Recorriendo Asturias: coche, senderismo y canoa ✏️ Blogs de EspañaDiario que recoge algunos de nuestros viajes a Asturias. Hay un poco de todo: rutas en coche, senderismo, pueblos, playas y, naturalmente, mucho, mucho paisaje. Iré añadiendo lugares que visitamos antes o visitaremos en el futuro para que sea mas completo. Espero que os guste y resulte de utilidad.Autor: Artemisa23 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.8 (16 Votos) Índice del Diario: Recorriendo Asturias: coche, senderismo y canoa
01: SOMIEDO: LA PERAL Y VALLE DEL LAGO A LAGO DEL VALLE (Ruta a pie).
02: SOMIEDO: ALTO DE LA FARRAPONA, LAGOS DE SALIENCIA Y PICOS ALBOS (Ruta a pie).
03: BELMONTE. CORNELLANA. SALAS Y CASCADA DEL NONAYA. P. NATURAL FUENTES DEL NARCEA.
04: MUNIELLOS: UN BOSQUE INMENSO E INTEMPORAL A CONTRARRELOJ (Ruta circular a pie).
05: CANGAS DEL NARCEA, Mº DE CORIAS, CASCADAS DE ONETA, PUERTO DE VEGA Y CABO BUSTO.
06: LUARCA. TAPIA DE CASARIEGO, CASTROPOL Y TARAMUNDI.
07: PLAYA DEL SILENCIO, CABO VIDIO Y CUDILLERO.
08: AVILÉS, TAZONES Y LA CUEVONA DE CUEVES.
09: DESCENSO DEL RÍO SELLA EN CANOA. ARRIONDAS.
10: COSTA ORIENTAL: LLANES Y SUS PLAYAS:CUEVAS DEL MAR, GULPIYURI, TORIMBIA, TORANDA
11: RUTA DEL CARES (ASTURIAS-LEÓN). UNA CAMINATA EMBLEMÁTICA Y CONCURRIDA.
12: BASE PICO URRIELLU (NARANJO DE BULNES) DESDE PANDÉBANO (Asturias). Ruta a pie.
13: NUEVO VIAJE A ASTURIAS. ITINERARIO. PROAZA.
14: SENDA DEL DESFILADERO DE LAS XANAS Y PUEBLO DE BANDUXO (BANDUJO).
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Etapas 1 a 3, total 14
Varios han sido los viajes que hemos hecho a Asturias, tanto por turismo como por motivos familiares, pero había algunos lugares que no conocíamos y les teníamos muchas ganas y otros a los que nos apetecía volver después de unos cuantos años, y que es, concretamente, al que voy a referirme en las primeras diez etapas de este diario. Así que mezclándolo todo, preparamos un itinerario de ocho días bastante movido. Claro que el viaje era para finales de julio, con muchas horas de luz solar; seguramente hubiese sido imposible hacerlo así en otoño o invierno cuando los días son más cortos.
En este recorrido faltan algunos de los destinos típicos que se visitan normalmente en un primer viaje a Asturias y aparecen otros no tan habituales, así que para completarlo un poco, también mencionaré en el diario lugares que vimos en viajes anteriores, de modo que algunas etapas serán más amplias que el propio itinerario. Espero que os guste, os resulte útil y, sobre todo, que os anime todavía más de lo que ya lo estaréis a conocer los preciosos paisajes asturianos. ITINERARIO COMPLETO DEL VIAJE. Día 1. SOMIEDO: LA PERAL, POLA DE SOMIEDO. Ruta senderista “VALLE DE LAGO A LAGO DEL VALLE”. Noche en Pola de Somiedo. Día 2. SOMIEDO. Ruta senderista: “ALTO DE LA FARRAPONA-LAGOS DE SALIENCIA-PICOS ALBOS”. Noche en Pola de Somiedo. Día 3. BELMONTE DE MIRANDA, CORNELLANA, SALAS. PARQUE NATURAL FUENTES DEL NARCEA. Noche en Moal. Día 4. RESERVA DE MUNIELLOS: ruta senderista circular por el bosque y el río. CANGAS DEL NARCEA Y MONASTERIO DE CORIAS. Noche en el Parador Nacional del Monasterio de Corias. DÍA 5. CASCADAS DE ONETA, PUERTO DE VEGA, PLAYA BARAYO, CABO BUSTO Y LUARCA. Noche en Luarca. DÍA 6. PLAYA DEL SILENCIO, CABO VIDIO, AVILÉS, TAZONES, LA CUEVONA DE CUEVAS Y ARRIONDAS. Noche en Arriondas. DÍA 7. DESCENSO DEL RÍO SELLA EN CANOA. PANORÁMICA DE LAS PLAYAS DE CUEVAS DEL MAR, GULPIYURI, TORIMBIA Y TORANDO. Noche en Llanes. DÍA 8. LLANES y ruta hacia Santander. Este fue, más o menos, el recorrido según Google Maps:
DÍA 1. Como habíamos pasado la noche anterior en León, nuestra ruta hacia Asturias comenzó en la capital leonesa a medio día, poniendo rumbo hacia Pola de Somiedo. Teníamos por delante 116 kilómetros y la opción más rápida de ruta que marca Google Maps es tomar la AP-66, pero como no teníamos prisa ni ganas de pagar peaje, preferimos ir por carretera convencional, la CL-623, que continúa en la CL-626 hacia Barrios de Luna, contemplando el bonito paisaje que hay en torno al embalse del mismo nombre, que la carretera bordea por la orilla derecha, mientras que la autopista lo hace a mucha más altura por la orilla izquierda.
Ruta desde Barrios de Luna a Pola de Somiedo por carretera convencional.
Paramos junto a la presa, sobre cuyo muro se puede caminar y llegar hasta un mirador desde el que se contemplan unas vistas muy bonitas tanto de Barrios de Luna hacia el sur como de la parte norte del embalse, bajo cuyas aguas desaparecieron 16 pueblos allá por 1951 cuando se construyó.
Muy cerca vimos un bar- restaurante (El Ventorrillo) que anunciaba menús a 10 euros los días de diario y a 12 los sábados y festivos. Tenía buena pinta y unas mesas en una pradera exterior, a la sombra, de lo más tentador a las dos de la tarde. Tomamos patatas con almejas, coliflor al ajo arriero, bonito a la riojana y costillar a la parrilla, más postres y café. Estuvo muy bien, sobre todo considerando el precio. Cuando llegamos había mucho sitio, enseguida fue apareciendo gente hasta que se completaron todas las mesas; debe ser un sitio conocido por quienes pasan a menudo por aquí.
Continuamos camino atravesando las tierras de Luna hasta que llegamos a las de Babia. En alguna ocasión tendremos que dedicarle una escapada completa a esta hermosa comarca leonesa, que bien se lo merece según casi todos los comentarios.
