El último día una vez cargadas las maletas nos dirigimos a nuestro último punto de camino a casa: Molina de Aragón.
Aparcamos arriba en la Torre de Aragón (2,50 euros adultos, 1 los niños), en la planta baja hay una exposición sobre fortificaciones medievales y dos pisos con paneles expositivos sobre la evolución de la Torre de Aragón y muebles de época, encima una terraza con vistas panorámicas.


Bajamos con el coche hasta el Castillo (3 euros), donde hay una primera zona amurallada con los resto de una iglesia románica y después de una cuesta pronunciada se llega a una segunda zona fortificada; flanqueas una puerta y llegas al patio de armas. Puedes subir a la muralla y recorrerla por completo en su perímetro y desde allí acceder a dos de las torres defensivas con vistas panorámicas sobre el pueblo. Las vistas y el conjunto merecen la pena. Juzgar.



Tras la visita bajamos al pueblo e hicimos una recorrido del mismo: aparcamos enfrente del puente de los tres arcos sobre el río Gallo,

pasamos por la Iglesia de San Gil y delante de la antigua Iglesia de San Miguel, (actualmente una casa particular).

Llegamos a la plaza de San Pedro con la Iglesia de su mismo nombre

y fuimos a la izquierda hacia la plaza del Mercadillo hasta llegar a la Judería, la Morería y la muralla, con la Puerta de Baños.

Tras el agradable y precioso paseo comimos en la calle donde dejamos el coche y emprendimos el regreso a casa.
Desde luego que ha sido un puente muy bien aprovechado y precioso. A los cuatro nos gustó todo lo que hicimos. Todas las visitas, sobre todo las guiadas, nos ilustraron, de tal modo que los niños nos preguntaban cada vez que anunciábamos una nueva excursión “¿la visita es guiada?” porque lejos de aburrirles las disfrutaban mucho y les permitían entender aquello (a nosotros también).