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Previo a nuestro crucero por el mar Báltico al cual podéis tener acceso pinchando AQUÍ y dado que el barco zarpaba desde el puerto de Copenhague decidimos visitar la ciudad durante dos días enteros. Para ello cogimos unos vuelos con Air Berlin y su escala en Dusseldorf la ida y Berlin la vuelta ya que era la que por horarios y precios mejor se adecuaba a nuestros deseos.
He de deciros que el precio de los hoteles y de la vida en general en toda Dinamarca nada tiene que ver con nuestro nivel de vida. Mayormente por este motivo nuestro hotel fue el Park Inn by Radisson a dos paradas de metro del aeropuerto. En él pasamos las tres noches previas al crucero. Del hotel he de deciros que estuvimos muy bien. Habitación amplia, abundante agua en la bañera, colchones muy cómodos y un desayuno exquisito. Mezcla de lo que entendemos por continental con detalles daneses como las típicas galletas, diferentes tipos de queso, etc. La verdad es que creo que fue un acierto dado que el metro lo teníamos a escasos 20 metros y que en 7 paradas nos plantábamos en el centro de Copenhague. Comparado con ir al centro de Barcelona desde mi casa eso es anécdota.
Después del copioso desayuno cogimos el metro con vistas a conocer Christiania, el rincón hippy de la ciudad y que, según sus mismos habitantes, consideran estar fuera del territorio de la UE. Antes de llegar y al salir del metro pasamos por delante de la Vor Frelsers Kirke con su torre en espiral que se divisa desde bien lejos. Ya desde que entras en el territorio te llega al olfato el típico y genuino olor a marihuana y hachís que no te abandonará durante todo el tiempo que paseéis por esa parte de la ciudad. Están acostumbrados al turismo, de hecho podría decirse que en parte también viven de él, y por ello no les importunas si vas paseando, eso sí sin hacer fotografías. De hecho hay varios carteles que te lo prohíben sobre todo en la entrada principal donde hay una zona con una especie de escenario y bares con mesas y sillas junto con algún puesto de venta de recuerdos. También donde comprar chinas de marihuana y para nada me resultó un barrio mínimamente peligroso. Había gente de todo tipo pero entre los que más abundaban éramos los turistas o curiosos. Es un sitio que merece la pena visitarse por lo curioso que es y perderse durante unas horas. Ya por la tarde, nuestra idea era visitar la fábrica de cervezas Carlsberg. Para ello en casa y antes de partir nos enteramos de cómo desplazarnos desde el hotel en transporte público: Metro y autobús. Cuando llegamos a la parada del autobús, y tras esperarlo durante más de media hora, intuimos en un cartel pegado en la misma parada que dicha línea de autobús no funcionaba ese día así que tras esperarlo un ratito más y viendo como los daneses leían ese cartel escrito en danés naturalmente y se marchaban optamos por hacer lo mismo. Dicho lo cual optamos por visitar la calle más comercial de la ciudad y la que dicen que es la calle peatonal más larga del mundo aunque bien es cierto que a mí no me pareció tan larga. Al final de la misma hay una oficina de turismo donde una chica joven no demasiado simpática ni con “don de gentes” nos informó a qué distancia se encontraba desde allí el parque de atracciones más antiguo de Europa (el Tívoli). Compramos las entradas de acceso al mismo solamente (297 coronas danesas) y allá que nos fuimos a visitarlo. Realmente estaba muy cerca. Deciros que este parque es muy familiar. La mayoría de las atracciones están pensadas para el conjunto de la familia sin apenas distinción de edades lo que hace que sea muy agradable pasar un día allí ya que prácticamente la mayoría de los visitantes pueden disfrutar de ellas. A parte hay una esplanada con un escenario donde diariamente se celebran conciertos y demás actividades al caer la noche. Si se desea tomar un bocadillo, refresco o por el contrario comer más relajadamente siempre tendréis a vuestra disposición algunos restaurantes. Deciros que en él se encuentra una sucursal de la heladería “Vaffelbageriet” que como bien sabréis está catalogada por la guía Nat Geo como una de las 10 mejores del mundo en cuanto a la confección de helados, y puedo dar fe de ello sin dudarlo. El parque en sí no es muy grande si lo comparamos con otros que quizá conozcamos pero eso mismo hace de él un sitio tranquilo y relajado. Tras disfrutar de unas tres tranquilas horas en el parque volvimos hacia la calle Stroget dirección a la plaza Kongens Nytorv que es muy bonita con edificios y hoteles muy grandes e interesantes a la vez y de camino nos encontramos con un TGI Friday’s que nos hizo recordar nuestros anteriores viajes por los Estados Unidos y decidimos probar sus hamburguesas. Nos atendió un camarero madrileño de lo más atento que te puedas encontrar con el que estuvimos conversando e intercambiando opiniones durante casi todo el tiempo que en el restaurante estuvimos. Tras abandonarlo volvimos a coger el metro destino al hotel donde llegamos apenas 15 minutos más tarde. Ducha y cama para esperar el día siguiente.