En Piedrafita de Babia, dejamos la CL-626 para tomar la LE-495, que se transforma en la AS-227 ya en Asturias. Esta carretera cruza Somiedo de norte a sur. Pronto apareció la montaña en todo su apogeo y con ella el paisaje espectacular que íbamos buscando. Hacía un día estupendo y brillaba el sol en un cielo intensamente azul apenas moteado por algunas nubes lejanas. Tanta luz ayudaba a disfrutar del paisaje y había que aprovecharlo porque en estas montañas el clima puede cambiar en cuestión de horas o minutos.
Somiedo fue el primer espacio asturiano declarado Parque Natural en 1988, y en el año 2000 fue catalogado Reserva de la Biosfera por tratarse de un reducto donde la naturaleza se ha conservado pura, casi tal cual desde tiempos remotos. Pura, aunque no intacta, porque todavía persisten las marcas de algunas explotaciones mineras, ya abandonadas.
Tiene cuatro valles que se corresponden con los ríos que surcan su territorio: Somiedo, Pigüeña, Valle y Saliencia. Además, existen varios lagos, entre los que destacan los de Saliencia (la Cueva, Calabazosa y Cerveriz), a 1.600 metros de altitud, y el Lago del Valle, a 1.580 metros, el mayor de todos. Los desniveles en el terreno son muy acusados, y la altura va desde los 2.194 metros del Pico del Cornón, a los 400 metros de Aguasmestas. La actividad principal de la zona siempre fue la ganadería, lo que ocasionó la aparición de pastos rotacionales o brañas, donde se construían unas cabañas de piedra con tejado de ramas, llamadas teitos, muchas de las cuales se conservan todavía y proporcionan al paisaje una inconfundible seña de identidad. En Somiedo podemos encontrar diferentes tipos de bosques, monte, picos desnudos, pastos y brañas. En cuanto a la fauna, constituye el refugio de muchas especies, algunas protegidas, entre las que destacan urogallos, ciervos, lobos y osos pardos.
Bajando el Puerto de Somiedo en dirección a Pola, a nuestra izquierda vimos el indicador que señala el desvío hacia La Peral (a 700 metros). En este minúsculo pueblo se encuentra el conocido mirador del Príncipe, inaugurado en 1990 por el entonces Príncipe de Asturias.
La Peral
Hay que dejar el coche en un pequeño aparcamiento, subir a pie hasta el pueblo por la empinada carretera, continuar unos doscientos metros de frente y luego a la derecha hasta el mirador, que cuenta con postes y barandillas de color verde. Vimos caballos y vacas pastando por las inmediaciones. Toda la zona es muy bonita y desde el mirador se tiene una panorámica casi de 360 grados. Se puede distinguir la carretera serpenteando por las empinadas laderas en su ruta hacia el valle. Al fondo se contemplan las moles de los altos picos de Somiedo.
Las vacas en medio del sendero que va hacia el mirador, que se ve a la derecha.
Aunque las vistas son excelentes desde la propia carretera, si se dispone de tiempo, no viene mal acercarse a este mirador, especialmente si se está al principio del viaje, ya que puede ser un perfecto aperitivo para lo que aguarda después. Y con el aliciente añadido de dar un paseo por el pueblecito.
Al cabo de un rato, llegamos a Pola de Somiedo, donde nos alojaríamos las dos noches siguientes. Habíamos reservado en el Hotel Rural L’Ablana, de dos estrellas. Nos costó 110 euros la habitación con baño, que tenía vistas a la montaña y estaba impecable. Hay parking privado y no se encuentra en el mismo pueblo, sino junto a la carretera AS-227 que se dirige a Belmonte, a unos quinientos metros del centro urbano, lo cual tiene sus ventajas y sus inconvenientes: ventajas porque aparcar en Pola en temporada turística es una odisea y por las noches en las habitaciones que dan a la montaña se disfruta del silencio; por el contrario, fastidia un poco la caminata al centro para cenar cuando se ha estado de trote todo el día por la montaña. En general, estuvimos muy cómodos, si bien es cierto que solo fuimos a dormir.
Después del rápido check-in, volvimos inmediatamente al coche. Nos habíamos entretenido más de la cuenta en La Peral y queríamos hacer esa misma tarde la primera de nuestras rutas senderistas de las vacaciones: Valle de Lago a Lago del Valle (menudo trabalenguas). Mapa de las carreteras de Somiedo. Se ven los lagos, el más grande, abajo en el centro, es el Lago del Valle; más a la derecha, junto al Alto de la Farrapona, están los de Saliencia, formando un triángulo: a la izquierda, el Cerveriz, a la derecha, el Calaboza, y en el vértice, el de la Cueva.
RUTA VALLE DE LAGO A LAGO DEL VALLE. Denominación del sendero homologado: PR AS -15.1. Distancia: 11,5 kilómetros. Recorrido lineal, ida y vuelta. Se puede hacer el último tramo circular, ya que existe una pista de sol por el valle y un sendero de sombra por el bosque, a más altura y un poquito más largo y complicado.
Duración: algo menos de 3 horas. Desnivel: 340 metros Dificultad: fácil, adecuada para niños. La mayor parte del tiempo (la ruta del sol) se camina por una pista amplia por la que pueden circular vehículos, pero que se encuentra restringida a los propietarios de las explotaciones ganaderas y a la gestión del parque. Es terreno descubierto, a la ida hay una cuesta larguita y bastante empinada: cuidado con el sol en verano. Recomendable llevar protector solar.
Aunque se trata de un sendero homologado, también se puede considerar la variante corta de la ruta que continúa hasta el Alto de la Farrapona, pasando por los Lagos de Saliencia, llamada Ruta de los Lagos, y cuyo código es PR AS-15. Se trata de uno de los conjuntos lacustres más importantes de la cordillera Cantábrica, y es la herencia del glaciar que cubría este valle hace 10.000 años. La longitud de la ruta es de unos 14 kilómetros, que pueden hacerse en cuatro horas y media de caminata. El problema es que al ser lineal, salvo que se disponga de un medio de transporte alternativo al terminarlo, hay que contar con la vuelta, con lo cual la longitud y el tiempo se multiplican por dos, requiriendo ya una jornada completa, con más de 9 horas de marcha. Claro que también se puede llegar desde el Alto de la Farrapona hasta el Lago del Valle y darse la vuelta allí, acortando notablemente el recorrido y el tiempo (serían algo más de seis horas). Después de pensarlo bastante, decidimos hacer la variante corta esa tarde, llegando hasta el Lago del Valle, y la ruta de los Lagos de Saliencia y los Picos Albos al día siguiente.
