Ese día nos tocó madrugar bastante, el avión hacia Santorini salía a las 7 de la mañana, teniendo en cuenta los consejos que nos habían dado en la recepción del hotel (una hora de antelación en el aeropuerto si es vuelo nacional, 2 si es internacional) nos levantamos a las 5 de la mañana, la noche anterior hablé con la recepcionista del hotel para que pidiera un taxi, que estaba esperando puntual en la puerta, así que marchamos dirección al aeropuerto.
Los vuelos Atenas-Santorini y viceversa, los hace la compañía Ryanair y salen bastante económicos, muchísimo más barato que un ferry, creo que los vuelos me costaron, algo más de 60 euros ida y vuelta para mi novia y yo, cuando el ferry andaba sobre los 100 y pico cada pasaje. El vuelo dura unos 35 minutos, con lo cual casi no tienes tiempo de darte cuenta de que estás volando.
Un nuevo destino nos esperaba, esta vez era la Isla de Santorini, en la que yo ya había estado muchos años atrás cuando hice un crucero con mi familia, aquella vez solo estuve unas pocas horas en la isla, siempre he tenido esa espina clavada, puesto que aquella vez el barco llegó por la mañana a Santorini y zarpó antes del atardecer. Recuerdo mis lamentos de haber querido pasar más tiempo en esta maravillosa isla, de querer verla de noche, de dormir en uno de sus preciosos hoteles con vistas a la caldera. Gracias que la vida da muchas oportunidades, había llegado el momento de redimirse.
Tras aterrizar nos dirigimos a Fira, (es la capital de Santorini y hay un autobús público que te lleva por 1,80 euros), al llegar, eran las 8 de la mañana, nos dimos una pequeña vuelta que me sirvió para recordar algunos sitios y para tomar varias fotos, y al ver que estaba casi todo cerrado y que no había ni un alma en pie, nos fuimos a tomar un café, que tanto necesitábamos, y a hacer algo de tiempo hasta que el pueblo empezara a despertarse.
Pasado un buen rato, salimos en dirección al centro de Fira otra vez, con la intención de encontrar algo más de vida, pero una vez más aquello parecía bastante muerto, todo en obras, suelos levantados y bastante desangelado todo, lejos quedaba aquel pueblo inundado por el turismo de cruceros que había conocido años atrás. Al ver aquello, decidimos que la mejor opción era irse hacia Oia, hacer el Check In en el hotel y descansar un poco tras el madrugón.
Al llegar a Oia (después de un viaje movidito en autobús, carretera con muchas curvas) nos dimos cuenta de que habíamos tomado una buena decisión, el sol comenzaba a brillar con fuerza y la gente empezaba a salir de sus casas, proporcionando ese ambientillo que demandabamos. Hicimos el Check In, el hotel que habíamos reservado era el VIP Suites, estaba situado en la ladera oeste de la isla, la mejor parte para ver el famoso atardecer sobre Oia.
Al llegar a la habitación, una gran sonrisa se nos dibujó en la cara, era espectacular, estaba dentro de una pequeña cueva y en realidad era más un pequeño apartamento que una habitación, puesto que tenía una cocina con todas las comodidades. Sin embargo lo mejor eran las vistas, había una pequeña terraza privada con vistas a toda la caldera, maravilloso.
Después de descansar un poco, salimos a dar una vuelta por el bonito pueblo de Oia, aprovechando el buen día que se había quedado. Nos quedamos boquiabiertos con lo que vimos, el típico pueblecito griego de las casitas blancas y los tejados azules estaba ante nosotros, con el agua azul del mar de fondo y el sol reflejado en él. Cuando yo vine apenas pude estar un par de horas en el pueblo.
Tomamos un millón de fotos y callejeamos durante horas por sus preciosas calles, deleitándonos con sus preciosas vistas, aquello era el paraíso que tanto veníamos buscando.
Casi sin enterarnos se nos hizo la hora de comer, así que chequeamos tripadvisor y nos dirigimos a uno de los restaurantes recomendados, el restaurante se llamaba “Melistini” y era conocido por dar comida típica griega a un precio razonable, allí saboreamos la cerveza autóctona de Santorini “Donkey”, también pedimos una ensalada griega, pulpo, un guiso de verduras tomate y salsa de yogur muy rico y una carne de cerdo a la plancha, todo por unos 40 euros, precio-calidad bastante correcto.
Terminamos de comer y nos fuimos a dar otra vueltecita para bajar la comida, paramos en uno de los supermercados del pueblo a comprar algo para la cena y el desayuno del día siguiente, y para comprar una botella de vino con la que poder disfrutar del atardecer desde la terraza de la habitación
A eso de las 5 de la tarde, nos fuimos para nuestro apartamento, el sol estaba justo enfrente de nuestra terraza, parecía extraño que en pleno mes de marzo hiciera un día así, pero había fácilmente 24 grados a pleno sol.
Lo que ocurrió en esas 4 horas más o menos que tardó el sol en ponerse, siempre lo recordaremos como una de las mejores experiencias de nuestra vida. Tranquilidad absoluta (mes de marzo es temporada baja y había muy poca gente alrededor), disfrutando una botella de vino fresquito, escuchando Chill out, simplemente increíble. Las fotos hablan por sí solas.
Aquello nos llenó por completo, de forma que después de preparar algo rápido para cenar, y dar una vuelta por Oia para verlo de noche y hacer unas cuantas fotos más, nos fuimos a dormir, poniendo fin a un precioso y largo día que había comenzado a las 5 de la mañana.

