Recogimos nuestras cosas y dejamos el hotel, ya que nos trasladábamos a Arinaga, en el este de la isla. El plan del día era visitar Artenara y hacer una ruta por el Parque Natural de Tamabada. En un principio pensamos ir por la GC-200, la carretera de la costa que va por acantilados. Pero estaba cerrada, ya que había llovido los días anteriores y se habían producido desprendimientos.
Unas fotos de Puerto de las Nieves antes de partir:
Fuimos por la carretera GC-220, estrecha y con curvas, pero con bonitas vistas según se sube hacia el interior.
Aparcamos cerca de la iglesia de San Matías, en el casco histórico del pueblo. Esta iglesia tiene un techo artesonado precioso.
Junto a la iglesia está el Mirador de la Esquina. Y es que a mí lo que más me gustó de Artenara fueron sus miradores, con vistas a la caldera de Tejeda, el Roque Bentayga, y el Roque Nublo, el emblema de Gran Canaria.
Muy cerca está el Balcón de Unamuno, un mirador que conmemora la visita del escritor a la isla, que definió aquellas vistas como “La tempestad petrificada”. Un adjetivo muy acertado para los escarpados barrancos que se contemplan desde allí.
Siguiendo el camino que sale de este mirador se llega a la Ermita de la cueva, pero nosotros no fuimos hasta allí, nos quedamos en una zona con casas cuevas, de las muchas que hay por la isla.
Paramos a reponer fuerzas junto a la iglesia. Pedimos un café, un zumo y dos tostadas y nos metieron la clavada del viaje, 8,10 euros. Compramos en una tienda provisiones para la comida y fuimos al Mirador de la Atalaya, antes de emprender nuestro camino hacia el Parque Natural de Tamadaba, que ya podíamos ver desde este mirador.
Seguimos las indicaciones al PN de Tamadaba, por la GC-216. Paramos en el mirador de la Degollada del Sargento, que queda a mano izquierda, con unas vistas preciosas de Tamadaba y los roques, donde nos entretuvimos un buen rato.
Seguimos hasta el km. 4,1 de la GC-216, desde donde salía la ruta que queríamos hacer. Comentar que esta ruta la seguimos por una aplicación móvil que se llama "Artenara, cumbre de la naturaleza", que además iba indicando el sendero por GPS. En alguna ocasión nos vino bien, ya que por esa zona se cruzan varios senderos. Comenzamos la ruta por un sendero en ligero ascenso en medio de pinos, con bonitas vistas. Nos hizo ilusión ver el Teide, aunque los días siguientes lo volveríamos a ver.
A partir de aquí el camino es muy cómodo, bastante llano, hasta llegar a la Casa Forestal de Tamadaba. Entonces se toma un sendero empinado a mano derecha, que sube hasta el Pico de la Bandera, el punto más alto de Tamadaba. La subida tiene bastante pendiente, pero como es apenas un kilómetro se lleva bien. Una zona muy húmeda donde encontramos setas y castaños, permitiendo disfrutar de los colores del otoño en Gran Canaria. Fue algo que me sorprendió, porque cuando uno piensa en Canarias, le viene a la mente la playa y el clima tropical, no piensa que vaya a encontrar los tonos rojizos otoñales.
En la cima nos encontramos con la niebla, por lo que desde arriba no vimos mucho. En el camino de bajada se tiene vistas de algunas de las presas del interior de la isla. El descenso es muy pronunciado y tuvimos que caminar con cuidado de no resbalarnos en algunos tramos.
En un principio habíamos planeado comer en Artenara o en Tejeda, pero se nos había hecho tarde, así que decidimos comer un bocadillo en el mirador de la Degollada del Sargento, antes de llegar a Artenara, en el que habíamos estado por la mañana. A esa hora las nubes tapaban el Roque Nublo, pero las vistas eran igualmente bonitas.
La vuelta a Arinaga se nos hizo un poco pesada, por la CG-130. Ya no solo por las curvas, sino porque pasamos por muchos tramos donde la niebla no te dejaba ver absolutamente nada. Aun así, de vez en cuando despejaba y nos paramos en algunos miradores que merecían la pena, como el de la Degollada de la Becerra.

Cuando llegamos a Arinaga llamamos al dueño del apartamento, y en pocos minutos llegaron a darnos las llaves. El apartamento estaba muy bien, tal cual aparecía en el anuncio, nos gustó mucho y nos pareció cómodo. Nada más dejar las maletas fuimos a un supermercado cercano a comprar algo para el desayuno de la mañana siguiente, y nos sentamos en un banco junto a la playa disfrutar de la tranquilidad del atardecer.
Por la noche salimos a dar una vuelta por el pueblo, con su largo paseo marítimo, y cenamos en la Terraza Ka'Yuco, un restaurante junto a la playa que nos había recomendado nuestra anfitriona. Pedimos pulpo frito y atún a la plancha, ambas raciones con abundante ensalada y papas arrugás. Muy bueno todo y buen trato. Con 4 cervezas nos salió por 24 euros, y nos invitaron a chupitos de ronmiel con nata y canela. De postre entramos en una heladería y nos tomamos un helado de gofio, que particularmente no me gustó mucho, ya que la textura era tirando a harinosa.

