Petén
Al día siguiente tomamos un autobús de línea regular hasta Flores. Al subir al bus el conductor nos pidió 150 quetzales por persona, pero le comentamos que en alojamiento nos habían dicho que el trayecto costaba 125 y le pareció bien.
En Flores nos alojamos en el Flores Boutique Hotel. Ya por el nombre se puede intuir que no era un hostal precisamente. Fue el alojamiento más caro del viaje, pero nos apetecía darnos un capricho. Y mereció la pena. Nos hicieron la colada gratis, nos limpiaron las botas embarradas cuando volvimos de una excursión por la selva, el último día nos llevaron al aeropuerto… En fin, que disfrutamos en este hotel, sobre todo usando las hamacas que tenían en la azotea.
Una vez nos hubimos acoplado en nuestra habitación buscamos una agencia, pues queríamos contratar unas cuantas excursiones para los siguientes tres días. Lo habíamos mirado previamente por internet desde casa, pero finalmente decidimos hacerlo en el sitio. Un avispado agente nos pescó en el camino, nos llevó a su agencia y nos hizo una oferta por las excursiones que queríamos; así que, después de regatear el precio convenientemente, aceptamos. No fueron puntuales ninguno de los tres días, pero más allá de eso, salió todo bien.
La primera excursión fue al Parque Nacional de Tikal. Considerado el corazón del mundo maya por su ubicación y dimensiones, es sin duda el más grande y mejor conservado centro arqueológico de Guatemala.
Hicimos la visita con un pequeño grupo y un simpático guía, quien nos explicó que aproximadamente el 80 % de Tikal se encuentra todavía cubierto por la selva y así va a seguir. Al parecer, el coste de limpiar y desbrozar las construcciones mayas es elevadísimo, así como su mantenimiento. Porque una de las cosas que más nos sorprendió fue la literalidad de la expresión “la selva se lo come todo”. Había pirámides de dimensiones considerables totalmente cubiertas de vegetación y árboles, que un ojo poco avispado podría confundir con pequeñas montañas: no asoma ni un solo resquicio de una piedra.
En Flores nos alojamos en el Flores Boutique Hotel. Ya por el nombre se puede intuir que no era un hostal precisamente. Fue el alojamiento más caro del viaje, pero nos apetecía darnos un capricho. Y mereció la pena. Nos hicieron la colada gratis, nos limpiaron las botas embarradas cuando volvimos de una excursión por la selva, el último día nos llevaron al aeropuerto… En fin, que disfrutamos en este hotel, sobre todo usando las hamacas que tenían en la azotea.
Una vez nos hubimos acoplado en nuestra habitación buscamos una agencia, pues queríamos contratar unas cuantas excursiones para los siguientes tres días. Lo habíamos mirado previamente por internet desde casa, pero finalmente decidimos hacerlo en el sitio. Un avispado agente nos pescó en el camino, nos llevó a su agencia y nos hizo una oferta por las excursiones que queríamos; así que, después de regatear el precio convenientemente, aceptamos. No fueron puntuales ninguno de los tres días, pero más allá de eso, salió todo bien.
La primera excursión fue al Parque Nacional de Tikal. Considerado el corazón del mundo maya por su ubicación y dimensiones, es sin duda el más grande y mejor conservado centro arqueológico de Guatemala.
Hicimos la visita con un pequeño grupo y un simpático guía, quien nos explicó que aproximadamente el 80 % de Tikal se encuentra todavía cubierto por la selva y así va a seguir. Al parecer, el coste de limpiar y desbrozar las construcciones mayas es elevadísimo, así como su mantenimiento. Porque una de las cosas que más nos sorprendió fue la literalidad de la expresión “la selva se lo come todo”. Había pirámides de dimensiones considerables totalmente cubiertas de vegetación y árboles, que un ojo poco avispado podría confundir con pequeñas montañas: no asoma ni un solo resquicio de una piedra.
