En este día del viaje nos levantamos sin mucha prisa porque hacía mal día... Estaba todo nublado y pronosticaban lluvia. Así que decidimos no hacer grandes planes, o por lo menos, intentar hacerlos todos en interior. Además nos venía bien tomarnos un día con más calma a estas alturas de las vacaciones. Por la tarde, eso sí, ya teníamos reservada nuestra visita al museo Van Gogh, así que teníamos que elegir el plan de la mañana.
Estaba claro que por el día que hacía iba a ser un museo, ya llevábamos unos cuantos vistos, pero nos faltaba uno de los 'grandes' museos de la ciudad. Como llevábamos ya unos cuantos museos de arte e historia vistos, decidimos que el Museo NEMO iba a ser una buena elección por ser el museo de ciencias de referencia en la ciudad. Además, así podíamos ver un poco la zona donde estaba situado el mismo.
La entrada también la teníamos incluida en la Amsterdam Card, así que no tuvimos que abonar nada. Pero por si os interesa, la entrada de adulto cuesta 17.50€ y los niños a partir de 4 años ya pagan ticket de adulto (tócate las narices). El horario pues es el más habitual, el que hay en la mayoría de museos de la ciudad: de 10 a 17.30.

Entradas del museo NEMO
Para llegar al museo cogimos un tranvía y un bus porque nos quedaba un poco alejado del hotel -todo esto incluido aún en la Amsterdam Card de transporte- y tardamos una media hora más o menos. Este museo se encuentra en el Oosterdok, en un muelle. No está lejos de la estación central. Muy cerca del NEMO se encuentra también el museo marítimo y la biblioteca pública de Amsterdam.

Museo de ciencia NEMO
El edificio del NEMO es muy curioso, en forma de barco de un color verde grisáceo, aunque leí que lo del color es accidental porque en sus inicios era de un color cobre que se ha ido desgastando. Accedimos al interior del museo y fuimos directamente a las taquillas de la planta baja a dejar nuestras mochilas.

Entrada al museo
El museo se organiza a través de cinco plantas que responden a cinco temáticas diferentes: Fenomena, Technium, Elementa, Humania (que estaba en construcción) y finalmente, en la quinta planta, están la cafetería y la terraza. La cafetería y la terraza son gratuitas y se pueden visitar sin ticket accediendo por unas escaleras desde el exterior del edificio. Para volver a entrar al interior del museo desde la terraza hay que activar unos tornos con un código de barras del ticket de entrada, para evitar que nadie se cuele. Si no os interesa el museo podéis acercaros igualmente a la azotea del museo para dar un paseo y por las vistas. En las anchas escaleras se disponen diferentes tipos de juegos que funcionan gracias a los elementos naturales. Es muy entretenido especialmente para los niños. No hicimos más fotos porque empezó a llover y nos tuvimos que meter muy rápido para dentro.

Foto desde la azotea del museo NEMO

Foto desde la azotea del museo NEMO

Terraza del NEMO y al fondo Museo Marítimo
En cuanto al museo en sí, TODO es interactivo, a través de juegos y talleres de experimentación, laboratorio... Pero eso sí, está enfocado totalmente al público infantil. Así que probablemente si vais y sois adultos os vais a aburrir. Eso sí, si tenéis niños les va a encantar ir. Aunque si puede ser no los llevéis en un día de lluvia, porque estaba atestado.

Foto de un meteorito encontrado en China hace 4.6 billones de años
Estuvimos chafardeando las diferentes plantas del museo y nos quedamos a ver un experimento que hacían y que acaparó la atención de prácticamente todo el público que se disponía en la planta baja para verlo, pero también alrededor de la escaleras en las distintas plantas. Una chica estaba preparando todo un recorrido, con muchos materiales. La verdad que fue muy espectacular porque era todo un circuito en diferentes niveles, por el cual tenía que pasar una pelota y que se llevaba a cabo gracias a la inercia que ejercía una primera fuerza, todo lo demás era una reacción en cadena. Estuvo muy muy curioso y recibió una gran ovación del público, especialmente más juvenil.

