacó la entrada a todos y nos condujo hasta bajo un árbol, para darnos las explicaciones del lugar; resguardados del sol, eso si.

Lo primero que íbamos a ver, es toda una pared horadada de agujeros, de tumbas, de trabajadas tumbas. De hecho el arte licio que nos ha llegado es básicamente funerario. La tradición de perforar tumbas en la masa rocosa de las montañas, viene de lejos. Los egipcios la usaban, como casas para la eternidad.
Y además de las tumbas había que ver un precioso anfiteatro romano.
Primero nos fuimos hacia las tumbas, pero sin acercarnos demasiado, ni tampoco entrar en ella. Una cadena impedía el paso al interior de las tumbas, cadena, que no siempre era respetada. Incluso por alguna de nuestro grupo.

Pero la gran cantidad de gente que había, hacía la visita desagradable. Nos fuimos hacia el anfiteatro, subiendo por sus escaleras, y contemplando una vista de lo alto de toda la pared excavada, del teatro y de las riadas de gente correteando sin ningún orden ni miramiento.
En la parte más alta del teatro, nos encontramos con parte del grupo, y pude disfrutar, una vez más de los acertados e irónicos comentarios de Mila. Desde lo alto, empezamos a “quitar” fotos, como decía Helena. Hacer fotos.

Bajamos al supuesto escenario del teatro, para observar mejor unas figuras preciosas talladas en unos grandes bloques de piedra. El teatro era precioso. Y eso que habíamos ya visto unos cuantos, pero este, tenía encanto. Lo único desagradable, que parecía que me encontraba en un supermercado el primer sábado de rebajas.

Intentar salir del lugar nos costó. A las manadas de gente, se añadían los tenderetes de recuerdos que había en el camino, con unos precios bastante más caros que en otros lugares. Entre las tiendas y el gentío, tardamos un poco en reagruparnos, pero de nuevo todos juntos en el autobús, nos fuimos hacia el pueblo pesquero de Ucagiz.
Un barco nos esperaba.

Llegamos al puerto, y el “almirante” del Gizemha, nuestra embarcación nos esperaba para acompañarnos a bordo.

Precioso. Teníamos que descalzarnos para entrar, y poder pisar el suelo de madera.
8 metros de eslora, dan para bastante. En la parte de atrás, había una mesa central con sillas de jardín blancas. En los laterales, una larga banqueta con cojines azules y espacio debajo para dejar los zapatos, bolsas, etc. Un peldaño conducía a la proa del barco, donde el techo de la cocina, servía para poder estirarse 4 personas en unas colchonetas azules. Al techo del barco se subía por una escalera lateral, o como hacíamos la mayoría de las veces, subiendo por donde estaban las colchonetas.
Y empezamos a navegar. Teníamos un bar, donde podíamos coger las bebidas que quisiéramos, apuntarlas en un papel y pagar al final.
Al cabo de unos 20 minutos de navegación, ya nos estábamos bañando en una cala de aguas transparentes. Otros barcos estaban fondeados en el mismo lugar, pero a distancia suficiente para que no nos molestásemos los unos a los otros.

Esto era un lujo. Silvia y yo nos tirábamos desde el techo, desde la proa, y siempre chillando. Éramos la pequeña atracción. Pero ¿y qué?...

La cocinera, nos empezó a preparar la comida, mientras en la popa del barco, cocinaban unas doradas a la plancha.
Este día, fué el que más cantidad de comida probé en todo el viaje: potaje de guisantes con patatas, arroz, ensalada, y una dorada a la plancha riquísima.

Pero el colmo del capricho, fué cuando un chico con una lancha, nos trajo un helado!!!
En su lancha, llevaba un arcón congelador, alimentado por una batería, y dentro de ella helados de la marca Frigo, o Algida, como se llamaba en Turquía.