Fuimos viendo diversas construcciones y escuchando las explicaciones del guía, hasta que llegamos a la gran plaza. Sin duda el punto más importante de Tikal: una pequeña explanada rodeada por dos acrópolis y dos templos, donde destaca el templo I o templo del Gran Jaguar. Cuando llegamos, en medio de la plaza estaban haciendo un pequeño ritual maya.
De ahí fuimos hasta el templo IV, el más alto de Tikal. Gran parte de este templo se encuentra cubierto por la selva, y para llegar a su cima se ha de subir por unas escaleras de madera que han colocado a tal efecto. Desde lo alto se puede disfrutar de una vista sobrecogedora: un manto infinito de selva, donde aparecen pequeños picos de construcciones mayas. Hay unas pequeñas escaleras para sentarse y observar la panorámica.
Seguimos caminando hasta llegar a la zona conocida como el Mundo Perdido, donde se halla la pirámide que se cree que es la construcción más antigua del parque de Tikal.
La última construcción que contemplamos fue el templo V, que se yergue solitario y majestuoso en una pequeña explanada.
De ahí volvimos a la gran plaza, donde subimos a lo alto del templo II para tener una mejor vista de la plaza y del templo del Gran Jaguar.
Con esa vista concluyó nuestra excursión en Tikal.
Al día siguiente tuvimos que madrugar bastante porque íbamos a hacer una especie de 2x1. Se trataba de visitar los sitios arqueológicos de Aguateca y Ceibal en un mismo día, cuando generalmente estas excursiones se programan cada una en una jornada.
Nos recogieron a las cinco y media de la mañana y nos llevaron hasta Sayaxché, a más de una hora y media de distancia en coche. Allí nos estaba esperando Armando, quien sería nuestro guía y lanchero durante todo el día. Nos subimos a la lancha y comenzamos a navegar por el río La Pasión. La mejor manera de acceder tanto a Aguateca como a Ceibal es en lancha desde Sayaxché. El problema es que cada uno se encuentra en sentidos opuestos del río. Ese es el motivo por el que se suelen visitar en dos días, aunque Armando nos comentó que ahora tienen lanchas con motores más potentes que facilitan la visita de ambos lugares en un mismo día.
Solamente por el recorrido en lancha merecieron la pena las visitas. Para llegar a Aguateca se necesita una hora y media de navegación, pero merced a que el río estaba muy crecido, el intrépido lanchero utilizó ciertos atajos que hicieron la travesía más corta. Por el camino vimos montones de aves y alguna que otra embarcación de locales.
Nos recogieron a las cinco y media de la mañana y nos llevaron hasta Sayaxché, a más de una hora y media de distancia en coche. Allí nos estaba esperando Armando, quien sería nuestro guía y lanchero durante todo el día. Nos subimos a la lancha y comenzamos a navegar por el río La Pasión. La mejor manera de acceder tanto a Aguateca como a Ceibal es en lancha desde Sayaxché. El problema es que cada uno se encuentra en sentidos opuestos del río. Ese es el motivo por el que se suelen visitar en dos días, aunque Armando nos comentó que ahora tienen lanchas con motores más potentes que facilitan la visita de ambos lugares en un mismo día.
Solamente por el recorrido en lancha merecieron la pena las visitas. Para llegar a Aguateca se necesita una hora y media de navegación, pero merced a que el río estaba muy crecido, el intrépido lanchero utilizó ciertos atajos que hicieron la travesía más corta. Por el camino vimos montones de aves y alguna que otra embarcación de locales.
Nada más desembarcar, y siguiendo los sabios consejos de Armando, nos embadurnamos hasta las cejas de repelente de mosquitos. Fue en vano: nos picaron por todas partes, incluyendo zonas por las que tuvieron que atravesar nuestra ropa. También sufrimos el ataque de un numeroso grupo de hormigas arrieras, que se suben por la pierna y muerden sin piedad. Son los imponderables de caminar por la selva.
