De nuevo nos levantamos con sol radiante, es un descanso increíble no tener que estar preocupándose por el tiempo. Aprovechamos el día para hacer otra excursión, esta vez al Luberón, y conocer algunos de los muchos pueblos de interés que se hallan en la zona. Como no podemos verlos todos, elegimos los dos que nos parecieron más interesantes: Gordes y Roussillon.
De camino tenemos que parar a llenar el depósito, esto nos lleva un buen rato porque no queremos repostar en las gasolineras de las carreteras que son mucho más caras, sino en las de los centros comerciales, y aunque siempre te encuentras montones de ellos a las afueras de los pueblos, ahora no damos con ninguno, es la ley de Murphy. Finalmente encontramos un Intermarché donde echamos a buen precio 1,08€.
Tras unos 110km por fin llegamos a Gordes, el primero de los pueblos de nuestra ruta. Está hasta arriba de turistas, coches y más coches, por lo que aparcar es un proceso complicado, al final lo metemos en un parquin descubierto que cuesta 4€, tarifa única.
Gordes es uno de los villages penchés o pueblos colgados, con casas desgranadas sobre la ladera de la montaña en la que se asienta.
El pueblo es encantador de por sí (forma parte de les plus beaux villages de France)con estrechas callejuelas empedradas que serpentean arriba y abajo recorriendo el pueblo, pero para mi gusto lo más bonito es poder contemplarlo en su conjunto desde un mirador que se encuentra justo a la entrada, o salida depende de donde vengas, del pueblo. Me llama la atención el paisaje del luberon, un valle muy explotado agrícolamente encajado entre enormes montañas calizas sin apenas vegetación.
Cerca de allí se encuentra el conjunto de Village des Bories, donde se pueden ver un conjunto de unas 20 cabañas con forma de colmena, Bories, construidas en piedra caliza que datan de la edad de bronce.
A cuatro kilómetros se sitúa la Abadía de Senanque. Imagen repetida hasta la saciedad en postales, libros, posters y casi en cualquier tema relacionado con la Provenza. Con los campos de lavanda a sus pies es una de las fotos más representativas de la zona.
Y no puedo estar más de acuerdo, este es el sitio que recuerdo como más provenzal de todos los que estuvimos. El olor a espliego y a lavanda, a higuera, el zumbido de las abejas, el incesante cantar de la cigarras, el torrente de luz y el cielo intensamente azul.. todo encaja a la perfección con la idea que tenemos formada en la mente de la Provenza.
La Abadía de Senanque fue fundada por los monjes cistercienses en el S XII. Se encuentra rodeada de campos de lavanda que los propios monjes cultivan con primor. Por suerte aún no la recolectaron y podemos disfrutar de una bonita estampa. Se puede realizar una visita guiada al interior de la abadía por 7,5€. Curioseamos un rato en la tienda, hay variedad de productos elaborados con la lavanda cosechada en la Abadía a precios interesantes. No me hubiera importado pasarme allí más tiempo, a pesar del goteo incesante de turistas es un lugar que irradia la paz y el sosiego propios de la vida monástica.
Volvemos a ponernos en camino, ahora vamos en dirección a Roussillon, a 18km. Este trayecto es muy bonito, todo el tiempo nos acompaña el macizo del Grand Luberon, una montaña que parece cortada a pico y asemeja a una muralla. Justo a la entrada del pueblo hay un merendero muy acogedor, aprovechamos para comer bajo la sombra de unos árboles enormes. Después dejamos el coche en el parking de la entrada (2€).
Rousillon me encanta, es diferente a todos los pueblos de la zona y tanto el paisaje como la fisonomía de las casas tienen para mí un aire muy toscano. Cada calle ofrece un rincón aún más bonito que el anterior. Con sus innumerables tonalidades rojizas, las fachadas resplandecen como el fuego bajo el intenso sol del midi. El ocre de Roussillon ya fue conocido y explotado por los romanos, siendo muy cotizado para la elaboración de barnices vítreos. En el mismo pueblo arranca la ruta de los sentidos, que recorre un sendero que lleva hasta las canteras de ocre. Nosotros no hicimos el paseo, preferimos quedarnos en el pueblo, tomarnos un helado artesano y disfrutar recorriendo sus callejuelas.