Después de comer, navegamos hacía la ciudad sumergida de Kekova.
La ciudad bizantina de Kekova, está unos 6 metros bajo el agua, por culpa de los terremotos ocurridos en el siglo II. En algunas partes, las ruinas al estar más cerca de la superficie son más fáciles de ver. Otras veces tan solo los restos de las paredes pegadas a la montaña, nos invitan a imaginar como sería aquella ciudad.
No se puede bañar en las ruinas, pero aún así, restos de basura se veían esparcidos por la montaña.
Nuestro barco pasó lentamente, lo suficiente para contemplarlo.
En el barco teníamos un pequeño tenderete de artesanía que la cocinera vendía: Lógicamente las chicas le hicieron más caso que los chicos. Y de fondo, música turca.
Le pedí Ugur que me dijera el nombre del grupo, pues me gustaba: M F O. un disco con una portada negra, que otro día compramos. Además Ugur me dió una lista de nombres de cantantes actuales turcos y otra de música más tradicional.

Proseguimos la ruta, y ahora nos detuvimos en una cala, con las aguas más azules que yo recuerdo. Y solos. El lugar invitaba a no moverse del agua, nadando por unas aguas inmaculadas, donde la vegetación de la montaña, rivalizaba en color verde, con el brillo del agua azul.
Un chico con una moto acuática se nos acercó. Y Marta y Amparo hicieron un viaje, pagando claro, con la moto.

Esto son vacaciones.

Nuestro siguiente punto de parada fue el pequeño pueblo de Simena. Aunqué su nombre actual es Kalekoy. Íbamos a visitar su fortaleza, un castillo de los Cruzados.

Kalekoy, parece una estampa de cuento. Decenas de barcos anclados en su pequeño puerto, con la bandera turca ondeando. Una colina coronada por un castillo, con su muralla escondida entre los arboles. Tumbas lycias en el mar, escondidas entre las aguas, entre las rocas, entre los barcos…

La primera parte de la subida al castillo, esta llena de puestos de artesanía, de bares y de escaleras medio rotas. La segunda parte, ya es más salvaje, campo a través, y cuando uno cree que ha llegado, pues resulta que no. Que la primera parada es un pequeño parlamento excavado en la roca. Subimos un poco más para alcanzar lo que queda de una fortaleza.
Desde arriba las vistas son espectaculares. Toda la bahía se muestra ante nuestros ojos, y el atardecer dota de colores únicos el lugar.
Como un pirata. En lo alto de nuestra fortaleza, con el barco esperándonos en el puerto.
Bajar, era quizás más complicado que subir. Pero creo que todos nos quedamos atónitos, cuando una vendedora de artesanía que estaba en lo alto del castillo, empezó a adelantarnos en la bajada, con gran rapidez, e incluso a veces con saltos entre las rocas, mientras nosotros intentábamos agarrarnos a cualquier cosa para bajar. Lo que hace la práctica… ¿Cuántas veces subiría y bajaría estas piedras, esa mujer?

De nuevo embarcamos, para dirigirnos ahora si, al final de la excursión marítima. De la primera excursión por mar, pues había otra más adelante.

A la hora de pagar las bebidas, la mayoría dejamos propina para los dueños. Se habían portado muy bien con nosotros, ofreciéndonos fruta, y te. Además eran muy amables.

Llegamos a Kas, un pueblo marinero de no más de 8000 habitantes, pero que en verano triplica esta cantidad. Las calles del pueblo estaban llenas de gente.
Llegamos a nuestro hotel, en una subida, y que lógicamente el autobús se empeñó en dejarnos en la misma puerta del hotel, aunque para ello tuviera que hacer las mil y una maniobras… y sorpresa.

Nuestro hotel era el Defne Otel. Bajamos las maletas del bus, nos fuimos hacía la puerta, mientras Ugur y Helena se encargaban de conseguirnos las habitaciones, como siempre. Pero algo falló. Faltaban 3 habitaciones. El dueño del hotel, había dado 3 de nuestras reservas a otros turistas que en el último momento quisieron quedarse una noche más.