El día siguiente nos propusimos patearnos Copenhague. A diferencia del día anterior no compramos un pase diario de transporte público sino que billetes sencillos que tienen una validez de hora y media para poder coger cualquier medio de locomoción, sea metro, sea distintas líneas de autobús. Empezamos nuestro recorrido (metro desde el hotel más autobús 26) hasta las inmediaciones del puerto donde se encuentra la estatua de la sirenita. Resultó emocionante verla tan de cerca, después de saber de ella a través de la televisión, prensa y fotos de diarios de otros usuarios del foro. Por fin estábamos delante de ella. Tras estar junto a ella un ratito y contemplarla dimos buena cuenta de ella a través de diferentes fotografías. Justo delante hay unos quioscos donde se enorgullecen de vender el souvenir original de dicho símbolo de la ciudad. Como admitían nuestra moneda (nunca cambiamos €uros por moneda local) compramos una por el precio de 10 € y bien bonita que es. Posteriormente nos dirigimos a la zona de kastellet, antiguo pero aún activo destacamento militar con sus bonitos jardines para pasear, su molino de viento una bonita iglesia y la famosa fuente de Gefión. Si no estoy mal informado esta era el emplazamiento original de La Sirenita. El paseo está siendo agradable. Salimos de la ciudadela militar y nos adentramos, nuevamente, en Copenhague a través de la calle Bredgade la cual va a parar a la Marmorkirken o iglesia de mármol. Recuerda su cúpula a la de San Pedro del Vaticano ya que es una imitación. Muy bonita. Dicha iglesia está en frente de Amalienborg o residencia real danesa. Una gran avenida une la plaza de dicho palacio con la iglesia. Amalienborg Slot es como dije la residencia real danesa. Es una plaza semicircular formada por cuatro palacios preciosos, de estilo nórdico. En el centro de la misma hay una estatua. Tras admirar la plaza y la iglesia de mármol nos dirigimos a unos jardines que recuerdan el estilo francés y donde pudimos descansar un rato en unos bancos y posteriormente comprarnos en un bar unos bocadillos típicos daneses que estaban deliciosos. Seguimos paseando por los jardines, donde muchísimos daneses llevaron sus comidas para disfrutar del sol, eso si, plantando en el césped su admirada bandera danesa. Al final de estos jardines se encuentra Rosenborg Slot, castillo en miniatura al más puro estilo nórdico. Se visita y en su interior se encuentran las joyas de la corona danesa. Así llegamos a la estación de trenes y a la Rundetam. Es una torre con rampa de caracol Tiene 209 metros y sirve para conectar la Iglesia de la Trinidad, la biblioteca y el Observatorio. Seguimos deambulando por las calles peotonales hasta desembocar, igual que el día anterior en la calle Stroget, donde se encuentra al principio la tienda oficial del Libro Guiness de los Records. Tras tomar un café en el típico “Café Norden” y relajarnos un poco más seguimos calle abajo hasta encontrarnos de nuevo con la plaza Kongen Nytorv que se encuentra, actualmente en obras, de remodelación. Tras cruzarla nos dimos de bruces con Nihavn la calle de las casitas de colores a ambos lados de un canal y que es una de las dos o tres postales más típicas de Copenhague. Tiempo atrás era lugar o refugio de pescadores y prostitutas. Aquí, en una esquina, se encuentra otra sucursal de la famosa heladería danesa “Vaffelbageren” donde también dimos cuenta de un helado muy rico. Una vez aquí y después de patearnos la ciudad hacia en un sentido y en otro no tuvimos otra que hacer el crucero de una hora y cuarto por los canales de la ciudad. Resulta que Cristian IV le encantaba Venecia y no se le ocurrió otra cosa que hacer de Copenhague una especie de Venecia escandinava de ahí la cantidad de canales que hay en la ciudad.
Prácticamente aquí acaba nuestra visita de dos días a la bonita ciudad de Copenhague. Una ciudad que nos encantó y a la que no nos importaría volver, pero con la intención añadida de visitar la ciudad de Odense o bien la zona de la Riviera danesa la cual dicen que es igualmente muy bonita y visitar con tranquilidad sus diferentes palacios, conocer la ciudad vecina de Malmöe, en Suecia…. En definitiva si volviéramos a Dinamarca sería para conocer más a fondo el país ahora que ya nos hemos hecho una idea de lo que es su capital.