Marchamos de Rousillon encantados con la visita y ponemos dirección a Saint Remy de Provence. Aparcamos sin problema, los primeros 45minutos son gratis.
Saint Remy tiene unos 10000 habitantes, y es muy tranquilo a pesar de la cantidad de turistas que lo transitan. Cuenta con muchas boutiques, tiendas gourmet y restaurantes especializados en las delicatesen de la región. Uno de los hechos más importantes de la ciudad es haber sido lugar de nacimiento del controvertido Nostradamus, una placa recuerda el lugar exacto en la Rue Hoche.
A las afueras se encuentran “Les Antiques” y los restos de la antigua ciudad romana de Glanum, inmenso yacimiento, sin duda interesante, pero en el que a estas horas ya no podemos plantearnos visitar. El conjunto llamado Les Antiques se compone de un arco de triunfo y un mausoleo funerario, ambos del SI dc, en buen estado de conservación. La abundancia de restos romanos por esta zona dan idea de la intensa romanización de la región.
Muy cerca se encuentra el sanatorio de Saint Paul de Mausole donde Van Gogh estuvo internado un año, durante el que desarrolló una frenética actividad pictórica (más de 150 dibujos y unos 140 cuadros). Nos disponemos a entrar con la mala suerte de que acaban de cerrar las puertas en ese momento. Resulta que la hora de cierre es a las 18.30h, pero la última admisión de visitantes es a las 17.30h y nos quedamos fuera por cinco minutos. Grrrrrrr!!!
Con bastante enfado por mi parte volvemos a por el coche. Cerca de allí se encuentran Les Carrieres de lumières, unas antiguas canteras reconvertidas en museo en cuyas paredes se proyecta un espectáculo audiovisual. Dudamos si ir o no, pero al final lo descartamos por ser Marc Chagall el actual evento que, con todo el respeto hacia su obra, no es un artista que yo sepa apreciar.
Damos por terminada la excursión y volvemos a Saintes Maries, no sin antes pasar por el super para aprovisionarnos para la cena. Después de cenar nos conectamos al wifi para recibir noticias de nuestro pequeñín y pasamos un rato por la discoteca, donde vemos que en Francia lo más esta temporada son las canciones latinas, tipo regetton y demás. Alucinamos.
De camino tenemos que parar a llenar el depósito, esto nos lleva un buen rato porque no queremos repostar en las gasolineras de las carreteras que son mucho más caras, sino en las de los centros comerciales, y aunque siempre te encuentras montones de ellos a las afueras de los pueblos, ahora no damos con ninguno, es la ley de Murphy. Finalmente encontramos un Intermarché donde echamos a buen precio 1,08€.
Tras unos 110km por fin llegamos a Gordes, el primero de los pueblos de nuestra ruta. Está hasta arriba de turistas, coches y más coches, por lo que aparcar es un proceso complicado, al final lo metemos en un parquin descubierto que cuesta 4€, tarifa única.
Gordes es uno de los villages penchés o pueblos colgados, con casas desgranadas sobre la ladera de la montaña en la que se asienta.
El pueblo es encantador de por sí (forma parte de les plus beaux villages de France)con estrechas callejuelas empedradas que serpentean arriba y abajo recorriendo el pueblo, pero para mi gusto lo más bonito es poder contemplarlo en su conjunto desde un mirador que se encuentra justo a la entrada, o salida depende de donde vengas, del pueblo. Me llama la atención el paisaje del luberon, un valle muy explotado agrícolamente encajado entre enormes montañas calizas sin apenas vegetación.
Cerca de allí se encuentra el conjunto de Village des Bories, donde se pueden ver un conjunto de unas 20 cabañas con forma de colmena, Bories, construidas en piedra caliza que datan de la edad de bronce.
A cuatro kilómetros se sitúa la Abadía de Senanque. Imagen repetida hasta la saciedad en postales, libros, posters y casi en cualquier tema relacionado con la Provenza. Con los campos de lavanda a sus pies es una de las fotos más representativas de la zona.
