El desayuno tan contundente del Tower of Pizza nos ocupaba un buen rato sentados en la terraza, contemplando los extensos campos sudafricanos interrumpidos por algunas colinas en la lejanía. A nuestras espaldas quedaban las Drakensberg.
En el apacible entorno, las aves abundan y viven felices alejadas de los depredadores. Unas aves de pico alargado se paseaban por delante del balcón, escarbando en la tierra buscando alimento. Otras emitían extraños sonidos guturales escondidas entre el follaje de los árboles. Muchos pajarillos revoloteaban enérgicamente, trinando acompasadamente. Otros se rascaban el plumaje con la patita sobre lo alto de la Torre original que da nombre al establecimiento. Bucólico.

Por la carretera que conduce al interior de los límites del Royal Natal NP, la silueta del Anfiteatro enmarcaba el paisaje. Recorríamos pequeños poblados y campos floridos………………muchas flores en otoño. Las mujeres cubrían sus cabezas para protegerse del insistente sol, o cargaban bultos a la cabeza como perfectas equilibristas. Algunos niños se encaminaban a las escuelas, impecablemente uniformados. A otros les tocaba acarrear enormes garrafas para ir a buscar agua. Las mujeres amasaban a las puertas de sus humildes casas cónicas.




En el centro de visitantes del Parque Nacional nos informaron sobre el parque. Abrían los ojos como platos mientras les contábamos nuestra aventura en la ventisca de nieve. No es normal en esta época.
Siguiendo unos pocos kilómetros más, llegábamos al parking Tendele, cruzándonos con babuinos y una especie de ardillas de color vede.

Justo frente al Anfiteatro comenzábamos la caminata por la garganta del río Tugela, el Tugela Gorge Trail, que sigue el curso del río. Ya nos habían advertido de la escasez de agua que están sufriendo, y que la cascada Tugela no es más que un hilo de agua, prácticamente imperceptible.

Todo era desconocido para mí, no era capaz de reconocer ninguna de las especies vegetales que nos envolvían, ni hierbas, ni arbustos, ni árboles.
¡Qué despejadas vemos ahora las cumbres por las que nos movíamos ayer! Fue increíble lo que nos pasó.
El valle se iba abriendo y el panorama de las Drakensberg se nos mostraba más amable. En manga corta, después de la congelación de ayer.
Mi cámara de fotos ha resultado seriamente perjudicada tras su congelación. Al menos vuelve a funcionar el disparador, pero ninguno de los otros botoncitos responde.

Imponentes vistas del Anfiteatro, en forma de gigantesco circo glaciar, aunque no sea glaciar su origen. Murallón de más de 3000 m de altura, flanqueado a cada lado por cumbres todavía más altas: Eastern Buttess, Mount-aux-Souces y Sentinal.
La ruta me estaba pareciendo mucho más bonita de lo que esperaba. De hecho, se trata de uno de los trails más populares del parque, y por ello nos vamos encontrando con numerosos caminantes.




Helechos!.......Al fin, alguna planta conocida. Pero todas las demás seguían siendo desconocidas. …………..Y empezábamos a conocer las proteas, arbustos de grandes flores, que daban un toque especial al paisaje. Debe de resultar impresionante verlas florecidas en verano.
La alternancia de espacios abiertos y soleados, y de bosques umbríos, nos dejaban las sensaciones de los cambios de temperatura y humedad, y también de los sonidos que percibíamos. Por momentos nos sentíamos absortos como si estuviéramos en las junglas africanas y fuese a aparecer Tarzán en cualquier momento, en el entorno de verdor, de musgos recubriendo las rocas, de lianas colgando, de troncos entrelazados y enroscados unos con otros.



El valle del río Tugela es también tan diferente a todo lo que hemos visto hasta ahora, con unas laderas tan peculiares. El murmullo del río…………….los sonidos de los pájaros…………un entorno encantador.
Finalmente, accedíamos al sector más estrecho de la garganta, tras trepar y saltar piedras por el cauce del río. Más adentro, el agua cubría por encima de la rodilla y arrastraba con fuerza…….ya no era posible continuar.