La carretera que serpentea por la montaña desde Pola de Somiedo a Valle del Lago constituye en sí misma una gratificante excursión en coche, muy indicada para quienes no les guste o no puedan hacer senderismo. Durante el empinado trayecto de 8 kilómetros, pudimos disfrutar de un precioso y vertiginoso paisaje.
Valle del Lago, ya a 1.200 metros de altura, es un pueblo de forma alargada, con cuatro barrios consecutivos a lo largo de una carreterita estrecha y muy concurrida en temporada turística. Hay tres aparcamientos disponibles, el primero, muy pequeño, a la entrada, el segundo bastante grande tras el primer núcleo de casas, y el tercero al final del último núcleo de casas, junto al comienzo de la ruta. Por supuesto, nos interesaba aparcar lo más cerca posible del inicio del sendero, pero nos equivocamos y pensamos que el primer núcleo de casas era el final del pueblo y donde comenzaba la ruta; así que lo dejamos en una cuneta donde no estorbaba. Se nos quedó cara de bobos cuando pasamos ya caminando por los otros dos aparcamientos donde a esa hora (poco antes de las seis de la tarde) había sitio de sobra para dejar el coche. Así que, a lo tonto, habíamos añadido quinientos metros de ida y otros tantos de vuelta a nuestro recorrido.
Diversas vistas del bonito pueblo de Lago del Valle.
Aunque en julio los días son muy largos, íbamos un poco justos de tiempo, así que apretamos bastante el paso. Teníamos que hacer la ruta apenas sin paradas para poder completarla antes de que oscureciera.
Al principio, la pista va entre los árboles y es cómoda porque la pendiente en ascenso es todavía muy suave. A nuestra derecha, corría el río en un hilo alegre. Unos excursionistas descansaban sentados en unas piedras, mientras su perrito chapoteaba en un charco. Nos dio cierta envidia el sabio descaro de la mascota, por qué no decirlo. Poco después nos encontramos con una curiosa reflexión a la vera del camino.
Ya metidos de lleno en la marcha, pudimos disfrutar del paisaje de este valle glaciar, con su tradicional forma en u, presidido por los Picos Albos (el oriental y el occidental) y la Peña de la Mortera.
Cuando llevábamos unos veinte minutos de marcha, apareció la bifurcación del camino que conduce al lago bien por la pista del sol (a la izquierda) o bien por el sendero de la sombra (a la derecha): en fin, resulta fácil de adivinar cuál es cuál. Aunque el de la sombra es un poco más largo y complicado (no mucho más, pero es sendero y no pista), con el sol que hacía ni lo dudamos: compensaba tomarlo. La vuelta la haríamos por el sol, que ya estaría más bajo y, además, sería en descenso.
Aunque al comienzo aparentemente el camino bajaba metiéndose en el bosque, tras cruzar el río, giró más a nuestra derecha y pasó a picar bien hacia arriba, lo que nos hizo ganar altura rápidamente. Hacía bastante calor, así que agradecimos la sombra que nos brindaba el hayedo, mientras contemplábamos la pista del sol, que hacía honor a su nombre abajo, frente a nosotros, por donde vimos a un par de parejas de senderistas caminando. Estaba claro que habíamos elegido bien porque la pendiente que sube la pista por el centro del valle, con esa solanera hubiera resultado bastante pesadita.
Sobrepasamos la altura de un par de teitos (construcciones de piedra con tejado a base de ramas de piorno, que utilizaban los ganaderos para guarecerse), que resultaban muy cucos para una foto. Una pena que el sol y la sombra partiesen el hermoso panorama en dos mitades casi irreconciliables para una imagen decente.
Seguimos ascendiendo por el sendero, a veces entre los árboles y a veces al raso, y la única complicación fue pasar un par de grandes charcos. Llevábamos el track de la ruta en el móvil, pero el sendero está perfectamente señalizado y no hay posibilidad de perderse.
Una hora y cuarto después de haber empezado la caminata nos topamos con un horrible muro de contención. Aunque íbamos advertidos, no puedo negar que nos quedamos un tanto chafados con el recibimiento que nos brindó el Lago del Valle. Vamos, que después de 90 minutos de caminata lo que esperas es toparte con un hermoso lago azul y no con un horripilante muro delante de las narices que no permite ver apenas nada más allá.
Nos encaramamos a la presa (si lo hice yo, es fácil), sobre cuyo muro pudimos caminar con comodidad. Nuestro resquemor con el lago se evaporó cuando al fin aparecieron las aguas, entre azules y verdosas, con sus bonitos reflejos del entorno rocoso; y hasta tiene una isla en el centro. El Lago del Valle, al que también se conoce como el Lago del Ajo, se encuentra a los pies de un imponente circo glaciar, y es el más extenso de Asturias, con una superficie de 24 hectáreas y una profundidad máxima de 45 metros. En realidad no lo era tanto, pero lo hicieron crecer artificialmente con el aprovechamiento de sus aguas para la central hidroeléctrica de la Malva.
Al volver la vista hacia Valle del Lago, el panorama también era muy hermoso, aunque el sol, casi de frente, también hacía de las suyas con su descarado brillo.
Nos quedaba una hora larga de camino de vuelta hasta el coche y el sol empezaba a estar bajo, así que no nos entretuvimos demasiado. Bordeamos el lago por la parte superior del muro hasta que se acabó y enseguida localizamos la pista por la que teníamos que volver. Un grupo de vacas con sus terneritos se habían aposentado justamente sobre ella. ¡Vaya por Dios! Claro, están en su hábitat y se ponen donde les da la gana, no faltaba más. Confieso que me da bastante respeto pasar “cerca” de ellas, así que no digamos “entre” ellas. Soy de ciudad, y no puedo evitar ciertas aprensiones. Pero como las vacas no tenían ninguna intención de moverse, era cruzar o quedarse allí hasta a saber cuándo. Así que pasé con los ojos cerrados, como el que sufre vértigo y cruza el río por un puente colgante. La verdad es que las vacas no me prestaron la más mínima atención. Menos mal que cuando llevo varios días en el campo suelo acostumbrarme a su presencia porque aún me quedaban unas cuantas vacas que saludar durante el viaje.
A nuestra izquierda corría el río, formando alguna que otra cascada bastante fotogénica; de frente, el paisaje se abría al valle, muy bonito al atardecer.
Cuando estábamos ya cerca del pueblo, las nubes se empezaron a apelotonar alrededor de los picos. Y es que la niebla allí baja en muy poco tiempo aunque el día haya sido espléndido. Hay que tener cuidado con la climatología por estas tierras.
De vuelta a Pola de Somiedo, fuimos a cenar al restaurante-sidrería Carión. Tomamos sidra (naturalmente) y un cachopo de cecina, queso de cabrales, cebolla caramelizada y más exquisiteces que no recuerdo. Estaba realmente bueno, pero era enorme y solo pudimos con poco más de la mitad. La señora quería ponernos las sobras para llevar, pero no era cuestión de cebarnos ya el primer día. La cena nos costó 25 euros.
