En nuestro penúltimo día nos dirigimos a la localidad de Roscoff donde debíamos coger un barco que en 15 minutos te deja en la isla de Batz. Roscoff es un puerto pesquero en una península que se adentra en el Oceáno. Tuvimos suerte y aparcamos en zona gratuita a 5 minutos del muelle desde el que partía el barco. El billete de ida y vuelta costaba 9€ por persona.
Esta isla de 4 kilómetros de largo por 1 de ancho la puedes recorrer en bicicleta o bien a pie. Yo recomiendo mejor a pie porque lo que más nos gusto fue poder bajar a las varias calas de arena blanca transparente, donde apenas había nadie y donde se podían observar multiples aves en plena naturaleza. También hay un jardín botánico y restos de una iglesia románica en estado de abandono.



Consejo: mejor llevarse comida desde algún lugar porque es un sitio pequeño, con pocos sitios donde comer y con horarios muy poco españoles. Es una isla curiosa, la parte más cercana al pueblo con muchas casas de veraneo, pero la costa contraria totalmente rural, campos de cultivo, caballos y playas vírgenes. Nos gustó mucho realmente.

A la vuelta al puerto de la Isla de Batz ya empezamos a observar los estragos de la marea baja, todos los barcos del puerto estaban varados en la arena.

Y al llegar a Roscoff no pudimos bajarnos en el muelle principal del puerto donde hacía unas horas cogimos el barco, pues el puerto tenía este aspecto.

La marea había bajado tanto que el puerto se había vaciado de agua!!! donde antes flotaban barcos ahora había gaviotas comiendo peces que se despistaron y se quedaron también varados en la arena. Tuvimos que desembarcar en una pasarela que se adentra 300 metros mar adentro. Para la gente que vivimos en el mediterráneo los fenómenos de las mareas simplemente nos dejan boquiabiertos.

Una vez de vuelta de la isla y en el coche hicimos parada en la ciudad de Morlaix. La ciudad está en el fondo de una ría y está construida hacia las dos laderas. Lo que más llama la atención es un inmenso viaducto de más de 60 metros de alto que cruza la ciudad y que se construyó para la línea férrea de Paris a Brest.

La ciudad en sí es pequeña pero tiene a ambos lados de la calle principal calles donde se han conservado plazas y calles con sabor medieval. Era ya nuestra última etapa del viaje y aprovechamos para hacer unas compras de souvenir para las familias y comprarnos la cena en un carrefour.
Nuestra última cena fue a base de sidra paté y camembert y rodeado de los amigos de la dueña de la casa...
