Salimos puntuales de Madrid a las 8:35 de la mañana. Llegamos con 2 horas de antelación al aeropuerto, que estaba a rebosar en plena operación salida. Jamás lo había visto así, lo cual nos hacía imaginar un retraso que evidentemente llegó. El avión salió una hora tarde en la que permanecimos dentro hasta que por fin nos dieron pista. Fue un vuelo muy agradable por parte de Lufthansa, desayuno abordo incluido.
Llegamos a Frankfurt pasadas las 12:00 de la mañana y como teníamos unas 5 horas hasta nuestro próximo vuelo, salimos de la terminal y fuimos a dar un breve paseo por la ciudad. Tuvimos que pedir cambio en una oficina porque las máquinas de billetes de tren no admitían un importe que no fuera justo. El coste del billete de ida hasta la estación central de Hauptbanhof fue de 4,65€. Hay que tomar las líneas S8 u S9 en esta dirección.
En unos 20 minutos llegamos a la ciudad. Cargando con nuestras mochilas pasamos por Kaiserstrasse y llegamos a la sede del Banco Central Europeo, un lugar que hemos visto mil veces en los telediarios.
Visitamos también Hauptwache, la plaza del reloj, y nos acercamos hacia la torre medieval.
Hacía muy buen tiempo por lo que las calles estaban muy animadas y las terrazas de los restaurantes, a rebosar.
Dimos un agradable paseo por la zona y acabamos en la emblemática Plaza Römerberg, la estampa clásica de Frankfurt.
Compramos un par de pretzels con queso por 3€ además de un wrap enorme con bebidas por 6,60€ y regresamos a la estación paseando por la rivera.
Cogimos el tren de vuelta al aeropuerto por el mismo precio de la ida y llegamos sin mayores incidencias. Huelga decir que los controles en Alemania son mucho más importantes y minuciosos en España. Nos revisaron el neceser y tuvimos que pasar por varios arcos de seguridad pero a la hora indicada estábamos en la puerta de embarque ya que nos habían dado las tarjetas en Madrid. Cual fue nuestra sorpresa cuando aparece una azafata indicando que había overbooking y que estaban en busca de voluntarios para quedarse hasta el siguiente vuelo compensándoles a cambio con una noche de hotel y 400€. Nos hicieron los ojos chiribitas, esa cantidad suponía que el viaje nos saliera prácticamente gratis. Me acerqué al mostrador y pregunté cuando sería el siguiente vuelo. La respuesta fue que a las 11:30 de la mañana del día siguiente, con lo cual quedarse implicaba perder toda la mañana y quizá parte de la tarde entre que nos ubicábamos y demás. El itinerario era bastante apretado así que tocaba valorar si nos dejábamos algún palacio sin ver en San Petersburgo… y la decisión fue seguir con el plan. Habíamos venido a ver Rusia y la experiencia valía más que el dinero, y además el gasto ya estaba hecho y asumido. Quizá a la vuelta tuviéramos la misma “suerte”.
Llegamos a San Petersburgo a las 8:45 e hicimos cola para pasar el control de inmigración. Aquí se dio la primera anécdota. La señorita se tomó su tiempo y no paraba de comprar mi cara con la foto del pasaporte una y otra vez. Yo sabía que miraba. En la foto tengo un lunar junto al ojo del que me tuve que operar hace un par de años… finalmente me acabó preguntando por él. Le dije que me lo quitaron con cirugía y me pidió que le enseñara la cicatriz. Sí, tal cual. Afortunadamente, aunque apenas se nota nada, se dio por satisfecha y tuve vía libre.