Menos mal que el cachopo estaba mucho mejor que la foto que le saqué
Tras un ligero paseo, nos fuimos a la cama, que al día siguiente nos esperaba una excursión bastante larga: Lagos de Saliencia y Picos Albos. CONTINUARÁ EN BREVE EN LA ETAPA DOS. Etapas 1 a 3, total 14
Después de desayunar en el hotel (no nos gustó el desayuno, solo había café con leche y pan tostado con mermelada de frasco y mantequilla de tarrina; costaba tres euros por persona y no estaba incluido en el precio de la habitación), cogimos el coche y nos dirigimos al Alto de la Farrapona, donde comenzaba nuestra ruta del día. Previamente habíamos ido al centro de Pola a comprar viandas para la comida. Aunque solo tiene 200 habitantes, es la población principal del Valle y su centro esencial de servicios, así que no faltan las tiendas y pequeños supermercados para abastecerse y que también preparan todos los días de la semana bocadillos al gusto a los excursionistas.
Vuelvo a poner el mapa de las carreteras de Somiedo. Creo que viene bien repetirlo en esta etapa. Tomamos la carretera AS-227 en dirección a Belmonte hasta llegar a las proximidades de la central hidroeléctrica, donde sale una carretera a la derecha en dirección a Saliencia, la SD-1, que pasa por Veigas, Endriga y Saliencia, y desde aquí continúa serpenteando por las laderas hacia el Alto de la Farrapona, en una sucesión de curvas en zig-zag que ganan altura rápidamente sobre el río mostrando un paisaje espléndido. Esta ascensión se hizo famosa por su dureza como final de etapa en varias ediciones de la Vuelta Ciclista a España. Al tratarse de una carretera de alta montaña, es estrecha y con muchas curvas, pero el piso estaba en perfectas condiciones. En total fueron 22 kilómetros desde Pola, unos 35 minutos de viaje. Desde Saliencia al Alto hay 7,5 kilómetros que con climatología favorable se hacen en un cuarto de hora.
Según ascendíamos, los árboles quedaban en las cotas bajas de las paredes rocosas, mientras asomaba una sucesión imponente de picos grises moteados de verde, el macizo de los Ubiñas.
En el Alto de la Farrapona (1.708 m.), también llamado Collada de Balbarán, se encuentra el límite entre las provincias de Asturias y León. Hay quien sube hasta allí solo para ver el impresionante panorama que ofrece el valle de Saliencia o atraídos por la fama que le ha dado la Vuelta Ciclista. También va bastante gente en bicicleta.
Si nos asomamos hacia el lado leonés veremos igualmente un imponente paisaje. Por cierto, que si se quiere acceder hasta aquí desde Castilla-León, hay que tener en cuenta que no existe carretera asfaltada sino una pista de tierra en malas condiciones (según dicen, nosotros no lo comprobamos) que sale de Torrestio.
Hay un aparcamiento bastante grande en el Alto de la Farrapona, pero en días de mucha afluencia turística puede llenarse, con lo que habría que dejar el coche en la cuneta. No fue nuestro caso. El día era espléndido, con un cielo de un inmaculado color azul: ni una nube y un sol de justicia. La gorra y el protector solar se hacía imprescindible porque a esta altura las sombras no abundan en Somiedo: el bosque desaparece en torno a los 1.700 metros y perviven únicamente matorrales y arbustos. Afortunadamente, corría una brisa fresquita que atenuaba el calor.
Aquí empieza la ruta de los lagos, PR AS-15, a la que me he referido en la etapa anterior. Sin embargo, como es bastante larga y se abren muchos senderos, admite bastantes variantes. La más sencilla y que hace mucha gente con niños consiste en llegar solo hasta el Lago de la Cueva. Incluso esa opción reducida merece la pena ya que los paisajes que se contemplan son espléndidos.
Si se va a hacer una caminata larga, conviene llevar un track descargado en el móvil porque, aunque las rutas principales están señalizadas, no siempre queda claro por dónde va el sendero que nos interesa seguir.
Mapa de la ruta según el indicador del parque.
Como habíamos estado el día anterior en el Lago del Valle, seguimos otra ruta recomendada por varios foreros: Lagos de Saliencia y Picos Albos. Según el track que descargamos de wikiloc, era una ruta circular de 12 kilómetros, con un desnivel de 784 metros de subida y otros tantos de bajada: unas seis horas caminando.
Nuestros dos objetivos, coronando el Lago Cerveriz: Albo oriental a la izquierda y Albo occidental a la derecha
A la izquierda, la pista rojiza que lleva a los lagos; a la derecha, el valle de Saliencia.
Comenzamos a las 11 de la mañana a descender hacia el Lago de la Cueva por una pista de color rojizo, como lo son las marcas en algunas de las rocas que teníamos enfrente, consecuencia directa de la explotación minera de hierro de Santa Rita, actualmente abandonada.
Desde la pista se aprecia perfectamente las marcas dejadas por la antigua explotación minera.
Cuando llevábamos unos diez minutos de caminata, me ocurrió un insólito percance, que hubiera podido dar al traste con la excursión: se me soltó la suela de una de las botas, así, literal. Nunca me había ocurrido algo semejante. Menos mal que fue al comienzo de la marcha y gracias también que llevaba unas botas de repuesto. Mi marido se ofreció gentilmente a ir a buscármelas, evitándome el enojoso compromiso de caminar a pata coja por la montaña. Este incidente nos retrasó unos veinte minutos. Afortunadamente íbamos con margen suficiente.
Menos mal que las vistas me entretuvieron durante la espera de las botas. Un kilómetro después nos encontramos en el Collado La Caranga, que está sobre el Lago de la Cueva, con unas bonitas vistas del mismo. Según se cuenta, hasta no hace mucho este lago tuvo sus aguas teñidas de rojo debido a la contaminación de la mina de Santa Rita, pero ahora presenta un bonito tono azul turquesa.
Hay un sendero que baja hasta la orilla y que utiliza bastante gente que da aquí por terminada la excursión. Como no era nuestro caso, seguimos por la pista roja afrontando una fuerte subida, a lo largo de la cual pudimos divisar bonitos panoramas sobre el Lago de la Cueva, que pronto quedó muy por debajo de nosotros. Existen paneles informativos con explicaciones sobre el carácter glaciar de los lagos y la influencia y consecuencias de la explotación minera, que comenzó en el año 1805 y se mantuvo hasta 1973, cuando se cesó definitivamente. A partir de 1994 comenzaron diversas actuaciones para la recuperación medioambiental de la zona que todavía continúan.
