Desayunamos en el Behique y fui al Cortecito a comprar algunos colgantes de regalo para mi gente en Sevilla. Luego hicimos la maleta, nos despedimos de todos y nos fuimos a almorzar al Bohio. No tuve la sensación de pena de irnos, de abandonar aquello, habían sido 14 noches extraordinarias y desde luego las aproveche a tope, les saque todo el jugo que pude, no me quede con nada dentro, me daba un poco de cosa de no ver a mis camareros preferidos y a mis amigos, porque se habían convertido en mis amigos pero también ya tenía ganas de ver a mi gente y darles un abrazo. Cuando vas una semana solo si es más común tener esa sensación de morriña por irte, una semana es poco, bien lo sabe todo el que ha ido. Yo, como dije antes, había hecho todo lo que quería y con creces, había dado el máximo y me volvía súper satisfecho y realizado.