Si tuviera que elegir las tres cosas que más nos gustó en nuestra visita serían, por este orden:
a.- Crucero por los canales en la ciudad (explicaciones en castellano).
b.- El café que tomamos pero sobretodo el ratito que pasamos en el Café Norden.
c.- La visita al parque de atracciones Tívoli.
He de deciros que el precio de los hoteles y de la vida en general en toda Dinamarca nada tiene que ver con nuestro nivel de vida. Mayormente por este motivo nuestro hotel fue el Park Inn by Radisson a dos paradas de metro del aeropuerto. En él pasamos las tres noches previas al crucero. Del hotel he de deciros que estuvimos muy bien. Habitación amplia, abundante agua en la bañera, colchones muy cómodos y un desayuno exquisito. Mezcla de lo que entendemos por continental con detalles daneses como las típicas galletas, diferentes tipos de queso, etc. La verdad es que creo que fue un acierto dado que el metro lo teníamos a escasos 20 metros y que en 7 paradas nos plantábamos en el centro de Copenhague. Comparado con ir al centro de Barcelona desde mi casa eso es anécdota.
Después del copioso desayuno cogimos el metro con vistas a conocer Christiania, el rincón hippy de la ciudad y que, según sus mismos habitantes, consideran estar fuera del territorio de la UE. Antes de llegar y al salir del metro pasamos por delante de la Vor Frelsers Kirke con su torre en espiral que se divisa desde bien lejos. Ya desde que entras en el territorio te llega al olfato el típico y genuino olor a marihuana y hachís que no te abandonará durante todo el tiempo que paseéis por esa parte de la ciudad. Están acostumbrados al turismo, de hecho podría decirse que en parte también viven de él, y por ello no les importunas si vas paseando, eso sí sin hacer fotografías. De hecho hay varios carteles que te lo prohíben sobre todo en la entrada principal donde hay una zona con una especie de escenario y bares con mesas y sillas junto con algún puesto de venta de recuerdos. También donde comprar chinas de marihuana y para nada me resultó un barrio mínimamente peligroso. Había gente de todo tipo pero entre los que más abundaban éramos los turistas o curiosos. Es un sitio que merece la pena visitarse por lo curioso que es y perderse durante unas horas. Ya por la tarde, nuestra idea era visitar la fábrica de cervezas Carlsberg. Para ello en casa y antes de partir nos enteramos de cómo desplazarnos desde el hotel en transporte público: Metro y autobús. Cuando llegamos a la parada del autobús, y tras esperarlo durante más de media hora, intuimos en un cartel pegado en la misma parada que dicha línea de autobús no funcionaba ese día así que tras esperarlo un ratito más y viendo como los daneses leían ese cartel escrito en danés naturalmente y se marchaban optamos por hacer lo mismo. Dicho lo cual optamos por visitar la calle más comercial de la ciudad y la que dicen que es la calle peatonal más larga del mundo aunque bien es cierto que a mí no me pareció tan larga. Al final de la misma hay una oficina de turismo donde una chica joven no demasiado simpática ni con “don de gentes” nos informó a qué distancia se encontraba desde allí el parque de atracciones más antiguo de Europa (el Tívoli). Compramos las entradas de acceso al mismo solamente (297 coronas danesas) y allá que nos fuimos a visitarlo. Realmente estaba muy cerca. Deciros que este parque es muy familiar. La mayoría de las atracciones están pensadas para el conjunto de la familia sin apenas distinción de edades lo que hace que sea muy agradable pasar un día allí ya que prácticamente la mayoría de los visitantes pueden disfrutar de ellas. A parte hay una esplanada con un escenario donde diariamente se celebran conciertos y demás actividades al caer la noche. Si se desea tomar un bocadillo, refresco o por el contrario comer más relajadamente siempre tendréis a vuestra disposición algunos restaurantes. Deciros que en él se encuentra una sucursal de la heladería “Vaffelbageriet” que como bien sabréis está catalogada por la guía Nat Geo como una de las 10 mejores del mundo en cuanto a la confección de helados, y puedo dar fe de ello sin dudarlo. El parque en sí no es muy grande si lo comparamos con otros que quizá conozcamos pero eso mismo hace de él un sitio tranquilo y relajado. Tras disfrutar de unas tres tranquilas horas en el parque volvimos hacia la calle Stroget dirección a la plaza Kongens Nytorv que es muy bonita con edificios y hoteles muy grandes e interesantes a la vez y de camino nos encontramos con un TGI Friday’s que nos hizo recordar nuestros anteriores viajes por los Estados Unidos y decidimos probar sus hamburguesas. Nos atendió un camarero madrileño de lo más atento que te puedas encontrar con el que estuvimos conversando e intercambiando opiniones durante casi todo el tiempo que en el restaurante estuvimos. Tras abandonarlo volvimos a coger el metro destino al hotel donde llegamos apenas 15 minutos más tarde. Ducha y cama para esperar el día siguiente.
