1ºDÍA: MADRID- CONPENHAGUE
El primer día pasa, como casi siempre, en el viaje Madrid – Copenhague (Dinamarca). Nosotras llegamos a media tarde así que pudimos conocer un poquito de esta ciudad. Un paseo por el centro. Había mucha gente en la calle porque hacia una noche especialmente calurosa para su clima, de chaquetita por la noche para nosotros.
No puedo hablaros mucho de ella, pero sí puedo deciros que consiguió que me apeteciese volver a conocerla como es debido


2º DÍA: COPENHAGUE – NARSASUAQ – VALLE DE LAS MIL FLORES
Por la mañana, bien tempranito te vas al aeropuerto de Copenhague, y he de decir que es el aeropuerto más caótico que he visto, en un espacio muy pequeño muchas colas entremezcladas para conseguir facturar, horrible.
Llegas a Narsasuaq, un aeropuerto muy chiquitín, con una pista y dos salas. Recoges tus maletas y los guías te reciben y te dividen en grupos. Cada grupo hace el itinerario en una dirección y en nuestro caso nos tocaba empezar por el final.
Cogemos la maleta, estuvimos andando como 10 minutos y llegamos a un albergue, de repente el guía dice que tenemos que hacer un macuto para un día y dos noches. En una mochila más pequeña metes lo que crees necesario, pero la inexperiencia del primer día hizo que cometiésemos muchos errores. Recomendación: una cosa de cada tipo y sobre todo ¡la linterna! (mucho mejor el frontal que es muy útil en este caso).
Comenzamos el primer treking, unas 2 horas andando, llegamos al primer campamento en el Valle de las Mil Flores. En seguida empieza a llamarte la atención la inmensidad del espacio, lo que parece cerca está mucho más lejos, un paisaje verde, habíamos llegado a la naturaleza en su estado más puro. Al llegar estaban las tiendas montadas, únicamente hubo que levantar una tienda grande que hacia de pabellón común para comer y estar. El resto de la tarde libre para pasear por la desembocadura de un río, de color lechoso porque es agua de glaciar.

En esta época solo hay unas 4 horas sin luz, así que, por el reloj, llegó el momento de acostarnos, pero era de día.
3ºDÍA: GLACIAR DE KIAGTUUT
A la mañana siguiente, tras levantarnos y desayunar, emprendimos la marcha. Así, para empezar hubo que subir la ladera de una montaña, campo a través. Bastante empinada, con un sol de castigo y mucho calor. Fue la primera vez que me quemé las orejas. Finalmente conseguimos subir a la cima, tanto mi madre como yo lo dudamos en algún momento.
Llegamos al balcón del glaciar, y de repente todo mereció la pena. Una lengua de hielo se abría camino entre las montañas.

Algunas personas se quedaron junto a una laguna, donde íbamos a comer y otros decidimos llegar hasta el hielo. Una vez más parecía estar cerca, pero llegamos y subimos al glaciar.