Unas escaleras de gato que remontaban una pared rocosa se me insinuaban, diciéndome: “súbeme, súbeme”. La curiosidad me podía y hacia arriba me empujaban las piernas. Sin embargo, lo más difícil venía después, una trepada vertical, agarrándome a raíces y a cables colocados para posibilitar el ascenso. El sendero continuaba, y yo mantenía la esperanza de llegar a ver Tugela Falls, la segunda cascada más alta del mundo.
Las vistas se abrían hacia el Anfiteatro, muy cercano, muy bonito. El murallón rocoso que cae vertical es una pasada. La cascada me la imaginaba cayendo desde lo alto, desde 950 m de altura por la pared. Es un paisaje increíble.
Peeeero, la cascada estaba más seca que las praderas de Gauteng.


Y, claro, después hay que bajar las escaleras. Aunque más complicada fue la destrepada anterior, resbaladiza y vertical.

A orillas del río, la pizza que nos habíamos traído de The Tower of Pizza sabe a gloria antes de emprender el camino de regreso.
Me ha encantado la ruta. ¡Cuánta belleza hay en el mundo!


Descargable para GPS: es.wikiloc.com/ ...d=10126383
Otra bonita estampa era la que obteníamos desde el laguito en el área de picnic, que se sitúa al lado del Centro de Visitantes. La imagen del Anfiteatro reflejada en sus aguas sirve de portada a los folletos de información del parque, aunque el movimiento del agua nos impedía presenciar esos reflejos in situ.
Buena elección de nombre, The Amphitheatre, uno se imagina que va a comenzar un espectáculo en cualquier momento en este escenario natural.

La hora y media que tardábamos en desplazarnos al próximo alojamiento se convertía en un festival de escenas de la vida de los zulúes. En las faldas de las Drakensberg se diseminaban aldeas zulúes de tradicionales casas redondas con tejados de paja, o de viviendas más recientes de estructura cuadrada.
La tentación estaba pintada en el mapa como “non-recommended road”……………..Ésa era la carretera de tierra que decidíamos tomar.
Los niños regresaban de las escuelas, muy elegantes, algunos caminando muchos kilómetros, saludaban y sonreían. Las mujeres llevaban coloridos vestidos, con turbantes anudados a la cabeza. Una caminaba agarrando una gallina por las alas. Otras cargaban a sus pequeños sobre la espalda, o grandes bolsas o cajas sobre su cabeza. Los hombres recogían el ganado o remataban sus faenas agrícolas. Percibiendo tal placidez en la atmósfera y tantas sonrisas, costaba creerse el pasado cruel y guerrero del pueblo zulú.


Medio perdidos íbamos por aquellas carreteritas terrosas y repletas de agujeros. Ellos se desvivían en saludos y en explicaciones cada vez que parábamos a preguntar. En ocasiones, improvisaban bailes en los bordes del camino a nuestro paso. Nosotros subíamos hacia las montañas, parecía interminable, cuando, de pronto……….el atardecer nos regalaba un cielo rosado sobre las colinas verdes y los picos que empezábamos a reconocer: Cathedral Peak y compañía.

Ya en oscuridad, pasábamos la valla de acceso y continuábamos hasta Didima Camp, nuestro alojamiento, en un lugar excepcional, frente a los picos, y bajo un cielo infinitamente estrellado.
También estupendo el restaurante del Camp: trucha de los ríos de Drakensberg, entrecot, tarta de fresas y tarta de toffee. Sólo nosotros y otra pareja éramos los únicos clientes.
Nula contaminación lumínica. Orion poniéndose por detrás del horizonte montañoso, la Vía Láctea surcando la bóveda celeste, la oscura silueta de las montañas, el sonido del agua del río y de las cascadas, los chillidos de las chicharras………así era la noche que teníamos ante nosotros.