Como no teníamos que recoger maletas, salimos pronto al exterior parando antes a cambiar dinero en el mismo aeropuerto ya que el cambio estaba bastante bien. Cogimos justo a la salida el minibús K39 en dirección Movskovskaya sacando el ticket en la máquina (30R/persona) y comenzamos nuestra andadura en este peculiar país comprobando ya de primeras que nadie hablaba ni papa de inglés.
Todos los turistas nos bajamos en el mismo punto y cogimos el metro. El diseño del metro nos encantó ya de primeras.
Con algo de desconocimiento compramos un ticket del 10 viajes por 350R. Nos esperábamos una tarjeta pero nos dieron 10 fichas… así que comenzamos. Mi chico se había ocupado de imprimir un mapa de metro y marcar en él los puntos de interés así que esto nos ahorró bastante tiempo y en poco llegamos a Pushkinskaya, la estación de nuestro hotel.
No nos costó mucho ubicarnos, pero estaba bastante escondido. La primera impresión no fue buena no lo puedo negar. Se trataba de una reja en la calle principal que daba a un oscuro patio interior rodeado de edificios con fachadas bastante mal conservadas… y por allí no había ni un alma. Entramos al único edificio que parecía abierto y por ahí no parecía haber rastro de hotel alguno. Un conserje de otro edificio nos vio deambular por la zona y nos preguntó en ruso. Había oído que era muy útil llevarse las reservas impresas en ruso y así lo hice… y gracias a eso el señor sabía perfectamente donde nos dirigíamos porque resulta que en se patio había varios hoteles. Llamó por teléfono y bajo una entrañable señora que nos llevó entre sonrisas a nuestra habitación. Resulta que era en el edificio al que habíamos entrado pero una planta superior a la que se accedía sólo con tarjeta de residente. El interior nada tenía que ver con el panorama de fuera: Planta reforzadísima, limpísima y habitación sencilla y cómoda. Por el precio que pagamos no podemos pedir más.
La señora antes de marcharse aceró a decir: “Passport” y “Administration” mientras gesticulaba intentando decirnos “luego” o “mañana”. Ya instalados, nos dimos una ducha y fuimos a dar una vuelta por la zona.
Aunque había bastante ambiente en bares y restaurantes, dedujimos que ya era tarde para pedir algo elaborado y acabamos cenando en un KFC señalando las fotos para indicar lo que queríamos. La verdad es que nos pasamos un poco de cantidad, pero bueno... el precio fueron 548R.
Agotados de tanto ajetreo, nos fuimos a la habitación para por fin descansar.
Llegamos a Frankfurt pasadas las 12:00 de la mañana y como teníamos unas 5 horas hasta nuestro próximo vuelo, salimos de la terminal y fuimos a dar un breve paseo por la ciudad. Tuvimos que pedir cambio en una oficina porque las máquinas de billetes de tren no admitían un importe que no fuera justo. El coste del billete de ida hasta la estación central de Hauptbanhof fue de 4,65€. Hay que tomar las líneas S8 u S9 en esta dirección.
En unos 20 minutos llegamos a la ciudad. Cargando con nuestras mochilas pasamos por Kaiserstrasse y llegamos a la sede del Banco Central Europeo, un lugar que hemos visto mil veces en los telediarios.