Al fin, se suavizó la subida y dejamos el Lago de la Cueva definitivamente atrás para dirigirnos al segundo lago, el de la Mina, del que solo encontramos su marca en la pradera, ya que en verano se seca. Eran las 12:16. Una hora y cuarto de caminata.
De acuerdo con el track que llevábamos, ignoramos una señal que indicaba “al lago Calabazosa”, que veríamos más tarde, y continuamos hasta toparnos con el Lago Cerveriz, que se encuentra a los pies de la vertiente septentrional del Pico Albo Oriental.
Aquí encontramos un cartel que indicaba de frente hacia el Lago del Valle y a la izquierda al Lago Cerveriz, pero ninguna referencia a los Picos Albos. Yo creía recordar haber leído que la dirección aparecía indicada en algún cartel; mi marido era partidario de seguir de frente hasta encontrar ese indicador, y de hecho lo hicimos durante unos minutos; pero nos íbamos alejando del track que teníamos en el móvil, lo cual nos creó bastante incertidumbre. Así que dimos la vuelta hasta el Lago Cerveriz, encontrando en su orilla nuevamente el track, que se dirigía de frente hacia el montículo. A estas alturas, creo que éste no es el camino habitual y que tomamos otro más directo, complicado y sin marca alguna. Pero, vamos, que tampoco estoy segura de que fuese así. Igual es que definitivamente me estoy haciendo mayor. :mrgreen:. El sendero en cuestión era el la derecha de la foto. Al principio aparecía bastante marcado, pero después de ganar altura con gran rapidez, en algunos tramos ya no estaba tan claro. A nuestros pies, por la espalda, quedaba el lago Cerviz y, más al fondo, arriba, a la derecha, podíamos ver un trocito del Calabazosa.
En uno de los tramos, estaba tan empinado, que al volverme me dio algo de vértigo (no suelo tener) y me tuve que sentar para poder mirar abajo y hacer unas fotos.
Al fin, aparecimos sobre una zona un poco más abierta, que según he leído es la Vega de Pozos de Promedio, con unas pequeñas charcas y un arroyo que se filtran. El agua no está, pero se aprecia perfectamente su huella en la hierba.
Seguimos subiendo el collado y el panorama era cada vez más espectacular a nuestro alrededor, con picos por todas partes. La luminosidad del día permitía distinguirlo todo en el horizonte casi a la perfección. Lo malo era que los fragores de la subida y, sobre todo, el sol inclemente estaban haciendo mella en nosotros: no habíamos disfrutado de una sombra en todo el recorrido. Queríamos llegar a la cima del Albo Occidental antes de comer, pero eran ya las dos de la tarde y necesitábamos un descanso.
Desde arriba, ya el lago Cerveriz apenas se vislumbraba.
De pronto nos encontramos como en tierra de nadie, en un punto intermedio en el camino que une el Albo Occidental y el Oriental, o eso parecía indicar el track: teníamos que ir hacia la derecha, retrocediendo de alguna manera. Tampoco era eso lo que yo recordaba de algunas descripciones que había leído de esta ruta. De nuevo la sensación de que íbamos por otro sendero diferente.
Justo entonces, mi marido descubrió una roca que formaba un recoveco unos ciento cincuenta metros más en dirección al Albo Oriental: me atrevería a asegurar que era la única sombra existente en toda aquella zona de Somiedo a las dos de la tarde. Me dijo que él iba a comer allí y que yo hiciera lo que quisiera. Y como yo también tenía hambre… me rendí.
Pues sí, allí estaba la sombra, arriba, a la derecha, bajo el Albo Oriental.
Realmente se estaba muy bien a 2.000 metros de altura, comiendo un bocata a la sombra, con bastante calor pero soplaba un airecito fresco que se agradecía. Y, a nuestro alrededor, una sinfonía de picos de todo tipo y formas, con el Albo Occidental, y sus 2.079 metros, justamente en frente, en cuya cima pudimos descubrir algunos puntos de colores: tres o cuatro excursionistas.
El que tiene tantas aristas, a la derecha, creo que es el Pico Rubio.
Después de comer, mi marido me confirmó que no estaba dispuesto a deshacer el camino andado y que su próxima estación sería el Albo Oriental, vamos, que la cima del Occidental era historia para él. Yo no quería quedarme con las ganas, así que le dejé disfrutando de una placentera siesta y me encaminé hacia el Albo Occidental, pero ya no según el track (que me hubiera retrasado demasiado), sino por un sendero que subía justo enfrente de donde nos encontrábamos. Lo que no estaba tan claro es si podría alcanzar la cima por allí, pero al menos me apetecía intentarlo. Los paisajes que me rodeaban eran imponentes.
Subí hasta llegar al borde rocoso, me colé por un hueco y, por fin, hallé lo que buscaba: la estampa azul del Lago del Valle con su isla en el centro, donde habíamos estado la tarde anterior. Un trozo de peñasco me impedía ver el valle en toda su longitud, pero estaba al borde del precipicio y no podía avanzar más.
Volví al sendero, con idea de acometer los escasos diez metros que me separaban de la cima sin tener que dar toda la vuelta, pero me topé con unas peñas donde no había más remedio que echar manos y trepar. Creo que hubiera podido hacerlo, pero como estaba sola, decidí no arriesgarme. Así que me volví, observando a mi marido, apenas una mota, a lo lejos, que me saludaba desde su cómodo recoveco.
Ya juntos, recuperamos el track y emprendimos el camino hacia la cima del Albo Oriental (2.109 metros), del que apenas nos separaban cien metros, eso sí, todos cuesta arriba. Hay como varios puntos altos en este pico, hasta llegar a la auténtica cima (o eso nos pareció), y desde todos ellos se divisa un panorama espléndido, especialmente sobre el macizo de los Ubiñas y el Lago Calabazosa.
Crestas, simas y más crestas que no sabría denominar, pero sí reconozco el Albo occidental.
Estar en lo alto de una montaña te hace pensar que tienes el mundo a tus pies.
Tocaba descender, quizás la tarea más complicada del día. Sabía (porque me lo habían advertido) que en este punto concreto hay que llevar cuidado y no perder el track. Giramos a la izquierda y empezamos a seguir un sendero casi inexistente, muy empinado, incómodo y con piedras sueltas, un terreno en el que soy bastante patosa, lo confieso.
[ Tras un buen rato, alcanzamos el llamado Valle del Calabazosa, que de valle no tiene más que el nombre, porque el terreno seguía siendo muy quebrado. Teníamos ganas de ver el Lago de cerca, pero se hacía de rogar. Empezábamos a estar un poco hartos porque el sol nos envolvía. Ni una sombra, ni una. Un rebeco nos contemplaba fijamente desde lo alto de un risco. ¿Dónde irán esos dos incautos?, parecía preguntarse.
