Después de pasar unos cuantos días descubriendo los atractivos de Amsterdam, toca otra excursión. Esta vez vamos a ir a pasar el día a Utrecht. He de decir que es una de las ciudades que menos me gustó de las que visitamos, y que en un principio le vi muy poco atractivo. Creo que fui un poco injusta con ella, pero tengo 'mis motivos' jeje.
Antes de llegar a la ciudad de Utrecht nos tocó trasladarnos en tranvía hasta la estación central de Amsterdam (nah, ni 10 minutos). Después allí está chupado comprar el billete hasta Utrecht, eso sí, costándonos un ojo de la cara. El trayectó nos costó 16€ por viaje (sólo ida), así que en total nos salió por 64 eurazos... Y justamente teníamos el tren esperando en la vía para irse. Los trenes funcionan perfectos, con mucha frecuencia y son comodísimos. Eso sí, como ya he dicho en varias ocasiones en el diario, el transporte es muy caro y a los hechos me remito.
Llegamos a Utrecht relativamente rápido, en a penas 25 minutos. Salimos de la estación y fuimos siguiendo las indicaciones que nos guiaban hacia el centro... Pues un error, porque tal cual sales de la estación, cruzas un enorme centro comercial llamado Hoog Catharijne, que queda justo enfrente y enseguida sales directamente a Vredenburg plein, la cual ya está muy cerca de lo que sería el centro de la ciudad. Como no sabíamos lo del centro comercial, dimos un rodeo muy tonto. Por el camino, dentro de un canal, vimos una enorme ballena hecha con material de plástico reciclado.
Al fondo la estación de Utrecht y a nuestra izquierda está el Hoog Catharijne, que no se ven en la foto... Lo que se a la derecha son varios restaurantes.
La ballena con material de plástico reciclado, recogido del océano Pacífico
Al final llegamos a la plaza -Vredenburg plein-... donde por cierto, estaban haciendo un mercado, el Vredenburg market, donde vendían productos típicos del país, especialmente quesos. Allí nos compramos una 'stroopwaffel' calentita, que estaban haciendo en uno de los puestos. La stroopwaffel es una especie de masa de gofre, pero más finita. Parece una especie de galleta. Por dentro está rellena de caramelo salado. Hasta ahora habíamos probado las que venden en el super Albert Heijn envasadas, que están buenas, pero no son lo mismo.
En el mercadon de Vrendenburg con un stroopwaffel
A continuación seguimos las indicaciones hacia la Grote Markt, donde se encuentra la catedral y su famosa torre campanario, la torre Dom, de 112 metros de altura, que sin duda es el símbolo de la ciudad. No teníamos muy claro si subir o no, después de haber estado ya en la torre campanario de la iglesia nueva de Delft. Por otro lado, la torre Dom es la más alta y antigua (construida en el siglo XIV) de los Paises Bajos, así que algo de curiosidad sentíamos.
De camino a la Grote markt. Todavía poca animación en los restaurantes. Era temprano...
Para llegar hasta la torre fuimos siguiendo uno de los principales canales de la ciudad. Pero nuestro gozo en un pozo, que cuando empezamos a vislumbrar la altísima torre Dom, estaba entera llena de andamios. Completamente escondida. Menudo chasco nos llevamos...! Ni la vimos bien desde la calle ni ahora ya nos planteamos subir después del bajón. Al lado de la torre estaba la oficina de información turística, así que decidimos entrar para que nos dieran información acerca de qué hacer y qué ver en la ciudad.
Torre Dom
La ciudad, además de la catedral, cuenta con varias iglesias. He de decir, que fuera de lo que sería el centro, que es muy pequeño, la ciudad estaba desierta y muchas de las iglesias que íbamos encontrando estaban cerradas... la verdad es que fue un chasco detrás de otro. De hecho, nos dieron un plano con los horarios y todo, y aún así, estaban cerradas. Así que la visita a la ciudad se hizo bastante más corta de lo esperado.
Nos entretuvimos haciendo muchas fotos a los canales, que son muy bonitos. Eso sí
Después de salir con nuestro plano de la oficina de turismo -que por cierto, está también en la Domplein-, entramos en la catedral -Domkerk o Catedral de San Martín-, de estilo gótico (s.XIV). Donde está la actual catedral, existía anteriormente otra iglesia que se destruyó en un incendio. Es curioso que catedral y torre estén separadas, pero en el caso de Utrecht fue a causa de una gran tormenta, en el siglo XVII, que destruyó la nave central de la catedral -que nunca se volvió a reconstruir -lo que sería actualmente la plaza- y que afectó al templo separando ambas piezas para siempre.
Interior de la catedral de San Martín de Utrecht
Entrar a la catedral es gratuito, pero te piden la voluntad. Dentro de la catedral destacan las bonitas vidrieras. El claustro de la catedral -Pandhof Domkerk-, también de época medieval y estilo gótico, es muy majo y está muy cuidado, con un montón de plantas y arbustos y una fuente en el centro. Realmente es lo mejor de todo y vale la pena entrar. Nos sentamos en un banco de piedra a disfrutar de la tranquilidad que se respiraba allí. En esas nos empezó a diluviar y nos pudimos resguardar bien. También hay una cafetería que da al claustro.