Para acceder hasta donde se encuentran las ruinas hay que hacer una pequeña caminata y atravesar una falla por el interior. También por eso merece la pena la excursión. Nos llenamos de barro porque había llovido mucho últimamente y el terreno estaba bastante húmedo.
Para acceder hasta donde se encuentran las ruinas hay que hacer una pequeña caminata y atravesar una falla por el interior. También por eso merece la pena la excursión. Nos llenamos de barro porque había llovido mucho últimamente y el terreno estaba bastante húmedo.
Las ruinas por sí solas no son precisamente lo más atractivo del mundo. Aguateca resultó ser un complejo más bien pequeño, con no demasiadas construcciones y no especialmente espectaculares. Empleamos unas dos horas y media en hacer todo el recorrido.
Volvimos a la lancha y de ahí regresamos a Sayaxché, disfrutando nuevamente de la travesía. En Sayaxché paramos un rato para comer y después iniciamos el camino hacia Ceibal, también por el río La Pasión, pero esta vez en sentido contrario. En este trayecto no había atajos posibles, así que el recorrido duró lo que tenía que durar.
Al desembarcar en Ceibal nos volvimos a rociar con el repelente y comenzamos a caminar por la selva. Al igual que Aguateca, las ruinas de Ceibal tampoco son una maravilla. Hay una plaza central con una pequeña pirámide y diversas estelas con sus pertinentes tejados de paja; se pueden ver bastantes construcciones enterradas.
En Ceibal nos acompañaron en todo momento una buena cantidad de monos aulladores. Puede ser que no fueran muchos, pero desde luego eran muy escandalosos.
En Ceibal nos acompañaron en todo momento una buena cantidad de monos aulladores. Puede ser que no fueran muchos, pero desde luego eran muy escandalosos.
Nuevamente la conclusión de la excursión de Ceibal es que merece la pena por la travesía en río y la caminata por la selva, más que por las propias ruinas. En este sitio estuvimos poco más de dos horas.
No deben ser excursiones demasiado populares entre los turistas, porque en ninguno de los dos sitios nos cruzamos con nadie.
Cuando finalizamos la visita volvimos en barca hasta Sayaxché, donde nos despedimos de Armando, quien resultó ser un guía y lanchero espléndido (y mejor persona). Allí nos recogió el conductor para llevarnos de vuelta hasta Flores.
A nuestra llegada al hotel nos compramos unas cervezas y nos subimos a la azotea a descansar del día en las hamacas.
El tercer día de excursión en Flores fue para visitar el Parque Nacional Yaxhá. Aunque es más pequeño y menos conocido que Tikal, habíamos leído buenas reseñas de este lugar y queríamos visitarlo. Yaxhá se encuentra aún más cubierto por la selva que Tikal: se calcula que menos del 10 % del parque ha sido desbrozado. Aun así, pudimos disfrutar de bonitas vistas.
El tercer día de excursión en Flores fue para visitar el Parque Nacional Yaxhá. Aunque es más pequeño y menos conocido que Tikal, habíamos leído buenas reseñas de este lugar y queríamos visitarlo. Yaxhá se encuentra aún más cubierto por la selva que Tikal: se calcula que menos del 10 % del parque ha sido desbrozado. Aun así, pudimos disfrutar de bonitas vistas.
Comenzamos la visita subiendo a la pirámide más alta, que al igual que pasaba en el templo IV de Tikal, desde su cima se puede observar una bonita panorámica de la zona. Todo está cubierto por selva, aunque en esta ocasión se contempla también la laguna que hay junto al parque.
Continuando nuestra ruta por el parque llegamos a una plaza rodeada por tres pirámides muy bien conservadas. Decidimos subir a lo alto de la central porque parecía que los escalones estaban en mejor estado. Desde arriba también se veía un poco de selva y la parte alta de la pirámide que habíamos subido en primer lugar.
Tras esto dimos la visita por terminada, pues teníamos que volver hasta Flores, comer e ir al aeropuerto para tomar nuestro vuelo vespertino de vuelta a la capital.