Veníamos de allí arriba, el Albo Oriental. Difícil apreciar el desnivel.
[ Valle del Calabazosa. Nuestro amigo, el rebeco. Por fin, apareció el Lago Calabazosa, deparando una vista de lo más sugerente, con sus aguas de color azul intenso bajo la luz del sol.
Tras caminar algunos metros por uno de los senderos que bordea el lago, ¡sorpresa!: otra mancha azul apareció sobre el Calabazosa. ¿Qué es eso?, nos preguntamos. Luego me enteré que hay una pequeña laguna que también se llama Calabazosa y que normalmente se seca en verano. No sé si sería ésta en cualquier caso quedaba muy chula, coronando al lago mayor.
Llegamos hasta el Lago seco de la Mina, cuya marca en la pradera cruzamos, y allí dejamos de seguir el track, que tenía la intención de cruzar los collados para evitar la pista minera y salir, directamente, al aparcamiento de La Farrapona. Sinceramente, estábamos un poco cansados de aventuras y optamos por recuperar el camino tradicional. Así que en vez de a la derecha, fuimos a la izquierda, hacia el Lago de la Cueva, que ya podíamos divisar a nuestros pies. Frente a nosotros, la pista por la que habíamos ascendido por la mañana hacia el Lago Cerveriz. Todo muy familiar ya a estas alturas. Aquí también nos encontramos con el grueso de excursionistas: la zona de los lagos estaba bastante concurrida, pero durante nuestro trasiego por los Picos Albos apenas nos tropezamos con media docena de personas.
De todas formas comentar que, aunque los Lagos de Saliencia, sobre todo el Lago de la Cueva, reciben bastantes visitantes, ni siquiera en verano alcanzan las multitudes que acuden a los Lagos de Covadonga, y en belleza no tienen mucho que envidiarles, la verdad.
De nuevo estábamos junto al Lago de la Cueva, pero por el otro lado.
Rodeamos el Lago de la Cueva y nos encontramos con la pista principal. Eran casi las seis de la tarde. Llevábamos unas siete horas de caminata bajo un sol impenitente y estábamos bastante cansados. La verdad es que casi habíamos cumplido la media de tiempo que señalaba el track, teniendo en cuenta los 20 minutos de retraso por el tema de las botas. Lo malo es que aún nos faltaba subir la cuesta hasta el aparcamiento. Madre mía, qué largos y pesados se me hicieron esos últimos mil metros de ascenso, parecía que no llegábamos nunca al coche. Y el sol seguía en sus trece, acechándonos sin piedad. Pocas veces recuerdo haber acabado una ruta con aquella sensación de agotamiento; y las he hecho bastante más largas y complicadas. Por cierto, espero no haberme confundido con el nombre de algún pico o de algún lago. Pido disculpas si he metido la pata en alguno. Hice tantas fotos que me pierdo
Como resumen, esta ruta nos deparó paisajes realmente espectaculares, imposible captarlo con la cámara de fotos; pero me resultó un poco dura, sobre todo por el sol.
Panorámica del Lago del Valle cerca de la cima del Pico Albo Occidental
Después, volvimos directamente a Pola de Somiedo. Esa noche no salimos. Tomamos las sobras de la comida en un merendero. Luego, a descansar. Etapas 1 a 3, total 14
La mañana amaneció con neblina, el sol que nos torturó de manera el día anterior se había esfumado. Un cambio brusco en el tiempo, como suele ser tan habitual por estas tierras; sin embargo, la temperatura era buena y, pese a lo oscuro que estaba, no parecía que fuese a llover, así que la jornada no pintaba mal. Hasta la comida, la jornada estaba bastante planificada, después… estaríamos un poco a lo que surgiese. No queríamos cansarnos demasiado porque al día siguiente teníamos plato fuerte.
Itinerario de la jornada según Google Maps.
BELMONTE DE MIRANDA. Dejamos el hotel de Pola de Somiedo sin desayunar, para lo cual teníamos en mente una perspectiva muy interesante: el Gran Hotel Cela, en Belmonte de Miranda, sobre el que nos habían contado maravillas. Desde Pola, son 31 kilómetros por la carretera AS-227 y mereció la pena la espera porque realmente se desayuna muy bien allí. Ponen unos zumos de naranja gigantes y tienes muchas cosas para elegir y todo muy abundante: los bocatas, los bollos, las tostadas… Además, tienen bandejas en el mostrador con trozos de bollos y bizcocho para que te sirvas a voluntad, y el precio estuvo bastante ajustado. Ahora no recuerdo lo que tomamos y lo que nos costó, pero quedamos muy satisfechos.
Después fuimos a dar una vuelta por el pueblo, que es pequeño pero tiene cosas bonitas, como el río y sus aledaños.
CORNELLANA: Monasterio de San Salvador. Seguimos nuestro viaje en dirección a Cornellana (unos 30 Km), donde queríamos ver el Monasterio de San Salvador. Pese a que en algunas páginas de internet figura con horario de visita y todo, lo cierto es que está cerrado al público y en bastante malas condiciones de conservación. Tanto es así que junto al panel informativo exterior, se encuentra una tabla de una plataforma ciudadana en la que piden ayuda a los turistas para difundir la necesidad de que se arregle el interior del convento, que está en ruinas debido a que los diferentes proyectos de restauración siguen sin realizarse casi veinte años después. Una pena porque se trata de un edificio de importantes dimensiones, con casi mil años de historia, que está catalogado como Monumento Nacional desde 1931.
Fue fundado en 1.024 por una hija de Bermudo II, rey de León. En el siglo XII fue cedido a la Orden de Cluny y con el paso de los siglos fue objeto de disputas eclesiásticas y nobiliarias, pasó a manos de los benedictinos, y se produjeron numerosas reformas y remodelaciones. Durante la Guerra de la Independencia, los franceses lo utilizaron como caballerizas y lo incendiaron al marcharse. Con la desamortización de Mendizábal, el monasterio perdió todas sus pertenencias y los edificios fueron vendidos a particulares, en uno de los cuales se instaló una fábrica de manteca. A finales del siglo XIX, la Iglesia lo compró y pasó al Obispado de Oviedo. Sin embargo, nunca se reparó y continúa en un estado lamentable de deterioro y abandono.
Desde el exterior se puede admirar la hermosa fachada, que todavía se mantiene en pie. Del periodo románico, destaca la portada primitiva, situada en un lateral del monasterio, donde figura esculpida una osa amamantando a una niña. El edificio de la Iglesia es del siglo XII, de cuya época es también su torre cuadrada. La parte barroca, de los siglos XVII y XVIII, comprende las fachadas del monasterio y de la iglesia y el claustro de dos plantas.
Esperemos que esta situación se solucione y se recupere este Monumento Nacional para el disfrute de todos.