Foto del interior del museo
La verdad es que el museo está bien, pero yo no volvería a ir, y posiblemente si hubiese sabido cómo era por dentro y la cantidad de gente que había, tampoco hubiera ido. Pero claro, somos dos personas adultas. Lo dicho, cambia mucho la historia si vais con niños, que lo pasarán genial.
Ahora bien, cabe decir que en el 'De Studio', que es un edificio anexo al museo, había una exposición temporal muy interesante. Ojo, porque la entrada la cobran a parte (7,5€), aunque también está incluida en la Amsterdam Card. Para llegar hasta el Studio andando había que dar una vuelta considerable a través de un puente, o bien esperar a un pequeño barco que te llevaba a la otra orilla en un momento y que iba de un lado a otro sin parar con lo cual no había que hacer grandes esperas. No se pagaba porque era un servicio que facilitaba el mismo museo.
Las exposiciones que ofrecen en este edificio son temporales. Concretamente, la exposición de ese momento era sobre la comida del futuro. Dejamos las cosas en taquilla y entramos enseñando la Amsterdam Card. Bueno, esto ya era otra cosa. Esta exposición estaba destinada al público adulto y además había muy poca gente con lo cual se podía ver todo tranquilamente.

Inicio de la exposición
La exposición trataba sobre cómo el aumento de la población de la tierra hacía peligrar la sostenibilidad del planeta, y cómo todo lo que conocemos hasta ahora (campos de cultivos, granjas de animales...) es imposible de mantener en el tiempo con una cantidad de población que cada vez es mayor.
Se exponían diferentes manera de afrontar este problema. Por ejemplo, introduciendo los insectos como fuente de proteína, mucho más sostenible y barato. A partir de algunos insectos, como por ejemplo pequeños gusanos, se pueden hacer harinas para pastas, snacks, etc. Otra de las formas, aunque esta mucho más cara y en fase de invesigación, la carne hecha en laboratorios. Se ha conseguido hacer, por ejemplo, una hamburguesa o unas albóndigas de origen animal, pero sin tener que sacrificarlo, a través de las células de un ejemplar vivo. Evidentemente todo esto está siendo estudiado y a día de hoy no se sabe qué impacto tendría este tipo de comida en los seres humanos...

Parte de la exposición
Al final de la exposición también te daban la opción de hacer algún juego experimental, estos sí, más enfocados a los adultos. Uno de ellos tenía que ver con el sentido del olfato y cómo afecta este sentido al propio sentido del gusto, que también era una parte de la exposición. El juego en sí era muy senzillo pero muy chulo. Ponían diferentes botellitas con olores y tenías que adivinar entre muchas opciones, de qué eran esos olores. Y os aseguro que no era fácil, éramos unos cuantos probando y chivándonos las respuestas. El otro experimento era un poco más escatológico. Te ponían 4 tipos de insectos para que los probaras y rellenaras un pequeño cuestionario... Tengo pruebas gráficas de que probé los 4, pero no las voy a compartir aquí


Los bichines que tuve el gusto de probar
Después de esta visita con divertida ingestión de insectos incorporada, nos sentamos a degustar comida seria... es decir, la pizza que nos había sobrado de la cena del día anterior XD Nosotras lo reciclamos todo, en casa no se tira nada de comida, y aunque estemos de viaje, esa premisa sigue cumpliéndose.
Después volvimos a cruzar con el barquito para ir hasta la Biblioteca de Amsterdam, que está al lado del museo NEMO. La biblioteca es inmensa, parece un centro comercial. Tiene muchas plantas y en la última hay un restaurante y una terraza. La gente destaca el apartado infantil por la cantidad de material que tiene y lo que acogedor que resulta para los peques, y no tan peques. Se puede subir a la azotea a través de unas escaleras mecánicas o en ascensor. Desde la terraza no hay muy buenas vistas de la ciudad porque los muros son un poco altos y no se puede ver del todo bien...

Vistas desde la azotea de la biblioteca de Amsterdam
Realmente al final no subimos a ningún edificio desde donde contemplar bien las alturas. Seguramente lo suyo hubiese sido ir a la Torre Adam, pero no queríamos pagar lo que cuesta, la verdad, ya sabéis que no es una ciudad barata precisamente. Frente a la biblioteca hay un enorme restaurante chino, en forma de templo, que está flotando en el agua. La verdad que por fuera es bastante impresionant. Nos acercamos a ver la carta y bastante cara, además del olor a fritanguilla que emanaba.