Visitamos también Hauptwache, la plaza del reloj, y nos acercamos hacia la torre medieval.

Hacía muy buen tiempo por lo que las calles estaban muy animadas y las terrazas de los restaurantes, a rebosar.
Dimos un agradable paseo por la zona y acabamos en la emblemática Plaza Römerberg, la estampa clásica de Frankfurt.

Compramos un par de pretzels con queso por 3€ además de un wrap enorme con bebidas por 6,60€ y regresamos a la estación paseando por la rivera.

Cogimos el tren de vuelta al aeropuerto por el mismo precio de la ida y llegamos sin mayores incidencias. Huelga decir que los controles en Alemania son mucho más importantes y minuciosos en España. Nos revisaron el neceser y tuvimos que pasar por varios arcos de seguridad pero a la hora indicada estábamos en la puerta de embarque ya que nos habían dado las tarjetas en Madrid. Cual fue nuestra sorpresa cuando aparece una azafata indicando que había overbooking y que estaban en busca de voluntarios para quedarse hasta el siguiente vuelo compensándoles a cambio con una noche de hotel y 400€. Nos hicieron los ojos chiribitas, esa cantidad suponía que el viaje nos saliera prácticamente gratis. Me acerqué al mostrador y pregunté cuando sería el siguiente vuelo. La respuesta fue que a las 11:30 de la mañana del día siguiente, con lo cual quedarse implicaba perder toda la mañana y quizá parte de la tarde entre que nos ubicábamos y demás. El itinerario era bastante apretado así que tocaba valorar si nos dejábamos algún palacio sin ver en San Petersburgo… y la decisión fue seguir con el plan. Habíamos venido a ver Rusia y la experiencia valía más que el dinero, y además el gasto ya estaba hecho y asumido. Quizá a la vuelta tuviéramos la misma “suerte”.
Llegamos a San Petersburgo a las 8:45 e hicimos cola para pasar el control de inmigración. Aquí se dio la primera anécdota. La señorita se tomó su tiempo y no paraba de comprar mi cara con la foto del pasaporte una y otra vez. Yo sabía que miraba. En la foto tengo un lunar junto al ojo del que me tuve que operar hace un par de años… finalmente me acabó preguntando por él. Le dije que me lo quitaron con cirugía y me pidió que le enseñara la cicatriz. Sí, tal cual. Afortunadamente, aunque apenas se nota nada, se dio por satisfecha y tuve vía libre.
Como no teníamos que recoger maletas, salimos pronto al exterior parando antes a cambiar dinero en el mismo aeropuerto ya que el cambio estaba bastante bien. Cogimos justo a la salida el minibús K39 en dirección Movskovskaya sacando el ticket en la máquina (30R/persona) y comenzamos nuestra andadura en este peculiar país comprobando ya de primeras que nadie hablaba ni papa de inglés.
Todos los turistas nos bajamos en el mismo punto y cogimos el metro. El diseño del metro nos encantó ya de primeras.

Con algo de desconocimiento compramos un ticket del 10 viajes por 350R. Nos esperábamos una tarjeta pero nos dieron 10 fichas… así que comenzamos. Mi chico se había ocupado de imprimir un mapa de metro y marcar en él los puntos de interés así que esto nos ahorró bastante tiempo y en poco llegamos a Pushkinskaya, la estación de nuestro hotel.
No nos costó mucho ubicarnos, pero estaba bastante escondido. La primera impresión no fue buena no lo puedo negar. Se trataba de una reja en la calle principal que daba a un oscuro patio interior rodeado de edificios con fachadas bastante mal conservadas… y por allí no había ni un alma. Entramos al único edificio que parecía abierto y por ahí no parecía haber rastro de hotel alguno. Un conserje de otro edificio nos vio deambular por la zona y nos preguntó en ruso. Había oído que era muy útil llevarse las reservas impresas en ruso y así lo hice… y gracias a eso el señor sabía perfectamente donde nos dirigíamos porque resulta que en se patio había varios hoteles. Llamó por teléfono y bajo una entrañable señora que nos llevó entre sonrisas a nuestra habitación. Resulta que era en el edificio al que habíamos entrado pero una planta superior a la que se accedía sólo con tarjeta de residente. El interior nada tenía que ver con el panorama de fuera: Planta reforzadísima, limpísima y habitación sencilla y cómoda. Por el precio que pagamos no podemos pedir más.

La señora antes de marcharse aceró a decir: “Passport” y “Administration” mientras gesticulaba intentando decirnos “luego” o “mañana”. Ya instalados, nos dimos una ducha y fuimos a dar una vuelta por la zona.
Aunque había bastante ambiente en bares y restaurantes, dedujimos que ya era tarde para pedir algo elaborado y acabamos cenando en un KFC señalando las fotos para indicar lo que queríamos. La verdad es que nos pasamos un poco de cantidad, pero bueno... el precio fueron 548R.
Agotados de tanto ajetreo, nos fuimos a la habitación para por fin descansar.
GASTOS DEL DÍA PARA 2 PERSONAS
- Transporte en Frankfurt: 18,60
- Comida en Frankfurt: 9,60€
- Minibus a Movskovskaya: 60R
- 10 fichas de metro: 350R
- Cena en KFC: 548R