Primero Heleno nos dijo que faltaban 3 habitaciones, dos dobles y una individual. Y Encarna y yo, Virginia y Ruben, y Juanma, nos quedamos sin habitación.
El resto del grupo subió a las suyas, mientras Ugur y Helena trataron de arreglar el problema.
El hotel nos ofrecía 3 habitaciones que estaban en un hotel enfrente mismo. Por fuera, el hotel casi asustaba, con un techo de uralita. Y dijimos que no, que ahí no nos metíamos. Helena se enfadó con el hotel, se puso enseguida a hablar con Ugur para intentar buscarnos una habitación en cualquier hotel de Kas.
Mientras el conserje del hotel fué con Encarna, Ruben y Juanma a ver las habitaciones que nos ofrecían.
Les enseñó una que tenía unas vistas magnificas al puerto. Y la habitación no estaba mal…pero el baño… el baño… no era un baño. En menos de 1 metro cuadrado estaba el inodoro, la poza de lavarse las manos y la ducha, sin sumidero.
Si uno estaba sentado en la taza, otra persona no podía estar dentro y además el agua de la ducha, mojaba taza y poza….un poema de baño.
Creímos que esa sería la mejor habitación y que las otras serian peores.
Ugur seguía buscando hotel para los cinco.
El resto del grupo se ofreció en dejarnos los baños, las duchas, y lo que hiciera falta, pero lo que más nos molestaba a nosotros, es que si todos habíamos pagado lo mismo, porque teníamos que estar en lugar distinto y además por culpa del hotel y no nuestra.

Como el tiempo pasaba, optamos por irnos a comer en algún sitio de Kas. Mientras las maletas se quedaban en un reservado del hotel, que luego vimos que era una habitación más, donde la gente entraba y salía sin más.

Mientras estábamos sentados en un pequeño bar, para tomar un Kebab o algo parecido, apareció Ugur para decirnos que no encontraba habitación. De hecho, los cinco ya nos habíamos hecho la idea de dormir una noche en este hotel secundario.

De regreso al hotel, cogimos las maletas y nos fuimos hacia el otro hotel. Las habitaciones dobles, no estaban tan mal a no ser por el baño. La que nos quedamos Encarna y yo, quizás, tenía mejor vista que la de Virginia y Ruben, pues estaban en un piso inferior, pero ellos por el contrario, tenían un baño unos centímetros más grande. Tan solo unos centímetros.
Lo curioso fué lo de Juanma. Pues su habitación era de dos camas, como cualquiera de las que estaba el resto del grupo… ¿por qué le tocó a Juanma esta, sino era individual?
En fin, que solucionado el tema, decidimos darnos una ducha y salir a pasear por la ciudad, que se veía muy animada.

Avisamos a Juanma si quería venir con nosotros, y nos fuimos los cinco a pasear por Kas.
Al salir del hotel, unos chicos nos pidieron los pasaportes. Les dijimos que no, que teníamos que estar en el hotel de enfrente y nos mandaron aquí.
Más tarde nos dimos cuenta, que donde estábamos era otro hotel, el hotel Lykya, y que cuando uno estaba lleno, los enviaban a este.

Frente a Kas, está la isla de Meis, una isla griega, que está a tan solo 30 minutos de Kas.
El gobierno griego subvenciona a las personas que van a vivir a esta isla, para que no se deshabite, y pase a soberanía turca. Además esta isla es utilizada por algunas personas, para entrar y salir de Turquía, y así poder renovar el visado de entrada de 3 meses. Picaresca.

La noche en Kas, era bulliciosa, animada. Lo que parecía el centro del pueblo, estaba lleno de jóvenes charlando en sus terrazas, o alrededor de una fuente. Tiendas abiertas hasta pasada la medianoche, bares, terrazas, restaurantes…un ambiente de ocio increíble.
En un restaurante nos encontramos a Paz y Susana cenando, que nos indicaron una calle, donde estaba una tumba lycia preciosa.
Conseguimos encontrar la calle, y la tumba, de unos 5 metros de altura. Impresionante.

