Para este día la idea inicial era comenzar a visitar Amsterdam, pero a la vista de que el tiempo estaba soleado, pensamos que lo mejor era aprovechar para ir a los pueblos del Waterland, porque probablemente con lluvia o tiempo nublado no debe ser tan agradable.
Madrugamos bastante y a las 6:30 ya nos pusimos en pie, como el resto de días que hicimos excursiones. El desayuno buffet constaba de zumos, bollerías, panes, yogurt, quesos y jamón cocido, cereales, ensalada, algo de fruta y productos calientes (huevos revueltos, huevos cocidos, bacon, salchichas, champiñones, judías). Para ser de 4* me faltó variedad en algunos de los productos que he citado. Luego por ejemplo la bollería era insdustrial y los cereales no estaban muy allá, los champiñones y los huevos revueltos tampoco. Por lo menos había una máquina para exprimir naranjas y hacer zumo. Al final, entre el tipo de comida que no me gustaba (bacon, judías,...) y lo que descarté después del primer día porque no estaba suficientemente bueno, acabé desayunando lo mismo casi todos los días.
Nos fuimos hasta la estación central de trenes y siguiendo las señales de autobús, la atravesamos por debajo hasta ir a salir a la parte de atrás, que da a otro canal. Para coger los autobuses, hay que subir a la primera planta por las escaleras mecánicas o ascensor. La compañía es EBS y las líneas correspondientes van de la 312 a la 316. El billete Waterland es válido para todo el día y se puede utilizar en cualquiera de las líneas que recorran la comarca. Tiene un precio de 10€ y creo que se puede comprar directamente al conductor, aunque como mi intención era hacer uso del cupón plateado de la tarjeta Holland Pass, tuve que ir a canjearlo a una caseta de EBS que está al final de los andenes. Junto con los billetes me dieron un mapa de rutas de las diferentes líneas de autobuses.
Cogimos el autobús de la línea 316 hacia las 9:15 y media hora después llegamos a Edam. La parada en la que hay que bajarse es Busstation y no tiene ninguna dificultad saber cuál es, porque se trata de la última parada del recorrido. En cualquier caso estos autobuses cuentan con paneles electrónicos en los que va indicando cuál es la siguiente parada, así que tampoco existe problema alguno.
Lo primero que me llamó la atención fue el parking lleno de bicicletas junto a la parada de la estación. A continuación nos dirigimos hacia el puente Tram (Trambrug) que atraviesa el canal principal de este pueblo (está a 10 metros de la parada de autobús). Aquí asistimos a la maniobra del levantamiento del puente para que pudieran salir unos barcos que estaban en el canal. Es el típico puente que se abre por la mitad. Sin cruzar el puente, seguimos caminando por la calle que recorre el canal (Schepenmakersdijk) viendo las casitas.
Madrugamos bastante y a las 6:30 ya nos pusimos en pie, como el resto de días que hicimos excursiones. El desayuno buffet constaba de zumos, bollerías, panes, yogurt, quesos y jamón cocido, cereales, ensalada, algo de fruta y productos calientes (huevos revueltos, huevos cocidos, bacon, salchichas, champiñones, judías). Para ser de 4* me faltó variedad en algunos de los productos que he citado. Luego por ejemplo la bollería era insdustrial y los cereales no estaban muy allá, los champiñones y los huevos revueltos tampoco. Por lo menos había una máquina para exprimir naranjas y hacer zumo. Al final, entre el tipo de comida que no me gustaba (bacon, judías,...) y lo que descarté después del primer día porque no estaba suficientemente bueno, acabé desayunando lo mismo casi todos los días.
Nos fuimos hasta la estación central de trenes y siguiendo las señales de autobús, la atravesamos por debajo hasta ir a salir a la parte de atrás, que da a otro canal. Para coger los autobuses, hay que subir a la primera planta por las escaleras mecánicas o ascensor. La compañía es EBS y las líneas correspondientes van de la 312 a la 316. El billete Waterland es válido para todo el día y se puede utilizar en cualquiera de las líneas que recorran la comarca. Tiene un precio de 10€ y creo que se puede comprar directamente al conductor, aunque como mi intención era hacer uso del cupón plateado de la tarjeta Holland Pass, tuve que ir a canjearlo a una caseta de EBS que está al final de los andenes. Junto con los billetes me dieron un mapa de rutas de las diferentes líneas de autobuses.
Cogimos el autobús de la línea 316 hacia las 9:15 y media hora después llegamos a Edam. La parada en la que hay que bajarse es Busstation y no tiene ninguna dificultad saber cuál es, porque se trata de la última parada del recorrido. En cualquier caso estos autobuses cuentan con paneles electrónicos en los que va indicando cuál es la siguiente parada, así que tampoco existe problema alguno.
