Después de desayunar, hicimos el check out, dejamos el coche aparcado en la pensión y nos fuimos a visitar la ciudad.
Kutna Horá tuvo su máximo esplendor en el siglo XIII, con un gran boom económico y social derivado de la explotación de las minas de plata ubicadas en las montañas que rodean la ciudad, de ahí viene su nombre, cuyo significado literal es Montaña Excavada. Fue tanto el crecimiento de la villa en ese periodo, que llegó a competir en importancia con la mismísima Praga. El declive llegó a mediados del siglo XVI, cuando la mina más importante de la zona sufrió una terrible inundación que la dejó inutilizada. Las continuas plagas de peste y el estallido de la Guerra de los Treinta Años, acabaron definitivamente con el antiguo esplendor de la ciudad.
En la oficina de turismo compramos la entrada conjunta para visitar la Catedral de Santa Bárbara, el Osario y la Catedral de Sedlec, que cuesta 180 coronas.
Primero fuimos a la Catedral de Santa Bárbara (difícil fotografiar la fachada principal a esa hora por la posición del sol). Es una de las mejores muestras de la arquitectura gótica del país. Se empezó a construir en la época de esplendor de Kutna Horá, pero la obra se paralizó por la inutilización de las minas de plata. No se retomó hasta finales del siglo XIX, y el impresionante diseño inicial se redujo a casi la mitad.


En el exterior el elemento más destacado son los arcos que sujetan la nave central, las tres pirámides del techo. Por dentro es muy bonita, tiene una bóveda con unos adornos muy llamativos, que se entrecruzan en las columnas. Las vidrieras pintadas a mano son espectaculares, y tiene frescos medievales que cuentan la historia de la ciudad relacionada con la minería. Santa Bárbara es la patrona de los mineros, y en toda la iglesia hay muchas referencias a la minería.



Seguimos visitando el centro de la ciudad: la fuente de piedra, el colegio de los Jesuitas, la corte italiana, la iglesia de San Jacob (su torre es enorme y se ve desde muchos sitios).





Cuando dimos por concluida la visita al centro, volvimos al coche y nos fuimos a Sedlec. Aparcamos junto a la Catedral, que fue lo primero que visitamos. Es la primera muestra de la arquitectura gótica en la región de Bohemia, que se inauguró en el año 1320. Pero fue incendiada durante las guerras husitas y quedó en ruinas. Se reconstruyó en la primera mitad del siglo XVIII, siguiendo un diseño barroco.

Es un edificio muy grande, su altura es lo que más llama la atención, ya que su decoración es escasa. Es muy curioso que se puede subir a la parte de arriba y ver la parte interior de la bóveda de la iglesia.



Después fuimos a visitar el osario, que está al final de una calle que sale de la catedral. Hay a quien el lugar le pueda parecer morboso, por el hecho de que allí hay 40.000 huesos humanos, pero yo creo que se no es el espíritu con el que hay que acercarse al osario. Merecer la pena ir por ver la decoración, lo que se puede hacer con esos huesos.
La historia de tan curioso lugar tiene su origen cuando el abad del monasterio llevó tierra santa del Gólgota y la esparció en el cementerio. Entonces mucha gente empezó a querer enterrarse allí, incluso personas moribundas viajaban hasta Kutna Horá para que los enterrasen en este cementerio. Cuando se construyó la iglesia se habilitó un sótano como osario. Al cabo de los años el lugar se quedó pequeño y había que poner orden de alguna manera y al tallista que contrataron se le ocurrió decorar todo el recinto con los propios huesos, las paredes, techos y el mobiliario del lugar se hicieron mezclando las variadas formas del esqueleto humano.


La verdad es que es una obra de arte, y parece mentira que ciertas cosas estén hechas con huesos, desde el escudo de armas de la familia Schwarzenberg, la lámpara, los candelabros, guirnaldas, y hasta la firma del autor y la fecha está escrita con huesos. Por cierto, la lámpara no estaba, fue toda una desilusión, ya que debe ser lo más impresionante de todo. Había un cartel con la foto y decía que la estaban restaurando.



El osario me gustó, aunque el lugar es pequeño y había mucha gente, resultaba un poco agobiante. Quizá me impresionó más la capela dos ossos de Évora, en Portugal, en la que los huesos no cumplen una función tan decorativa. Tal vez porque fue la primera capilla de huesos que vi y estábamos solos allí, el ambiente era muy distinto.

Comimos en el restaurante U Ruze, junto al osario, del que había leído buenas críticas en tripadvisor. Pero no nos gustó nada, quizá no acertamos con la elección de la comida, pero no quedamos contentos con lo que comimos ni con la cerveza que tenían. Pedimos el menú del día, que consistía en una sopa (estaba buena), pollo al horno con arroz, que estaba muy seco y el sabor era un poco artificial, y un trozo de pastel de jengibre. Fue uno de los días que peor comimos en el viaje. La cerveza Albert tampoco nos gustó mucho.
Volvimos al coche y comenzamos la ruta del día, para llegar a Cesky Krumlov con parada intermedia para ver Telc. Ese día se nos hizo pesado de conducción, fueron en total 4 horas, pero con las carreteras checas y las obras acabamos bastante cansados.
En Telc dejamos el coche en uno de los aparcamientos habilitados en las afueras del pueblo. Lo más importante de este pueblo (Patrimonio UNESCO) es su plaza, con un conjunto de casas del renacimiento con una cuidada decoración. Me pareció muy agradable, aunque el calor y la cantidad de gente que había me resultaron un poco agobiantes. También vimos el castillo, por fuera, y un pequeño lago. Había una especie de mercado medieval, por lo que el gentío era considerable. Si se pasa cerca, recomiendo la visita a Telc para ver su plaza.




Tras esta parada continuamos otras dos horas de viaje hasta Cesky Krumlov. Nuestro alojamiento, la Penzion Pod Hrazi, era un B&B familiar de 4 habitaciones a las afueras del pueblo. Para nosotros la ubicación ideal, porque podíamos dejar el coche (en el centro imposible) y solo estaba a 10 minutos caminando del centro.
Una vez conocimos a nuestros anfitriones y nos dimos una ducha, nos fuimos al centro, a cenar y empezar a conocer este precioso pueblo. Ya de camino, por la calle Horní, paramos en una terraza mirador, con bancos para sentarse, y unas vistas preciosas del pueblo y del castillo. Nos encantó, desde entonces fue nuestro parque, y volvimos unas cuantas veces.

Cenamos en el restaurante Svej, que nos había recomendado la dueña de la pensión, y fue todo un acierto. Está en Latrán, según se cruza el puente. Pedimos unas costillas que estaban deliciosas, coliflor rebozada y sopa de setas. Todo muy bueno, con dos cervezas nos costó 494 coronas.

Pasear por Cesky Krumlov de noche tiene un encanto especial. El pueblo es muy bonito, con la vista omnipresente de la torre del castillo, y una tranquilidad que difícilmente se encuentra por el día. En la plaza había un músico tocando música relajante, el ambiente era muy agradable.

Volvimos a la pensión, no sin antes pararnos en nuestro mirador a tomar una última cerveza. En todos los viajes hay algún sitio especial, donde te sientes a gusto. En este viaje fue este mirador.