El claustro de la catedral de San Martín
Para refugiarse un ratito...
Justo al salir del claustro, nos encontramos con un edificio cuya fachada es reseñable. Se trata del Academiegebouw, el edificio del rectorado de la Universidad de Utrecht. También estaban aquí de obras.
En este edificio se llevan a cabo ceremonias académicas, se entregan diplomas, premios académicos...
Al salir de la catedral quisimos bajar al DOM under, en la misma plaza, un 'museo subterráneo' donde te llevan con un guía a visitar los asentamientos romanos que se encuentran bajo la actual plaza y donde se pueden ver los restos de la ciudad antigua, de origen romano. Las visitas eran de grupos pequeños y guiadas... Como no sabíamos que había que reservar hora con antelación nos quedamos sin poder hacer la visita, porque ya no quedaba sitio. Una lástima.
La catedral por detrás
Después empezamos con nuestro periplo en busca de iglesias (cerradas), que como podéis ver no fue muy fructífero, jajaja. Entre unas cosas y las otras, como os he dicho, la visita a Utrecht no fue precisamente un éxito. La iglesia que más nos interesaba ver era la iglesia de Sint Willibrord, construida en el año 1056 y una de las más importantes de la ciudad. La iglesia de Sint Willibrord por fuera pasa totalmente desapercibida, con una fachada de lo más corriente, entre edificios. Por dentro, según vimos en las fotografias parece muy interesante. El interior está ricamente ornamentado en estilo neogótico. El horario es un poco bastante limitado. No estaba abierta aunque en teoría estábamos dentro de las horas de apertura. Lo intentamos en un par de ocasiones durante el día y no tuvimos éxito, pero como ya digo, nos pasó en más de una iglesia.
Paseito muy tranquilo por los canales de Utrecht
A continuación, paseamos un poco alrededor del canal Oudegracht, construido en el siglo XII, que atraviesa el centro de la ciudad. Este peculiar canal es a doble nivel, siendo esto una particularidad de la ciudad de Utrecht. El primer nivel es a ras de canal, pero ni siquiera del paseo pudimos disfrutar demasiado porque hacía muchísimo viento. A pie del canal, bordeados por grandes árboles, hay muchos locales, concretamente de restauración, antiguamente sótanos donde guardaban grano o se usaban como bodegas, pero a esas horas no había todavía mucho ambiente y estaba todo un poco desangelado. A la hora de comer se fueron llenando las terrazas a ambos lados del canal y vista con algo más de vida la ciudad cobró bastante más interés.
Se empiezan a llenar los restaurantes a pie de canal...
Por el canal vimos navegando algunas lanchas a pedales y la gente que iba subida parecía muy contenta con la actividad que estaban llevando a cabo. Yo es que soy bastante de secano... La verdad es que los canales son bonitos, pero después de varios, ya no sorprenden tanto, aunque los de Utrecht son muy originales y eso hay que decirlo.
Teníamos hambre, y a su vez, ganas de volver a Amsterdam a hacer otras cosas, así que aprovechamos para ir a comer a la estación -aún me estoy dando de cabezazos por no comer al lado del canal, con la de sitios que había...-, donde había bastante oferta de restauración, aunque incluso en esto, elegimos mal :'). Nos metimos en un japo, cadena Wagamama, tampoco es que prometiera en exceso. No esperaba comerme un ramen divino, pero la verdad que lo que nos pusieron no valía nada.
Os dejo foto del ramen soso, pero no vayáis
Volvimos a coger el tren hacia Amsterdam. En apenas media hora volvíamos a estar allí, y como era pronto, pues nada, a seguir visitando museos. Somos las chicas de los museos, ya veis.
Primero fuimos al Museo Tropenmuseum. No es el típico museo de arte tipo pinacoteca... en este caso se trata de un museo sobre distintas culturas del mundo. Pudimos aprovechar todavía la Amsterdam Card para entrar sin pagar. La entrada normal al museo cuesta 16€.
Entrada al Tropenmuseum
El museo es enorme, tiene al menos tres plantas. Y el edificio en sí es precioso. Se construyó en el año 1926 y está organizado entorno a un patio central y galerías abiertas a dicho patio. No sé si me estoy explicando muy bien... a veces me explico como un libro en llamas. No nos dio tiempo a ver todo el museo, porque es bastante grande y contiene mucha información interesante que te quieres parar a leer. Calculo que nosotras estuvimos allí un par de horas, y no lo pudimos ver entero ni de broma, porque ya cerraban.
Interior del Tropenmuseum
Hay una parte de la primera planta que es para exposiciones temporales, entre las cuales, había en esos momentos una exposición sobre la cultura japonesa: manga, anime, videojuegos... En la parte final de la exposición había un proyector donde pasaban trozos de películas y series de animación, des de las más antiguas y míticas hasta algunas más actuales (el viaje de Chihiro, Akira, Ghost in the Shell...). Además, en la planta baja, en la zona central, había muchas máquinas recreativas de juegos, de las que se suelen encontrar muy habitualmente en Japón. Era parte también de la exposición temporal.