Lo primero que me llamó la atención fue el parking lleno de bicicletas junto a la parada de la estación. A continuación nos dirigimos hacia el puente Tram (Trambrug) que atraviesa el canal principal de este pueblo (está a 10 metros de la parada de autobús). Aquí asistimos a la maniobra del levantamiento del puente para que pudieran salir unos barcos que estaban en el canal. Es el típico puente que se abre por la mitad. Sin cruzar el puente, seguimos caminando por la calle que recorre el canal (Schepenmakersdijk) viendo las casitas.
Una de estas casas es la sede de la "Hoogheemraadschap van de Uitwaterende Sluizen". Este nombre tan raro no es sino el de la organización que durante más de 400 años se estuvo encargando del control del nivel de las aguas en el norte de Holanda. Ahora algunas de sus tareas son la purificación de las aguas residuales o el control de calidad del agua potable destinada a consumo. Continuando por la misma calle se llega al puente Kwakel (Kwakelbrug), desde el que hay una pintoresca panorámica del canal y del campanario del siglo XV de una antigua iglesia que hay en el lugar.
Justo al lado del puente hay un taller de reparación de barcas.
Pasamos por las casas gemelas del siglo XVII (Doelland, 3-5) y por la zona más antigua del pueblo (Bult 24).
Seguimos la calle empedrada entre casas de ladrillo en diferentes colores y tejado a dos aguas, hasta que cruzamos el canal y llegamos a la plaza principal de Edam, Damplein.
Allí podemos contemplar varios edificios de interés, como el Ayuntamiento, el Museo de Edam o la antigua oficina de correos.
Poco más allá, en Voorhaven 127, se supone que hay un almacén de queso donde se pueden hacer degustaciones, pero a simple vista me pareció que estaba cerrado. De regreso hacia la estación de autobuses, comentamos la gran tranquilidad del pueblo y la sorpresa por encontrar muchas tiendas cerradas después de las 11 mañana. Quizás sólo abren el fin de semana o tienen un horario reducido limitado a las horas centrales del día.
Cogimos de nuevo el autobús 316 para detenernos en Volendam. Son apenas 10 minutos. La parada se llama Julianaweg/Centrum. Desde ahí hasta el muelle, que es lo más llamativo del pueblo, son poco más de 5 minutos. Básicamente se trata de una larga calle repleta de tiendas de souvenirs y de restaurantes. Para el que conozca San Francisco, en cierto modo es una especie de Pier 39 (salvando las distancias y los leones marinos), aunque no en plan tan decorado turístico. Básicamente es lo que se puede hacer en Volendam: comer en alguno de los bares junto al muelle. Nosotros paramos en el Café de Dijk (Haven 108). Pedimos un zumo de manzana y otro de naranja, un plato de pasta con gambas y mejillones y otro plato consistente en 3 rebanadas de pan de molde sobre la que ponen una croqueta, un poco de jamón cocido con huevo frito y un poco de ensaladilla rusa. Desde luego no es una experiencia culinaria, pero por lo menos el servicio fue correcto y el lugar es agradable. La cuenta ascendió a 20€.
Con el estómago lleno fuimos a la caseta de Marken Express para comprar el billete de barco Volendam-Marken. La ida cuesta 7'5€ por persona y me olvidé de que había un descuento con la tarjeta Holland Pass. Parecía que la lleva de adorno. Mientras que hacíamos tiempo hasta el barco de las 14:15, seguimos recorriendo la "calle" y entramos en un restaurante tipo fish & chips, donde compramos una bandeja con 9 gambas fritas que nos costó más de 9€.
El trayecto en barco dura una media hora y ofrece una vista completa del muelle de Volendam mientras que nos alejamos.
Con el estómago lleno fuimos a la caseta de Marken Express para comprar el billete de barco Volendam-Marken. La ida cuesta 7'5€ por persona y me olvidé de que había un descuento con la tarjeta Holland Pass. Parecía que la lleva de adorno. Mientras que hacíamos tiempo hasta el barco de las 14:15, seguimos recorriendo la "calle" y entramos en un restaurante tipo fish & chips, donde compramos una bandeja con 9 gambas fritas que nos costó más de 9€.
El trayecto en barco dura una media hora y ofrece una vista completa del muelle de Volendam mientras que nos alejamos.
En cada mesa del salón hay un periódico (también tiene sección en español) en el que se explican las grandes inundaciones que hubo en el país en 1953, como consecuencia de las cuales murieron cerca de 2000 personas. A raíz de eso, se construyó un dique de más de 30 km de longitud entre el norte de la provincia de Noord-Holland (en la que se encuentran los pueblos de Waterland, Alkmaar, etc...) y la provincia de Frisia. Ese dique, de nombre impronunciable (Afsluitdijk), aisló el Zuidersee (bahía del mar del Norte en el norte de Holanda) del mar del Norte y se convirtió en un lago de agua dulce llamado IJsselmeer. Más recientemente se construyó otro dique entre las localidades de Enkhuizen y Lelystad, formándose otro lago llamado Markermeer. Mediante el drenaje de estos lagos se formó otra provincia en Holanda que se llama Flevolandia.