Los vuelos Atenas-Santorini y viceversa, los hace la compañía Ryanair y salen bastante económicos, muchísimo más barato que un ferry, creo que los vuelos me costaron, algo más de 60 euros ida y vuelta para mi novia y yo, cuando el ferry andaba sobre los 100 y pico cada pasaje. El vuelo dura unos 35 minutos, con lo cual casi no tienes tiempo de darte cuenta de que estás volando.
Un nuevo destino nos esperaba, esta vez era la Isla de Santorini, en la que yo ya había estado muchos años atrás cuando hice un crucero con mi familia, aquella vez solo estuve unas pocas horas en la isla, siempre he tenido esa espina clavada, puesto que aquella vez el barco llegó por la mañana a Santorini y zarpó antes del atardecer. Recuerdo mis lamentos de haber querido pasar más tiempo en esta maravillosa isla, de querer verla de noche, de dormir en uno de sus preciosos hoteles con vistas a la caldera. Gracias que la vida da muchas oportunidades, había llegado el momento de redimirse.
Tras aterrizar nos dirigimos a Fira, (es la capital de Santorini y hay un autobús público que te lleva por 1,80 euros), al llegar, eran las 8 de la mañana, nos dimos una pequeña vuelta que me sirvió para recordar algunos sitios y para tomar varias fotos, y al ver que estaba casi todo cerrado y que no había ni un alma en pie, nos fuimos a tomar un café, que tanto necesitábamos, y a hacer algo de tiempo hasta que el pueblo empezara a despertarse.


Pasado un buen rato, salimos en dirección al centro de Fira otra vez, con la intención de encontrar algo más de vida, pero una vez más aquello parecía bastante muerto, todo en obras, suelos levantados y bastante desangelado todo, lejos quedaba aquel pueblo inundado por el turismo de cruceros que había conocido años atrás. Al ver aquello, decidimos que la mejor opción era irse hacia Oia, hacer el Check In en el hotel y descansar un poco tras el madrugón.
Al llegar a Oia (después de un viaje movidito en autobús, carretera con muchas curvas) nos dimos cuenta de que habíamos tomado una buena decisión, el sol comenzaba a brillar con fuerza y la gente empezaba a salir de sus casas, proporcionando ese ambientillo que demandabamos. Hicimos el Check In, el hotel que habíamos reservado era el VIP Suites, estaba situado en la ladera oeste de la isla, la mejor parte para ver el famoso atardecer sobre Oia.
Al llegar a la habitación, una gran sonrisa se nos dibujó en la cara, era espectacular, estaba dentro de una pequeña cueva y en realidad era más un pequeño apartamento que una habitación, puesto que tenía una cocina con todas las comodidades. Sin embargo lo mejor eran las vistas, había una pequeña terraza privada con vistas a toda la caldera, maravilloso.


Después de descansar un poco, salimos a dar una vuelta por el bonito pueblo de Oia, aprovechando el buen día que se había quedado. Nos quedamos boquiabiertos con lo que vimos, el típico pueblecito griego de las casitas blancas y los tejados azules estaba ante nosotros, con el agua azul del mar de fondo y el sol reflejado en él. Cuando yo vine apenas pude estar un par de horas en el pueblo.



Tomamos un millón de fotos y callejeamos durante horas por sus preciosas calles, deleitándonos con sus preciosas vistas, aquello era el paraíso que tanto veníamos buscando.



Casi sin enterarnos se nos hizo la hora de comer, así que chequeamos tripadvisor y nos dirigimos a uno de los restaurantes recomendados, el restaurante se llamaba “Melistini” y era conocido por dar comida típica griega a un precio razonable, allí saboreamos la cerveza autóctona de Santorini “Donkey”, también pedimos una ensalada griega, pulpo, un guiso de verduras tomate y salsa de yogur muy rico y una carne de cerdo a la plancha, todo por unos 40 euros, precio-calidad bastante correcto.

Terminamos de comer y nos fuimos a dar otra vueltecita para bajar la comida, paramos en uno de los supermercados del pueblo a comprar algo para la cena y el desayuno del día siguiente, y para comprar una botella de vino con la que poder disfrutar del atardecer desde la terraza de la habitación


A eso de las 5 de la tarde, nos fuimos para nuestro apartamento, el sol estaba justo enfrente de nuestra terraza, parecía extraño que en pleno mes de marzo hiciera un día así, pero había fácilmente 24 grados a pleno sol.
Lo que ocurrió en esas 4 horas más o menos que tardó el sol en ponerse, siempre lo recordaremos como una de las mejores experiencias de nuestra vida. Tranquilidad absoluta (mes de marzo es temporada baja y había muy poca gente alrededor), disfrutando una botella de vino fresquito, escuchando Chill out, simplemente increíble. Las fotos hablan por sí solas.


Aquello nos llenó por completo, de forma que después de preparar algo rápido para cenar, y dar una vuelta por Oia para verlo de noche y hacer unas cuantas fotos más, nos fuimos a dormir, poniendo fin a un precioso y largo día que había comenzado a las 5 de la mañana.