Paseamos, charlamos y sobre todo comentamos la anécdota del hotel.
Ahora en frío, quizás vimos que debíamos de haber aceptado de primeras la habitación que nos ofrecían, y después reclamar. Lo que más nos molestaba era que nos separasen habiendo pagado todos lo mismo, e incluso más, pues Juanma al viajar solo, pagaba suplemento individual. Pero en fin. Anécdota que contar.

El día había sido precioso y no convenía estropearlo por una habitación.

Regresamos al hotel, y a descansar. Aún tuvimos ganas de quedarnos en la terraza de nuestra habitación, contemplando el puerto.

Mañana era San Lorenzo. Y aunqué no tengo tradición de celebrar este día, Helena, lo quería aprovechar de excusa para montar una pequeña fiesta. Tenía algo preparado que dijo que me comentaría.

Pero eso sería mañana.





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Fecha: Jue May 29, 2025 06:01 pm    Título: Re: Viajar a Turquía por libre

pilukina Escribió:
Hola! Estamos pensando en ir a Estambul en Agosto, 8 noches lo veis bien? es mucho? Solo sería Estambul porque no queremos alquilar coche...
Iríamos por libre. La idea es llegar, quedarnos en un hotel y desde allí ir visitando la ciudad. Mis padres estuvieron en los años noventa y siempre hablan muy bien, pero no sé cómo estará ahora de seguro etc.
Gracias de antemano.

Hola. Quizás podéis plantearos visitar algún otro lugar (por ejemplo Capadocia o Antalya) y hacer combinado. El coche no sería imprescindible.
Rayray
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Silver Traveller
23-11-2021
Mensajes: 20

Fecha: Jue May 29, 2025 08:30 pm    Título: Re: Viajar a Turquía por libre

Gracias a todos por las recomendaciones! El hecho de coger coche todo el viaje menos Estambul es porque vimos que cogerlo en un sitio y dejarlo en otro costaba el doble, más los billetes de avión. No sé con qué compañía lo cogeis, en discovercars todas las opciones duplicaban su precio si el lugar de recogida y entrega era diferente. En el caso de coger vuelo hasta Esmirna, coger coche y dejarlo en Capadocia y volar a Estambul, eliminaríais Bursa? También habéis comentado circuito cerrado cogiendo coche en Esmirna. Qué ruta sería? Me sería de gran ayuda saber qué me recomendáis con...  Leer más ...
ALROJO
Imagen: ALROJO
Moderador Viajes
Moderador Viajes
24-11-2007
Mensajes: 9342

Fecha: Jue May 29, 2025 08:43 pm    Título: Re: Viajar a Turquía por libre

@Rayray para dudas sobre el alquiler de coche tenemos este hilo:

Coche de alquiler en Turquía: Carnet de Conducir y Peajes


Amistad
gramparsons
Imagen: Gramparsons
Experto
Experto
28-03-2017
Mensajes: 105

Fecha: Vie May 30, 2025 10:33 am    Título: Re: Viajar a Turquía por libre

Hola:

Por temas de seguridad, no te preocupes. No hay problema.

Y ocho noches también me parece demasiado. Yo estaría cuatro y los otros cuatro días me acercaría por ejemplo a la Isla de Cunda -a unas cuatro horas y media en coche de Estambul- y disfrutaría de la playa, los restaurantes a la orilla del mar y los cruceros de un día que se pueden hacer por allí. E incluso podéis acercaros a Pérgamo que está a una hora mas o menos.

Las carreteras están muy bien. Por lo que recuerdo era casi todo autopista.
pilukina
Imagen: Pilukina
Indiana Jones
Indiana Jones
07-07-2009
Mensajes: 1154

Fecha: Lun Jun 02, 2025 04:00 pm    Título: Re: Viajar a Turquía por libre

Y 6 noches en Estambul y 2 en Éfeso? ¿Cómo lo veis? La IA me ha dado la idea... Y tiene buena pinta... Capadocia no queremos por el tema globo que no nos llama...
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