Día 5 - Cascadas de Ouzoud ✏️ Diarios de Viajes de MarruecosCascadas de Ouzoud. A pesar de que el día anterior habíamos llegado agotados de nuevo al Riad Dar Ten, volvimos a madrugar para salir hacia nuestro próximo objetivo, las cascadas de Ouzoud. Como no podía ser de otra manera tuvimos que volver a...Diario: Marruecos de este a oeste⭐ Puntos: 3.7 (3 Votos) Etapas: 7 Localización: MarruecosA pesar de que el día anterior habíamos llegado agotados de nuevo al Riad Dar Ten, volvimos a madrugar para salir hacia nuestro próximo objetivo, las cascadas de Ouzoud. Como no podía ser de otra manera tuvimos que volver a pedir que nos sirvieran el desayuno antes de lo normal porque a las 8 pasarían a recogernos. Empezaba a darnos pena hacer madrugar constantemente a ese pobre hombre. Una furgoneta pasó a recogernos por la plaza Yamaa el Fna, la plaza principal de Marrakech. Después de verla cada noche en todo su esplendor, encontrártela por la mañana es algo que tu cerebro no procesa. La plaza está completamente vacía. Ni rastro de gente, ni de tiendas ni de puestos de comida. Por increíble que parezca, desmontan todo de madrugada y, cuando cae el sol, vuelven a la plaza y preparan todo para una nueva noche. Tengo la firme creencia de que esto en España sería imposible. La furgoneta fue recogiendo a gente por diferentes puntos y hoteles de Marrakech y, tras media hora, salimos hacia nuestro destino. Las cascadas están aproximadamente a 3 horas de camino desde Marrakech, así que habría que tomárselo con paciencia. Paciencia que nos iba a hacer mucha falta porque, al parecer, llevábamos gente "secuestrada" con nosotros. Me explico. En su afán por salir de Marrakech cuanto antes, el conductor recogió a una pareja en un hotel que al parecer estaba esperando a que pasaran a recogerlos para otra excursión. Como nadie preguntó nada, ellas se subieron y nos fuimos rápidamente. Después de 20 o 30 minutos de viaje, el conductor recibió una llamada que si bien en su momento no entendimos, no tardamos en darnos cuenta de que nos habíamos dejado a alguien. Al final, el conductor dio la vuelta, aunque acabó dejando la furgoneta tirada a un lado de un cruce. Se bajó y esperó junto a una señal de tráfico durante un buen rato hasta que llegó un coche que traía a los dos que nos habíamos dejado. Les preguntaron a las "secuestradas" qué querían hacer y al final se vinieron con nosotros... y ya tiene mérito, no sabían ni a dónde iban. Una vez en nuestro destino, nos asignaron un guía, Ibrahim. Él nos llevó hasta la parte alta de las cascadas donde nos unimos a otro grupo. Impresiona acercarse al borde la montaña y mirar hacia abajo, donde la cascada llega a una pequeña laguna. Son 110 metros de altura, lo que las convierte en las cataratas más altas de toda África, 2 metros más que las cataratas Victoria (quizás más conocidas). A uno de los lados estaban edificando un gran edificio que todos pensamos que podría tratarse de un hotel pero que, según Ibrahim, resultó ser la nueva residencia del hermano del rey de Marruecos. Ordenó construirla ahí, con sus más de 200 habitaciones, y la obra daba trabajo a casi todo el pueblo. Avanzamos por un sendero de tierra rodeado de olivos para iniciar el descenso a la parte baja de las cascadas. Cada árbol estaba marcado con un color. Ibrahim nos explicó que cada árbol pertenecía a una familia del pueblo y que por eso los identificaban de esa manera. Cuando un árbol tenía dos colores, significaba que había habido un matrimonio, y ese árbol pertenecía ahora a las dos personas que estaban unidas. Continuamos el descenso por un camino que quizás a alguien le puede parecer complicado pero la verdad es que no es nada complejo y mucho menos si estás acostumbrado a hacer rutas de montaña. Nuestro guía se detuvo para enseñarnos como son las casas típicas de los bereber y explicarnos como se hace el famoso aceite de argán. Allí pasamos posiblemente el mayor momento de vergüenza ajena del viaje. En nuestro grupo, formado por gente de varios países (holandeses, ingleses, franceses, argentinos, cubanos, australianos…) había otras dos parejas de españoles e Ibrahim hablaba en inglés, muy poquito español. Pero eso sí, lo suficiente como para darse cuenta de que los españoles no entendían bien lo que nos estaba explicando y no tardó en mandarlos con el otro guía que sí hablaba nuestro idioma. Nos sentimos un poco avergonzados cuando nos dijo que, ya que también éramos españoles y seguramente no entendíamos inglés, que nos fuésemos con ellos... y le tuvimos que hacer ver que no había problemas con el idioma por nuestra parte. Llegamos a la parte baja de las cascadas y en parte a mí me recordó un poco a las gargantas del Toudra. La cantidad de vida que se arremolina junto al agua es algo que no podrás ver en todo Marruecos. Se puede cruzar al otro lado del río saltando por unas piedras pero lo bonito es hacerlo en una especie de barcas que, no solo te cruzan, sino que además te acercan a la cascada. Solo con estar cerca ya te refrescas y, creedme, es algo que se agradece bastante en un día de calor en pleno julio. Estar allí, prácticamente debajo, y contemplar las cascadas cayendo hacia ti desde esa altura es una gozada. Solo lamentamos una cosa, y es que Ibrahim nos explicó que en invierno, al haber más caudal de agua, muchas de las paredes por las que ahora no bajaba el agua se convertían en otras cascadas y lo hacían todo mucho más espectacular. Como todo tiene una parte buena, en esas paredes ahora secas, muchos jóvenes escalaban hasta alturas imposibles para saltar desde allí a la laguna en una espectáculo digno de verse. Después de un buen rato disfrutando de todo esto, comenzamos el ascenso por el lado opuesto al que habíamos bajado. Aquí el camino ya no era de tierra sino que se trataba de una parte más turística. Una calle en continua pendiente llena de escalones y rodeada por todo tipo de restaurantes, tiendas y terrazas. Llegados a un punto, unos hombres te venden cacahuetes por unos pocos dirhams para que puedas alimentar a unos monos salvajes que viven por allí. Unos son más desconfiados que otros pero si inviertes aunque sean 5 minutos seguro que podrás sacarte una foto con alguno. Ya solo faltaba rematar el día con una buena comida, así que después de un tajín, unas brochetas, un poco de cuscús y 3 litros de agua helada volvimos a la furgoneta para poner fin a nuestra excursión. Por la noche, ya en Marrakech, acudimos como siempre a la fiesta perpetua de Yamaa el Fna. Una cena, un tatuaje con henna y a descansar. Índice del Diario: Marruecos de este a oeste
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