Ese día salimos un poco más tarde del hotel, porque por fin nos cambiaron de habitación y queríamos dejar nuestras cosas ya en la nueva habitación. La que nos dieron estaba mucho mejor, más espaciosa, y sin peligro de golpes en la cabeza.
El plan para esa mañana era visitar el castillo. Para llegar allí lo mejor es utilizar el transporte público, al menos desde nuestro hotel. Los billetes de metro y tranvía se compran en quioscos y máquinas en las estaciones de metro, pero en algunas de las máquinas solo admiten monedas. Entramos en un quiosco y la dependienta fue la única persona que nos trató mal en la República Checa, incluso me gritó cuando le pregunté una duda sobre el billete, a voces que ella no era información turística y recalcando la duración del billete que tenía en la mano: thirty minutes, thirty minutes!!! Evidentemente, no le compramos el billete. Cambiamos monedas en un supermercado cercano y lo compramos en las máquinas. Como teníamos que coger el metro (línea B) y el tranvía (línea 22), preferimos comprar el de 90 minutos en lugar del de 30, por si no nos daba tiempo. La diferencia de precio es de 32 a 24 coronas.
Después de este desagradable suceso, en media hora de metro y tranvía llegamos al castillo. En la entrada estaban registrando todos los bolsos y mochilas. Se veía mucha seguridad allí, policías y militares con las armas bien visibles. Nada más entrar nos encontramos con unos jardines muy bonitos, desde los que había buena vista de la Catedral de San Vito.
No nos entretuvimos mucho en el jardín y nos fuimos a comprar la entrada. Al castillo se puede entrar gratuitamente, la entrada es para entrar a ciertos edificios. En nuestro caso, compramos el circuito B, de 250 coronas, que incluía la visita a la Catedral de San Vito, el antiguo Palacio Real, la Basílica de San Jorge y el Callejón del Oro.
Lo primero que visitamos fue la catedral, y nos quedamos un poco planchados cuando vimos la cola que había para entrar. Estuvimos 35 minutos en la cola, tiempo que aprovechamos para ir visitando el exterior de la catedral, por separado, mientras el otro se quedaba en la cola. Es el mayor edificio gótico de la República Checa, y referente espiritual del país. El exterior es majestuoso, tanto la portada principal, que recuerda mucho a la de la catedral de Colonia, como el resto de las fachadas, pero lo que más nos gustó fue el pórtico dorado, un mosaico que hay en el lateral con escenas de juicio final, con un colorido impresionante.
La Catedral se empezó a construir en el siglo XIV, pero no se terminó hasta el siglo XX, cuando fue consagrada, por lo que en el interior se encuentra una mezcla de varios estilos.
Además de las magníficas vidrieras, en el interior destaca la Capilla de San Wenceslao, decorada con piedras preciosas, estucos dorados y frescos, donde se guardan las reliquias del santo patrón de Bohemia. También pudimos ver la tumba barroca de San Juan Nepomuceno, y el Mausoleo Real, donde están enterrados los reyes de Bohemia.
Por dentro nos gustó mucho, merece la pena entrar, pero por fuera nos gustó más.
Seguidamente visitamos el Antiguo Palacio Real. Fue construido en el siglo IX como un primitivo palacio de madera, con los siglos sufrió importantes cambios hasta convertirse en el edificio actual. Se visitan unas pocas salas, la más impresionante es la sala de Ladislao, de estilo gótico tardío. También se puede ver la ventana de la segunda defenestración de Praga (lo buscáis en Wikipedia, jeje). Desde algunas salas hay unas vistas preciosas de la ciudad.
Después visitamos la Basílica de San Jorge, fundada en el año 920, aunque de la iglesia original queda muy poco. La actual es de estilo románico, pero con bastantes remodelaciones más actuales.
Por último estuvimos en el Callejón de Oro. Es una calle pequeña y estrecha con casas de colores construidas en los muros del castillo. Se construyeron a finales del siglo XVI como vivienda de los guardianes del castillo. Un siglo después de ser construidas, el gremio de los orfebres ocupó las casas y las modificó. El nombre del callejón viene de aquella época.
En una de las casas, convertida ahora en tienda de souvenirs, vivió Franz Kafka. La mitad de las casas son tiendas, y la otra mitad están acondicionadas como una especie de museo, decoradas según su uso en otro tiempo, como taberna, casa de soldado, casa de un médico,… El sitio hubiese tenido mucho encanto si no fuese por la cantidad de gente que había. Teníamos que hacer cola para asomarnos a las casas.
Antes de abandonar el recinto del castillo estuvimos en la Torre Daliborka, que fue una cárcel para nobles, se pueden ver celdas e instrumentos de tortura.
El Castillo tiene un paseo ajardinado con vistas a la ciudad, que merece la pena recorrer. El problema es que pensábamos que habría salida del otro lado, pero resultó que no, y tuvimos que volver y salir por la puerta junto a la Torre Daliborka, que nos llevó a dar una buena vuelta al bajar para llegar a Mala Strana.
Fuimos a comer a Ferdinanda, en la calle Karmelitska, restaurante recomendado en el foro. Buen trato y precios razonables. Nos pedimos un codillo de casi dos kilos, que creo que era para 4 personas, y que nos terminamos con esfuerzo. El codillo estaba bueno, pero nos gustó más el que comimos en Kutna Horá. Eran diferentes, el de Ferdinanda estaba como más cocido y el otro más asado, aunque asados estaban los dos, la textura de la carne era muy diferente. La cerveza de Ferdinanda está elaborada por una cervecería para el restaurante y estaba bastante rica, nos tomamos un par de ellas cada uno. En total la cuenta fue de 500 coronas.
Cerca del restaurante estaba la iglesia de Santa María de la Victoria, donde está el Niño Jesús de Praga. No entraba en nuestros planes visitarla, pero ya que pasábamos por allí no le íbamos a hacer el feo de no entrar.
Imagen de wikipedia
Después queríamos subir a la colina de Petrin en el funicular, que salía de allí mismo. Pero cuando vimos la cola para subir tomamos la decisión de subir andando, y así aprovechábamos para bajar el codillo. Eso sí, hicimos una parada para una pequeña siesta a la sombra de un árbol. La subida es durilla, y me decepcionó un poco que apenas había vistas de Praga. Arriba había un precioso jardín de rosas, me gustó mucho. Y la Torre de Petrín, que es una pequeña Torre Eiffel. Desde allí sí que debía haber buenas vistas, pero estábamos cansados para subir escaleras de caracol, así que no lo pudimos comprobar.
Bajamos por otro sitio, que tampoco tenía buenas vistas. Ese día hacía calor y estábamos cansados, así que regresamos al hotel, pero antes paramos en un supermercado para comprar algunas cervecitas y otras cosas del comer para traernos a casa.
Yo no me encontraba muy bien, me entró un dolor de cabeza bastante fuerte, supongo que mezcla de un resfriado que me traje de Praga y el cansancio acumulado del viaje. No tuve ganas de salir a cenar. Nos quedamos en el hotel y mi marido fue a comprar algo de cenar a una pizzería junto al hotel para comerla en la habitación. De verdad que me sentía mal por quedarme en el hotel estando en una ciudad tan bonita y con cervezas tan buenas, pero cuando no puede ser hay que aguantarse. Y aprovechar para descansar para el día siguiente.