Cerca del monasterio se encuentra el panel indicador de la etapa Grado-Salas del Camino de Santiago Primitivo que pasa por aquí y un indicador con múltiples direcciones de todo el mundo.
SALAS Y CASCADA DEL RÍO NONAYA. Apenas a 9 kilómetros de Cornellana, Salas es la capital del Concejo del mismo nombre, y se la conoce como la puerta de la Asturias Occidental. En sus proximidades se han encontrado restos paleolíticos, lo que dice mucho de su dilatada historia, que en la época romana estuvo relacionada con las explotaciones auríferas, aunque de su nombre no se tienen referencias hasta el siglo IX. Tiene un casco histórico muy pequeño, pero realmente interesante, en el que destacan el Palacio de Valdés-Salas, la Casa del Regente, la Torre, la Casa de Miranda, el Palacio de los Condes de Casares, la Casa de Malleza, la Capilla de San Roque y la Colegiata de Santa María la Mayor. Todo está juntito, así que no se tarda mucho en visitar y la parada merece la pena. Y además de su caserío guarda otros atractivos: es fin de una de las etapas del Camino de Santiago Primitivo y en sus inmediaciones hay un bosque con una cascada preciosa que supone un aliciente más para los amantes de la naturaleza.
Aparcamos el coche a la entrada del pueblo y fuimos caminando hacia el inicio de la ruta de la cascada, ya que queríamos hacerla antes de comer. Para ello, sin embargo, tuvimos que recorrernos casi todo el caserío, así que pudimos ir contemplándolo de paso.
De camino a la cascada (se accede atravesando la puerta medieval del fondo, sobre la que se vislumbra el puente de la futura autopista), vimos la Colegiata.
Ruta de la Cascada del Nonaya. Aunque está homologado como sendero local, AS-22, más que una ruta senderista tal cual, puede considerarse un sencillo paseo por el bosque, casi sin desnivel. Hay unos tres kilómetros hasta la cascada, por lo que sumando ida y vuelta, salen 6 kilómetros, y aproximadamente una hora de caminata. Los primeros dos kilómetros los comparte con la ruta del GR-65 del Camino de Santiago, etapa Salas-Tineo.
El sendero va paralelo al río, que queda a nuestra derecha. No hay pérdida posible. El día estaba nublado, lo que daba mucho encanto al bosque. En Salas abundan los castaños, los robles y los abedules, además de pinos y algunos eucaliptos, pero en la ribera del río también encontramos fresnos, alisos, chopos, sauces y arces; incluso nos vimos casi engullidos por enormes helechos que prácticamente ocultaban el sendero.
Pudimos ver fuentes, el agua cantarina del río y… hasta el puente de la futura autopista cruzando por encima de nuestras cabezas . Y, sobre todo, notamos un gran sosiego, el silencio roto solo por el canto de algún pájaro y el agua saltando sobre las piedras. Apenas nos cruzamos con media docena de personas, todas ellas peregrinos.
Llevábamos media hora de agradable paseo cuando nos encontramos con la anunciada bifurcación: a la izquierda, la emblemática vieira del Camino; a la derecha, la señal indicaba que a 250 metros encontraríamos la cascada.
Y así fue. Primero apareció un puentecillo, desde el que se contemplaban unas hermosas cascaditas y, al fondo, abriéndose paso entre la maraña de árboles, un salto de agua de unos 10 metros, verdaderamente bonito, más teniendo en cuenta que estaba allí en exclusiva para nosotros. Un lugar idílico.
De regreso, por el mismo camino, pudimos deleitarnos con más bonitas estampas naturales, como los colores del bosque o el encaje creado por gotitas de agua en las hojas:
Dimos la vuelta y fuimos directamente a comer en un restaurante que nos había gustado al pasar buscando el inicio de la ruta. Se llama Casa Pachón y tenía unas mesas en el exterior, con unas buenas vistas del Palacio Valdés-Salas con su llamativa torre, que se hallaba a veinte metros. Una lástima los coches aparcados que le restaban un poquito de su encanto medieval.
Sin esperarlo (lo del Hotel Cela de Belmonte nos lo habían contado varias personas), tuvimos aquí una de esas experiencias gastronómicas asturianas que se recuerdan durante bastante tiempo. El camarero nos dijo que allí no había carta, que disponían de un menú fijo, cuyos platos irían sirviendo. Las pocas mesas que había se llenaron enseguida, la mayor parte con peregrinos que estaban haciendo el Camino. A todos se nos iba quedando la misma cara de bobos. Primero, nos trajeron una olla con sopa. Muy rica, confieso que repetí. A continuación apareció una fuente enorme de potaje de garbanzos con su embutido correspondiente; después fue el turno de una bandeja de patatas con carne. Ya no sabíamos dónde mirar: todo estaba muy rico, pero cada vez las bandejas se iban con más sobrante. En cuarto lugar, apareció una fuente de espaguetis con atún y tomate… Estaba a punto de darnos algo. Entonces, el camarero nos preguntó que qué queríamos de plato fuerte: escalope, lomo, merluza a la romana, huevos fritos, parrochas (son sardinas, no sé si se escribe así) y otras cosas que no recuerdo. Aunque ya no teníamos ni pizca de hambre, para no desairarle, pedimos lo más suave, las sardinas. Apareció una fuente con veinte sardinas (las conté). Naturalmente, también había postre para elegir. Pero ahí ya sí que nos plantamos: no queríamos postre, solamente café.
¡Madre mía! Seis platos y el postre, con pan, agua, vino o cerveza, por 10 euros cada uno. No eran exquisiteces, naturalmente, pero sí buena comida casera. Apenas podíamos con nosotros mismos cuando nos levantamos de allí. Para bajar un poco la comida, estuvimos dando una vuelta por el pueblo, tanto por la zona medieval como por la que se asoma al río. Todo muy agradable.
PARQUE NATURAL DE LAS FUENTES DEL NARCEA. RUTA DE LOS PUERTOS (EN COCHE) Desde Salas, nos dirigimos hacia Cangas del Narcea y desde allí a Moal, donde nos alojaríamos esa noche, ya que al día siguiente nos esperaba la visita a Muniellos y necesitábamos pernoctar lo más cerca posible del comienzo de la ruta. Pero eso es otra historia. Fuimos todo el trayecto por la carretera AS-15 hasta llegar a Posada de Rengos, donde paramos a tomar un café, en un bar que está junto al río Muniellos. A poco de pasar Cangas, el cielo cubierto de nubes oscuras que nos había acompañado durante toda la jornada, se quedó atrás y apareció un sol espléndido que ya nos acompañó hasta el atardecer. Es curioso lo que puede cambiar el tiempo en Asturias en unos pocos kilómetros.