El día siguiente nos propusimos patearnos Copenhague. A diferencia del día anterior no compramos un pase diario de transporte público sino que billetes sencillos que tienen una validez de hora y media para poder coger cualquier medio de locomoción, sea metro, sea distintas líneas de autobús. Empezamos nuestro recorrido (metro desde el hotel más autobús 26) hasta las inmediaciones del puerto donde se encuentra la estatua de la sirenita. Resultó emocionante verla tan de cerca, después de saber de ella a través de la televisión, prensa y fotos de diarios de otros usuarios del foro. Por fin estábamos delante de ella. Tras estar junto a ella un ratito y contemplarla dimos buena cuenta de ella a través de diferentes fotografías. Justo delante hay unos quioscos donde se enorgullecen de vender el souvenir original de dicho símbolo de la ciudad. Como admitían nuestra moneda (nunca cambiamos €uros por moneda local) compramos una por el precio de 10 € y bien bonita que es. Posteriormente nos dirigimos a la zona de kastellet, antiguo pero aún activo destacamento militar con sus bonitos jardines para pasear, su molino de viento una bonita iglesia y la famosa fuente de Gefión. Si no estoy mal informado esta era el emplazamiento original de La Sirenita. El paseo está siendo agradable. Salimos de la ciudadela militar y nos adentramos, nuevamente, en Copenhague a través de la calle Bredgade la cual va a parar a la Marmorkirken o iglesia de mármol. Recuerda su cúpula a la de San Pedro del Vaticano ya que es una imitación. Muy bonita. Dicha iglesia está en frente de Amalienborg o residencia real danesa. Una gran avenida une la plaza de dicho palacio con la iglesia. Amalienborg Slot es como dije la residencia real danesa. Es una plaza semicircular formada por cuatro palacios preciosos, de estilo nórdico. En el centro de la misma hay una estatua. Tras admirar la plaza y la iglesia de mármol nos dirigimos a unos jardines que recuerdan el estilo francés y donde pudimos descansar un rato en unos bancos y posteriormente comprarnos en un bar unos bocadillos típicos daneses que estaban deliciosos. Seguimos paseando por los jardines, donde muchísimos daneses llevaron sus comidas para disfrutar del sol, eso si, plantando en el césped su admirada bandera danesa. Al final de estos jardines se encuentra Rosenborg Slot, castillo en miniatura al más puro estilo nórdico. Se visita y en su interior se encuentran las joyas de la corona danesa. Así llegamos a la estación de trenes y a la Rundetam. Es una torre con rampa de caracol Tiene 209 metros y sirve para conectar la Iglesia de la Trinidad, la biblioteca y el Observatorio. Seguimos deambulando por las calles peotonales hasta desembocar, igual que el día anterior en la calle Stroget, donde se encuentra al principio la tienda oficial del Libro Guiness de los Records. Tras tomar un café en el típico “Café Norden” y relajarnos un poco más seguimos calle abajo hasta encontrarnos de nuevo con la plaza Kongen Nytorv que se encuentra, actualmente en obras, de remodelación. Tras cruzarla nos dimos de bruces con Nihavn la calle de las casitas de colores a ambos lados de un canal y que es una de las dos o tres postales más típicas de Copenhague. Tiempo atrás era lugar o refugio de pescadores y prostitutas. Aquí, en una esquina, se encuentra otra sucursal de la famosa heladería danesa “Vaffelbageren” donde también dimos cuenta de un helado muy rico. Una vez aquí y después de patearnos la ciudad hacia en un sentido y en otro no tuvimos otra que hacer el crucero de una hora y cuarto por los canales de la ciudad. Resulta que Cristian IV le encantaba Venecia y no se le ocurrió otra cosa que hacer de Copenhague una especie de Venecia escandinava de ahí la cantidad de canales que hay en la ciudad.
Prácticamente aquí acaba nuestra visita de dos días a la bonita ciudad de Copenhague. Una ciudad que nos encantó y a la que no nos importaría volver, pero con la intención añadida de visitar la ciudad de Odense o bien la zona de la Riviera danesa la cual dicen que es igualmente muy bonita y visitar con tranquilidad sus diferentes palacios, conocer la ciudad vecina de Malmöe, en Suecia…. En definitiva si volviéramos a Dinamarca sería para conocer más a fondo el país ahora que ya nos hemos hecho una idea de lo que es su capital.
Si tuviera que elegir las tres cosas que más nos gustó en nuestra visita serían, por este orden:
a.- Crucero por los canales en la ciudad (explicaciones en castellano).
b.- El café que tomamos pero sobretodo el ratito que pasamos en el Café Norden.
c.- La visita al parque de atracciones Tívoli.
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