Y no puedo estar más de acuerdo, este es el sitio que recuerdo como más provenzal de todos los que estuvimos. El olor a espliego y a lavanda, a higuera, el zumbido de las abejas, el incesante cantar de la cigarras, el torrente de luz y el cielo intensamente azul.. todo encaja a la perfección con la idea que tenemos formada en la mente de la Provenza.
La Abadía de Senanque fue fundada por los monjes cistercienses en el S XII. Se encuentra rodeada de campos de lavanda que los propios monjes cultivan con primor. Por suerte aún no la recolectaron y podemos disfrutar de una bonita estampa. Se puede realizar una visita guiada al interior de la abadía por 7,5€. Curioseamos un rato en la tienda, hay variedad de productos elaborados con la lavanda cosechada en la Abadía a precios interesantes. No me hubiera importado pasarme allí más tiempo, a pesar del goteo incesante de turistas es un lugar que irradia la paz y el sosiego propios de la vida monástica.
Volvemos a ponernos en camino, ahora vamos en dirección a Roussillon, a 18km. Este trayecto es muy bonito, todo el tiempo nos acompaña el macizo del Grand Luberon, una montaña que parece cortada a pico y asemeja a una muralla. Justo a la entrada del pueblo hay un merendero muy acogedor, aprovechamos para comer bajo la sombra de unos árboles enormes. Después dejamos el coche en el parking de la entrada (2€).
Rousillon me encanta, es diferente a todos los pueblos de la zona y tanto el paisaje como la fisonomía de las casas tienen para mí un aire muy toscano. Cada calle ofrece un rincón aún más bonito que el anterior. Con sus innumerables tonalidades rojizas, las fachadas resplandecen como el fuego bajo el intenso sol del midi. El ocre de Roussillon ya fue conocido y explotado por los romanos, siendo muy cotizado para la elaboración de barnices vítreos. En el mismo pueblo arranca la ruta de los sentidos, que recorre un sendero que lleva hasta las canteras de ocre. Nosotros no hicimos el paseo, preferimos quedarnos en el pueblo, tomarnos un helado artesano y disfrutar recorriendo sus callejuelas.
Marchamos de Rousillon encantados con la visita y ponemos dirección a Saint Remy de Provence. Aparcamos sin problema, los primeros 45minutos son gratis.
Saint Remy tiene unos 10000 habitantes, y es muy tranquilo a pesar de la cantidad de turistas que lo transitan. Cuenta con muchas boutiques, tiendas gourmet y restaurantes especializados en las delicatesen de la región. Uno de los hechos más importantes de la ciudad es haber sido lugar de nacimiento del controvertido Nostradamus, una placa recuerda el lugar exacto en la Rue Hoche.
A las afueras se encuentran “Les Antiques” y los restos de la antigua ciudad romana de Glanum, inmenso yacimiento, sin duda interesante, pero en el que a estas horas ya no podemos plantearnos visitar. El conjunto llamado Les Antiques se compone de un arco de triunfo y un mausoleo funerario, ambos del SI dc, en buen estado de conservación. La abundancia de restos romanos por esta zona dan idea de la intensa romanización de la región.
Muy cerca se encuentra el sanatorio de Saint Paul de Mausole donde Van Gogh estuvo internado un año, durante el que desarrolló una frenética actividad pictórica (más de 150 dibujos y unos 140 cuadros). Nos disponemos a entrar con la mala suerte de que acaban de cerrar las puertas en ese momento. Resulta que la hora de cierre es a las 18.30h, pero la última admisión de visitantes es a las 17.30h y nos quedamos fuera por cinco minutos. Grrrrrrr!!!
Con bastante enfado por mi parte volvemos a por el coche. Cerca de allí se encuentran Les Carrieres de lumières, unas antiguas canteras reconvertidas en museo en cuyas paredes se proyecta un espectáculo audiovisual. Dudamos si ir o no, pero al final lo descartamos por ser Marc Chagall el actual evento que, con todo el respeto hacia su obra, no es un artista que yo sepa apreciar.
Damos por terminada la excursión y volvemos a Saintes Maries, no sin antes pasar por el super para aprovisionarnos para la cena. Después de cenar nos conectamos al wifi para recibir noticias de nuestro pequeñín y pasamos un rato por la discoteca, donde vemos que en Francia lo más esta temporada son las canciones latinas, tipo regetton y demás. Alucinamos.