Son las diez de la noche en un rincón de Castilla La Mancha donde estos dos alicantinos viven exiliados por motivos laborales, la jornada ha terminado y comienzan los preparativos definitivos para iniciar el viaje. Las maletas ya llevan tiempo hechas y ahora todo es cuestión de repasar por enésima vez todo antes de coger el autobús de las 02.30 que nos llevará a Madrid, a Barajas, al sueño, en fin.
Sorprendentemente estoy bastante calmado, he pasado varios meses (desde finales de enero-febrero) desde que pude finalmente reservar los vuelos y los hoteles y nos dimos cuenta de que la cosa iba en serio, pasando bastante ansiedad, deseando que los días pasaran lo antes posible, pero curiosamente estas últimas dos semanas han ido volando y aquí estoy, con la vieja tarea de comprobar que nada se queda en tierra. En todo esto la experiencia es un grado y el hecho de que mi pareja y yo vivamos a 100 km. de distancia el uno del otro y que la familia esté a otros 200 km. hace que empaquetar y desempaquetar maletas sea ya parte de la rutina.... ropa? toda... documentación y pasta? toda... y el JRPass? of course...
Nos sentamos a ver la tele, pasa el Wyoming, Buenafuente y finalmente bajamos a la estación de buses.
Tras dos horas y pico oliendo a humanidad llegamos de madrugada a la capital del Imperio y comprobamos que el metro sigue tan accesible para personas cargadas de maletas (no hablemos de minusválidos) como de costumbre, o sea de culo. Llegamos con el metro a Barajas, a la T2 (bendita KLM que no sale de la jaula para mandriles conocida como T4, aunque nosotros la llamamos T5 para facilitar la rima) y nos encontramos con que los mostradores de los Holandeses Voladores ya están abiertos. Una chica muy amable nos factura las maletas, comprueba las dimensiones del equipaje de mano y nos da las tarjetas, incluidas las del vuelo Amsterdam-Kansai, explicándonos que no hará falta volver a facturar en Amsterdam.
Llegamos a la capital holandesa (sí, vale, la capital-capital es La Haya, pero ya me entendeis) y aquí tenemos la primera mala experiencia del viaje: para llegar a la zona de la puerta de embarque para el vuelo a Osaka-Kansai hay que llegar a otra zona de puertas donde volveremos a pasar un sencillo control de pasaportes, pero antes se pasa por una miríada de tiendas duty free y claro... VENGA CHOCOLATE.... cortado en bloques irregulares, como ladrillos (dejo este espacio para los chistes fáciles chocolate/Amsterdam ) rotos y con un aroma.... y QUESO!!!! cabrones, esto no se hace, que el presupuesto que llevo es para dos semanas... pero a la vuelta pico fijo!
Bueno, ahora en serio, un detallito que me encantó del aeropuerto de Schiphol aparte de la organización es que ves cada pocos metros unos terminales de KLM (el aeropuerto es suyo) donde pasando el código de barras de tu tarjeta de embarque te indican la puerta y tus datos de vuelo, por si ha habido algún cambio (como efectivamente había sucedido). Llegamos a la puerta de embarque y ya vemos que somos por ahora los únicos gaijines mientras que un grupo de unos treinta nipones ya espera pacientemente. A la hora prevista (como en Iberia


El avión fue un 747-400 combi (la mitad trasera va para carga, aunque no se nota nada especial) con los asientos distribuidos en grupos de 3-4-3 plazas, un avión grandote. Yo mido 1.88 y fui cómodamente sentado y se podían estirar las piernas, caben perfectamente bajo el asiento de delante. Nuestra compañera de vuelo un primor, ni una queja cuando teníamos que salir, etc. También nosotros somos de género tranquilo así que... Lo que sí fue una risa fue el grupo de japoneses que teníamos delante (tres abueletes que me hicieron recordar al abuelo de Shinchan, el de Akita) y los jóvenes que iban sentados en el sector central.... Ya en el vuelo Madrid-Amsterdam nos dieron de comer y el vuelo a Japón fue un proceso de cebado continuo, regado con alcohol: vino, Heineken a mansalva, etc. De manera que nuestros abueletes se cogieron un pedete guapo, pero eso sí, muy japonés, en su sitio y sin molestar. El caso es que nuestra azafata era una rubita bastante guapa, la típica holandesa y además menudita y con cara de niña buena, así que ya tienes el jardín plantado: venga cervezas, un abuelo sustrayendo (sí, leeis bien) la botella de coñac del carro del alcohol, el joven devolviéndolo... parecía un teatrillo pero insisto, sin gritos ni chorradas, un buen rato.

Al final llegamos al aeropuerto de Kansai a la hora prevista. Antes de llegar te entregan en el avión los documentos de inmigración (sencillísimos, no os preocupeis) y otros para la dichosa "gripe nueva". Estuvimos charlando un ratito con nuestra vecina que resultó tener a su marido trabajando en Francia, ella venía de verlo unos días (qué palo!!) y nos preguntó un poco de todo, si sabíamos algo de japonés (yo le contesté "chotto" y ella se rió bastante) y con un "adiós" en castellano que le habíamos enseñado, nos despedimos... Ahora viene lo bueno de verdad y la verdad es que la emoción sube por segundos... Bueno, Japón, ahí vamos!!

