
Yellowstone fue el primer Parque Nacional que se hizo en el mundo, y con razón: es una joya única. Sin duda, de lo más fascinante de nuestro viaje. Un lugar donde la Tierra demuestra toda su fuerza.
A pesar del madrugón, cuando llegamos al primer camping dentro de Yellowstone, ya estaba lleno. Así que no nos quedó mas remedio que volver sobre nuestros pasos, y coger sitio en Gardiner, en un camping que por fortuna, está pegado a la entrada norte del parque. Eso sí, al estar tan cerca, ese día nos dio tiempo de visitar las Mammoth Hot Springs. Fue el primer acercamiento a lo que luego vimos que se repite por todo el parque: agua manando del suelo en muy diferentes formas y dando lugar a diferentes fenómenos. En este caso, aguas calientes mezcladas con calcio y diferentes minerales que van formando impresionantes terrazas en su recorrido.

Para darse un baño, aunque algo ácido:


Paisaje desolado, inquietante y fascinante:

Al día siguiente, volvimos a madrugar, y esta vez, sí conseguimos sitio en un camping dentro del Parque Nacional. Cogimos para dos noches, y reservamos las dos siguientes en otro camping más al sur, que sí admitía reservas. Este segundo día fue el de los geiseres, piscinas naturales de colores inverosímiles, y llamémosles así, charcos burbujeantes. Para entender esto, hay que decir que Yellowstone es un supervolcán. Hace muchos miles de años, el supervolcán se hundió dando lugar a la caldera que existe hoy en día, una superficie de 45×70 kilómetros aproximadamente. Pero toda esa actividad volcánica sigue latente, saliendo a la superficie por donde encuentra sitio.
Grand Prismatic Spring. Un colorido inigualable:

El géiser Old Faithful riega su entorno fielmente cada hora y media:

Explosiones de agua por todas partes:

Lagunas multicolores de aguas transparentes:

Lagos profundos y siempre humeantes:

Con los géiseres hay que tener paciencia, pues unos son puntuales, y otros salen cuando les da la gana. Por uno de los recorridos por el parque, encontramos a un paisano sentado en su silla mirando un pequeño agujero. Le preguntamos y nos aseguró que para él, era el más bonito del Parque, y que estaba a punto de eructar. Como tiempo, nos sobra, nos quedamos a hacerle compañía…hasta casi tres horas, pero el maldito géiser no quiso salir. Llegamos a pensar que el tío era un timador, y que se había reido de nosotros y nuestra paciencia, pero luego hemos comprobado en Internet, que el géiser sí que sale casi a diario, solo que no es predecible con exactitud.
Tres horas esperando a que saliese el chorrillo...y nada:

Lo magnífico de Yellowstone es que no es solamente un supervolcán, sino que también es un paisaje de alta montaña con imponente ríos que forman cañones y cascadas. El río principal, por supuesto, también se llama Yellowstone. El nombre es obvio: la piedra que queda al descubierto al horadar los profundos cañones, es de color amarillo. No es el único color, por supuesto, pero sí el dominante.
Lower falls. Noventa metros de caida:

Con arcoiris y todo:

Foto que nos hizo un chino, de los millones que andan por allí:

Yellowstone no solo hay que verlo: también hay que olerlo. Es como estar en el infierno, o si se quiere, como en una huevería llena de huevos pochos. Los gases que emanan constantemente del subsuelo son fétidos y salen por todas partes. Es lo único malo del parque, pero es el precio que hay que pagar para poder disfrutar de un entorno único.

Momento fauna: no vimos al oso Yogi, ni a ningún otro oso. Son difíciles de ver, a pesar de que hacía poco, uno se había merendado a un mochilero. En cambio sí es fácil encontrarte manadas de búfalos pastando, y de alces, que se han acostumbrado a la presencia humana, y pasan tranquilamente delante de tus narices.

El tercer día dentro del Parque, junto al enorme lago Yellowstone (como no), sufrimos la noche más fría de cuantas hemos pasado en este viaje. Tiritando de frío a pesar de las capas de ropa que llevábamos encima. Tal es así, que a pesar de tener reservadas dos noches en este lugar, que por cierto, está a más de 2300 metros de altura, renunciamos a pasar una segunda noche, para evitar morir congelados.
Intentando entrar en calor:

Junto al enorme lago Yellowstone:

Para el último día en el Parque, teníamos pensado visitar el Parque Nacional vecino del Grand Teton. Que nadie se ría por el nombrecito, se llama así, y punto. Pero el coche, nuestro querido compañero de aventuras, dijo que hasta aquí habíamos llegado. No es que haya cascado del todo, pero casi. Cada vez que reduce una marcha, se queda ahí atascado, se revoluciona, y no hay forma de que le entre una marcha más larga. Aunque hasta ahora, cuando pasaba esto, apagando y encendiendo nuevamente el motor, volvía a funcionar, ahora hay veces que no es así. Nuestra impresión es que está a punto de morir, y que, por suerte, esto está ocurriendo casi al final del viaje. Vamos a apostar a intentar llegar hasta Chicago, ya que hemos dejado atrás las grandes montañas, donde las marchas sufren más. Ahora “solo” nos quedan 2000 kilómetros de llanura por delante, y casi todo por autopista, con lo que al tener que cambiar menos, esperemos que el cacharro pueda resistir hasta el final. ¿Llegaremos al final de nuestro viaje en el coche, o tendremos que terminar haciendo autostop y que nos lleve de vuelta alguno de los enormes camiones que por aquí circulan?.