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Sábado:
Tras un merecido descanso, nos levantamos con las pilas cargadas de nuevo, y un apetito que nos hizo arrasar con el buffet del desayuno, ya que, imitando a os ingleses, me metí unas judías con salchichas, beicon y huevos que me dejaron como nuevo.
Tras el checkout, a las 8h30’ estábamos de nuevo en marcha, y en menos de una hora y media habíamos llegado a Castle Combe:
El pueblo está muy bonito, y si te pilla de camino, como a nosotros, es una parada imprescindible. Ahora bien, como tantos otros sitios parecidos, es prácticamente solo la calle principal, y quizás no justifica un desvío muy sustancial, pero bueno, a nosotros nos gustó.
Como en tantos sitios rurales (incluida España), genial la buena fe de la gente, indicando que cojas lo que quieras, y eches el dinero por el buzón.
Otra vez al coche, y camino de Bath.
Esta ciudad, que para mi era desconocida (lo reconozco, la geografía me falla un poquito), era la que más intrigado me tenia, ya que había leído excelente referencias, y como en nuestro periplo encajaba bastante bien, pues decidimos incluirla.
Esta vez decidimos no entretenernos mucho, y nos fuimos directamente al parking del centro, lo que resultó ser una idea excelente, ya que no es muy caro (6 £ cuatro horas, creo recordar), y está súper céntrico.
El parking está en los bajos de una pequeña galería comercial, así que si alguien quiere aprovechar, desde luego los precios son mucho más económicos que en Londres, aunque sin el mismo glamour, está claro.
Al salir, enfrente, hay una tienda de artículos de rugby auténticamente británica, con camisetas de todos lo equipos que te puedas imaginar, (británicos o no) y perfecto para un regalo algo más original de lo habitual.
Justo al lado, nos encontraremos la catedral de Bath, y al lado, en la misma plaza, los Baños Romanos, (la principal atracción de la ciudad), pero la cola para entrar daba la vuelta a la manzana, así que pensamos que sería mejor ir a ver otras cosas, y volver más tarde.
Así que nos fuimos hacia la parte trasera, y dimos una vuelta por la ribera del rio Avon, para ver Pulteney Bridge que aquí comparan con el Ponte Vecchio de Florencia, lo cual me parece terriblemente exagerado, ya que aunque también tiene tiendas en los laterales, por lo demás, queda muy lejos de la fantástica obra italiana.
Nos encaminamos hacia la zona alta de la ciudad (está en la falda de una colina, y los desniveles son importantes), y por el camino hicimos una breve parada en el Jane Austen Center. Hacen unos tours por la casa a unas horas determinadas (solo en inglés), y tienen una pequeñita tiendecita donde venden los libros y los gadgets habituales. Como no nos cuadraba el horario de la visita (que por supuesto, es de pago), seguimos con nuestra ruta. Al salir nos encontramos a uno de los actores caracterizados que deben participar en el tour, o hacer de guía, vestido cual Mr.Bingley, pero al sacar la cámara de fotos, me hizo un quiebro, se metió en una tienda, y se escondió detrás de unas estanterías (¿).
Continuamos ascendiendo por la misma calle, y desembocas en The Circus, una preciosa plaza al más puro estilo victoriano, desde la cual, caminando un par de calles apareces en el Royal Crescent, que es un semicírculo de 30 casas iguales abiertas hacia un parque (Royal Victoria Park), y en el cual, si que te imaginas perfectamente a la señoras de la época paseando en sus carruajes. El número 1 está restaurado y reacondicionado como en la época y se puede visitar. (¡pagando, of course!). Para los interesados, decir que The Circus es obra de John Wood El Viejo, y el Royal Crescent de John Wood El Joven
Finalmente, bajamos cruzando el parque (aprovechamos para hacer alguna foto de sus magníficos jardines), y pasando por el memorial que recuerda los bombardeos de la IIWW, volvimos de nuevo a los baños.
La cola ya había aflojado mucho, así que nos pusimos y ¡pa’ dentro!.
Los baños en sí, aparte de la curiosidad que despierta todo lo romano en Reino Unido, tiene la gracia de que están bastante bien conservados (o restaurados), y es bastante reconocible todos los salones y estancias. La fuente original de agua caliente continua funcionando y aportando el agua a las piscinas principales, así que estas están llenas (de agua y de gente alrededor) La visita se acompaña con un audio-video-guía en varios idiomas ., que incluye el español, y es bastante completa. Nosotros le dedicamos algo más de una hora, pero según el interés, puede hacerse en diez minutos o en varias horas. La entrada de los tres se fue sobre las £30.
Al salir, las chicas decidieron comerse unas crepes, y yo aproveche para chafardear un poco las tiendas de deportes, sin que al final me pudiese resistir a comprarme una camiseta en la tienda de los artículos de rugby…
De nuevo al coche, y pusimos rumbo a Shaftesbury, un pequeño pueblo de 6.000 habitantes, pero con una curiosa calle que es un motivo fotográfico que aparece en múltiples guías o calendarios de U.K..
Tras las fotos de rigor, un café en el Costa de turno, acompañado de unos muffins, y con eso me vi capacitado para aguantar hasta la cena, y además a las cuatro o cinco de la tarde estás ya más cerca de la cena que de la comida..
Un poco de conducción, por medio de la campiña inglesa, y en un entorno de carreteras rurales preciosas, nos llevó hasta nuestro destino: Bournemouth. Aquí he de decir que mi inestimable compañero de viajes, alias mister TomTom, me dio alguna vueltecita adicional de regalo, ya que en un cruce me hizo desviarme, y cuatro o cinco kilómetros después, aparecí en otro cruce donde salí detrás de una viejecita a la cual recordaba perfectamente haber adelantado un cuarto de hora antes. No obstante, no se lo tendré en cuenta, ya que le debo agradecer él haberme llevado a muchos sitios, a los cuales yo hubiese sido incapaz de llegar con un mapa a la antigua usanza….