Parte de la exposición de Japón
Parte de la exposición permanente trata sobre la esclavitud y el colonialismo en algunos países como Indonesia o Papúa Nueva Guinea y en su gran mayoría se exponen objetos y fotografías de los distintos grupos humanos y su modo de vivir: vida cotidiana, religión, rituales... También se exponen objetos y artilugios de aquellos quienes estudiaban a las distintas sociedades.
Dos proas de canoas rituales que probablemente simbolizan a una pareja mítica ancestral.
Máscaras que se usaban en rituales de muerte y nacimientos.
También tienen colección de objetos tipo esculturas, tallas... del sudeste asiático, que tuvimos que ver a toda prisa y muy por encima. El museo merece la pena de verdad, pero hay tantas cosas que hacer en Amsterdam, que no es de los más visitados de la ciudad. También es verdad que si vas pocos días quizás te decantas más por los típicos...Ana Frank, Van Gogh...pero vale la pena.
Estatua 1/2 dragón 1/2 pájaro!
Aprovechamos que aún era temprano -ya sabéis que cierran a horas tempranas-, y que había otro museo que teníamos muchas ganas de visitar, por ser original, por su contenido y su manera de enseñarlo. Se trataba de Micropia, que precisamente los sábados cierra más tarde, a las 20h, y como eran poco más de las cinco, nos daba tiempo de sobra a verlo. Micropia se encuentra justo al lado del Zoo de Amsterdam y como podéis imaginar por el nombre, es un museo dedicado a los microorganismos.
Entrada a Micropia
La entrada cuesta 16€, pero como aún teníamos la Amsterdam Card, entramos sin pagar. Ya veis que le sacamos partido al máximo.
El recorrido por Micropia se empieza pasando al lado de una reproducción gigante de un oso de agua, el bichito más resistente del mundo. En el mismo ascensor que te sube al inicio de la exposición, va apareciendo una proyección súper chula mientras te suben de piso.
El oso de agua. No me digáis que no os parece adorable.
A partir de ahí se abre un espacio totalmente interactivo, donde se pueden observar con gran cantidad de microscopios a distintos microorganismos y te explican cómo se reproducen, o incluso 'scanear' tu cuerpo para ver en qué zonas se encuentran en mayor cantidad concentrados los microbios. También hay un enorme y fascinante 'hormiguero' o una ciudad de hormigas...que permite ver en vivo y en directo cómo se organizan estos maravillosos insectos.
La ciudad de las hormigas
Pero hay varias actividades más. Al entrar te dan un papel para que cada vez que observes un microorganismo a través del microscopio puedas estampar un sello y coleccionarlos todos. Nosotras no los sellamos todos pero sí una buena cantidad
Estampando microorganismos
A ciertas horas también ofrecen charlas, en inglés. La tarde que estuvimos hicieron una charla sobre cómo los microbios ayudaban en el proceso de la fermentación de un tipo de cerveza que habían creado en el museo. Porque siempre los asociamos a enfermedades o cosas no muy agradables, pero también tienen funciones importantísimas. Las charlas las hacen las mismas personas que están trabajando dentro del laboratorio, el cual, por cierto, se puede ver a través de un cristal.
El interior del museo. Totalmente interactivo.
Antes de salir del museo hay un expositor donde se encuentran alimentos en descomposición y en otro puedes oler los olores no demasiado agradables que producen... es un poco escatológico, pero nunca he visto nada igual . Lo que me gustó mucho de los museos de Amsterdam es que son muy interactivos y no el típico concepto 'aburrido' de museo en el que sólo puedes mirar y no puedes tocar nada.
Es un museo atípico, moderno, muy didáctico y recomendable para toda la familia. A nosotras nos gustó mucho. Lo recomendamos totalmente, además hay que aprovechar que los sábados cierran algo más tarde que el resto de museos. Se ve relativamente rápido, en una hora y media da tiempo de verlo bastante bien.
Cuando salimos del museo estábamos ya reventadas, pero como estábamos terminando las vacaciones, queríamos volver al hotel a pegarnos una ducha y a salir a cenar por ahí.
Elegimos un sitio que fue un acierto total... a pocos metros del mismo hotel, porque no teníamos ganas de andar mucho, era un pub por el que pasábamos cada dos por tres cada vez que íbamos andando y siempre estaba la terraza a reventar, así que pensamos que sería una buena opción si siempre estaba tan lleno. Nos comimos unas hamburguesas muy buenas, en un ambiente muy animado, con buena música. Nos pusimos las botas porque la hamburguesa, que no era pequeña, venía acompañada de un montón de patatas fritas. Y después nos quedamos a tomarnos unas cervezas. Sitio súper chulo... qué pena haberlo descubierto tan tarde. El local se llama Café de Ebeling y a la hora de los desayunos y la comida no sé como será, pero para las cenas y quedarse a tomar algo luego, de 10. Además no es caro. Aunque no está muy céntrico queda cerca de Leidseplein. Finalmente, después de un día completito, nos fuimos al hotel a descansar para nuestro penúltimo día en los Países Bajos.
Las fotos son de una gran calidad...