Llegamos a Marken y había muchísima gente por la zona del muelle. Grupos organizados, que es lo que más se nota. Entramos a una casa típica que está funcionando como museo. En el interior se pueden ver objetos típicos de la vida cotidiana. El espacio es minúsculo y con un pequeño grupo organizado en 5 metros cuadrados, me pareció agobiante. Se paga la voluntad para el mantenimiento de la casa.
Llegamos a Marken y había muchísima gente por la zona del muelle. Grupos organizados, que es lo que más se nota. Entramos a una casa típica que está funcionando como museo. En el interior se pueden ver objetos típicos de la vida cotidiana. El espacio es minúsculo y con un pequeño grupo organizado en 5 metros cuadrados, me pareció agobiante. Se paga la voluntad para el mantenimiento de la casa.
Aparte de esto, lo típico son las casas de madera pintadas de negro o de verde con sus jardincitos y a orillas del canal. Parecía un paisaje muy bucólico, pero no nos entretuvimos demasiado y en 45 minutos ya estábamos fuera del pueblo. Mientras esperábamos el autobús, estuvimos haciendo tiempo en una fábrica de zuecos.
No teníamos claro si hacer la siguiente parada en el pueblo de Monnickendam o en el de Broek in Waterland. Cogimos el autobús 315 (la única opción en Marken) y decidimos bajarnos en Monnickendam, en la parada Grote Kerk. Echamos a andar por la Kerkstraat, con la iglesia grande (Grote Kerk) en un extremo el campanario (Speeltoren).
Nuevamente nos asombró la tranquilidad del pueblo, puesto que sin ser las 5 de la tarde no se veía a nadie caminando por la calle. Sólo a veces pasaba alguien en bicicleta o algunos coches. Contemplamos los detalles en las fachadas de cada casa, el año del que databa la construcción, si eran negocios o casas particulares. Esta duda nos surgía a veces al ver desde la calle el interior de las casas (no hay persianas) y con tantos objetos decorativos en algunas, realmente no sabíamos si se trataba de tiendas o no. Llegamos a la Speeltoren y aunque tenía intenciones de curiosear un poco, me quedé con las ganas porque al dar las 5, salió la trabajadora, cerró y se fue con su bicicleta. Igualmente en otros negocios estaban recogiendo ya, lo que contribuía más a la paz en el pueblo. Sólo había unas pocas personas en alguna cafetería.
Nos fuimos andando por la calle Zuideinde y al ir a entrar a una pastelería que tenía buena pinta (Chocolaterie Cofee & Cacao, Zuideinde 3) y ponía en la fachada 1367, no nos dio tiempo, jaja. Esta calle es cruzada por un canal, en uno de cuyos extremos se ve el muelle. En el puente que cruza el canal hay una estatua dedicada a un monje. Las casas con tejado a dos aguas, el canal con las barcas, las calles empedradas. Por todo esto es un conjunto muy fotogénico.
Nos fuimos andando por la calle Zuideinde y al ir a entrar a una pastelería que tenía buena pinta (Chocolaterie Cofee & Cacao, Zuideinde 3) y ponía en la fachada 1367, no nos dio tiempo, jaja. Esta calle es cruzada por un canal, en uno de cuyos extremos se ve el muelle. En el puente que cruza el canal hay una estatua dedicada a un monje. Las casas con tejado a dos aguas, el canal con las barcas, las calles empedradas. Por todo esto es un conjunto muy fotogénico.
Tomamos desde la torre del campanario en la otra dirección por la calle Nordeinde, que se supone que es la calle principal, pero quien lo diría.
No había un alma sin ser aún las 6 de la tarde. En una pastelería que estaba abierta compramos unos pasteles deliciosos: una porción de tarta de cerezas y un pastel con frutos secos. Creo que se trata de Mastenbroek Banketbakkerij, en Noordeinde 38, pero no estoy muy seguro. Me hubiera gustado estar más rato en el pueblo, pero no me fiaba demasiado del horario de los autobuses, así que después de una hora y pico volvimos a la parada en la que nos bajamos. Fue una decisión totalmente acertada parar en Monnickendam y junto con Edam, fueron mis pueblos favoritos del día.
Como eran ya sobre las 7 de la tarde, pensamos que lo mejor era saltarnos Broek in Waterland, a pesar de la buena pinta que tenía y continuar directamente hasta Amsterdam. Desde mi punto de vista aprovechamos muy bien el día y le sacamos partido al billete de autobús. Entre una cosa y otra llegamos al hotel a las 8 y pico de la tarde y decidimos cenar allí, aprovechando las compras en el supermercado Albert Heijn.
Como eran ya sobre las 7 de la tarde, pensamos que lo mejor era saltarnos Broek in Waterland, a pesar de la buena pinta que tenía y continuar directamente hasta Amsterdam. Desde mi punto de vista aprovechamos muy bien el día y le sacamos partido al billete de autobús. Entre una cosa y otra llegamos al hotel a las 8 y pico de la tarde y decidimos cenar allí, aprovechando las compras en el supermercado Albert Heijn.