Una vez en Bournemouth, localizamos nuestro hotel muy rápidamente, ya que el Premier Inn Bournemouth Central, como su nombre indica, está absolutamente en el centro, y esta vez, era bastante diferente a los otros Premier Inn en los que había estado.
El hotel era antiguamente un Hilton, adquirido por Premier Inn, y si bien el precio es bastante superior ( nos fuimos a £95 los tres, con el desayuno), la habitación es enorme, y el baño inmejorable con bañera y ducha separadas, y todo impecable y muy nuevo… Añadir que tienen un parking muy amplio, concertado, por £8 por día, con entrada directa al hotel.
El hotel está justo delante del globo aerostático que es una de las atracciones de la ciudad, pero a mí, la verdad es que no me atraía lo mas mínimo. También está en la zona de las tiendas de ropa, y junto a una librería enorme (no recuerdo el nombre) que tiene dentro un Starbucks, y que fue donde aprovechamos para hojear unas guías y acabar de concretar el día siguiente.
Después bajamos a dar una vuelta por el pueblo hasta que anocheció, y nos recreamos un poco por el embarcadero y viendo la playa.
Para cenar, a pesar de que hicimos el amago de entrar en un pub, una vez dentro vimos que el personal estaba un poco emocionado viendo el fútbol en el mogollón de pantallas que había dentro (¡para variar!), y como algún camarero se miraba de reojo a mi hija (catorce añitos..), y ponía muy claramente y repetidamente que era para mayores de 18, pues nos fuimos a la playa, y acabamos en el Harry Ramsden’s.
Este sitio es estilo un merendero de la Barceloneta ó la Carihuela (por buscar algún simil), donde el personal se pone de fish&chips y cervezas, pero eso sí, en ambiente familiar.
Como ya he superado esta etapa, decidimos decantarnos por unos combinados a base de pollo ( la alternativa es cordero), y unos Prawns Main, que vienen a ser gambas con gabardina. Todo ello con cervezas (Carling Pint’s) y cocacolas, más un heladito de postres, y unos expressos, ¡por £50 los tres!. No sé, pero yo lo encontré bastante barato, y la vista del Pier desde los ventanales es magnifica. La chica venezolana que nos atendió, nos dijo que había un par de chicas catalanas trabajando allí, pero ese día libraban..
Domingo
Por la mañanita, diana bien pronto, y a desayunar, a las 8h a.m., los primeros. Lo de siempre: huevos, salchichas, champiñones, judías, etc… (Los embutidos y la fruta, testimonial).
Checkout, y al coche, ya que nos espera la costa jurásica.
La mayoría de la costa de Dorset es Patrimonio de la Humanidad, y los prados que finalizan en acantilados, son el signo de identidad de esta zona.
Una rápida visita a Poole, y de allí a Corfe Castle, que merece una parada, e incluso una pequeña visita, para a continuación, llegar a Swanage (la antiguamente llamada Londres del Sur).
Swanage es una ciudad costera, de casas de veraneantes de clase media-alta, que tiene su encanto, pero lo que a nosotros nos interesaba realmente es porque es donde está el Durlston Visitor Center.
En este centro, te proporcionan información para recorrer el parque costero, y realizar el avistamiento de aves y delfines, incluso alquilando binoculares para completar la excursión. El acceso a toda la costa está absolutamente restringido a los peatones, e incluso las bicicletas tiene los accesos muy acotados. Hay que dejar el coche en el parking (las £5 de rigor por todo el día), y ponerse las botas y la mochila y comenzar a andar. (Hay posibilidad de unos buggys eléctricos para personas con movilidad reducida)
Al final, tras recorrer un poco la costa y ver el faro, volvimos al castillo-mirador-bar, y tras tomar un refresco, recogimos la parada y tristemente, iniciamos el camino de vuelta hacia Bournemouth. Por el camino, cogimos un atajo que nos llevó a cruzar la bahía en un transbordador por £3, pero nos ahorramos una vuelta de unos 20 km, y sobre todo mucho tiempo.
De vuelta en Bournemouth, unas ultimas compras, y ¡para el aeropuerto!. Cuando íbamos circulando, recordamos que la chica de Hertz nos había dado un plano con la situación de la gasolinera en un pueblo cercano, y al que en aquel momento no le dimos importancia, pero, que cuando llegamos al aeropuerto sin haber visto una sola gasolinera, decidimos buscar desesperadamente. Al final lo encontramos, y siguiendo las instrucciones, la localizamos sin mucho problema, ya que está a 5 ó 6 kilómetros tan solo, pero no te pilla en absoluto de camino, y si no tienes el plano, no lo encuentras ni en sueños. Le llenamos el depósito al coche por £45, muy lejos de las £70 que nos hubiesen cascado si lo devuelves vacío, tal y como figuraba en el contrato.
Finalmente, un poco de cola para embarcar .., y constatar que al menos en U.K.. la gente de Ryanair se han puesto bastante estrictos con el tema del equipaje. A algunas personas les hicieron meter los bolsos dentro de las maletas (entre ellos a nosotros), de forma que realmente solo llevases un bulto, y de las medidas adecuadas, e incluso a un par de pasajeros les hicieron ir a facturar una maleta o un bulto. Lo curioso, es que después, dentro del avión, había quien llevaba dos maletas, el bolso, el abrigo….. (¿) Aunque claro, eran ¡Británicos!, por supuesto.
Así que una vez acomodados, despegamos de nuevo de vuelta a casa, y empezamos a pensar en nuestro próximo destino.
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