Restaurante chino frente a la biblioteca de Amsterdam
Justo enfrente nos encontramos con un Starbucks. Tuvimos que hacer cola y pedimos un frappe que nos lo tomamos allí dentro porque fuera empezó a hacer un aire de narices... resulta que horas más tarde se lió e incluso hubo un pequeño tornado delante de donde estábamos... A la mañana siguiente vi que twitter estaba lleno de vídeos del mini tornado y aluciné.
Ese día teníamos la visita al museo Van Gogh, así que nos fuimos para el hotel, que lo teníamos a 10 minutos a pie del museo. Como no hacía mucho día de paseo...aprovechamos para descansar un rato. No hay mal que por bien no venga. Después nos pusimos en marcha. Ya habíamos estado en la Museumplein, que con pasar un par de veces ya la tienes vista, porque básicamente lo que hay son museos y césped. También hay algunos chiringuitos donde tomar algo y puestecitos de souvenirs, láminas de arte...El ambiente es bastante agradable.

El museo por fuera...
Cuando faltaban cinco minutos para las 18.00h nos pusimos en la cola de la entrada del Museo Van Gogh, porque era la hora que teníamos reservada para nuestra entrada.
Sólo un inciso. El día que hicimos la reserva a través de internet, nos llegó al correo electrónico un justificante conforme tienes día y hora asignada. Lo tenéis que llevar el día que entréis al museo porque es el comprobante, pero no se necesita imprimir, lo puedes llevar en el movil en pdf. También es importante reseñar que vayáis ligeritos de carga, porque no dejan entrar en el museo con mochilas grandes o maletas y no tienen taquillas.
Y volviendo a la cola del museo, justo delante nuestro había unas señoras españolas pero las pobres se quedaron sin poder entrar porque no la llevaban reservada. Se ve que durante el día puede que pongan entradas para ese mismo día, y hay como unos cajeros automáticos al lado de la entrada del museo por donde se pueden mirar de conseguir, pero al menos ese día y a esa hora ya no quedaba nada. Así que si sabéis que queréis ir lo mejor es curarse en salud y reservarla con la máxima antelación, porque hay muchísimos números de quedarse sin entrada si te presentas directamente en la puerta, tal como les pasó a estas pobres mujeres.
El museo cerraba a las 21h. Fuimos a propósito un viernes porque cerraban más tarde (en agosto el resto de días cierran a las 18h). Consultad los horarios porque en el año 2020 han cambiado respecto a los del año pasado. Tenía entendido que el museo con 1 horita había suficiente para verlo. Para mi gusto una hora se queda muy corta, pero yo es que me entretengo mucho. Pero a parte de eso, es que realmente creo que la colección de obras es muy grande, y aunque no seas muy apasionado en la materia, se te van dos horas fácilmente. De hecho nosotras estuvimos hasta la hora de cierre y os puedo asegurar que no nos sobró tiempo precisamente.
La entrada al museo entra con la Amsterdam Card, pero tienes que reservarla a través de internet previamente para no quedarte sin plaza. Decidimos coger la audioguía, que es bastante cara, pero vale mucho la pena. Es una audioguía interactiva, que a parte del contenido en audio es táctil y te va mostrando las obras de Van Gogh, enseñándote los detalles, etc., para que las compares con el original. A mí me pareció muy interesante. Te daba la información básica de cada obra pero luego podías ir ampliando información si te apetecía. Veo muy recomendable alquilarla.
En cuanto a la colección del museo, a la exposición, a la organización... a mí me pareció un acierto total. Me encantó. Y todo es muy didáctico y ameno. Además yo creo que es un artista que llama la atención a casi todo el mundo... Su personalidad y su carácter, obviamente marcados por su enfermedad, hacen que su pintura, sus trazos y colores, sean tan atrayantes. No solamente encontramos cuadros, también hay cartas que escribía Van Gogh a su hermano, con el que tenía una estrecha relación o con otros artistas tan amigos suyos como Gauguin, con el cual tenía una intensa relación de amor-odio.
En resumen, el museo Van Gogh, a pesar de que su precio es caro -19€ y aún más si tenemos en cuenta el precio de la audioguía que cuesta la friolera de 5€ - vale totalmente la pena. Sí lo consideraría un imprescindible en la ciudad. Ojo, no se pueden hacer fotos.





Unos paneles con cuadros de Van Gogh que había en la entrada...
Cuando salimos del museo ya eran las 9 de la noche, y no teníamos muchas ganas de ir a ningún sitio más que a descansar, así que cogimos el tranvía porque empezó a llover de lo lindo y nos bajamos en la parada frente al hotel. Aprovechamos que el supermercado que hay debajo del hotel aún estaba abierto -cerraban bastante tarde, a las 22 o 23...- para comprarnos una ensalada para cenar y a dormir!!