En las inmediaciones de Cangas del Narcea.
Posada de Rengos. Estábamos ya en el Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, que tiene una extensión de 555 km2. Toma su nombre de las cuencas altas de los ríos Narcea e Ibias y algunos de sus afluentes. Fue declarado Parque Natural en 2002 y entre otros espacios de gran importancia ecológica, en su interior se encuentra el Monte de Muniellos, declarado Reserva Mundial de la Biosfera. Su punto más alto se encuentra en el pico el Cueto de Arbas, con 2.006 metros de altitud. Cuenta con extensos bosques, ríos y valles, y se pueden realizar muchas rutas tanto en coche como a pie. Además tiene varios monumentos y lugares de interés como el casco antiguo de Cangas del Narcea y el Monasterio de Corias (a 2 km. de Cangas del Narcea), en cuyas antiguas cuadras se encuentra el Centro de Interpretación del Parque. Pero esto lo contaré en la etapa de mañana.
El caso es que sentíamos curiosidad en cuanto al significado del nombre de “fuentes del Narcea”. En algún sitio habíamos leído que se refiere al nacimiento del río Narcea, donde, al parecer, hay una cascada. Sin embargo, no encontrábamos información en ninguna parte sobre cómo llegar allí, ni siquiera del sitio en concreto. Preguntamos en el bar de Posada de Rengos donde paramos y nos dijeron que el lugar en cuestión se encuentra en Monasterio de Hermo, pero que no se puede visitar porque está en una finca privada. Parece ser que el Principado quiso conseguir el derecho de acceso, incluso judicialmente, pero sin resultado alguno. Así que lo de “fuentes del Narcea” actualmente se refiere más al curso del río y sus afluentes que a su propio nacimiento.
Posada de Rengos.
Desde allí, fuimos hasta nuestro alojamiento en Moal, tomando la carretera AS-348 que sale a la derecha del puente de Posada de Rengos y se dirige a Moal y al Monte de Muniellos. Hasta Moal apenas hay 3 kilómetros, así que en cinco minutos estábamos en el diminuto pueblo, en la Casa Rural Muniellos, donde íbamos a alojarnos esa noche (49,5 euros con desayuno incluido) La dueña de la casa nos recibió muy amablemente y nos dio todo tipo de información. La casa es muy amplia y los clientes tienen incluso una entrada separada, aunque la vivienda es la misma. La habitación muy cómoda y con cuarto de baño, pero sin televisión ni internet, lo cual no era extraño considerando que estábamos en pleno monte, por lo tanto en un entorno precioso y muy tranquilo, lo cual no fue ningún inconveniente, ya que lo que más nos interesaba era que estábamos solo a 4 kilómetros del centro de recepción de visitantes de Muniellos. En el pueblo no hay tiendas ni bares ni restaurantes, así que teníamos que ir a otro sitio a comprar viandas para los bocatas del día siguiente.
Nuestra habitación.
Como era temprano, de paso haríamos un poco de turismo en coche por la zona que conocíamos solo en parte de visitas anteriores. Nos decidimos por una versión particular de la Ruta de los Puertos que propone el Ayuntamiento de Cangas.
Mapa de la ruta de los puertos.
Se trata de un itinerario circular de 89 kilómetros, que recorre La Riela (La Regla), el Pozu de las Mulleres Muertas, San Antolín de Ibias, Cecos, el Puerto del Coniu y la Venta. En nuestro caso, el punto de partida y llegada era Moal. Este itinerario es muy apropiado para hacerse una idea de cómo es la comarca y, a la vez, contemplar unos extraordinarios paisajes de montaña, donde apenas hay pueblos y si los hay son diminutos, aldeas más bien. La carretera tiene desniveles muy apreciables (hay que pasar varios puertos) y muchas curvas, pero por lo general está en perfectas condiciones: ningún problema para circular con buena climatología.
Centro de Interpretación de la Reserva de Muniellos.
Salimos de Moal y seguimos por la AS-348 en dirección a San Antolín de Ibias. Esta carretera es la única que atraviesa la Reserva de Muniellos, y se pueden contemplar panorámicas impresionantes de uno de los robledales más importantes de Europa. Merece la pena acercarse al Centro de Interpretación de Muniellos, que se encuentra a unos 5 kilómetros de Moal. Aunque el edificio estaba cerrado cuando fuimos, pudimos acceder a los dos fantásticos miradores que dominan toda la extensión del monte, en un ángulo de 160 grados, proporcionando unas vistas espléndidas, aunque el sol nos daba de frente y las fotos del fondo del bosque no responden a lo que vimos in situ. Recomiendo subir a verlo, sobre todo a quienes no vayan a visitar el interior de la Reserva: si el día está claro, se aprecia la enorme extensión del monte y salen unas fotografías muy bonitas.
Más adelante, tras pasar el Puerto del Coniu, paramos en otro mirador señalizado, donde también se aprecian unas vistas estupendas, pero no con la perspectiva de los anteriores y seguíamos teniendo el sol de frente.
Seguimos en dirección a San Antolín de Ibias, contemplando el hermoso paisaje. En la lejanía se veía el frente nuboso que nos había acompañado por la mañana, pegado a las montañas. De vez en cuando aparecían aves rapaces, algunas volando muy cerca. Sobre todo llama la atención la extensión de los montes, en los que apenas se vislumbra la mano humana, más allá de la propia carretera.
La página web de San Antolín de Ibias señala en su apartado turístico que es el último confín de Asturias. Quizás no sea para tanto hoy en día, pero es verdad que se encuentra algo alejado de las rutas de afluencia masiva de visitantes. Cuando llegamos, eran cerca de las ocho de la tarde y no había apenas nadie por allí. Y eso que tiene varios bares y restaurantes, y un buen mirador sobre el río Ibias. Ante la ausencia de pueblos donde abastecernos en la ruta que habíamos traído, ya pensábamos que nos veríamos obligados a ir hasta Cangas para tener algo que comer al día siguiente durante nuestra excursión a Muniellos. No fue así, y en San Antolín encontramos un bar abierto donde ofrecían empanada recién hecha; tomamos un par de trozos para cenar y encargamos otros para llevarnos: de carne y de bonito, muy ricas las dos.
Dimos una vuelta por el pueblo, que conserva buenos ejemplos de arquitectura tradicional. Resulta muy llamativa la Iglesia dedicada a San Antolín, de estilo románico cisterciense, con espadaña del siglo XVII.
Luego de nuevo en la carretera para completar la ruta circular. Mientras volvíamos a Moal se hizo de noche, aunque por el camino una maraña de nubes fue ganando la partida al sol que se ponía. ¿Qué tiempo tendríamos al día siguiente para caminar por Muniellos? Con que no lloviera, nos daríamos por contentos.
Etapas 1 a 3, total 14
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